Con motivo de cumplirse este pasado día 3 el quinto aniversario del fallecimiento del escritor y politólogo italiano Carlo Terracciano, al que tuvimos el alto honor de conocer en persona algunos años antes de su muerte y con quien mantuvimos una breve pero intensa colaboración personal, "Antagonistas" quiere rendir un modesto y sincero homenaje reproduciendo aquí un antiguo texto (escrito en 1984) traducido por nosotros y publicado en español en la web de Resistencia.(A.Beltrán)
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Los jardines de Allah
por Carlo Terracciano
"He rogado a Dios para que me iluminara y Él, en su infinita bondad, me ha hecho recordar las caravanas hacia la Ciudad Santa.. Te he visto pueblo mío; mientras preparabas bajo mi mando tu peregrinación (de Ciudadela, CXCIX, de A. De Saint-Exupéry).
"En nombre de Dios el Clemente y Misericordioso... palabras repetidas desde hace más de un milenio desde lo alto de los minaretes o en el interior de las mezquitas que adquieren hoy nueva vida, corren ligeras sobre las ásperas montañas y las áridas llanuras, traspasando continentes y océanos, atravesando las inútiles fronteras marcadas por la ambición de los poderosos, como un viento casi furtivo al principio, imperceptible, que crece luego y arrecia y prorrumpe al fin; viento furioso de los desiertos que levanta millones de granos de arena durante tanto tiempo inmóviles en el ardor incandescente del verano, en el frío lunar de una noche demasiado larga. Un gigante se despierta de un sueño secular y el grito liberador de todo un pueblo, de millones y millones de hombres y mujeres se funde con el grito furioso del desierto e irrumpe en las inmensas avenidas de Teherán, para gritar al mundo entero, sorprendido y atónito, la buena nueva del más grande acontecimiento histórico de esta segunda mitad del siglo XX que prepara ya la inminente llegada del Tercer milenio para los demás pueblos del mundo: ¡el Islam ha resurgido!
"Allah akbar... se corea ya desde Marruecos a Indonesia, de un extremo a otro del globo. Y lanzando este grito de batalla que es también profesión de fe y reivindicación de una reencontrada identidad total con la propia tradición, millones y millones de combatientes se ponen en marcha, prestos a afrontar con alegría el martirio, para realizar esa Revolución Tradicional, esa restauración de Valores eternos por las que otros millones de soldados de Europa y de Asia inmolaron su vida en el más grande holocausto bélico de todos los tiempos.
La misma meta final, el mismo espíritu de sacrificio que animó y anima a pueblos tan lejanos y diferentes entre ellos.
"¡Judíos! Si pretendéis ser los amigos de Dios, con exclusión de otras gentes, entonces ¡desead la muerte, si sois consecuentes! (Corán, LXII,6).
Y, en fin, los mismos enemigos de siempre, los mismos de todas las gentes durante milenios. Detrás del materialismo ateo y consumista, del modernismo disgregador de las diferenciaciones naturales y especifidades etno-culturales, detrás del Gran Satán del imperialismo monopolista de más allá del océano, el racismo de los hijos de Israel, el Sionismo cosmopolita y mundialista mueve los hilos del complot mundial del oro contra la sangre, de los amos de la tierra contra los pueblos esclavizados por el vellocino de oro. De todo esto, el fanático nacionalismo militar-religioso del "estado israelí" no representa más que la punta de un iceberg que aflora en el mar de arena de una tierra que no les pertenece.
¿Pero cómo ha sido posible toda esta renovación? ¿Quién ha podido conmover los fundamentos de la prepotente arrogancia de los poderosos, derribar tronos aparentemente invencibles, esparcir el terror entre los falsos profetas de la fatalidad y de la sumisión incondicional, quitar la máscara a los viles y a los sátrapas que, agentes mercenarios de los bancos y de los trust internacionales, gobiernan sus respectivas masas embrutecidas por la miseria secular y el modernísimo lujo?
