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Vinciguerra

EL PUDOR DEL SILENCIO Y EL CORAJE DE LA VERDAD

EL PUDOR DEL SILENCIO Y EL CORAJE DE LA VERDAD

Vincenzo Vinciguerra 

Aldo Moro fue un pésimo profeta cuando dejó escrito que su sangre caería sobre sus compañeros de la Democracia Cristiana. Antes al contrario, estos últimos  han levantado sobre su muerte sus propias fortunas personales y políticas y, más aun, han decidido elegir la fecha de su asesinato precisamente como “Día de la Memoria” dedicado  al recuerdo de las víctimas del “terrorismo”.

El ex dirigente del Partido comunista italiano, Giorgio Napolitano, actual presidente de la República por méritos desconocidos para el pueblo italiano, ha escogido concretamente el “Día de la memoria”, el 9 de mayo de 2009, para realizar dos gestos de importancia histórica, o lo que él considera tal.

Uno, invitar a la viuda del anarquista Giuseppe Pinelli, arrojado desde una ventana de la Comisaría de Milán el 15 de diciembre de 1969, cuando estaba siendo interrogado por la masacre de Plaza Fontana, y, naturalmente, a la viuda del Comisario de policía Luigi Calabresi que fue asesinado el 17 de mayo de 1973 tras ser acusado por Adriano Sofri y por sus compañeros de “Lucha continua” de haberlo matado.

En realidad, el papel de Giuseppe Pinelli sigue siendo controvertido a causa de su vinculación con Pietro Valpedra cuya inocencia respecto a la masacre de Plaza Fontana está todavía por demostrar, en el plano histórico, no habiendo comparecido tampoco la verdad política defendida en sede judicial con relación a una masacre que no fue fascista sino de Estado.

El mismo  comisario Luigi Calabresi, dijo a su mujer: “Cerebros de derecha, mano de obra de izquierda”. A saber,  los anarquistas, auténticos o fingidos, como instrumento de un diseño reaccionario.

Y, quizás, Calabresi fuera asesinado precisamente porque había comprendido demasiado y no estaba dispuesto a callar.

Gesto incauto, pues, el de Giorgio Napolitano que pretende desde la altura del cargo que ostenta poder cerrar una página histórica mediante una división maniquea de malos y buenos: de un lado el Estado democrático y antifascista, y de otro el “terrorismo” rojo y negro. El agredido que ha triunfado finalmente y los agresores que han debido capitular y pagar el precio de sus delitos.

En consecuencia, Giorgio Napolitano no ha dudado en definir como “fantasmagórico” a ese “doble Estado” cuya existencia ha sido intuida y acreditada por muchos historiadores y periodistas que han desarrollado agudas investigaciones sobre la historia de la guerra civil de los años Setenta.

Giorgio Napolitano debería haberse callado. Nadie espera de él el valor de afirmar la verdad, pero todos pueden esperar que tenga el pudor del silencio.

Porque Giorgio Napolitano es el representante de aquel Partido comunista [PCI]que en 1973 y, desde entonces hasta hoy, se hizo cómplice del Estado masacrador y encubridor.

Los dirigentes del Partido comunista, de hecho, tuvieron la posibilidad de evitar la masacre del 17 de mayo de 1973, cometida por el confidente de SID [NdT-  la Inteligencia militar] Gianfranco Bertoli, enviado con esta misión desde Israel, a las puertas de la Jefatura de policía de Milán con el objetivo de matar a Mariano Rumor.

Es obligado recordarle  a Napolitano que el 15 de mayo de 1973, Ivo Dalla Costa, funcionario del PCI de Treviso, fue informado por Pietro Loredan que “en Milán dentro de 48 horas se cometerá una atentado contra una alto personaje del gobierno del que se hablará en toda Italia”.

Dalla Costa informa de inmediato al parlamentario comunista Domenico Ceravolo que, a su vez, toma contacto con la dirección de su partido y acuerda una reunión de urgencia en Milán con Giancarlo Pajetta y Malgugini.

Los dos son elegidos, no por casualidad, por el secretario nacional del PCI, Enrico Berlinguer, pues son ellos los que mantienen, en nombre del partido, contactos reservados con el ministerio del Interior y la magistratura.

Lo que hicieron, con quién hablaron, qué informaron sobre la advertencia de atentado contra una “personalidad del gobierno”, previsto en Milán para el 17 de mayo, no se sabe.

Ciertamente, el objetivo era fácil de identificar porque en Milán, aquel día, como “alta personalidad del gobierno” estaba solamente Mariano Rumor que debía presidir en la Jefatura de policía una ceremonia en recuerdo del comisario Luigi Calabresi.

La historia nos cuenta lo que ocurrió: el confidente de SID, Gianfranco Bertoli, logró cometer el atentado contra Rumor de todas formas, arrojando una granada contra el automóvil del político a la salida del patio de la Comisaría que, sin embargo, no alcanzando su objetivo sembró la muerte entre los que se encontraban en la calle con un balance de 4 muertos y 46 heridos.

Quien fuera informado, representantes de altísimo nivel de las instituciones, no consideró oportuno acordonar la zona y adoptar las contramedidas necesarias, porque –esto es verdad- Berlinguer, Pajetta y Malagugini dieron sus pasos para alertar a los dirigentes políticos o cuando menos a los aparatos de seguridad.

¿No fueron creídos? ¿La información se consideró irrelevante? Puede ser. Pero lo que inculpa a la dirección del Partido comunista no es su intento fallido de impedir la masacre, sino el silencio que ha mantenido siempre sobre el episodio.

Jamás, ni una vez siquiera, ni aún utilizando indirectamente a los jueces que tantas veces han usado sin escrúpulo alguno para sus propios fines políticos, los dirigentes del Partido comunista han pretendido hacer triunfar la verdad sobre esa masacre.

Con su silencio, han permitido que se afirmara la mentira del atentado cometido por un “anarquista”, Gianfranco Bertoli, contra Mariano Rumor para vengar la muerte de Giuseppe Pinelli.

Un silencio que es complicidad para masacres posteriores, pues habría sido suficiente dar el nombre de Pietro Loredan como el informador que conocía, con dos días de anticipación, de lo que iba a suceder en Milán el 17 de mayo de 1973, para haber neutralizado la célula de confidentes y terrorista véneta.[NdT. Grupo criminal de agentes-dobles encabezado por  célebres “neofascistas atlánticos de servicio” como Zorzi, Digilio, Freda, Ventura, Maggi, etc.]

Al contrario, la dirección del PCI escogió el camino del silencio y de la complicidad con las instituciones, allanando el camino para otras masacres y para más lutos.

GianCarlo Pajetta, en Brescia, el 28 de mayo de 1974, lloraba ante los muertos de la Plaza de la Logia [NdT- Atentado contra una manifestación izquierdista, 8 muertos y multitud de heridos], pero quizá no fuera solo conmoción y dolor sino también remordimiento.

Él, Malagugini, Berlinguer y otros, conociendo la verdad sobre la masacre del 17 de mayo de 1973, habrían podido evitar también ésta del 28 de mayo de 1974, pero habían optado por callar y mentir.

Giorgio Napolitano, figura entonces de primer plano del Partido comunista, de este episodio no ha sabido nunca nada, ciertamente, pero, como todos, ha tenido conocimiento de él cuando Ivo Dalla Costa, el ex funcionario del PCI de Treviso que fue informado por Pietro Loredan y había dado la voz de alarma el 15 de mayo de 1973, se decidió a contar lo que sabía. 

Esta es la prueba de que el Estado lo conocía de antemano, que no había hecho nada para evitar una masacre, que no ha querido hacer nada para detener a los responsables y restaurar la verdad.

Hizo algo más el ministerio del Interior: no se  personó como parte civil contra Gianfranco Bertoli, lanzando una señal de inequívoco significado hacia el sector de confidentes y masacradores en el que estaba integrado Gianfranco Bertoli. Señal perfectamente captada como las masacres sucesivas demostrarían.  Será “fantasmagórico” el “doble Estado”, pero no lo es el Estado que ha creado estructuras secretas para dirigir la “guerra sucia” que debía impedir al Partido comunista, herramienta de la política soviética, alcanzar el poder en Italia, sembrando muerte y dolor en nombre y por cuenta del “mundo libre”, o sea de los intereses de los Estados Unidos de América.

Hoy, quien está al frente de este Estado, cuyas estructuras continúan sembrado confusión y mintiendo para impedir que la verdad se imponga, no es otro que el ex comunista Giorgio Napolitano.

Nadie espera de él un acto de coraje, sino el pudor del silencio: es esto lo que queremos.

 

 

 



Vincenzo Vinciguerra

 Opera, 17 mayo 2009

 

Vincenzo VINCIGUERRA,

Vincenzo VINCIGUERRA,

En el cotidiano diluvio de estupideces que políticos y periodistas hacen llover sobre el indefenso pueblo italiano, destaca, última por el  momento, la afirmada por el europarlamentario Roberto Fiore, jefe de “Forza Nuova”.

Éste ha declarado, ante las cámaras de televisión, que “fascismo y antifascismo están superados”, colocando al mismo nivel una ideología y un conjunto confuso y caótico de ideologías distintas y contrapuestas a la fascista.

El antifascismo no ha existido nunca como idea, porque ha representado la coalición de personas que por ser liberales, comunistas, socialistas, democristianos, se han lanzado a la lucha contra el régimen fascista para después, caído éste por causas independientes a su acción, pelearse entre ellos durante cuarenta años, hasta otoño de 1989.

La “guerra fría” no ha contemplado más que la oposición entre el capitalismo privado, representado por los Estados Unidos y por sus aliados, y el capitalismo de Estado cuyo bastión principal era la Unión Soviética.

