...Y TAMBIÉN ESTAMOS AQUÍ....
"EL TIGRE BLANCO"
"EL TIGRE BLANCO"
Terminada su etapa de agitación político-cultural responsable y permanente, el Blog "Antagonistas" concluye a fecha de hoy su labor específica e independiente, tras más de cuatro años de presencia efectiva en la Red y fuera de ella.
Agradecemos a nuestros redactores, colaboradores, seguidores, críticos, amigos y enemigos, camaradas y contrincantes, su empeño y su dedicación, su oposición y su antagonismo durante estos últimos años.
La brecha está abierta y el combate continúa.
Es el momento de pasar a la Acción y economizar esfuerzos.
Es el momento del Proyecto M-20
Y como siempre:
"¡Con los Oprimidos; Contra los Opresores!"
LIBERTAD-DIGNIDAD-INDEPENDENCIA
Os esperamos
La Junta Electoral Central, instrumento represivo del Régimen Juancarlista, ha decretado el desalojo de los manifestantes acampados en la Puerta del Sol.
Hacemos un Llamamiento General a todos los Ciudadanos, Antagonistas y Resistentes de la Comunidad de Madrid para que acudan mañana en masa -jornada perdida de (ir)reflexión y atontamiento de la Democracia de mercado española- al centro de Madrid en defensa de la Libertad, de la Dignidad y de la Justicia de esta Comunidad Popular espontánea en Lucha y en Marcha por un Destino mejor y por una sociedad mas Justa.
Estamos con ellos.
Somos una Milicia No-Violenta, crítica, creativa y revolucionaria.
Somos Soldados-Políticos antagonistas de la democracia liberal-capitalista y del Régimen estatal juancarlista.
Hay que defender las posiciones conquistadas.
Si la Verdad debe escribirse con sangre ¡Que sea la nuestra!
¡TODOS CONTRA EL RÉGIMEN; NADA CON EL RÉGIMEN!
Fuente: www.marilenagrill.org
Trad: A.B.A
El júbilo con el que se ha recibido en Israel la noticia de la muerte de Vittorio Arrigoni en Gaza, nos hace sospechar que lo que ha armado la mano de sus asesinos no ha sido la locura o el integrismo islámico, como con total mala fe sugieren políticos y periodistas italianos, sino una refinada operación de “intoxicación” por parte de los servicios secretos israelíes, que entre la población de Gaza cuentan sin duda con confidentes y colaboradores insospechados.
En clima en el que se vive en Gaza no es difícil inducir dudas en las mentes más débiles y suspicaces de que un extranjero, residente estable en la zona, capaz de ganarse la confianza de la gente sea, en realidad, un agente de los servicios secretos italianos que son, notoriamente, subalternos de los servicios americanos e israelíes.
Hacer eliminar un enemigo por parte de aquellos mismos a los que ayuda, a los que apoya y por cuya causa lucha, no supone novedad alguna porque con igual método los franceses, durante la guerra de Argelia, consiguieron hacer fusilar por sus mismos compañeros a los dirigentes del Frente de liberación nacional considerados más peligrosos que el resto.
Por lo demás, Arrigoni fue secuestrado para ser interrogado y asesinado, como confirmación de que sobre el pesaban sospechas que su conducta y su actividad no podían haber levantado, si éstas no hubieran inducidas por otros en sus asesinos.
No es el primer italiano que muere en gaza y en Palestina, otros han muerto a manos directas, en aquellas ocasiones, de los israelíes que desde el primer momento lo negaron y que, después, ante las evidencias han expresado sus rituales disculpas.
Estos italianos, políticos y periodistas, lo han olvidado ya, porque sólo publican titulares y noticias de los que mueren a manos de los “integristas” islámicos a fin de complacer a la propaganda israelí.
Esta vez, sin embargo, les ha salido mal porque la familia del voluntario ha expresado su desprecio por Israel hasta el punto de exigir que el cadáver del joven no cruzara por su territorio.
En suma, los especialistas de la explotación de la muerte no han tenido, en este caso, posibilidad de especular y harán cualquier cosa para hacer olvidar lo más pronto posible la muerte de Vittorio Arrigoni, y su compromiso por la causa palestina.
Para nosotros, en cambio, la muerte de Arrigoni se añade a las de millares de palestinos a los que nadie ha dedicado jamás una línea o un programa de televisión.
Una muerte, la del voluntario italiano, que coloca en primer plano la tragedia de un pueblo recluido en un enorme campo de concentración, sometido a todas las vejaciones, sujeto a cualquier represalia militar israelí, ante la indiferencia mundial y de esa Italia política que, sin excepciones, no tiene el coraje ni la dignidad de alinearse de parte de la sangre contra el oro, de lo justo contra lo injusto.
Lo hizo Vittorio Arrigoni, y ha pagado el precio más alto, el de su joven vida.
No será olvidado.
Otros hay desde siempre comprometidos a favor de los palestinos, de su causa, de sus niños, de sus mujeres.
Otros más se unirán porque todavía existen que saben ponerse de parte de los oprimidos y de los justos, como Vittorio Arrigoni y por uno que sea asesinado otros miles seguirán adelante, no en nombre de una paz que en Palestina ha sido negada desde hace casi tres siglos sino de la justicia, a cuya causa quien se considere hombre no podrá renunciar jamás.