Para bochorno de los "doctos sociólogos y politólogos que peroran sobre el universo mundo eternamente desmentidos por los acontecimientos del día después, a despecho de los intelectuales impotentes e hipercríticos que venden sus servicios a los poderosos de turno para avalar la explotación interna e internacional de sus propios países, una vez más en la historia un hombre se ha hecho portavoz de todo su pueblo, de la Umma, de la comunidad de los creyentes y de la tradición de los antepasados. "Es el jefe quien marca la diferencia entre un pueblo y un rebaño". Una voluntad se ha impuesto tras años y años de cárcel, de exilio, de persecuciones, para guiar a su gente por el camino de la liberación viril, de la toma de conciencia, de la movilización total en la lucha contra la corrupción en la tierra; corrupción occidentalista que había sido el caballo de Troya para penetrar en el país, debilitarlo, encadenarlo al carro triunfal de la american way of life. Él por contra la ha lanzado a la Jîhad, a la Santa Guerra de los Justos contra los opresores del mundo. Guerra exterior e interior, guerra del Hombre Nuevo, renovado por el espíritu e "iniciado por la sangre", guerra total, absoluta, sin tregua ni armisticio hasta la definitiva destrucción del Enemigo físico y metafísico del hombre. Guerra del pueblo, pues, guerra de Dios. Quien ha hecho posible todo esto y ha abierto a la esperanza los corazones de todo el mundo es Rûhollah al-Musavi al-Jomeini, el Ayatollah Jomeini, el Imam del nuevo Irán que preanuncia con su llegada el final de un ciclo profético y la constatación de los textos sagrados de las distintas religiones y de la Tradición Una.
Cuando el 30 de enero de 1979, tras la ignominiosa fuga de un sha que no supo caer en pié abandonando a los hombres que querían salvar su trono de la ira popular, el gobierno fantoche del renegado Bakthiar cedía a la voluntad de la nación y reabría el aeropuerto de Teherán para el regreso de Jomeini, se iniciaba para Irán, la antigua "tierra de los Arios", una gloriosa aventura.
Este pueblo que se diferencia de sus vecinos árabes por la especificidad chíita de su religión y por la pertenencia etnohistórica a la gran familia indoeuropea, se encaminaba hacia su destino sacrificial. Así como un 30 de enero de tantos años atrás otros hombres habían tomado en sus propias manos el destino de la patria oprimida y de toda Europa. Una comunión histórica que resulta todavía más evidente si se piensa solo en lo que representó aquella revolución nacional también para el mundo islámico de entonces, representado por el Gran Muftí de Jerusalem y por las divisiones SS musulmanas así como en la esperanza de los libertadores antiingleses del norte de Africa. Y no es casualidad que ya entonces las potencias occidentales colonialistas, Gran Bretaña y USA a la cabeza, impusieran a la recalcitrante Persia al sha Reza Pahlevi para cortar de raíz los sentimientos pro-Eje de la población, como habían abatido al gobierno iraquí de Rashid Alí.
No es casualidad, tampoco, que los mismos enemigos y sus siervos mercenarios por todo el mundo lancen contra el gobierno islámico de Teherán la "acusación" de fascismo, de exterminio de minorías, de antisemitismo, etc... También la guerra de las palabras tiene sus frentes, sus victorias y sus derrotas; aceptar, por parte iraní, la terminología y las interpretaciones históricas del adversario sería no sólo autolesivo, sino objetivamente una forma de colaboracionismo con el enemigo.
"Y no penséis que quienes han caído por Dios hayan muerto. ¡Al contrario! Están vivos y sustentados junto a su Señor... ( Coran, III, 169 ).