Entre los fautores de este enfrentamiento planetario no ha estado el fascismo, a pesar de que en Italia han existido seudofascistas,  precisamente Fiore, que a finales de los años 70, se han prestado, en nombre del anticomunismo,  a servir de “guardias blancas” del régimen democrático italiano.

El fascismo  ha sido confinado a los libros y a los cementerios.

En realidad, las declaraciones de Fiore son propias de alguien que no sabe  siquiera lo que es el fascismo. En caso contrario, habría aceptado que no es asumible hoy proponer la reedición de un régimen fascista, tal como se configuró desde el 22 de octubre de 1922 al 25 de julio de 1943, más que nada porque faltan los fascistas para acallar que desde Benito Mussolini hemos caído al fondo de un abismo donde, justamente, encontramos a un Fiore y otros semejantes a él.

No existe, pues, intención alguna de reconstruir el régimen fascista, y ni siquiera la de combatir contra un inexistente antifascismo que es utilizado solamente porque las contingencias políticas empujan a los fracasados del comunismo a considerar que la presencia en el gobierno de los grotescos plagios de Lino Banfi (Silvio Berlusconi), Franco Franchi (Ignacio La Russa) y Ciccio  Ingrassia (Gianfranco Fini)  pueden pensarse como el intento de reconstruir un régimen autoritario que se arrogan el derecho de definir, tout court, como fascista aun cuando, eventualmente, en el aspecto ideológico es su exacta antítesis.[i]

Dejando al margen del papista Fiore, ha llegado exactamente el momento de recordar a los italianos que si viven en un país devastado y presa de un capitalismo rapaz y depredador, el único modo de levantarlo y reconstruirlo es remitirse a lo que constituye el patrimonio ideológico del fascismo.

Es decir,  descubrir que las crisis económicas  son inevitables en el capitalismo que sobrevive explotando a los pueblos, reclamando la absoluta libertad de hacerlo en nombre de la iniciativa privada que debe escapar al control del Estado.

Así como hoy que los Estados están desembolsando miles de millones en auxilio de bancos e industrias, o lo que es lo mismo: que los pueblos están pagando y salvando a los que les han explotado porque esos dineros son nuestros dineros y no de los jefes de Estado y de gobierno que con tanta generosidad los están facilitando a sus amigos y a los amigos de sus amigos, hay que volver proponer el control del Estado sobre las empresas de interés general que tengan un número de empleados superior al centenar.

La socialización de las empresas es hoy más que nunca necesaria si no se quiere que, superada esta crisis, en diez años se presenta otra y otra más después, así hasta el infinito, a costa de los pueblos.

La socialización de las empresas, para quien lo ignore, significa simplemente que el Estado tiene el derecho y el deber de mantener una representación específica en los Consejos de administración, que pueda controlar la contabilidad,  las estrategias empresariales, las inversiones, etc.

El Estado es el pueblo, no pertenece a quien está en el gobierno o a la alta burocracia, es pues el pueblo quien debe vigilar y controlar que hacen los capitalistas autóctonos  en sus bancos y en sus industrias.

Es más, el fascismo no tolera que la fuerza obrera tenga que trabajar sólo por cuatro euros y soportar las decisiones de los empresarios tomadas sin su conocimiento y en su menoscabo.

El fascismo exige que las fuerzas obreras de las empresas de interés general sean elevadas a la condición de participar en las decisiones de las directivas empresariales e incluso en el reparto de los beneficios que provienen de su trabajo y no sólo del capital invertido por los propietarios de la empresa.

En síntesis, el fascismo exige que exista igual dignidad entre capital y trabajo y, en consecuencia, quien invierte el capital en una empresa debe tener los mismos derechos y los mismos deberes que quien la trabaja para hacerla productiva, sin enriquecer únicamente al “patrón” sino distribuyendo de forma equitativa los beneficios derivados de ella.

No debería causar sorpresa a los trabajadores el encontrarse en la calle, despedidos, porque el empresario de turno ha decidido trasladar su empresa a un país donde la mano de obra es más barata y donde, en consecuencia, él podrá ganar mucho más.

No, este desprecio hacia las necesidades vitales de los trabajadores, típico del capitalismo, ya no es tolerable.

El comunismo había pensado resolver el problema quitándole todo a todos y transfiriendo al Estado el cometido de distribuir la riqueza uniformemente, con el resultado que todos hemos visto.

El capitalismo considera que todo debe pertenecer a unos pocos los cuales, sin embargo, para hacerse cada vez más ricos deben dar las migajas a las “plebes” para que puedan comprar y consumir, convirtiéndoles en más ricos todavía.

Una perversa lógica que ratifica una subordinación que amenaza erigirse en eterna.

Las medidas que se están tomando actualmente son grotescas y demagógicas. Reducir las primas a quien tiene ya capitales desproporcionados no resuelve el problema. Despojar de un millón de euros a quien tiene cientos o miles, no lo penaliza del mismo modo que el quitar cien o doscientos euros a los que deben sobrevivir con mil, poco más y a menudo poco menos.

La justicia social, la verdadera, quiere y exige que no existan súper-ricos y súper-pobres, escasos los primeros, millones los segundos, condenados a permanecer como tales por estar excluidos de la posibilidad de controlar como se enriquecen los primeros.

De donde, la necesidad de imponer a los “patrones” un control estatal y de los trabajadores llamados a tomar parte también en las estrategias empresariales, a controlar incluso sus cuentas, a percibir los beneficios que su trabajo produce.

El fascismo ha sido combatido y militarmente aplastado porque representaba asimismo una amenaza para el capitalismo que, en primer lugar, se ha desembarazado de ella y, posteriormente, de la comunista que, por el contrario, bien poca cosa podía hacer para afirmar la “dictadura del proletariado” que pretendía sustituir el poder de unos pocos, los poseedores del capital privado, por el de los funcionarios de partido a los que muy poco interesaban las necesidades reales de los pueblos.

Hablar de superación del fascismo, entendido como proyecto de afirmación de una justicia social, resulta demencial, típica de personajes que ven el fascismo su exterioridad, y, ni que decir tiene, la lucha contra la inmigración.

Pero incluso aquí, al margen de estos seudofascistas, la alternativa  consiste en ayudar a los italianos a descubrir  la dignidad del trabajo, de cualquier trabajo, sin distinguir entre aquellos “buenos” reservados para sí dejando los “malos” a los extranjeros que terminan siendo la fuerza laboral de la que no se puede prescindir.

Restituir a los italianos el sentido de la dignidad del trabajo es la tarea de quien pretenda hacer política seria, para el pueblo y no para sí mismo; aparte de manifestarse con cuatro gatos protegidos por 1.500 policías  que contienen a otros cuatro gatos.

Esta es la política de los necios, que consideran “superado”  aquello más vivo y actual que nunca, el mensaje fascista que durante el Ventenio no encontró espacio para ser experimentado concretamente, pero que fue el legado de la República que quería ser social de nombre y de hecho.

Una equitativa distribución de la riqueza no se consigue reduciendo un poco lo mucho que los capitalistas ganan, sino redimensionando mediante hechos su excedente de beneficios, que les sirven, por ejemplo, a las grandes empresas, a las industrias, a los bancos para adquirir el control de la prensa y de las cadenas de televisión, al punto de imponer a los pueblos su modelo de vida, haciéndose dueños de ellos.

¿Cuál sería la tarea de la prensa libre si no la de controlar el respeto de las reglas por parte de quien detenta el poder político, económico, financiero y estatal?

Al contrario, mediante los beneficios que han acumulado indebidamente explotando el trabajo y las necesidades de los pueblos, éstos [poderes] han acaparado el control de los controladores que se han convertido, por humana miseria, en sus siervos más fieles y aduladores.

No tendríamos al clon de Lino Banfi como presidente del Gobierno si éstos no hubieran adquirido el control de gran parte de los media italianos, con los fondos salidos de la explotación del trabajo de los demás sin que nunca nadie haya controlado como ha podido acumular una fortuna personal de 25 mil millones de dólares y ostentar su riqueza como prueba de su capacidad y de su eficacia.

El fascismo republicano trató de interrumpir la tradición de los “barones ladrones” que, viceversa, los usufructuarios de la victoria militar anglo-americana restablecieron por todo lo alto desde la inmediata posguerra.

Y no son solamente los procedimientos judiciales los que pueden evitar que otros clones de Lino Banfi aparezcan en los próximos años, sino el triunfo de la  idea de que un Estado debe impedir que existan súper-ricos que explotan a los demás por sus propios intereses, teniendo como único fin ampliar cada vez más sus ya de por sí desmesuradas fortunas.

Socializar las empresas, controlar los balances, introducir supervisores del Estado y de los trabajadores en los consejos de administración, distribuir beneficios, prohibir a los patrones el control de la prensa que, mira por dónde, no produce beneficios financieros y, por lo tanto, según la lógica del capitalismo no debería interesar a quien, por contra, pretende extraer beneficios de sus empresas, pero que produce otro resultado: la sumisión de los pueblos a los que poner al servicio de aquellos que pueden ganar mucho más, en cualquier área, que lo que pierden financiando periódicos con numeros rojos siempre.

¿Y todo esto estaría “superado”?

Justicia social y libertad no pertenecen al pasado y, mucho menos a aquellas ideologías que han vencido mediante la fuerza de las armas sobre la que era la tercera revolución, la que quería ofrecer al mundo lo que ni la  revolución liberal ni la comunista habían, por defectos de origen, conseguido darle. Retomar, por consiguiente, el camino de ese mensaje que la sangre y el poder de las armas enemigas han reprimido, pero no han eliminado, proclamando abiertamente los orígenes, aclarando que no se trata de imponer un régimen autoritario y totalitario, sino de dar a los italianos y al mundo esa paz social, esa justicia, esa libertad que el fascismo había soñado y que el antifascismo coaligado les ha negado al precio de 50 millones de muertos.