Vincenzo Vinciguerra, Opera 5 de mayo 2011
III Apoyo crítico a los movimientos de Liberación Nacional
(a) Nada en Europa por hoy
Constatamos lo que es evidente: la actual Europa es un erial político y social. Por ahora sólo hemos visto bullicios ocasionales en Grecia, y protestas sectoriales en Rumanía, Francia o Gran Bretaña. Al día de hoy, no existe en el horizonte europeo ningún movimiento en marcha de liberación nacional. Ni existe ni se le espera. Por lo tanto, quedan automáticamente descalificados todos aquellos grupos que hablan de una «Lucha por Europa», de un «Movimiento Anticapitalista global», de una «Revolución Nacional» europea o de una «Red antisistema internacionalista», como si todo ello estuviera en marcha o en curso. Y como si todos fuéramos unos necios, idiotas o nos gustara jugar con fantasías. Si el panorama europeo no fuera ya los suficientemente triste y políticamente devastador, quizás nos movería a risa. Pero encima hay que aguantar pregoneros de «fantasías incapacitantes».
Durante mucho tiempo hemos escuchado a quienes se excusaban en la ausencia de condiciones objetivas para no hacer nada o para seguir jugando en recreos sentimentales. Conforme avanza la crisis, nadie puede negar que esas condiciones objetivas maduran cada vez más. Algunos lo sabíamos y lo decíamos: lo que fallaban no eran las condiciones objetivas, sino las condiciones subjetivas de tantos llamados «rebeldes», «inconformistas», «antisistemas» o «disidentes». Ya no hay excusa. Lo que falla estrepitosamente en España, y en el resto de Europa, son las condiciones subjetivas para cambiar las cosas por parte de los mismos autollamados disidentes.
Porque otro hecho muy significativo descalifica también por completo a estos pregoneros que hablan de luchas, liberaciones y revoluciones completamente inexistentes: su desprecio por las luchas contra los opresores, hacia los movimientos de liberación y revoluciones reales que se producen allende los mares y montañas de Europa. Esta postura, además de sus fantasías pueriles, y su ausencia de compromiso serio, es lo que les delata sobre todo.
(b) La Prensa del Régimen ante la esperanza en Oriente Medio e Hispanoamérica
La «Perrera mediática» de la derecha y el «Imperio mediaprogre» españoles coinciden en lanzar continuas campañas de criminalización contra los gobiernos de dos realidades concretas en el mundo: la República Islámica de Irán, y los movimientos emergentes y con perspectivas de cambio en Iberoamérica. Ambas realidades destacan actualmente, no sólo por no someterse a los designios del criminal-imperialismo angloamericano, sino por ser ejemplo y base de apoyo para otras naciones y movimientos que luchan por sacudirse de encima tanto el dominio político-militar de las potencias imperialistas como las relaciones abusivas mundiales del Sistema Global.
Para nosotros, esto ilustra a qué intereses sirven los medios de manipulación de masas españoles, tantos los «liberal-derechistas» como los «progresistas». Por mucho que algunos de ellos se hayan mostrados ácidos con la administración Bush (más bien la han ridiculizado o descalificado, pero sin cuestionar sustancialmente el papel de los EEUU), o se refieran a los «especuladores financieros» como directos responsables de la crisis que padecemos, o hablen, de vez en cuando, de los «excesos» del ente sionista, lo cierto es que la totalidad de los medios se han apuntado al bombardeo de aquellos gobiernos y fuerzas que, realmente, ofrecen resistencia a los designios hiper hegemónicosde EEUU, denuncian con ahínco los estragos del capitalismo y se oponen, en la teoría y en la práctica, al estado más racista del mundo (que lo es para asegurar a los EEUU un portaaviones permanente en el corazón del «Viejo Mundo»).
Si bien la «Perrera mediática» de la derechona no esconde su determinación en lograr que España sea, cada vez más, acólita del imperialismo usaco, y defiende, cada vez con menos complejos, más vueltas de tuerca antisociales para asegurar las ganancias de la clase capitalista, y tampoco esconde su admiración por las prácticas terroristas y genocidas del ente sionista (en las que se reconoce abiertamente), los medios progresistas mantienen ciertos reparos con respecto a todo esto. ¿Es miedo? ¿es esquizofrenia? En el fondo no. Sencillamente es un reparto de papeles. La «Izquierda colaboracionista» cumple su papel de «conciencia moral» o maquillaje del imperialismo angloamericano, del Sistema Capitalista y del racismo automesiánicosionista, como lo es en Italia, en Francia, en Alemania, en Gran Bretaña y en el resto de Europa.
El progresismo confirma ser una izquierda de diseño al servicio de la Alta Burguesía. Mantiene el «tic» de escandalizarse o protestar, por cuestiones de forma muchas veces, o cuando ciertos efectos del Sistema son difíciles de ocultar. Pero el progresismo está estrechamente incardinado al poder establecido y junto a la derecha conforma el Partido Americano en Europa. Sus portavoces alzarán la voz afeando ciertas cosas que hace Occidente; pero siempre se ponen del lado occidental a la hora de atacar a quienes resisten de verdad y quieren levantar alternativas reales. Y no es sólo el progresismo. Actualmente, casi toda la llamada izquierda es «Izquierda sistémica», y como señalábamos, los elementos de la extrema izquierda no se distinguen ya, en su fanatismo pro sistémico de hecho, de los sicarios de la ultraderecha que representan un refuerzo pasional etno-mítico-religioso del Sistema.
(c) Una lucha imprescindible y un apoyo inexcusable
La época del llamado «Estado del Bienestar» fue sólo un estadio en la adaptación del Sistema Capitalista tras la Guerra Civil española y la derrota de los fascismos en 1945. Fue una fase de prevención, así como de extensión de una masa de consumidores. Mientras existió la Unión Soviética y partidos comunistas fuertes en Occidente, el Sistema Capitalista fue propenso a reconocer derechos sociales (y no sin lucha) como contrapeso ante el temor del avance del comunismo. Pero al caer el comunismo, el Sistema, al no encontrar oposición, reinició imparable su programa liberal-mundialista promoviendo la desvertebración de los estados y lanzándose, como excavadoras sionistas sobre casas palestinas, al asalto y derribo de las conquistas sociales, ante unos pueblos y unas clases obreras doblemente alienadas: «desnacionalizadas» y sin referencias patrias (por causa, entre otras, de la izquierda internacionalista); y domesticadas y adormecidas por décadas de reformismo, primero post-marxista, y después social-liberal.