Cuando el 1 de febrero de 1979 el Ayatollah Jomeini descendió del cielo de Teherán en medio del delirio de millones de seguidores, que habían desafiado el enésimo toque de queda para recibirlo tras quince años de exilio, llegó a su término una larga fase revolucionaria, de persecuciones y de masacres por parte del régimen, iniciada en el lejano junio del 63 con 15.000 (!) víctimas cuando el régimen tàghuti [= satánico, ndr.] del sha encarceló y después obligó a exiliarse a Jomeini, primeramente en Turquía, luego en Iraq y en Francia. Transcurrió decenio y medio de silencio, de preparación dentro y fuera del país, de estudios y meditaciones, para llegar a los días gloriosos del 78. Las primeras víctimas habían caído en la ciudad santa de Qom donde el entonces veinteañero Jomeini era seguidor del Ayatollah Haieri, después en Tabriz, en Ispahan y luego por todo Irán. Tras tantos años un nuevo baño de sangre (incluida la misteriosa muerte en Iraq del amado hijo Mustafá) hasta llegar al "viernes negro" de Teherán, aquel 8 de setiembre (¡poderosas coincidencias históricas!) cuando el mundo asistió horrorizado a la matanza premeditada de millares y millares de ciudadanos inermes segados por el plomo de soldados, policías, miembros de la tristemente famosa SAVAK. Los cuerpos ensangrentados de hombres, mujeres y niños cubrieron literalmente amontonados la plaza Zàle, hoy rebautizada en su memoria como Meidàn-e-Shohada (Plaza de los Mártires). Pero cuando la revolución está enraizada en el pueblo ni siquiera las armas más sofisticadas ni las más abierta brutalidad pueden detenerla, y así el 11 de noviembre del mismo año en el día de Ashurá del mes de Moharram -día sagrado para los chiítas que recuerdan con procesiones y autoflagelaciones públicas el luto por la muerte del tercer Imam, Husayn, nieto del Profeta, caído en Kerbala sobre el Eufrates en el 680 d.C. (10 de Moharram del año 61 de la Egira) - veinte millones de iraníes desafiaban al régimen filo-americano al grito de "Allah akbar" ocupando las calles y las plaza de todo el país. En octubre se produce la profanación de la mezquita de Karman y la insurrección popular de Hamedàn con la quema de la sede del partido gubernamental, el Rastàkhiz. En diciembre, la ocupación de la universidad, centro de la resistencia islámica. Se asiste ya a los últimos coletazos de un régimen moribundo: las feroces dictaduras plutocráticas se manchan las manos con la sangre inocente cuando sienten próximo su final.
Irán semejaba entonces un inmenso matadero: de Shiraz a Tabriz, a Mashad, Sanandag, Qazvin y centenares de pueblos y aldeas los combatientes de la fe caían a cientos. Sin embargo, el día de la liberación estaba ya próximo y ni siquiera la tentativa in extremis del renegado Shapur Bakhtiar podía detener el curso de la historia. Desde el retorno del Guía de los Creyentes al seno de su pueblo, hasta los enfrentamientos y ocupaciones del 11 de febrero, la revolución islámica triunfaba (21-22 Bahman del 1357 de la Egira). Era la "Decena de Fajr" (el paso de las tinieblas a la luz), la cisura entre dos épocas, los diez días que transformarán el mundo futuro.
Pero no por ello cesó el martirio, tanto individual como colectivo, entre atentados y agresiones imperialistas, hasta llegar a la invasión militar del régimen bàasista ateo de Bagdad en la "guerra impuesta que dura ya cuatro años [recordemos que este texto es de 1984, ndr.]. Entre los primeros mártires recordemos las muertes violentas del presidente de la República Rajai, del primer ministro Bahonar, de los Ayatollah Dastgheib, Madani y Muttahari. Así hasta llegar al 28 de junio, cuando en la explosión de la sede del Partido de la República Islámica fueron martirizados 72 de los más altos dirigentes de Irán. Todos estos delitos llevaban directa o indirectamente la firma de los sedicentes Mojaheddines del Pueblo, la organización terrorista marxista a las ordenes del imperialismo internacional. Sin olvidar a aquellos intelectuales que ya han sacrificado su vida en Iraq como el Ayatollah M.S. Bagher y su hermana, o los ejecutores de Sadat en Egipto, asesinados tras un proceso sumario y previamente torturados: Khaled Islamboli y sus cuatro compañeros.
La lucha contra el terrorismo interno, contra los enemigos de la revolución camuflados a veces como simpatizantes y dirigentes (es el caso de Bani-Sadr) ha sido dura y todavía prosigue. Desde los ya citados Mojaheddines que disparaban a la gente por las calles de Teherán hasta la secta religiosa Bahài (cuyos estrechos vínculos con el neocolonialismo y con el sionismo internacional están ampliamente documentados), hasta la eliminación del partido filo-ruso Tudeh, sin apoyo popular pero peligrosísimo.