Este es el presente. Este es el futuro.

Vincenzo Vinciguerra

Opera, 6 de abril 2009

 

Fuente:  http://www.marilenagrill.org/


 

 

 

                                                                               

 



[i]  NdT.- Se trata de tres actores cómicos del cine y la televisión italianas;

Vincenzo Vinciguerra: "FIN DE UNA ILUSIÓN"

Vincenzo Vinciguerra: "FIN DE UNA ILUSIÓN"

La disolución de Alianza nacional y su integración en el Partido de la libertad de Silvio Berlusconi, decidida en el Congreso del 21-22 de marzo de 2009, ha llevado a muchos políticos y periodistas a proclamar la victoria definitiva del antifascismo sobre el fascismo.
Con exultancia judaica, en el "Corriere della sera", Paolo Mieli ha hecho publicar una viñeta que representa un fascio litorio enmarcando el rostro funebre de Fini y la leyenda: "Primavera 2009- Finì"
En "Liberazione" otro desconocido historiador se pregunta si ahora debe finiquitar también el antifascismo, para concluir, ni que decir tiene, que no, nunca, porque éste debe vivir por siempre.
Resulta de por sí grotesco atribuir a figuras de medio pelo como Gianffranco Fini, Ignazio La Russa, Maurizio Gasparri, Italo Bocchino, etc. el "mérito" de haber enterrado el fascismo, alcanzando un objetivo no logrado siquiera por la más potente coalición militar de la historia durante el segundo conflicto mundial.
En realidad, ha concluido en la forma más lógica y coherente la historia de un partido que había nacido en diciembre de 1946 en la antecámara de la Confindustria [la Patronal italiana, ndt] , con la protección de los servicios secretos americanos y la bendición de la Democracia cristiana; y que ha terminando con sus dirigentes a los pies del capitalista Silvio Berluconi, arrrodillados ante el Vaticano, humillados ante los deseos americanos e israelíes.
Como se ve, su fin es idéntico a su principio. El Movimiento social italiano, luego Alianza nacional, ha contado entre sus filas (en su cúpula) con el monárquico Alfredo Covelli, el almirante Gino Biridelli, el general Giovanni De Loreenzo, el general Vito Miceli, Biagio Pace (que estuvo entre los fundadores del partido), todos antifascistas, todos alineados contra la República social italiana, incluso condecorados por haber luchado contra los soldados del honor italiano.
No se quiera defender que el Movimiento social haya sido un partido facista, y de fascistas, porque ha tenido además como presidentes del partido a antifascistas; como secretarios nacionales a un Arturo Michelini, que no estaba encuadrado en la RSI; a un Augusto De Marsanich, que representaba los intereses de la Patronal; un Giorgio Almirante que nunca fue procesado por colaboracionismo, aun habiendo sido Jefe del Gabinete de prensa del Ministerio de Cultura popular, alimentando la duda de que en realidad hubiera trabajado para el enemigo antifascista fingiendo su adhesión a la RSI; sólo por citar algunos ejemplares de la fauna misina
No por casualidad, su ciclo ha concluido precisamente con la presidencia honoraria del partido a manos de Franco Maria Servello que, en 1945, escribía en los periódicos aliados contra los fascistas, que en 1951 fue expulsado por "indignidad moral" del partido siendo repescado y reintegrado gracias a su capacidad de conseguir fondos mediante sus contactos con el mundo industrial lombardo.
Nacido por las exigencias del antifascismo más decidido a explotar para sus fines defensivos el anticomunismo de los jóvenes, que efectivamente eran fascistas, el MSI-AN muere oficialmente antifascista en boca de sus dirigentes.
El MSI, en 1948, había hecho la campaña electoral para la Democracia cristiana. En los primeros años sesenta había tomado en consideración la hipótesis de disolverse para integrarse siempre en la Democracia cristiana; para ello había tratado de transformarse en un partido de "derecha nacional" situándose en la antítesis del fascismo, aùn manteniendo en sus sedes las fotos de Benito Mussolini, los lábaros y los rituales del fascismo.
Todavía en 1987, Gianfranco Fini expresaba conmovido que había donado al partido la bandera del regimiento "Guardia del Duce" que, confiamos, alguien haya ahora desinfectado y guardado para la historia arrancándola de las manos de los Fini y de los La Russa
Porque el Movimiento social y Alianza nacional, de forma no oficial, han representado la explotación del fascismo, la instrumentalización de todos cuantos han vivido en la ilusión de que el partido representara, realmente, la herencia ideal de la República social italiana, de que éste pudiera convertirse en el vehiculo de un revancha y de un retorno a la escena política italiana, en posición eminente, como herederos y continuadores del fascismo.
Los dirigentes del Movimiento social-Alianza nacional han alimentado constantemente esta ilusión enviando al desastre a miles de jóvenes, que han ido utilizados por el régimen democristiano para contraponerlos al extremismo de izquierda, en total complicidad con los Almirante, los Michelini y los Servello, los Fini y los La Russa.
La historia del MSI-AN no es solo la de la"cínica y cobarde explotación de los sentimientos y de los ideales de tantos italianos", sino también la de la sangre que sus dirigentes han hecho verter para alimentar aquel "conflicto de baja intensidad" que los servicios de seguridad atlánticos, americanos e israelíes han conducido en Italia durante los años sesenta y setenta para impedir al Partido comunista convertirse en partido mayoritario y, por tanto, de gobierno.
"Nuestros caídos" dice Maurizio Gasparri, que se ha declarado antifascista desde siempre, no son los suyos, son los de un País que ellos han ensangrentado por intereses extraños y contrarios a los nacionales.
Los chavales, asesinados a causa del odio alimentado por los Adriano Sofri y por sus cómplices de "Lotta Continua", en los que se entreven relaciones ambiguas con la División de Asuntos reservados del ministerio del Interior, creían en ideales contrapuestos a los de los Gasparri y los de los Fini, en el fascismo, no en el antifascismo.
Ellos, los Almirante, los Servello, los La Russa, los Fini, ostentan la responsabilidad política y moral de haberlos hecho matar, pero no son sus caídos como, con carroñera vesania, se aprestan a afirmar para probar que la "derecha" ha derramado su sangre por Italia.
La derecha ha hecho derramar la sangre de los demás para mantener en pié un régimen que es el que tenemos hoy: un conjunto de multimillonarios y ladrones que patronean el país gracias al control absoluto que han adquirido sobre los medios de comunicación de masas.
Así pues ¿qué es lo que ha terminado el 21-22 de marzo de 2009 en el Congreso de Alianza nacional en Roma?
Ha terminado la explotación del fascismo, han terminado sus usufructuarios, los que entraron en el Parlamento italiano proclamádose portaestandartes del "fascismo del 2000", que han permanecido y han llegado a ser ministros declarándose  orgullosamente antifascistas.
Con satisfacción del judío Paolo Mieli y los antifascistas itálicos, la primavera del 2009 señala el final de un equívoco y permite a los italianos descubrir lo que ha sido el fascismo y todo lo que de actual existe aún en esta ideología.
Mientras el antifascismo se hunde en el fango y en la ignonimia, bien representada por un multimillonario procesado al frente del gobierno, el fascismo se presenta con su ansia de justicia social, hoy más que nunca necesaria, con el deseo de reconquista de la independencia y de la dignidad nacional, de la soberanía y del honor que el antifascismo, extraño al pueblo italiano, ha conseguido quitarnos sólo porque ha llegado al poder sobre las bayonetas de los ejércitos anglo-americanos.
Es un fascismo que, en la primavera del 2009, el que renace, aun inadvertido y con otras denominaciones, en los corazones y en las mentes de muchos italianos que captan el peso de esta dictadura de prensa y televisiones, de  cháchara y rapiña, de infamia y sacristias.
Es una primavera de renacimiento, nuestra primavera.

Vincenzo Vinciguerra
Opera, 25 marzo 2009

(Trad. María Rubio)

 

  

"CRISIS MORAL "

"CRISIS MORAL "

 

No vivimos una crisis económica ni una crisis política.  Desde hace muchos años, este País vive una emergencia moral que semeja a un estado de coma vegetativo, que lleva a los italianos a nutrirse e hidratarse sin tener ya un estado de vigilia consciente, lo que le convierte en presa fácil de aquellos que quieren utilizarlo para sus objetivos. No nos hemos recuperado nunca de la derrota sufrida en la Segunda guerra mundial y, sobre todo, del colapso moral del 8 de septiembre cuando una clase dirigente política y militar considera llegado el momento de salvarse a sí misma sacrificando el honor y la libertad de la Nación.

Señalar en la fecha del 8 de septiembre de 1943 el origen del estado comatoso en el que vive Italia, no procede de la voluntad de rehabilitar lo que fuimos antes de ese día infausto por mera nostalgia. Es la simple constatación que desde el día de la ignominia y de la traición Italia dejó de ser una Nación libre e independiente, con una clase política dividida entre los que han querido –y hoy mas que ayer siguen queriéndolo- hacer “la política de América y por América”, y los que  la han hecho, hasta 1989, por la Unión soviética.

Extranjeros que, en la Patria, han defendido siempre los intereses del extranjero que, a partir de 1990, se identifica para todos ellos con la potencia hegemónica, los Estados Unidos de América, flanqueada por el Estado de Israel.

Ninguno ha tratado de curar la herida mortal de la rendición sin condiciones, de la guerra civil subsiguiente, de las posteriores masacres, de las guerras italianas que se han sucedido durante toda la posguerra del 25 de abril de 1945 en adelante.

La infección, circunscrita en un tiempo a la clase dirigente, se ha extendido contagiando al conjunto de la sociedad italiana que encuentra hoy normal, si no incluso digno de mérito, todo lo que antes del 8 de septiembre se consideraba merecedor de desprecio.