(º1) La Re-nacionalización y la Recuperación de la conciencia de clase
El progresismo europeo ha realizado un servicio inestimable al capitalismo. Sin referencias nacionales (se dejó que las derechas patrioteras siguieran apropiándose y desvirtuando esas referencias), y sin referencias de clase, los trabajadores nos hemos quedado aislados.
Hemos señalado que el enemigo inmediato es el Régimen, pero nuestro enemigo mayor es el Estado-Mercado Atlántico. La lucha contra lahiperhegemonía angloamericana y el mundialismo capitalista es tarea imprescindible para los militantes socialistas españoles. Todos deben comprender que Partido Único de la Alta Burguesía y Partido Americano en España son la misma cosa. Los EEUU son, hoy, la principal base de anclaje del Sistema Capitalista Mundial. El eje es único, el mundo es único y la lucha es única. Y hoy más que nunca se cumple esta verdad.
Re-nacionalizar a los trabajadores pasa, ineludiblemente, por comprender la necesidad de liberación nacional frente al imperialismo y su «alter ego» el mundialismo capitalista. Si no existe un estado libre, es decir, soberano, no pueden existir ni trabajadores ni ciudadanos libres. Lo hemos dicho: el enemigo inmediato es uno, a la vez social y nacional: Partido Único de la Alta Burguesía / Partido Americano en España. Pero esta liberación nacional también está estrechamente ligada a la exigencia nacional contra los neofeudalismos y etnicismos, e impedir más desvertebraciones de los estados. La lucha contra el Estado-Mercado exige luchar contra los Estaditos Étnicos, tan queridos por ciertas ultraderechas, y contra los neofeudalismos aceptados de facto por las extremas izquierdas: neofeudalismos y etnicismos son alimentados por el mundialismo para seguir socavando las soberanías y debilitando los estados, así como para mantener la Guerra Social en el interior de las naciones. Así pues, re-nacionalizar a los trabajadores y recuperar la conciencia de clase forma parte del mismo proceso. Y tanto como la necesidad de generar movilizaciones sociales para contrarrestar la ofensiva liberal que aspira a extender, aún más, el Reino de la Precariedad, la conciencia de clase incluye también, necesariamente, tomar conciencia de la enorme dependencia que sufren las economías reales con respecto a los «Amos del Mundo»: las finanzas transnacionales.
La lucha contra el Sistema y por la justicia se realizará desde la defensa de las soberanías nacionales, buscando la conformación de bloques geopolíticos con fuerza suficiente para resistir al imperialismo yanqui-sionista y el mundialismo capitalista. No será posible hacerlo de ninguna otra forma. El «derecho de autodeterminación» sólo podrá esgrimirse para lo que siempre ha servido en la historia: para dividir el campo enemigo. Para que un estado pueda ser soberano es necesario que sea capaz de disponer y desarrollar sus recursos humanos y materiales, y para lograr tal capacidad debe estar unido, no sólo por dentro, sino con otros estados que compartan la misma meta. Y para que los estados puedan revertir sobre sus pueblos los beneficios del desarrollo, deben defender su soberanía. Cierto es que un estado soberano no implica en sí mismo la soberanía nacional que busque la justicia. Es lo que pasa en las sociedades capitalistas: existe una soberanía de clase (la de la Alta Burguesía, «nacional» o extranjera) sobre las demás. Pero sin soberanía, ni se puede hacer justicia, ni se puede llevar a cabo política viable alguna para los pueblos. Y para que un estado o un bloque geopolítico puedan cumplir esos objetivos, junto a unos trabajadores con conciencia de clase, han de existir unos pueblos con conciencia y dignidad nacional.
En resumen: la guerra por el trabajo y la justicia va inexorablemente ligada a la reconstrucción nacional y soberana de los estados. El avance liberal capitalista va unido al imperialismo norteamericano y su expresión máxima, el capitalismo mundial, y se construye sobre la desvertebración y colonización política y económica de los estados nacionales.
Por eso cualquier lucha social debe ser, en esencia, nacional y anti-imperialista. Si no es anti-imperialista no es nacional, si no es nacional no es social.
(º2) Apoyo crítico a los estados y movimientos de resistencia y liberación nacional
Por tanto, desde España es inexcusable prestar apoyo (aunque sea crítico) a los que han entendido no sólo que la lucha por la Justicia y por una Patria fuerte conforman facetas de una misma lucha integral, política, social, ideológica y ética, sino que su mayor enemigo es, justamente, nuestro Enemigo mayor. O entramos a formar parte del Frente común de la Resistencia contra la opresión de los pueblos frente a los devoradores del mundo, o estaremos demostrando que no nos enteramos (o no queremos enterarnos) de nada. Como hemos apuntado: el eje es único, el mundo es único y la lucha es también única.