La propaganda pro-occidental y pro-americana que durante los días de la revolución acusaba a Jomeini de hacer el juego a los comunistas y a Rusia, para engañar a las crédulas derechas reaccionarias y conservadoras de Europa y de América, ha callado desmentida una vez más cuando el nuevo Irán nacional y revolucionario ha desenmascarado la conjura comunista del Tudeh en su propio territorio. Ha callado frente a las aplastantes confesiones autocríticas realizadas espontáneamente por el propio secretario del partido comunista Nuroddin Kianuri, por Ben Azin y por todos los dirigentes: espionaje y connivencia con la URSS desde el principio, introducción de armas, conspiraciones secretas, infiltración en el ejército, etc.
Mientras tanto se desarrollaba la lucha por la liquidación de las estructuras del viejo régimen y, en particular, la ocupación de la embajada americana, el "nido de espías de la cual partían todos los hilos conspiratorios a favor de la contrarrevolución capitalista. Desde el 4 de noviembre del 79 los jóvenes estudiantes revolucionarios de Irán apoyados por las masas populares mantuvieron en jaque durante 444 días la arrogancia del ejército más poderoso del mundo, no obstante la fracasada operación en el desierto de Tabas ordenada por Carter y en la que verdaderamente pareció que una intervención no humana había confundido y dispersado a los invasores que se mataban ellos mismos.
Pero la lucha de Irán en todos sus componentes étnico-religiosos no se detiene aquí. El nuevo Irán ha creado las estructuras revolucionarias del Nuevo Orden. Estas, aún en la especificidad de una república islámica chiíta duodecimana (los Doce Imam), son hoy ejemplo para todos aquellos países (islámicos o no) que quieran seguir el modelo de la vía iraní hacia la liberación nacional. La misma Constitución de la República Islámica de Irán, en vigor desde el 30-31 de marzo de 1979, reconoce a todos los pueblos el derecho a la independencia, a la libertad, y a un gobierno justo. En el art. 154, Irán "mientras se abstiene de la intervención en los asuntos internos de otros pueblos, apoya las luchas de todos los oprimidos del mundo". ¿Y acaso no ha sido el propio Imam Jomeini el que ha dicho: "La democracia es Occidente. Nosotros no queremos saber nada de Occidente y de su anarquía"?. Y Occidente está contra Europa como contra el Islam y el mundo entero. El Irán revolucionario ha constituido la Asamblea Nacional y el Sistema de Consejos (de pueblo, de distrito, de ciudad, de provincia, de región); una república de consejos dentro de la fe en Dios. Pero sobre todo la figura del Jefe de la Revolución, de un Faqih, siempre en espera del advenimiento del Mahdi que sella el final de un ciclo y la llegada de una nueva edad de oro, en la interpretación islámica del término. Una "regencia en definitiva en espera del Soberano Universal". A través de los distintos organismos la participación directa del pueblo queda asegurada fuera de la democracia partitocrática y expresamente contra ella.
Es, por tanto, la institucionalización de la única revolución tradicional en la segunda mitad del siglo XX, conducida (para usar la categoría weberiana) por un figura carismática; para tranquilidad también de los papagallos de los mass-media occidentales que espían la salud de Jomeini en la esperanza de que su desaparición hunda al Irán post-jomeinista en el caos y en la abyección del pasado. Porque lo que más temen los imperialista americanos, los neocolonialistas rusos, el sionismo internacional e israelí, los gobiernos corruptos y sometidos de los distintos países árabes y todos los siervos del imperialismo de las multinacionales, de Wall Street y de la City, es el ejemplo que Irán puede representar para todos los pueblos. Porque este país está demostrando día a día con su sola existencia que no sólo se puede vivir libre, sin la "protección americana" para no caer en los brazos del oso moscovita, sino combatiendo a ambos en todas partes. El ejemplo iraní como el de la resistencia afgana es un enfrentamiento cotidiano contra las superpotencias que chantajean al planeta con el terror atómico. Ya el ejemplo de una religión que empuña las armas y se hace etimológicamente revolución, para re-volver a los propios orígenes llevando adelante la lucha contra la conservación del status quo es desconcertante para ellos. El Verbo jomeinista se propaga ya por Oriente Medio, Líbano, Egipto, Africa del Norte y por todo el continente negro. Desborda los mismos límites islámicos como en el caso de la feroz revuelta de los Sijs en la India modernizante y dictatorial de la Gandhi, pone en efervescencia pueblos que parecían haber desaparecido de la historia de la humanidad: Armenios, Kurdos de Iraq y Turquía, los 55 millones de musulmanes sometidos a Moscú en el centro de Asia. ¡Estas son las verdaderas bombas y minas islámicas! El ejemplo creativo del Irán actual es también bien visible en las instituciones que aseguran la continuidad contra el reflujo moderado: nos referimos a organismos como el ejército de los "Guardianes de la Revolución Islámica", la "Movilización de los Desheredados", la "Jîhad de la Reconstrucción", etc.