Así, en el lugar de un Víctor Manuel III y de un Pietro Badoglio, contamos hoy con una clase política de conversos y de renegados que no pierden ocasión para condenar todos los ideales que los que alardeaban antes de su cambio de chaqueta.

Un comunista reconvertido en el Quirinal, un neofascista renegado en la presidencia del Congreso, un ex socio de mafioso en la del Senado, un inculpado reincidente en la presidencia del Gobierno.

Estos son los altos cargos del Estado. Lo demás es consecuente con un gobierno de enanos y bailarinas, un Parlamento nombrados a dedo por los secretariados de los partidos, una prensa que reivindica la única libertad de adular al que manda y embaucar a la opinión pública, una clase empresarial que desea hoy los fondos del Estado (esto es, de los italianos) para superar la crisis económica, tras haber predicado que el estado no debía interferirse en sus negocios.

La degradación es tal que un tribunal condena al abogado británico David Mills por haberse embolsado 600 mil dólares

por falso testimonio y nadie –y subrayamos nadie- ha resaltado el problema ético de la permanencia de Silvio Berlusconi al frente del Consejo de ministros que es quién ha desembolsado materialmente los 600 mil dólares.

El corrupto es condenado, el corruptor es presidente del Gobierno, no procesable, por ahora, gracias a una ley que se ha hecho para sí solo con la complicidad de compadres de partido y coaligados.

Políticamente no se presenta moción para pedir su dimisión u obligarle a presentarla.

Pero la sedicente oposición calla. No es sólo Berlusconi. Vittorio Sgarbi fue condenado a 6 meses de cárcel por estafa respecto al ministerio de Bienes Culturales del que era funcionario.  El gobierno de centro-derecha lo nombró, posteriormente, subsecretario de Bienes Culturales.

Renato Farina, subdirector de “Libero”, que escribía artículos desinformativos a cuenta del servicio secreto militar, adecuadamente retribuido como es natural, ha sido considerado culpable de haber violado el código deontológico del gremio e, inmediatamente, premiado con un escaño parlamentario.

Ser un periodista indigno, es evidentemente un mérito que debe ser gratificado con el acta de parlamentario en un mundo político en el que la indignidad es un valor que oponer a la dignidad.

¿Cómo impedir todo esto en un País en el que los mandos policiales y de la magistratura son en todo y para todo semejantes a los políticos?

Haciendo un llamamiento a los ciudadanos, iniciando una revolución moral desde abajo, boicoteando los diarios que más se distinguen en el servilismo hacia la clase política, no votando las listas de los partidos cuyas candidaturas incluyan  condenados e imputados, denunciando públicamente a los magistrados que usan su poder por razones políticas y para labrarse una futura carrera política, pidiendo el endurecimiento de las penas para todos los delitos económicos empezando por la falsedad contable, la destitución inmediata de todo los funcionarios públicos que hayan recibido o reciban condenas de cualquier entidad por delitos dolosos, pidiendo la dimisión de sus cargos y el alejamiento de la política, de cuantos tránsfugas hayan traicionando la confianza de sus votantes.

El caso de Sergio De Gregorio elegido con los votos de la izquierda y pasado seguidamente a la derecha, es ejemplar como lo son los de Fini, Gasparri, La Russsa que han llegado a sus puestos cosechando los votos de quienes han seguido creyendo en el fascismo y que hoy pretenden continuar su carrera como antifascistas.

Movilizarse para hacer limpieza y liberarse, poco a poco, de una clase dirigente que pretende poder subordinar con el uso de la televisión y de la prensa  a un pueblo de sesenta millones de personas.

Al día de hoy, los hechos han dado razón  a los políticos. Estamos todavía a tiempo de quitársela, para liberarnos de ellos de una vez por todas.

 

 

 

                                                                                                                            Vincenzo Vinciguerra

                                                                                                                        Opera, 19 marzo 2009

 

Vincenzo Vinciguerra:

Vincenzo Vinciguerra:

Fuente: http://www.marilenagrill.org/

Recordemos por siempre el bello rostro sonriente de Eluana Englaro, tan lleno de vida, felicidad, esperanza, antes de que un destino cruel le decretara la muerte.

Porque Eluana había muerto hacía veintidós ya, pero la ciencia moderna es capaz de mantener un cuerpo con vida, condenando a quien muere a permanecer encadenado sobre el camastro del hospital, alimentado e hidratado mediante maquinas, porque con la máxima arrogancia se pretende decidir la muerte, se finge haberla derrotado, sustituyendo a Dios.

Y este acto de barbarie y de herejía se comete en nombre de Dios y de la defensa de la vida.

En realidad, el manzoniano Dios “asusta e inspira, que auxilia y que consuela “ se había posado sobre el lecho doliente de Eluana, que había vuelto ya a la casa del Padre dejando en esta tierra un cuerpo inerte sobre el cual se han encarnizado tantos porque, se aseguraba, que Eluana estaba viva.

Pero al contrario, Eluana dormía el sueño sin sueños del que nunca se ha de despertar.

Nos ha dejado, hace ahora veintidós años, en un mundo de barbarie en el que se acusa a un padre de “homicidio voluntario”, en vez de perseguir a los varios Gasparri [i] y asociados que han acusado de asesinos de su hija a Giuseppe Englaro y a su mujer.

La calumnia en este País es todavía un delito perseguible de oficio, del que todos los que se han atrevido a acusar a Giuseppe Englaro de haber quitado la vida a Eluana deberían haber respondido.

Y sin embargo, la fiscalía de Udine, aun a sabiendas de que Giuseppe Englaro hizo exactamente lo que se le había autorizado por parte de un Tribunal de Casación, primero, y por el Tribunal Supremo, después, no ha dudado en investigarle por “homicidio voluntario”.

“Un acto obligado”, ha explicado la fiscalía de Udine que, por coherencia, debería imputar por complicidad en homicidio voluntario a los jueces de la Corte de Apelación de Milán y a los del Tribunal Supremo.

No lo ha hecho. No lo hará nunca. Y sin embargo, sin el “concurso” de los jueces, Giuseppe Englaro no habría podido nunca desconectar los instrumentos que alimentaban el cuerpo inerte y devastado de su hija.

Si lo de Eluana es un homicidio, Giuseppe Englaro comparece en calidad de ejecutor material, y los jueces de apelación y Casación como inductores del delito.

Que vivimos una crisis de civilización lo demuestra el hecho de que un hombre pueda ser perseguido por los jueces por cumplir al pie de la letra las resoluciones de dos sentencias emitidas por otros magistrados.

Los jueces italianos no han perseguido a Roberto Formigoni [ii], presidente de la Región Lombarda, por todo lo que ha hecho para impedir que la sentencia del Tribunal Supremo en el caso Eluana fuera cumplida.

No han imputado delito alguno a quienes han intentado a toda costa impedir la aplicación de una sentencia en firme.

Se persigue a aquel que la ha aplicado, culpable de haber respetado la ley.

El Estado italiano abolió la pena de muerte en 1947, el del Vaticano sólo en 1969, con la evidente confianza de poder aplicarla todavía a herejes y similares, en nombre obviamente de Dios.

La hipócrita campaña en defensa de la vida desencadenada por el Vaticano debería provocar la indignada reacción de cuantos creen en la vida y en consecuencia, del derecho del hombre a morir cuando la Fatalidad, el Destino, Dios así lo dispongan.

Solamente en este Occidente errático, confuso, desorientado se puede tolerar que quien se proclama vicario de Cristo incite a la rebelión contra Cristo que, por ser Dios, determina la vida y la muerte de los hombres.

No parece que Dios haya delegado en Benedicto XVI y en los artilugios de la ciencia moderna la potestad de ser ellos quienes decidan sobre la vida y la muerte de los seres humanos que tienen la desdicha de haber nacido y de vivir en Italia.

¡Es demasiado!

Pase que un reincidente sea presidente del Gobierno y se fabrique leyes a medida para no ser procesado; que un -a su modo- habilidoso como Maurizio Gasparri se siente en el Senado; que para abrirse paso y hacer carrera, hoy, sea necesario exhibir el certificado de chaquetero; que los colegas y los amigos de Marcello Dell`Utri [iii] se presenten como campeones de la antimafia, pero que se pretenda también que esta turba de curas, corruptos, corruptores, ladrones, mafiosos, quiera incluso decidir cuándo debemos morir, es absolutamente inaceptable.

Hoy, finalmente, Eluana descansa entre los montes de la Carnia, en el silencio del pequeño cementerio del Paluzza.

Corresponde a nosotros, los vivos, la tarea de expresar solidaridad y cercanía a Giuseppe Englaro y decirle basta a este sistema liberticida y delincuente, bendecido por una Iglesia católica que continua buscando sus intereses con el cinismo y la ferocidad de siempre, no ocupándose del bien ajeno sino solo del propio.

Ante el indecoroso espectáculo ofrecido por la cobardía de cuantos se han atrevido a acusar a un padre de homicidio, indiferentes a sus sufrimientos y a su calvario, resulta natural parafrasear a madame Roland y decir: “Dios mío, cuántos delitos se cometen en tu nombre”.


                                                                        Vincenzo Vinciguerra

Opera, 4 de marzo de 2009

Publicado en la Página-web Marilena Grill.

(Trad. A. Beltrán)

 



NOTAS

1- Maurizio Gasparri, jefe del grupo parlamentario de la Derecha (Popolo della Libertà) en el Senado. Destacado ideólogo del MSI, primero, y dirigente político de Alleanza Nazionale, después. Brazo derecho de Gianfranco Fini.

2 -Importante exponente de Forza Italia, el partido-empresa del delincuente Silvio Berlusconi, actual presidente del Gobierno italiano e íntimo amigo del ex presidente español Aznar

3- Senador del PdL. Condenado por asociación mafiosa y fraude fiscal. Impune.