Los estados y movimientos que plantan cara al criminal-imperialismo también pelean por nosotros, o, al menos, su lucha nos favorece. Bien lo saben las Tenazas políticas y mediáticas del Régimen (el Partido Único y el Gabinete de Prensa de la Alta Burguesía) y por ese motivo toman partido contra ellos. Este mundo es un todo entrelazado, interdependiente e interrelacionado. Nadie puede alegar que «lucha por su pueblo» o por «la justicia social» en su país, si no reconoce como suya la guerra que libra el Frente de resistencia de los Pueblos, quienes, además, son los que están soportando el mayor peso de esa guerra contra nuestros enemigos. En un mundo globalizado hay pocos asuntos que «no nos conciernen a nosotros». Todo depende de lo que se entienda, claro está, por «nosotros». Cuando se elige encerrarse en la fiebre sectaria del asedio, o en mitemas y mundillos virtuales, a uno le afectan pocas cosas exteriores. Pero en el mundo real las cosas se plantean de forma radicalmente diferente. Cualquiera que piensa en tales términos sale de la historia.
En ese discurso del «no nos concierne» o «no es nuestro problema», vemos, sobre todo, la marca lamentable, patética, del egocentrismo tribal. El individualismo consiste en no interesarse más que en uno mismo y en desinteresarse por los demás. Y esto es, precisamente, el caldo de cultivo ideal para las Plutocracias. Por eso señalamos al egocentrismo tribal como un mal para los pueblos del mismo calibre que el criminal-imperialismo y el mundialismo capitalista.
Pero, por último, hay otra poderosa razón para prestar apoyo al Frente de los Pueblos que luchan. Desde nuestra visión del mundo no puede haber dejación en el justo apoyo que debemos dar a los que piden justicia, tienen la razón y dan un ejemplo de lucha y sacrificio. Ya quisiéramos tener muchos españoles sólo una pizca del convencimiento, compromiso y capacidad de sacrificio que muestran varios pueblos y movimientos en estas luchas de liberación.
En definitiva, se trata, en España, en Europa y en todo el mundo, de favorecer la lucha de los pueblos frente a las plutocracias; se trata de subvertir el des-orden internacional al que nos ha conducido el capitalismo; y se trata de favorecer todo aquello que vaya en la dirección de ayudar a destruir a nuestros enemigos (EEUU y Partido americano en Europa) hasta conseguir la liberación de los españoles y del resto de Europa. Por eso es necesario reflejar en nuestros medios, en nuestras calles, los ejemplos y mensajes de quienes luchan de verdad en el mundo, y no signos equívocos y menos aún pendones feudales nacidos al amparo del trono y el altar, representaciones del ombliguismo más abyecto y reaccionario.
II Metodología: adaptación divergente
(a) Frente a la adaptación sistémica la adaptación alternativa
Tanto para hacer política como para, sencillamente, comprender la situación en la que vivimos, son necesarios un compromiso y una metodología de análisis realistas. Puesto que el Sistema se ha ido adaptando, sucediéndose por fases y metamorfoseándose a lo largo del siglo XX y principios del XXI, no presentando la misma faz a lo largo de la historia reciente, es perentorio comprender esas fases sucesivas, y las respuestas correspondientes a tales fases y cambios. Por ello urge establecer dinámicas de trabajo y de seguimiento que faciliten la convergencia teórica y práctica de los disidentes. Para lanzar un discurso de alcance, tanto en extensión como en profundidad, que atienda esas metamorfosis del Sistema, y que vaya dando respuestas radicales a los problemas que sufren los pueblos, la única metodología de trabajo posible para el desarrollo de tal discurso y sus respuestas es lo que llamamos la adaptación divergente. No se puede afrontar la situación actual desde los parámetros tácticos-ideológicos de movimientos desplegados en situaciones ya pasadas. La única manera de hacer frente a un poder que se adapta es el de la adaptación, ofrecienndo nuevas respuestas a los problemas que plantea. Pero nuestra adaptación a sus cambios debe ser de enfrentamiento radical, lo que da como resultado la adaptación divergente.
Asimismo, hay dos formas de ver y analizar la realidad cotidiana: la primera es a través de documentos o declaraciones de principios. Esto lleva a estudiar las instituciones del Sistema según sus definiciones de «como deberían ser» o «como deben comportarse». En otras palabras, esto lleva a estudiar al Sistema «como se describe a sí mismo», que es lo que suelen hacer la mayoría de sus apologistas, pero también supuestos detractores del sistema como los «tradicionalistas» y la mayoría de «anti-igualitaristas». La segunda forma es estudiar la realidad del poder y su clase dominante teniendo como objetivo la práctica diaria de esa misma realidad y los discursos «auxiliares» o extraoficiales para justificar esa práctica diaria. Es decir, ver cómo se desenvuelve el poder día a día, y no cómo al poder le gustaría actuar, o cómo le gustaría fueran las cosas, o las normas o valores que el poder dice que respeta, defiende y propaga.
Pues bien. No sólo hay que recordar y comprender las fases y épocas distintas, sino también momentos puntuales y los famosos «ciclos del capitalismo». Estadios de relativa «normalidad» o «estabilización» (al menos para la mayoría de la población del «Primer mundo») se alternan con estadios de crisis o conflictos. Y unas veces son estadios de crisis coyuntural y otras veces crisis más profundas: sistémicas. Unas veces son crisis ante todo económicas, y otras veces son crisis preferentemente políticas, con conflictos graves, cuando se cuestionan las propias estructuras de poder y éste se encuentra (o cree hallarse) en peligro. Hemos recordado que las fases o estadios de «estabilización» no son ni han sido siempre los mismos. Varían los paradigmas sociales e ideológicos, incluso los regímenes en el mismo Sistema. La adaptación divergente es prestar atención a todos los aspectos y cursos: al cómo se enfrentan a los peligros (reales o supuestos) en su práctica diaria, en horas de conflictos graves, así como a los discursos y formas que el Sistema adopta para esos momentos de crisis; y entender finalmente en qué fase nos hallamos y qué paradigma sistémico es el dominante para la época que «recambia» a la época precedente.