"A quienes hayan creído y obrado bien hemos de hacer que entren a formar parte de los justos ( Corán, XXIX, 9).
Los ya míticos Pasdarán, los Guardianes de la Revolución que incluso en el nombre evocan el ideal platónico (Maestro conocido y estimado por Jomeini), son la milicia armada que, a las órdenes del Guía de los Creyentes y de la autoridad, representan de forma más directa los ideales revolucionarios, defendiéndolos con las armas en la mano de cualquier agresión interna o externa y difundiéndolos con la enseñanza y el ejemplo de su estilo de vida. El tributo de sangre que, por ejemplo, han tenido que pagar por detener con sus cuerpos la invasión iraquí de setiembre de 1980 ha sido altísimo. Ojos de la revolución, de ellos el Imam ha dicho: "Si no hubiera existido el ejército de los Guardianes, el país tal como es hoy no hubiera existido". El futuro del país está en las manos de este cuerpo de elite militar y político, de estos jóvenes soldados revolucionarios cuya única divisa es una cinta de tela en la frente que hace de ellos, como los kamikazes japoneses de la segunda guerra mundial, los consagrados al martirio. La mano sobre el corazón en el juramento, metralleta a la espalda, ojos fijos en una meta que está "más allá de lo humano, el ejército de la revolución avanza hacia su Destino. Detrás de ellos, la "Movilización de los Desheredados". Con este organismo 20 millones de combatientes y trabajadores, los dirigentes iraníes han puesto en el campo de batalla el más grande ejercito popular del mundo. Pero no es éste su único cometido. Tras las destrucciones bélicas y la dictadura el país está destrozado, desarraigado de las propias tradiciones, debiendo ser reconstruido material y moralmente. No olvidemos que Irán es aún un país fundamentalmente agrícola. La "Jîhad-e-Sazandegi, la Guerra Santa de la Reconstrucción" debe pues abandonar los campos de batalla. Milicianos revolucionarios ayudan a los campesinos en su trabajo, en la irrigación de los cultivos, en los hospitales, en la escuelas de alfabetización de niños mediante el Corán y los textos de la Revolución. Todo el mundo islámico tiene los ojos puesto en estos hombres. El ejemplo es siempre más válido que muchos discursos: ¿no decía José Martí que "el mejor modo de decir es hacer"?.
Si el pueblo no abandona la Revolución sino que la defiende y la vive día a día con el trabajo y el sacrificio, si la figura de los mártires es el ideal supremo de la nación, el gobierno no abandona tampoco a sus mejores y más queridos hijos. La "Fundación de los Mártires" ayuda moral y materialmente a aquellas familias privadas de sostén por la desaparición de los combatientes o por la invalidez permanente que hace de ellos "mártires vivientes". Así, estos pueden estar seguros que su muerte no reducirá a la miseria a sus padres, mujeres e hijos. Aun cuando en ciertas ocasiones se debe obligar a los familiares a aceptar dichas ayudas; como demuestra el ejemplo de aquella madre que, aun dentro de la pobreza de una familia obrera y con el dolor de un hijo muerto en la guerra, quería a toda costa donar su pulsera, uno de los escasos bienes que poseía, a Jomeini (cuyo ascetismo de vida es quizá caso único en un jefe de estado viviente).
"Pero los creyentes y las creyentes son amigos unos de otros. Ordenan lo que está bien y prohiben lo que está mal. Oran y dan limosna y obedecen a Dios y a Su Enviado. De ésos se apiadará Dios. Dios es poderoso, sabio. ( Corán, IX, 71 ).