Entrevista a Vincenzo Vincinguerra(*)

Entrevista a Vincenzo Vincinguerra(*)

 

NdR- Se cumplen este año los treinta de reclusión a perpetuidad del Camarada-preso-político Vincenzo Vinciguerra. Lo que constituye exactamente la mitad de su existencia humana.

Muchos, demasiados, años para cualquiera, incluso para aquel que lucha por una Idea y ésta pueda ayudarle a soportar una tan prolongada pérdida de la libertad y unas condiciones tan severas de internamiento carcelario.

Que Vinciguerra sigue aferrado a sus ideales de siempre lo demuestra la continuada publicación de textos políticos, documentación histórica y artículos de opinión como los recogidos, traducidos y publicados en nuestro país tanto por Antagonistas ahora como por Resistencia anteriormente.

En coherencia con la naturaleza misma de su combate político, Vinciguerra se ha negado reiteradamente a beneficiarse de cualquier reducción de condena, revisión de pena, arrepentimiento, disociación ideológica, petición de clemencia, indultos o demás artimañas legales con las que el Estado antifascista italiano ha quebrado la voluntad de lucha de tantos prisioneros políticos desde los “años de plomo” hasta el día de hoy.

El documento que transcribimos a continuación fue editado en 1999 por “Ediciones de Resistencia” dentro de uno de los cuatro únicos cuadernillos que llegaron a ver la luz.

El diálogo que sigue es un testimonio directo, lúcido, sincero, profundo, escueto de la personalidad, de los valores y del carácter propio de Vincenzo Vinciguerra.

Todo un ejemplo.

Agradecemos al camarada Antonio M. el esfuerzo suplementario de redigitalizar este texto.

LíneAntagonista

 

* *  *

 

PREGUNTA: Vincenzo Vinciguerra (Catania, 1949), es usted el único “reo confeso” de una masacre. He dicho “reo confeso” porque así se lo define generalmente, y nosotros mismos hemos usado hasta ahora esa expresión. Si en 1984 el culpable de la masacre de Peteano de 1972 (tres carabineros muertos y uno herido) no hubiera tomado la decisión de hablar, quizás nunca le habríamos conocido y tal vez usted no estaría aquí cumpliendo su condena. En realidad, ¿Cómo hay que calificar esta presunta confesión suya?

 

RESPUESTA: Aquí hay dos puntos importantes que conviene aclarar. No ha existido ninguna confesión. Ha existido una asunción de responsabilidad preanunciada en el curso de un interrogatorio a los magistrados de Bolonia el 20 de junio de 1984. Por consiguiente: asunción de responsabilidad que puede y debe ser entendida, eventualmente, como reivindicación del atentado, no como acto de sumisión como podría dar a entender el término “confesión”. El otro punto a aclarar se refiere al término “masacre”. Jurídicamente se define como masacre cualquier acto que provoque la muerte de más de dos personas o que ponga en peligro la vida de varios sujetos. Pero “masacre”, sorbe un plano ético, sobre un plano moral, es la que golpea indiscriminadamente sobre objetivos civiles, las que ataca a la población civil, en los bancos, en las estaciones de tren, en los ferrocarriles. Un objetivo militar destruido en la óptica de un ataque contra el Estado, no puede ser definido como masacre; jurídicamente puede, pero no sobre otro plano: no puede ser colocado al mismo nivel que el atentado de Plaza Fontana, de Brescia, del Italicus, de la estación de Bolonia del 2 de agosto de 1980 (1).

 

PREGUNTA: Usted ha llamado a Peteano un acto de guerra contra el Estado…

 

RESPUESTA: ¡Exacto!

 

PREGUNTA: ¿Y los carabineros que no sabían que estaban en guerra?

 

RESPUESTA: Pero los carabineros sabían que estaban en guerra porque el Estado lo estaba desde hace años. Es mucho antes de 1972 cuando se habla de un conflicto en Italia. ¿Por qué dice que no lo sabían?

 

PREGUNTA: Porque un conflicto hay que declararlo y presupone dos partes dispuestas a combatir.

 

RESPUESTA: Y existían realmente dos partes.

 

PREGUNTA: En un estado de derecho la parte que usted considera adversa no ha asumido jamás el hecho de participar en una guerra.

 

RESPUESTA: Pero yo le digo más. Le digo una cosa diametralmente opuesta a la suya. Yo afirmo que el Estado ha declarado una guerra sin advertirlo a la población: y ha hecho esta guerra. Por lo tanto, los carabineros de Peteano, en esto le doy la razón, no tenían culpas específicas. Sobre este punto de acuerdo. Es por ello que no he usado el término reivindicación hasta hoy. Pero decir que no ha existido una guerra o que no había una guerra ya en el 72 es algo inexacto.

 

PREGUNTA: ¿Guerra contra quién o contra qué?

 

RESPUESTA: Por mi parte, guerra contra el Estado. Por parte del Estado, guerra contra esta nación.

 

PREGUNTA: ¿Guerra del Estado contra sí mismo?

 

RESPUESTA: El Estado instrumentaliza opositores. Crea una situación de enfrentamiento. Desestabiliza el orden público a fin de estabilizar el orden político.

 

PREGUNTA: Pero comencemos desde el principio, ¿usted pertenecía a Ordine Nuovo?

 

RESPUESTA: Sí, inicié mi actividad política en el MSI; luego ingresé en Ordine Nuovo.

 

PREGUNTA: ¡Ustedes no querían un partido, querían un frente de guerra!

 

RESPUESTA: Nosotros estábamos empeñados en una actividad política contra un sistema de partidos que no podía gozar de nuestro favor. Yo no soy demócrata, no era demócrata y sigo siendo antidemócrata. No creo en la democracia. No creo que exista un régimen democrático.

 

PREGUNTA: ¿Cuál había sido, antes del atentado de  Peteano, la actividad de su grupo y la suya propia? ¿Me quiere decir cuales fueron las acciones más importantes?

 

RESPUESTA: No, mire, no existieron acciones especialmente importantes. Era la actividad propia de un grupo político que reparte propaganda, participa en manifestaciones públicas, hace proselitismo… Una actividad más que normal.

 

PREGUNTA: ¿Puso alguna bomba?

 

RESPUESTA: Se pusieron algunas bombas a partir de 1971. La primera fue contra la Democracia Cristiana, coincidiendo con la entrada de los blindados de carabineros en Reggio Calabria. Como ve, ya en aquel atentado no existía la perspectiva del neofascista que ve en el arma de carabineros o en las fuerzas de policía a los “cuerpos sanos” de la nación, que contrapone el Estado al Régimen. ¡No!. En realidad el primer atentado fue de protesta contra la intervención de las fuerzas policiales en Reggio Calabria y golpeó la sede provincial de la DC [Democracia Cristiana] de Udine.

 

PREGUNTA: ¿En que circunstancias maduró la decisión de cometer la acción de Peteano, que me parece un salto cualitativo?

 

RESPUESTA: Mire, el atentado de Peteano no maduró en un día. Nace de un análisis. Un análisis que se inicia a finales de 1969. Un análisis que integra mi experiencia personal en el contexto de las organizaciones del mundo neofascista, y por tanto en el de nuestra acción. De este análisis se deriva prácticamente la conclusión de un enfrentamiento total con el Estado. ¡Peteano ha sido una señal!

 

PREGUNTA: ¿Quién fue el teórico de aquella acción? ¿Qué parte tuvo usted en esa fase?

 

RESPUESTA: Tenga en cuenta que yo he reivindicado la ideación, la organización y la ejecución del atentado de Peteano. No he tenido nunca un teórico. He sido simultáneamente teórico y práctico.

 

PREGUNTA: ¿Matando carabineros qué pretendía conseguir?

 

RESPUESTA: Pretendía lanzar una señal para que cesara la instrumentalización que se venía haciendo del mundo neofascista por parte de sus dirigentes, que no podían seguir frecuentando los Estados Mayores y los Servicios de Seguridad, y al mismo tiempo proclamar la guerra al Sistema y reclamar la herencia de la Alemania nacionalsocialista.

 

PREGUNTA: ¿Por qué eligió precisamente aquel lugar?

 

RESPUESTA: Lo escogimos porque se trataba de un sitio aislado. U n lugar en el cual no podían ser dañados los civiles. También la dinámica del atentado, también la llamada telefónica, tiene esta intención, porque cuando me percaté que esta trampa, que esta emboscada, porque se trataba siempre de una emboscada, no había funcionado, seguía habiendo allí un automóvil que cualquiera podría haber hecho estallar. Bastaba un curioso, bastaba incluso un niño. Por ello telefoneamos. Y el aviso provocó obviamente la llegada de los carabineros y por tanto el atentado consiguió el objetivo prefijado.

 

PREGUNTA: Usted se ha defino si no recuerdo mal, como un “soldado político”. ¿Qué significa esto?

 

RESPUESTA: Significa que tengo unas ideas y que por ellas lucho.

 

PREGUNTA: ¿Es propio de un soldado atraer a tres víctimas inconscientes  hacia una trampa mortal?

 

RESPUESTA: Pero esta no es la guerra clásica. Esta es la guerra que los técnicos de los Estados Mayores, incluyendo el italiano, llaman no-ortodoxa. Dicha guerra tiene por objetivo la mente, las conciencias, los corazones y las almas de los hombres, no de os territorios. La guerra no ortodoxa no responde a las reglas de la guerra clásica. Emboscadas y atentados no son más que un medio, uno de tantos empleados en este tipo de guerra; empleados también por los empleados de uniforme, y a los que nadie reprochará sin embargo la adopción de ciertos métodos. Se les echan en cara dichos métodos solamente aquellos que no tienen un uniforme visible, y que por ello son perseguidos; por el hecho de haber cometido un atentado.