(º1) Ejemplo de adaptación política-institucional del Sistema
Expongamos un ejemplo de cambio en el seno del Estado demoliberal. En las primeras décadas del siglo XX se pensaba que uno de los males endémicos de este Estado era su debilidad consustancial por «no creer en sí mismo» y por sus fraccionamientos partidistas. Es probable que fuese así hasta la II Guerra Mundial, pero tal situación cambió completamente. En primer lugar, desde entonces, el estado demoliberal sí cree en sí mismo, o al menos cree, de forma absoluta, que no puede tolerar algo distinto a él mismo. En segundo lugar, desde hace décadas, las leyes electorales evitan indeseados fraccionamientos parlamentarios y la aparición de partidos minoritarios de ámbito nacional. En tercer lugar, las cúpulas partidarias del subcontinente europeo mantienen férreas «disciplinas» que impiden fraccionamientos o discrepancias internas serias. Así también, en sus elecciones ya no se dirimen modificaciones importantes, pues ningún partido cuestiona las grandes «reglas del juego» (otra cosa es que se las salten con disimulo, hagan trampas o sus tribunales prevariquen) ni mucho menos el modelo político y socio-económico capitalista. Las elecciones son sólo plebiscitos por seguir o cambiar unas figuras por otras u optar por unas siglas en vez de otras. El mismo poder demoliberal permanece, y permanecen los pueblos a quienes las plutocracias explotan y metódicamente exprimen.
Así pues, las elecciones no son más que el mecanismo que las sociedades «modernas» (o ya «post-modernas») crean para dar legitimidad a la acción de las estructuras de poder que son los partidos políticos, con siglas y figuras que no van a cambiar nada sustancial, porque en el caso hipotético de que una estructura partidaria pueda o se proponga cambiar las cosas, el poder demoliberal «corrige» la anomalía de forma implacable o toma las «medidas preventivas» para ello.
Pues bien. Todavía existen sectores anclados en las críticas al parlamentarismo liberal formuladas en las tres primeras décadas del siglo XX, una clase de críticas que sirvieron, entre otras cosas, para justificar otros «recambios» sistémicos: como las Dictaduras ibéricas (Franco y Salazar) o la de «los Coroneles» de Grecia, por un lado, o por otro los regímenes demoliberales europeos antifascistas-anticomunistas que «sí creen en sí mismos» de la II posguerra mundial.
(º2) Ejemplo de adaptación política-militar del Sistema
Entremos en otro aspecto de este cambio histórico de «reafirmación» operado en las democracias liberales, un hecho más tenebroso pero no menos importante, sobre todo para los disidentes. La «Red Gladio», por ejemplo, era la estructura clandestina montada «preventivamente» por la OTAN y la República Italiana para causar una campaña de sabotajes y asesinatos en caso de que los eurocomunistas ganaran las elecciones en Italia. El poder demoliberal permitía a los eurocomunistas italianos poder presentarse a las generales (así podían presumir de «Escaparate Democrático»), pero su acceso al gobierno estaba vetado. Si alguna vez hubiera ganado el PCI, el poder demoliberal habría provocado un golpe de estado militar (utilizando las «tramas negras») y una represión masiva directa desde las instituciones oficiales; y si esta «vía correctiva militar», como la provocada en Brasil («Estado Novo»), en Grecia («Dictadura de los Coroneles») en Chile (Pinochet) o las repúblicas rioplatenses («Juntas Militares Antisubversivas» de Uruguay y Argentina) no hubiera sido factible, la «Gladio» habría desatado el infierno en Italia a través de grupos sicarios clandestinos (como los «neofascistas»), empleando la «vía correctiva armada privada», como en Colombia («Paramilitares»), Guatemala («Autodefensas»), El Salvador («Escuadrones de la Muerte») o Nicaragua («Contras»). La «Red Gladio» formaba parte del Ejército Secreto que la OTAN disponía en toda Europa por si la «democracia» daba alguna sorpresa.
Otro caso de fases distintas o adaptaciones, es el fenómeno, estrechamente ligado al aspecto anterior, de las Guerras Sucias ¿Estado liberal de derecho y Terrorismo de Estado son situaciones incompatibles? La respuesta es que no. Significan una contradicción visible que se debe aprovechar para cuestionarlos, pero Estado de Garantías y Terrorismo de Estado son expresiones propias del mismo Estado plutocrático, momentos o estadios abiertos desde el seno del Sistema, métodos alternos utilizados por el mismo Poder, a veces ejecutados por las mismas fuerzas y los mismos regímenes e, incluso, en ocasiones, por las mismas figuras. La «Lucha Antiguerrillera» en Venezuela en los 60 (con Carlos Andrés Pérez como ministro del interior), los «Años de Plomo» en Italia, los «GAL» en España, son buenos ejemplos. La Guerra Sucia aparece en momentos en los que el Estado Liberal de Derecho (un derecho que es la expresión jurídica que conviene a la Clase dominante) se enfrenta a situaciones donde se pone en cuestión su propia existencia. Estos casos ilustran que no siempre hace falta, siquiera, que figuras o fuerzas de «recambio» internas del Sistema desplacen y sustituyan a otras para protagonizar la alternancia de ambos métodos.