Una madre, una mujer iraní que habría honrado a las mujeres de la antigua Esparta. Sí, porque uno de los mayores éxitos del gobierno iraní ha sido precisamente el de la liberación de la mujer. Esas mujeres que han contribuido no poco a la revolución misma siguiendo y a veces precediendo a sus hombres ante las bocas de los fusiles de la dictadura, a menudo con sus pequeños en brazos. Jóvenes o ancianas, cultas o analfabetas, mujeres del campo o de la ciudad, magníficas mujeres del Irán moderno que con su cotidiana abnegación, con la educación impartida a sus hijos, desmiente en los hechos la vergonzosa campaña propagandista de los occidentales. Mucho se ha ironizado (y se comprende con que intención) sobre el châdor así como sobre los castigos islámicos frente al libertinaje. Pues bien, para las mujeres iraníes el châdor se ha convertido en una bandera de lucha revolucionaria, una auténtica bandera de libertad dentro de la tradición. Quedan muy lejanos los días de las "nenas occidentalizadas", de las putas de lujo de los barrios altos de Teherán, de la riquísima burguesía compradora sometida a los intereses extranjeros que tenía como ejemplo a las mujeres y a las concubinas del Shá y de sus altos dignatarios. Mujeres maquilladas como ridículas meretrices callejeras, vestidas con sedas preciosas, con joyas cada una de las cuales había sido labrada a fuerza del sudor y de la sangre de las mujeres y de los hombres de Irán. Estas modernas nenitas tenían como ejemplo las varias Soraya y Fara-Diba o Ashraf, traficante internacional de drogas, la poderosa hermana gemela del Shá más conocido en las crónicas mundanas de la jet-set que en las páginas de una historia plurimilenaria que precisamente él ha contribuido a enterrar. La nueva mujer iraní de hoy ha arrojado a la basura (en el caso de haberlos tenido y usado) los lápices de labios, las cremas, los vestidos de moda. Se ha endosado el châdor nacional como un uniforme militar, y ha salido a las calles, a menudo con el fusil en bandolera, al lado de los hombres (¿y quién no recuerda las imágenes de la revuelta chíita en Beirut con las mismas mujeres con châdor y metralleta?); apresurándose hacia las fábricas, los hospitales, oficinas, embajadas, escuelas, en los campos, en cualquier parte en que se requiera su presencia. La nueva mujer iraní ha escupido sobre las falsas libertades ofrecidas por el modelo societario extranjero: la libertad de drogarse, la libertad de abortar, la libertad de prostituirse el cuerpo y el alma, la libertad de deber escoger entre la cadena de montaje y el prostíbulo para no pasar hambre. Sus modelos ideales son Khadigé, Fátima, Samiye la primera mártir del Islam. Su carácter es duro como el de las antiguas romanas o como el de la madre del último rey de Granada que apostrofó a su lloriqueante hijo por la pérdida de la ciudad: "¡Haces bien en llorar como mujer lo que no has sabido defender como hombre!. Châdor, metralleta y computadora: tradición y auténtico progreso, revolución y restauración de los valores de la vida dignos de ser vividos. Sólo una plurisecular desinformación y la mentira pueden hacernos creer a los europeos que no sea ésta la solución para el futuro del mundo. Y hoy la familia iraní es la más unida y feliz del mundo porque está cimentada por la praxis revolucionaria cotidiana, por un único ideal de vida y de lucha, por una fe unívoca y total en el Islam revolucionario y en su Guía.