 

PREGUNTA: Perdóneme pero, ¿no le parece un eufemismo llamar guerra impropia al asesinato de tres muchachos?

 

RESPUESTA: No. No eran tres muchachos. Eran tres hombres que habían elegido su camino. Vestían de uniforme. Representaban al Estado. Yo no creo que sea ni siquiera lógico buscar el plano humano en estos episodios. Esos tres muchachos que Vd. cita, muertos en Peteano, no tenían más culpas específicas que las de vestir un uniforme y encontrarse allí aquella tarde, por esta razón –le repito- es por la que hoy modifico el término asunción de responsabilidad por el de reivindicación.

 

PREGUNTA: Usted entonces declaró la guerra a ese mismo Estado frente al cual después, usando su mismo lenguaje, “no confiesa” pero asume su responsabilidades”. Parece una incongruencia hacer estas dos cosas. En todo caso no renuncio a hacerle estas preguntas: ¿Qué ha sucedido entre tanto, dado que los años han pasado y usted habrá cambiado también en algo? ¿Ha cambiado usted? ¿Ha cambiado el Estado? ¿Han cambiado los escenarios, las estrategias? ¿O se trata simplemente de un caso de conciencia? ¿O no ha cambiado absolutamente nada?

 

RESPUESTA: Yo no he sido arrestado. Me constituí en prisión el 12 de setiembre de 1979. También esto se ha interpretado siempre como un acto de rendición ante el Estado; y sin embargo no había tal. Tuve una serie de reflexiones, reflexionaba desde hacía tiempo en decir la verdad. Existía y acierta predisposición y fue así como decidí que había llegado el momento de contribuir a la clarificación, a la búsqueda de la verdad sobre lo que era la estrategia de la tensión (2), la estrategia de las masacres y del terrorismo, asumiendo la responsabilidad de lo que yo había hecho pero desde el punto de vista de una confesión.

 

PREGUNTA: Se ha dicho que el Estado que usted combatía podría tener servidores llamados “desviados”, que conocían muchas cosas de vosotros antes y después de Peteano. De vosotros y de usted…

 

RESPUESTA: Estos servicios, “desviados” entre comillas, conocen perfectamente el mundo neofascista. Sobre Peteano estaban informados, fueron informados en los meses posteriores al atentado, no antes. Antes no lo podían ni imaginar, ni prever; por consiguiente no podían tampoco intervenir. Han sido informados –por vía confidencial- en los meses siguientes al atentado mediante indicaciones genéricas; y después en octubre de 1972 (3), han tenido en la mano elementos concretos para poder probar mi responsabilidad en el atentado de Peteano. No lo han querido hacer. No lo han querido hacer porque yo fuera un hombre a proteger por parte de estos Servicios, y menos aún por parte del Arma de carabineros, sino porque esto contradecía la estrategia política que ellos estaban llevando a cabo.

 

PREGUNTA: ¿Es posible que estos servidores de dos amos, por así decirlo, lo hayan instrumentalizado después?

 

RESPUESTA: No. No, porque no veo como podrían instrumentalizarme. Ellos se han limitado a dejarme estar, a dejarme escapar. Han continuado con su estrategia que pretendía que la  violencia en aquel período fuera exclusivamente de izquierda, y no –también- de derecha. No han hecho nada en concreto para instrumentalizarme.

            (...)

 

PREGUNTA: Usted ha mantenido que los Servicios Secretos –que me obstino en llamar “desviados”- conocían desde 1972 la identidad del atentado de Peteano, es decir de usted. ¿Qué pruebas tiene para afirmar semejante cosa?

 

RESPUESTA: Mire, yo he recogido un conjunto d elementos; aparte de algunos otros elementos que podría decir en el caso de que fuera un “arrepentido” pero que, como no lo soy, callo. Hubo una decisión colegiada para ocultar la verdad sobre la matriz política  del atentado de Peteano; porque, tenga en cuenta una cosa, los carabineros de Peteano los he matado yo, pero el Estado al que representaban los ha traicionado dos veces: los ha traicionado una vez en octubre de 1972 y los ha traicionado otra vez en 1987, durante el proceso de segunda instancia aun sabiendo entonces cual era la verdad.

 

PREGUNTA: La historia de su condena, Vinciguerra, comienza con la muerte  de tres carabineros en aquel lejano 1972. Según vuestra ideología, las masacres debían servir para sublevar al pueblo y abatir este Estado. No solamente todo esto no ha sucedido, no solamente el pueblo no se ha levantado, sino que todas estas vicisitudes terminan con su aislamiento, con su condena a prisión, precisamente. ¿Todo esto le induce ha hacer alguna reflexión o no?

 

RESPUESTA: El atentado de Peteano no tenía, no podía provocar ninguna reacción popular, excluía al pueblo, no lo afectaba.

 

PREGUNTA: Pero, ¿se da usted cuenta que el pueblo, frente a la muerte de aquellos tres carabineros, ha dicho únicamente “no” a usted y a cuantos piensan como usted, si se me permite, y no ha pasado nada, no ha existido sublevación y el Estado ha permanecido tal y como estaba?

 

RESPUESTA:Pero el pueblo no podía decir que “no” porque no les he mandado  ningún  mensaje. El atentado de Peteano era un mensaje interno al mundo al que pertenezco, no era un mensaje dirigido al pueblo. El pueblo no podía hacer nada, no podía decir nada, porque al pueblo le ha sido negada la verdad. Hoy, esta opinión pública no puede decir “no”, ¿a qué? Puede solamente tomar nota de que en un atentado que ha costado la vida a tres carabineros el Estado niega la verdad, y que quien lo ha cometido, por  contra, la afirma. La afirma arrostrando una condena, dándose una condena, no rechazándola, no pidiendo nada, porque no tiene nada que pedir a este Estado: tiene solamente algo que darle, aquello que siempre le hadad: el desprecio que merece.

 

PREGUNTA: Vinciguerra, está Vd. aquí con esos tres muertos que no le pesan en la conciencia porque el crimen fue cometido por combatir al Estado, como Vd. dice. Esa guerra en realidad no ha existido, y Vd. consume su vida en prisión en la ilusión de haberla combatido. Y bien, ¿Qué sentido quisiera dar a su futuro?

 

RESPUESTA: Yo tengo un futuro que se asemeja mucho al pasado. Afirmo que esta guerra ha existido. Este crimen, como usted lo llama, no me pesa en la conciencia porque fue un acto de guerra y por consiguiente no me puede pesar sobre la conciencia. El sentido que puedo dar a mi futuro es continuar sobre el camino que emprendí cuando tenía 13 años, sobre el cual he caminado hasta hoy, y sobre el cual continuaré caminado en una prisión deseada, no rechazada, no impuesta por el Estado, sino querida, buscada y vivida con la misma coherencia que he mantenido siempre.

 

PREGUNTA: ¿Está usted casado?

 

RESPUESTA: No.

 

PREGUNTA: Si lo estuviera y tuviera hijos: ¿les transmitiría este mensaje?

 

RESPUESTA: Si hubiera tenido hijos, sí.

 

PREGUNTA: ¿Hay alguna cosa en la que crea hoy con un contenido un poco más humano?

 

RESPUESTA: Sería necesario aclarar que es “humano”. Un tipo de guerra como esta excluye, al menos en parte, aquello que es humano. Por esta razón no tengo hijos, no tengo mujer y no tengo afectos. Los tengo, pero no están en lugar prioritario, ni lo estarán nunca; si lo hubieran estado no habría tomado el camino que he recorrido, porque de lo que yo he hecho asumo las consecuencias, y como he sido capaz de matar no he tenido jamás el temor de ser muerto o de acabar en eso que vosotros llamáis “muerte civil”;  todo esto lo he demostrado ampliamente. Aunque esto no corresponda exactamente a la imagen de lo humano; por tanto, yo soy, he sido, indudablemente… inhumano. Pero también lo soy respecto a mí. Y lo soy más respecto a mí que respecto a los demás; y continuaré siéndolo.

 

PREGUNTA: ¿Quizás como expiación?

 

RESPUESTA: No. No hay ninguna expiación. He reivindicado un gesto que por respeto a aquellos muertos califique de asunción de responsabilidad, y hoy me habéis obligado a usar el término de reivindicación, precisamente para poner fin a una campaña de desinformación que me quiere ver contrito, arrepentido, aunque solo sea moralmente: de rodillas ante el Estado-papá. ¡No! Estoy en pie. Reivindico el atentado de Peteano y continuaré por otros medios, con los medios que se me permiten y en la situación en la que me encuentro, la guerra que inicié hace más de veintisiete años y que no terminará nunca antes de que yo termine. Terminará en ese mismo momento.

 

PREGUNTA: ¿Es consciente del hecho de que esta guerra continuará haciéndola usted solo?

 

RESPUESTA: ¡No es una buena razón para abandonarla!

 

 

 

 

(*) Emitida por la RAI dentro del programa La Notte della Repubblica, de Sergio Zavoli, 1989. Publicado en Neofascismo: mito y realidad, [FNCRSI - Vincenzo Vinciguerra - Manuel Negri], ed. Resistencia, Madrid, 1999. Análisis crítico de un mundo creado en torno a una maraña de mentiras y medias verdades donde quedan desenmascaradas las verdaderas motivaciones y servidumbres de sus dirigentes y principales miembros y se rompe el falso vínculo de herencia que lo vinculaba al fascismo histórico republicano italiano.