(º3) Ejemplo de adaptación política-económica del Sistema
Otro caso de fases sucesivas visiblemente contradictorias pero que responden a la misma lógica de intereses ha sido la desregulación de los mercados acentuada por la Reserva Federal y las administracionesusacas entre 1997 y 2008, y el discurso y práctica ultraliberal de condenar cualquier intervencionismo en los negocios privados. Hasta fechas tan tardías como julio de 2008, en Doha, la secretaria de estado norteamericana Rice lanzaba amenazas contra los gobiernos que se negaban a la desregulación comercial y financiera que exigía EEUU. Pues bien, a raíz del terremoto financiero que tuvo como epicentro el Colapso de dos «Torres Gigantes» yanquis en septiembre de 2008 (el banco inversor Lehman Brothers y la mayor aseguradora mundial, AIG) la administración Bush, la predicadora a ultranza de la «Autorregulación de los Mercados», que condenaba como atentados a la Libertad toda medida intervencionista, fue justamente la misma que, a principios de ese mes, nacionalizó las sociedades hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae (avalistas de la mitad de hipotecas de EEUU), yendo el gobierno más allá de la compra efectuada por parte de la Reserva Federal, meses antes, de casi treinta mil millones de dólares de activos del banco inversor Bear Stearns.
Pero ya este último precedente de «intervencionismo» semipúblico revelaba algo muy significativo: la Reserva Federal compraba los activos «contaminados» del Bear Stearns, mientras que la banca Morgan adquiría los activos solventes. Es decir, nos encontrábamos con una política de «socialización» de las pérdidas simultánea a una política liberal ante los beneficios. ¿Contradictorio? ¿Incompatible? Aparentemente sí, pero en el fondo no lo era en absoluto. Ambas políticas respondían a la misma lógica de intereses. Se nacionaliza (o se socializa) aquella parte que interesa y cuando interesa a unos pocos, y se liberaliza o se deja «en manos de Dios» (es decir, de la «Mano invisible del Mercado») la parte que interesa y cuando interesa a esos mismos pocos. Revelador también que, al final de una administración republicana más liberal-derechista que la de Reagan, la Reserva Federal tomase un acuerdo sin precedentes en toda su historia: nacionalizar la AIG comprando el ochenta por cierto de sus activos.
Parecía difícil de justificar que defendieran un modelo sin regulación y de «dejar hacer» a los mercados y que permitíeran que los beneficios fueran repartidos sin trabas entre accionistas y ejecutivos; pero cuando hubiera peligros de quiebras y bancarrotas, pidieran a los gobiernos acudir a su rescate con dinero público, siendo los pueblos los que tuvieran que pagar las pérdidas generadas, mientras los causantes del desastre escapaban embolsándose autoidemnizaciones multimillonarias por despido. Parecía difícil tanto de justificar como de hacer, pero es lo que han hecho en ambas orillas del Atlántico gobiernos hasta entonces ultraliberales, y lo que defendía sin vergüenza alguna la CEOE a través de su presidente, que declaró que «se debe hacer un paréntesis en la economía de mercado». Pues para responder a estas adaptaciones y estos mensajes que abren y cierran paréntesis cuando a la Clase Dominante le conviene, está la adaptación divergente.
Para concluir: estaremos condenados a no entender el Sistema liberal-capitalista si no vemos que éste, siempre, se ha aplicado dependiendo de ciertos intereses, y que jamás el liberalismo político o económico se ha desenvuelto sólo. No olvidemos que el liberalismo siempre ha instrumentalizado o se ha asociado a elementos no liberales o aparentemente antiliberales, como el nacionalismo, el proteccionismo, el intervencionismo, el militarismo o el sectarismo religioso. La crisis actual lo ha vuelto a revelar. El liberalismo puro no ha existido jamás porque no puede existir, pues el liberalismo fue ideado y está destinado, única y exclusivamente, a beneficiar a la clase capitalista. Sirve para garantizar que los resultados de las sociedades capitalistas vayan a manos privadas cuando se generan ganancias. Pero el mismo Sistema demoliberal hace un paréntesis en el «libre mercado» para socializar los resultados de esas sociedades cuando generan pérdidas. Veremos una contradicción ostentosa, pero ésta se da sólo en la superficie. En el fondo, no hay contradicción: se hace siempre lo que interesa a los detentadores de capital. Dependiendo del ciclo, el Estado dejará «hacer» a la iniciativa privada o intervendrá en ella, siempre en beneficio de los mismos. Igual ha pasado con la generación de guerras, las «limpiezas» étnicas o en tantos otros campos.