Mientras tanto los capitalistas mundiales babean de rabia impotentes y temen por el futuro. De hecho, han perdido un gran mercado potencial para sus productos de consumo y de lujo, para su publicidad salvaje, para empujar a las mujeres primero y después a toda la familia a la adquisición de productos que han transformado en esclavos voluntarios a miles de millones de personas. ¿Y si el ejemplo de la mujeres iraníes se difundiera? ¡Sería su final! La guerra revolucionaria se combate también arrojando al basurero las joyas y la Coca-cola. Rechazando igualmente, además, otras seducciones más directamente mortíferas. De la droga al alcohol, de los juegos de azar en casinos para multimillonarios jubilados que disipan en una noche sobre el tapete verde la vida de centenares de trabajadores, a la difusión de una seudocultura hecha de música negroide americanizada, de moda americanizada, de filmes y espectáculos televisivos americanizados , de pornografía y depravaciones de cualquier especie, todo ello impuesto por el Gran Satán de allende el océano para envilecer y desvirilizar los pueblos a dominar. De todo esto el gobierno islámico del Imam Jomeini ha creado un memorial, un museo de los horrores para diversión y enseñanza de futuras generaciones. Los planes previstos en Los Protocolos de los Sabios de Sión parecían ya completamente realizados, pero la rebelión de un pueblo solo a trastornado a los hijos de Israel y a puesto todo en causa.
Entonces, si el dinero, la corrupción, la impiedad nada pueden, el imperialismo y el sionismo, como en 1939-40, pasan al terreno de la acción directa. Utilizan naciones enteras como fichas de un rompecabezas y a gobernantes enfermos de ambición como marionetas movidas por hilos invisibles. ¡Y es la guerra!
"Los creyentes combaten en el camino de Dios, y los infieles en el camino de Tagut. Combatid, pues a los partidarios de Satán y sus estratagemas serán impotentes (Corán, IV, 78).
La tarde del 22 de setiembre de 1980 el régimen baasista de Irak invade con doce divisiones el territorio de la República de Irán después de que una serie de bombardeos terroristas tipo "alfombra" hayan sembrado de muerte muchas ciudades iraníes. Saddam Hussein pretende realizar un paseo militar hasta Teherán y califica su invasión de "batalla de Quadsiye", en recuerdo de aquella de 636 que, con la de Basora en el 656, abrió a la invasión árabe las puertas de Persia. Pero se equivoca.
No obstante el acuerdo político-militar que liga a Hussein con la Unión Soviética, y el apoyo americano, no obstante las armas francesas y el dinero y el petróleo de todos los países árabes, no obstante los planes sionistas para detener la avanzada islámica hacia Jerusalem, no obstante la hipocresía de la ONU y el poder ilimitado de las multinacionales, no obstante todo y todos, el ejército y el pueblo de Irán, guiados por las vanguardias revolucionarias y por el ejemplo de los mártires, han sabido frenar la invasión, dar la vuelta a la situación y cuatro años después de aquel día se combate hoy sobre suelo irakí, ya no es la guerra de agresión de Hussein y su camarilla de Takrit por cuenta de los hegemonistas mundiales, sino la guerra de liberación del pueblo musulmán de Irak (cuya mayoría es de orientación chiíta ), además de serlo por la liberación de los lugares santos del chiísmo en aquel país árabe. El camino hacia Jerusalem pasa por Bagdad.
De nada le han servido a los irakíes los pertrechos más sofisticados: de las armas químicas utilizadas contra toda convención internacional, a los misiles franceses exocet, a los Super-Etandard, a los bombardeos de petroleros en el Golfo Pérsico para justificar la implicación internacional en la guerra y la salvación del régimen de Bagdad. Un pueblo que ha sabido crear jóvenes que se lanzan a través de los campos de minas colgada al cuello una llave simbólica que abre las puertas del Paraíso no podía perder. "Se mate o se muera, de cualquier modo, nosotros venceremos", ha dicho Jomeini; "A nuestra arma, ´Allah akbar`, ninguna otra arma en el mundo se puede oponer".
Semejante pueblo no puede ser derrotado: de hecho ha vencido ya, demostrando una vez más en la historia que una pequeña nación unida logra mantener en jaque a las naciones más poderosas de la tierra. Los amos del mundo, los gobiernos imperialistas y sus sicarios conocen bien esta lección, pero nunca lo bastante como para no intentarlo de nuevo. ¡La infección iraní - dicen - no debe difundirse!. Hay más en juego que el régimen de un Saddam Hussein, Y es en efecto la primera vez, desde la derrota de la Alemania nacionalsocialista en 1945, que todas las superpotencias mundiales, los plutócratas y los marxistas de todo el mundo, reyes y presidentes, dictaduras y democracias están de acuerdo en detener la marcha triunfal del Irán de Jomeini. Los sionistas y los hebreos de New York y Tel Aviv, de Londres y de Moscú saben ya que el Imam ha proclamado el último viernes del mes de Ramadán como "jornada mundial de Quods", de Jerusalem libre finalmente. Por lo demás, "desde el principio" el movimiento islámico es atormentado por los hebreos, que pusieron en marcha su acción hostil inventando falsedades acerca del Islam, atacándolo y combatiéndolo, Esto ha continuado hasta nuestros días (Jomeini).