(1) NdelT.- Se trata de las más grandes “masacres” de Estado cometidas entre 1969 y 1984 en Italia. Todas las víctimas fueron civiles ignorantes de una guerra querida y deseada por un Estado, nacido de la victoria angloamericana contra el fascismo, que no podía tolerar el avance real o imaginado del comunismo. He aquí el balance de estas masacres: Plaza fontana (12-XII-69): Bomba en la Banca de Agricultura sita en esta plaza milanesa, 16 muertos y 87 heridos; Italicus (4-VIII-74): explosión provocada en un tren de pasajeros, 12 muertos y 44 heridos; Estación de Bolonia (2-VII-82): 85 muertos e innumerables heridos.

(2) NdeR.- v. Vinciguerra, Vincenzo : La guerra contrarrevolucionaria y la estrategia de la tensión, ed. Resistencia, Madrid, 1999. Imprescindible documento para la comprensión de esa turbulenta etapa política elaborado por el ejemplar Vinciguerra donde agudamente se analizan los fundamentos de la guerra diseñada por los Estados mayores, servicios secretos y vértices políticos occidentales con el fin de mantener el status quo nacido de la Segunda Guerra Mundial.

(3) NdelT. – Se refiere al encubrimiento efectuado por los carabineros tras el intento de secuestro aéreo en el aeródromo de Ronchi dei Legionari. En este hecho murió el militante neofascista Ivanno Boccaccio a manos de la policía. La pistola utilizada en este intento fallido de secuestro era la misma que había percutido los casquillos de bala hallados en Peteano y disparados sobre el parabrisas del coche bomba. La pistola era propiedad de Carlo Cicuttini, autor además de la llamada telefónica de Peteano, y fugado a España en aquellas fechas. La conexión entre los dos episodios era más que obvia y por tanto la matriz política de la “masacre” de Peteano podía ser establecida sin ningún género de dudas. Sin embargo, los jefes de los carabineros muertos en Peteano, responsables, a su vez, de la investigación policial, ocultaron, manipularon y falsificaron durante años cualquier indicio prueba que pudiera poner en relación ambos episodios: no era “admisible” que unos fascistas pudieran atacar militarmente al Estado…

 

Eluana es ¡POR FIN! libre

Eluana es ¡POR FIN! libre

En el día de ayer, en medio de una enorme e hipócrita polémica "ética", política e institucional, el cuerpo vegetativo de Eluana Engaro, una joven italiana que llevaba mantenida diecisiete años atada a una existencia artificial y horripilante por obra y gracia de un sistema sado-sanitario ajeno a toda realidad espiritual y a la más mínima dignidad de la naturaleza humana, ha descansado por fin en paz.

 Reeditamos un texto del camarada preso-politico Vincenzo Vinciguerra ya publicado aquí hace algunos meses, no para reactivar debates absurdos sobre la "eutanasia" y otros dilemas ético-filosóficos autistas y mendaces que no nos interesan en absoluto.

Lo que se plantea aquí es simple y llanamente un ASUNTO  de PODER. Es decir de las relaciones de poder y de la correlación REAL de fuerzas dentro del Sistema Social Liberal-capitalista, más conocido como Democracia Occidental.

Respetando los criterios morales, éticos y filosóficos de cada cual, la Tendencia Revolucionaria de Base "LíneAntagonista-Patria" abre un nuevo frente de ruptura dentro de nuestra Visión ideológica del Mundo.

LA CULTURA DEL DOLOR

Vincenzo Vinciguerra

 

La vida de los hombres está entretejida de alegrías y dolores, de serenidad y sufrimiento, sonrisas y lágrimas.

Una cultura de vida conoce y reconoce esta simple verdad como parte inherente de la humana existencia, que oscila en toda su duración entre ambos polos de felicidad e infelicidad, en una alternancia que nos permite vivir hasta el término de nuestros días, que somos conscientes  que llegará fatal e inexorablemente, no sabemos cuándo ni cómo.

Somos libres de elegir cómo vivir, de decidir nuestro destino, porque no es Dios quien nos lo prohíbe, al menos en este mundo occidental incivil y progresista.

Libres de elegir cómo vivir pero no de decidir cómo y cuándo morir.

Para vetar esta suprema elección se alza una cultura de dolor y de sufrimiento que quiere ser impuesta a los humildes pero no a los poderosos, que vale los que en la escala social no a los nivele más altos, y para los cuales no hay piedad ni misericordia.

Una cultura de dolor y de sufrimiento que es genuinamente católica, mas que romana, que pretende ser  la religión del amor universal, que dice representar a un Dios que se hizo hombre para sacrificarse a sí mismo a fin de redimir a la humanidad.

Extraña contradicción, la de la Iglesia católica, no más ya apostólica y romana, que nos habla de un Dios que elige vivir y decide morir del modo más atroz, flagelado y crucificado, por la salvación de los hombres.

Dios decidió su muerte, determinando el día y el modo, porque se había hecho hombre pero seguía siendo Dios. Tras Cristo, centenares de miles de hombres, mujeres e incluso niños han elegido, en nombre de la fe, morir para ofrecer su testimonio y reafirmar su fidelidad al Dios crucificado. La Iglesia se ha construido a sí misma sobre la muerte de cuantos han creído en ella, por ella han matado, masacrado, torturado a mayor gloria de Cristo.

Así pues, no es cierto que la vida pertenece solo a Dios. La historia de la Iglesia católica nos dice que los hombres pueden elegir renunciar a la vida o suprimir la de otros precisamente en nombre y por cuenta de Dios.

Perdido el poder temporal y, con él, la posibilidad de utilizar la tortura y los patíbulos, la Iglesia de Roma ha descubierto lentamente, en el transcurso de un siglo, que no, que los hombres no son libres de disponer de su propia vida, que esta pertenece tan solo a Dios.

Ciertamente, la Iglesia ha condenado siempre los suicidios, pero no es de éstos de los que hablamos, sino de la opción de decidir si vivir una no-vida o morir con dignidad, o más aún de morir tras la muerte.

No es paradoja puesto que nos referimos al caso concreto de Eluana Englaro que en realidad yace muerta desde hace mas de dieciséis años sobre el lecho de un hospital, pero que oficialmente está viva porque su corazón late y sus funciones vitales están intactas, excepto una, aquella que nos hace vivos: la mente.

Las jerarquías eclesiásticas y sus lacayos políticos nos dicen que la vida debe seguir su curso natural y que, por tanto, Eluana debe continuar siendo alimentada artificialmente, como así sucede desde hace dieciséis años, hasta que su corazón se pare.

Las mentiras son dos: Eluana está muerta porque su cerebro está muerto, no ve y no oye, no habla, no tiene sensibilidad, no siente emociones, no percibe alegrías ni dolores, tiene sólo un corazón que late en un cuerpo inerte; Eluana estaría ya desde hace años enterrada y viviría en el recuerdo de cuantos la han querido, si la naturaleza hubiera podido seguir su curso antes de haber sido paralizada por la moderna tecnología médica que permite la alimentación articifial.

Pero las altas jerarquías de la Iglesia católica no tienen interés en decir la verdad, porque pretenden imponer por todos los medios su acendrado principio de la vida que, en realidad, es expresión de su cultura del sufrimiento y del dolor infligido a los otros, no precisamente a ellos mismos, a los humildes no a los poderosos. Es un espectáculo atroz  al cual estamos obligados a asistir, porque se comercia fraudulentamente con la vida y la muerte y se niega a un padre el derecho de llorar sobre la tumba de la hija a cambio de ver su cuerpo torturado por sondas y medicinas sobre el camastro de un hospital.

De todo esto Eluana no sabe nada.

“Está viva” nos dice el Papa, pero no habla, calla.

“Está viva”, pero no siente.

“Está viva”, pero sus ojos están apagados, si que una chispa de dolor o de alegría los puedan iluminar, sin que una lágrima de felicidad o de tristeza surque su bello rostro.

“Está viva”.

No, Eluana está muerta y el deber de los hombres es darle sepultura, llorando su prematura desaparición. Eluana está muerta, desde hace dieciséis larguísimos años y si Cristo ha resucitado, ella no podrá resucitar ya en esta tierra porque la ciencia no es capaz de devolver  la vida a quien la ha perdido, ni el Papa o Bagnasco o don Mazzi de repetir el milagro de Lázaro.[i]

El manzoniano [ii]Dios que "asusta e inspira, che auxilia e che consola", se ha posado  junto a Eluana hace ya dicieseis años, pero el Papa empeñado en ver las ventajas políticas de su lucha por la vida, no consigue verlo, no percibe su presencia, demasiado alejado de lo divino, demasiado cerca del humano interés.

Y si Eluana no está ya entre nosotros, otros, millares, deciden en silencio sobre su muerte rechazando la ferocidad terapéutica, operaciones sin esperanza, terapias inútiles que debería retardar el momento de su muerte.  Otros que viven en un estado de sufrimiento físico atroz, atrapados en el lecho del dolor, en espera de un final cierto, esperando día tras día, luchando contra los espasmos intolerables delo dolor que, en la Italia del Papa, no es posible siquiera aliviar por falta de terapias específicas.

Mueren en silencio, como en silencio vivieron, lejos del primer plano, afortunadamente distantes del circo mediático que, si les descubriera, les obligaría a vivir en el dolor sin esperanza.. Al contrario, se van el silencio, anónimos, rodeados del afecto de sus seres queridos que les aman como el Papa, Bagnasco y Don Mazzi no podrían amarles jamás, escogiendo el momento de su muerte afrontada con extrema dignidad.

Creía en el Dios de los católicos, una mujer que de la bondad había hecho su principio de vida y de la solidaridad para quien sufre un deber que absolver cotidianamente. Valentina, de profesión enfermera, creía en el Dios de la misericordia, y vivía inmersa e el sufrimiento de otros, de los  enfermos que trataba por todos medios de ayudar, que veía gritar de dolor, estrellándose  contra  la cínica indiferencia de los médicos

Valentina creía en la vida como fuente de alegría no sólo de dolor y su alegría era contagiosa, valía más que muchas medicinas, como la sonrisa de su rostro maravilloso y sus ojos que dejaban entrever la inocencia de quien concibe solo el bien, nunca el mal.