CUESTIONES IDEOLÓGICAS (d) República laica supraconfesional La tercera idea-fuerza, la República laica integradora, es otra faceta indisoluble de la Comunidad-Proyecto, del «Imperium». Antes de seguir, recordamos el grave problema que representa no sólo la pérdida del sentido de las palabras, sino la subversión literal de las definiciones en Occidente, debido al proceso constante de «neolenguaje» practicado por sus agentes, que confunden e impiden la comunicación normal a la hora de analizar, explicar y proponer las cosas. Uno de los términos más maleados es «laico» y «laicidad», ya que, tanto por parte de grupos sectarios como de fuerzas antirreligiosas, cuando esgrimen tales términos están abogando por una cruzada contra otra religión o contra cualquier manifestación de sacralidad. Así, para ellos, laicidad no es sinónimo de neutralidad o imparcialidad, sino de beligerancia laicista y sectaria contra unas religiones concretas o bien contra todas ellas. Lo que tenemos, con las reclamaciones de laicidad, es lo que suele ocurrir en el «Mundo Libre»: lo que esconden muchas reclamaciones de defensa de la libertad, no es la libertad para todos, sino la libertad exclusivamente para unos; de igual forma, muchos que hablan de neutralidad del Estado y de laicidad están enmascarando la defensa del laicismo, entendido como herramienta de combate antirreligioso (antirreligioso real) para erradicar cualquier manifestación pública del fenómeno religioso o de otras confesiones. (º1) Clericalismo y laicismo: primos hermanos Ante el enturbiamiento general propiciado por la «Ceremonia de la Confusión» que vivimos, aclaramos que los asuntos del laicismo y del clericalismo, de la laicidad y de la confesionalidad, y de la indiferencia y la religiosidad, son de naturaleza bien distinta, ya que son manifestaciones de tres planos diferentes. - Laicismo y clericalismo se mueven en el orden ideológico con claras implicaciones político-sociales. - Laicidad y confesionalidad guardan un componente ideológico (aunque no tienen porqué identificarse con las ideologías antes citadas), pero se refieren al espacio político-institucional. - Por último, la indiferencia y la religiosidad son hechos pertenecientes a un orden de fenómenos totalmente distintos de los antedichos: el antropológico. Por desgracia, en la vida diaria y la sociedad del espectáculo estos planos se entremezclan. No interesa distinguir las cosas, sino dar rienda suelta a las filias y fobias de cada clientela «laica» o «religiosa». Clericales y laicistas comparten como base de su posición el resentimiento y la fobia por todo lo que no comprenden ni quieren entender, sentimientos que tendrán orígenes ligeramente distintos, pero que en realidad les hace igualmente insoportables y engreídos, quejumbrosos y sectarios, victimistas y patéticos. Clericales y laicistas son presentados como polos antágonicos y así lo creen ellos. En realidad, son primos hermanos. Porque los laicistas son la versión postmoderna y pijo-progre de un clerical, sólo que en lugar de tener un dios y seguir los símbolos con devoción o por interés, buscan circuitos de inserción, enchufe y seguidismo propios de la sociedad ultraliberal del espectáculo donde se reconocen, y a la que quieren «limpiar» de residuos «oscuros». Por su parte, los clericales son, en realidad, los precursores más bien torpes y moralistas de la desacralización y el nihilismo pasivo que hoy completa y consuma la lógica del desarraigo y el universalismo abstracto. No obstante, la desaparición del clericalismo es cosa de tiempo y en pocas décadas su clientela se verá reducida a expresiones anecdóticas. Y no por «la inevitable marcha del progreso» sino por los nuevos modelos de consumo, el triunfo de los lenguajes publicitarios y la abolición de toda pregunta que no pueda ser satisfecha con la tarjeta de crédito (aunque ésta fuera de una «entidad religiosa»). El laicismo es un fenómeno que corre paralelo a la creciente afirmación del egotismo puro en el que ninguna instancia está por encima de las «decisiones» (más bien caprichos, ocurrencias y deseos inducidos) del individuo atomizado al que los medios de manipulación, las agencias publicitarias, el discurso oficial y las campañas electorales convencen que es «libre». El laicismo es uno de los envoltorios con que se presenta el nihilismo pasivo. Es una pseudo-religión de resentidos que, sin embargo, se acomodan en el desorden establecido y desplazan, como los extremistas, las prioridades políticas hacia sus obsesiones personales. El laicismo no reconoce sus antecedentes pero el hecho que un hijo no reconozca a su padre (o viceversa) no cambia el vínculo genético existente entre ambos. (º2) El socialismo comunitario ante el hecho religioso Quede claro que nuestra alternativa laica no sólo no es antirreligiosa, sino que se atreve a considerar, con la seriedad que merece, el fenómeno religioso y la dimensión espiritual en el hombre. Y ello por dos motivos de vida o muerte, perentorios para nuestro pueblo y el planeta: - En primer lugar para entender (cosa que el laicismo es incapaz) cómo se viene instrumentalizando y pervirtiendo lo religioso, y cómo su carga imaginaria simbólica sentimental resulta muy útil al Sistema en múltiples ocasiones y sentidos (por ejemplo, para apoyar la tesis del Choque de Civilizaciones, esconder las causas de la miseria provocada por el neocolonialismo, demonizar naciones víctimas del imperialismousaco, o justificar «limpiezas» étnicas como la ejecutada por el sionismo). Sólo reconociendo correctamente los fenómenos religiosos puede combatirse la instrumentalización y contrarrestar la perversión de tales fenómenos por el Sistema. Éste es otro aspecto que nos distingue de los simplistas, como aquellos que han querido acabar con las guerras condenando la violencia y suprimiendo las armas, o impedir las facciones políticas fomentando la despolitización de los pueblos, «soluciones» que han venido a ser como intentar acabar con los accidentes mortales de tráfico prohibiendo la rueda, o apelando al «buen rollo» o al «talante» entre automóviles. - Y en segundo lugar, porque reconocemos que el hombre tiene una articulación tripartita: espiritu, alma y cuerpo. Afirmamos asimismo la primacía del Espíritu no sólo sobre lo físico, sino, sobre todo, sobre lo psíquico y anímico. Observamos que las religiones han sido hechos fundamentales en el devenir humano. La función principal y legítima de las mismas ha consistido en ofrecer métodos de realización personal que unifiquen al hombre, que le permitan el dominio sobre sí mismo y puedan liberarlo de las presiones exteriores. Confirmamos que toda visión legítima y no reduccionista del mundo jamás ha considerado la vida como un simple juego de