Creía Valentina en la religión de la vida y del amor, pero sólo era ella la que amaba al prójimo,  pensando que la vida es también serenidad y alegría, hasta el día en que un médico criminal le diagnosticó una osteoporosis  en lugar de un tumor en la médula espinal, y así, habiendo descubierto la trágica verdad, no ha tenido otra elección que la muerte.

Amaba la vida Valentina, cierto, la amaba mucho. Pero ha preferido morir porque la vida era para ella un perpetuo oscilar entre los dos polos de  la felicidad y de la infelicidad, entre las dos estrella de la alegría y de las lágrimas, pero no  podía vivir fija en la única estrella existente, la del dolor y la de la muerte.

Así nos ha dejado Valentina, ofreciéndonos un postrer ejemplo de dignidad, de coraje, presencia de ánimo t libertad: libertad de elegir sobre su propia vida, libertad de decidir sobre su propia muerte, en el modo y momento que males sin solución se manifiestan, sin prolongar indefinidamente la propia agonía para complacer a un Dios que sus sacerdotes quieren cruel hasta el punto de condenarnos al dolor por un trasunto de vida sin esperanza. Y, como Valentina, muchos otros hombres y mujeres que han vivido  humildemente y han preferido morir con dignidad, rechazando la cultura del dolor y del sufrimiento que la Iglesia católica abandera en nombre de la vida que, dice, nos da y nos quita Dios.

Será verdad, pero la vida termina cuando no tiene significado ni sentido, cuando nuestro cuerpo es un amasijo de carne sufriente, un peso intolerable para una mente que ya no consigue controlarlo y hacerle instrumento de vida.

¿Quién dice, pues, que la muerte llega cuando el corazón cesa de latir? No, Dios nos quita la vida cuando la transforma en no-vida, en una existencia vegetativa, en un infierno de sufrimiento y de dolor en el que arrastramos incluso a aquellos que nos aman, no Benedicto XVI, Bagnasco y Don Mazzi.

Los desvaríos de estos días sobre este argumento, la tentativa grotesca y realmente infame de convertir a un padre en el asesino  de su hija (aunque no tiene el valor de decirlo es lo que se sobrentiende de la campaña por la vida de Eluana) demuestran solo lo distante que se encuentra la jerarquía de la ex Iglesia católica, apostólica y romana de su grey  que busca ya en sí misma las respuestas sobre las cuestiones de la vida y de la muerte, al margen de los debates sobre bio-ética, que son meros ejercicios intelectuales de personas que jamás han afrontado en la vida real los temas que discuten haciendo gala de una vana erudición.

Somos nosotros los que, en libertad, escogemos la calidad de nuestra vida, los que decidimos nuestro camino, los que somos amos de nuestro destino y, que cuando llegamos a estar a un paso de la muerte ¿deberíamos renunciar a nuestro libre albedrío para hacer decidir p sobre nuestro dolor y nuestro sufrimiento a Benedicto XVI, Bagnasco y Don Mazzi?

NO, gracias.

Decidimos solos sobre nuestra vida, tenemos el derecho y el deber de decidir solos sobre nuestra muerte, como corresponde a hombres Civiles y conscientes que creen que Dios es luz y serenidad, no tinieblas y dolor, que conocen la piedad hacia los demás y, en consecuencia, si el Destino lo quiere, al final, sabrán ser piadosos también consigo mismos, no condenándose a vivir en la cárcel de un cuerpo enfermo sino escogiendo la libertad de la muerte.

 

 

 

 

                                                                                                    Vincenzo Vinciguerra

 

 



[i]  Angelo Bagnasco es el presidente de la Conferencia episcopal italiana; Don Antonio Mazzi es sacerdote y periodista católico fundador de la asociación Exodus

[ii] Alessandro Francesco Manzoni (Milano7 marzo 1785 – Milano22 maggio 1873) célebre poeta italiano

LIBERTAD INTERIOR

Vincenzo Vinciguerra

 Acontecimientos recientes imponen una reflexión en voz alta sobre el concepto de libertad, palabra de la que se abusa tanto, especialmente en democracia donde todos se consideran libres, mientras que pocos se dan cuenta que la libertad de comer, dormir, trabajar, procrear, defecar existe también en los países totalitarios y, consecuentemente, bajo este aspecto no existe en el mundo ningún hombre que sea privado de su libertad.

Viceversa, si valoramos las libertades políticas vemos que, en democracia, todos son teóricamente libres de decir lo que piensan pero nadie, que no forme parte de las oligarquías en el poder, consigue jamás divulgar su pensamiento porque las casas editoriales no publican sus libros, los distribuidores no los venden, las televisiones no los apoyan, los periodistas no les conceden entrevistas, los críticos no comentan sus escritos, visto lo cual es natural mantener la boca cerrada.

Los instrumentos utilizados por el poder son diferentes de aquellos en uso en los Estados totalitarios, donde se prefiere emplear a la policía política, pero el resultado es idéntico.

En democracia, cientos, miles, periódicos distintos, teóricamente independientes, informan todos de las mismas noticias, realizan los mismos comentarios, mantienen en el silencio cualquier censura evitando publicar cuanto pueda suscitar interrogantes en la opinión pública y perjudicar a la casta dominante. En los Estados totalitarios existe, a menudo, un único diario oficial pero el resultado es idéntico a lo que ocurre en democracia.

En un país, como Italia, donde un gobernador del Banco de Italia [Romano Prodi, NdT] al que solo unos pocos íntimos conocían, ha llegado a ser ministro, presidente del Gobierno y, finalmente, presidente de la República sin que haya sido nunca presentado a los italianos a los cuales, antes al contrario, les ha sido impuesto desde los partidos y desde los órganos de prensa escrita y televisiva; donde un encausado judicialmente como Silvio Berlusconi puede ser presidente del Consejo de ministros, y una caterva de parlamentarios desconocidos para los italianos, pues no han sido nunca elegidos por ellos, sino escogidos por los secretariados de los partidos políticos, hablar de libertad resulta grotesco.

En el puesto de un dictador, tenemos cien tiranuelos enmierdados, de antecedentes penales y sucia conciencia, que hacen y deshacen en nombre del pueblo soberano, añadiendo al daño la befa y la mofa frente a sesenta millones de ciudadanos, que únicamente pueden, en realidad sufrir un poder que no procede de ellos y que no les pertenece.

Pero también existe otra libertad, ésa que no puede ser sometida ni con la fuerza ni con el engaño, que se define como interior, que tiene todo ver con la propia conciencia y nada con la exigencia de aparecer como semejantes a los demás.

El concepto de libertad interior se ha ido perdiendo. Cada vez son menos los hombres y las mujeres  que sacrifican, con alegría, la libertad exterior para encerrarse en la clausura de un convento rechazando para siempre el contacto con el mundo exterior, salvo quizás con familiares.

¿Quién ensalza  hoy la búsqueda de lo divino rechazando todo lo que es humano, expatriándose del mundo para permanecer constante y cotidianamente con el propio “yo” y la propia conciencia?

Hoy, la Iglesia católica ha perdido el sentido de la religiosidad, prefiere organizar concursos de belleza para las monjas, demostrando con ello que ignora ya lo que es la belleza interior y, sobre todo, la libertad del alma, de la mente y de la conciencia.

Si todo esto ha sido borrado en la esfera religiosa, muy  pocos lograrán entender que el concepto de libertad interior pueda existir en el terreno laico, especialmente en el político, increíblemente en ese mundo político donde se reconoce –y se ha practicado- una guerra de guerrillas  como parte inherente de la política misma.

Así pues, hay que imaginar que si se acepta que esta libertad interior pueda existir en un prisionero del Estado, libre en su conciencia, en sus acciones, en sus opciones y en sus pensamientos.

¿Se puede libre dentro de una cárcel?

Solamente la pregunta pone en guardia a los interlocotures, que se sienten objeto de burla porque, para ellos, no es concebible que la libertad, la verdadera, auténtica, real, pueda existir dentro de una infame celda de una cárcel italiana.

No, incluso personas de notable rigor intelectual rechazan la idea de que cárcel y libertad sean compatibles.

El detenido, como gustan denominarlo, vive soñando la libertad de comer, dormir, procrear, trabajar (de vez en cuando) y defecar fuera de los muros de la prisión. ¡Por Dios! No es aceptable en absoluto que se elija vivir y morir dentro de una cárcel, renunciando a todos los placeres de la vida, a sus comodidades, a la libertad de movimiento, a vivir en una casa propia, a establecer un vínculo afectivo.

¿Qué es un hombre, para todos ellos, si no un cuerpo que sufre las restricciones de la detención? ¿Y que otra cosa podría ser?

Que tenga un alma, una conciencia, una mente, un ideal, ni si quiera lo sospechan.

Si un hombre mata por la causa que triunfa, se convierte en premio Nobel de la paz y primer ministro, quizás de Israel, (la referencia al conocido masacrador de mujeres y niños árabes, Menahem Beghin, es deliberada), si por el contrario mata soldados por una causa perdedora es un asesino.

¿Y puede un “asesino” tener una libertad interior de la cual no conoce la existencia ni siquiera el cardenal Bagnasco [el “Rouco-Varela” italiano, NdT]?

No, ciertamente. Razonando de esta forma los pequeños hombres que ostentan, a menudo, numerosos doctorados pero que de ese conjunto de confusas nociones no han sabido extraer nada para comprender el misterio de quien vive soñando despierto la llegada de una era en la cual la palabra hombre se pueda escribir finalmente con la H mayúscula, como corresponde a quien es reflejo de lo divino sobre la Tierra

                                                                                                                              Vincenzo Vinciguerra, Opera, 12 septiembre 2008