factores materiales. Lo espiritual ha sido resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos. La civilización materialista (no necesariamente atea: pues se puede ser ateo e idealista; de la misma forma que muchos son «creyentes» y profundamente materialistas, como vemos actualmente) no ha hecho más que crear sucedáneos para estrangular o desviar este resorte. En la medida en que las religiones han recordado esta dimensión fundamental, han tenido un papel justo y necesario. Vemos absurdo y contrario a la naturaleza constitutiva y auténtica del hecho religioso la imposición a la fuerza o la coacción de las conciencias, por parte de cualquier creencia o práctica religiosa. Pero sobre todo indicamos como totalmente contrario a la República Comunitaria cualquier intento en tal sentido, a corto o largo plazo. Nos da igual que ese objetivo se pretenda desde posiciones dogmáticas («obligación moral de reconocer» que tal fe u otra es «la única y verdadera»); o que tal propósito se anuncie ofreciendo pretextos utilitarios para buscar la paz, la seguridad, o la cohesión nacional (criterios igualitaristas que sostienen que la paz social, la seguridad y la cohesión nacional se consiguen a través de la uniformización y anulando completamente las personalidades e inquietudes de los miembros de una sociedad; es la creencia absurda que «si los átomos fueran exactamente iguales, no habría motivo para conflictos entre ellos»); o que ese fin se justifique con posiciones historicistas («exigencia de fidelidad a una línea unívoca de nuestros antepasa-dos o de anteriores ocupantes de un territorio»); o que se den hipócritas excusas humanitarias (última variante del acoso sectario) porque otras confesiones «van contra los derechos humanos», dadas precisamente para conculcar los tan presumidos derechos fundamentales de las personas. (º3) Ante el pasado y presente de la religión en Europa y de los europeos Sabemos que durante mucho tiempo, en casi todos los Estados europeos, se consideró y se trató a los hombres como súbditos y se voó normal que estuvieran obligados a adoptar la misma religión que la del príncipe (o adoptar el príncipe la religión de la mayoría de sus súbditos). Como todo el edificio político y la unidad del reino descansaba en las lealtades personales, se estimaba que las diferencias de creencias, ritos y códigos morales rompían esos lazos de unión basados en tales lealtades. Recordamos que, para el Patriotismo crítico, que algo se hiciera en el pasado (y fue tan sólo un pasado entre otros pasados) no ha supuesto jamás punto alguno para aceptar que se deba repetir o defender. Para nosotros «el pasado no es peso ni traba», sino, en todo caso, acicate para «emular lo mejor». Como cantaban algunos combatienetes en la Guerra Civil reflejando la absurda posición de los tradicionalistas: «si mi padre se tirara de lo alto de un balcón, yo también me tiraría por seguir la tradición». Con el triunfo de las Revoluciones Atlánticas el hombre se convirtió en ciudadano y sujeto individual de unos derechos y deberes establecidos por una misteriosa «Voluntad General», con sus contratos y convenciones sociales. Al menos en apariencia, al ciudadano no se le obligaba ni se le impedía ninguna aceptación religiosa: se le pedían unas obligaciones «contractuales» privadas y unas obligaciones públicas seculares. Pero aquel ciudadano era un ser reducido a la condición de «socio», un «átomo agregado» con derechos y deberes privados y con derechos y deberes impuestos, presuntamente, por la «Voluntad General» (en el fondo, por la soberanía de la clase capitalista) y a la búsqueda supuesta del bienestar (en realidad, a la búsqueda de mayor beneficio para la oligarquía). Frente a las concepciones de súbdito y de ciudadano-agregado, nosotros afirmamos el concepto de miembro de la Comunidad o ciudadano comunitario. En tanto y cuanto que la Comunidad que ofrecemos afirma la primacía del resorte espiritual sobre las simples condiciones materiales, la necesidad de recuperar el sentido espiritual en la existencia, restaurar la unidad en el hombre y lograr el equilibrio con la naturaleza y lo Sagrado, nuestra República trasciende los límites (sin anularlos) de cada adscripción religiosa: no busca la cohabitación social y estatal entre hombres y pueblos de distinta religión o sin religión negando la dimensión de lo Sagrado, como hace el laicismo, sino la unidad y la plena cooperación de los mismos afirmando esa dimensión y remitiendo a cada esfera «celular» la resolución de las relaciones entre esa persona y lo Sagrado. Nuestra República resuelve el problema trascendiendo los límites de cada ads-cripción religiosa: todo dentro de la Comunidad-Proyecto, nada, excepto los que niegan sectariamente a los demás (con excusas profanas o dogmáticas) fuera de la Comunidad-Proyecto. (º4) Nuestra propuesta de Estado Laico Creemos que proponiendo una estricta separación del Estado de las distintas confesiones religiosas existentes en España, es posible avanzar en el Socialismo Patriótico, al igual que la resistencia al Sistema debe constituirse aparte y conducirse independientemente respecto de las diferentes confesiones. La separación debe establecerse desde el plano de igualdad. Esto significa que para el Socialismo Patriótico, aún reconociendo que unas tienen mayor presencia social que otras, esto no se traduce en preferencias. El Socialismo Patriótico se dirige a todos los españoles por igual, creyentes, agnósticos o ateos, de la fe mayoritaria o de las minoritarias. Si no fuera así, ni sería socialismo ni sería patriótico. Dentro de los parámetros ideológicos de la Comunidad-Proyecto, creemos que la educación compete eminentemente al Estado Político. Esto significa que impulsaremos, dentro de un proceso lógico y coherente con otras propuestas, que la República asuma de forma progresiva la tarea de formar a las futuras generaciones en los valores de Justicia, Libertad, Solidaridad y Complementariedad. Referente a la formación religiosa creemos que eso es competencia de las distintas confesiones y no materia docente. En consecuencia serán las distintas confesiones quienes se doten de los mecanismos oportunos para cubrir la demanda de sus feligreses. Vemos necesario el establecimiento de políticas que permitan la normal convivencia de las confesiones religiosas presentes en España y en Europa, y de normas que diseñen el marco de actuación de las instituciones religiosas y sus clérigos, estableciendo claramente la diferencia entre su labor de apostolado, y una labor ideológica político social. Aquí sí que debemos entrar nosotros, sin titubeos, cuando las declaraciones o acciones de los representantes religiosos atenten contra nuestros valores y las necesidades comunitarias. |