Los capitalistas yanquis han experimentado ya sobre su propia piel la ira del pueblo islámico de Irán y del resto de los países musulmanes. La aventura libanesa costó tan cara al pueblo americano que debería darse cuenta ya que la época del colonialismo de las cañoneras, habitualmente enmascarado, ha terminado para siempre. Los conductores suicidas de Beirut que se inmolaron en coches-bomba, la sonrisa en los labios como jóvenes kamikazes, se unen idealmente a los jóvenes inmolados sobre el frente irakí. Por ello, los americanos prefieren ahora utilizar también tropas coloniales europeas, en Beirut como en Suez. En este triste mercado de carne humana el gobierno colaboracionista de Italia está en primera fila para suministrar carne de cañón a la política exterior de USA, garantizándose con tal moneda de cambio la supervivencia política y física a la sombra de las bayonetas americanas.
Más aún: ¡si Washington llora, Moscú no ríe! Desde el Caucáso al Asia Central cerca de 55 millones de musulmanes (con una tasa de natalidad del 2,8% frente al 0,8 del resto de la población) miran hacia Teherán, a la que le ligan vínculos religiosos e históricos. El tiempo trabaja a su favor y en contra de los nuevos zares rojos del Kremlin. Pero allí donde el enfrentamiento está ya en acto desde hace años, en Afganistán, los rusos degustan como aperitivo una guerra religiosa y de liberación nacional. Los Muyahiddin afganos, escasamente armados, a veces solo con viejos mosquetones del siglo XIX, pero con una fe increíble, mantienen en jaque a un ejército más numeroso y pertrechado y los pocos soldados que todavía no han desertado de los distintos gobiernos fantoches marxistas mantenidos en pie por Moscú. Un millón de afganos han encontrado refugio y protección dentro de las fronteras de Irán. Esfuerzo sobre el cual la prensa internacional calla cuidadosamente (como ya calló las primeras derrotas iraquíes). Y todo ello, no se olvide, en un país empobrecido ya de por sí y en guerra sobre su frente occidental. La solidaridad islámica ha empezado a funcionar y dará bien pronto sus frutos. Amargos frutos para los colonialistas viejos y nuevos.
Demasiado a menudo el marxismo mundial ha instrumentalizado en beneficio propio las justísimas ambiciones a la independencia y a la libertad nacional del llamado tercer mundo y sólo para imponer a aquellas gentes una dictadura más brutal aún que la precedente apenas recién caída ésta. ¡Llegó la hora del ajuste de cuentas! El apoyo moscovita a la guerra de Saddam Hussein puede aplazarla un poco solamente. El imperio ruso, verdadero gigante con pies de barro, siente crujir cada vez más el muro de esas cárceles de los pueblos levantado durante casi 70 años. Sólo la connivencia-concurrencia con el imperialismo hermano de los salvajes civilizados, de los bestias americanos, puede dotar aún de munición a la propaganda mercenaria camuflada de ideologismos.
Una vez más todavía los dos vampiros que se han repartido los despojos de Europa y del mundo en Yalta, se sostiene mutuamente y se autojustifican en un bien planificado juego de las partes.
Pero es precisamente con relación a esto que la experiencia acumulada por la revolución islámica de Irán puede resultar preciosa para nosotros europeos, y para todos los pueblos amantes de la libertad y de la paz, y de la libertad más que de la paz. Para todos aquellos que en suma han comprendido de qué manera USA y URSS, bancas y multinacionales, partidos y sindicatos con las bendiciones papales, están empujando al mundo al borde del abismo para salvarse ellos mismos. Irán, ese Estado de Platón del siglo XX, representa cada vez más un punto de referencia obligado. Tampoco el chantaje nuclear "rinde" ya como antes; al contrario, empuja a los pueblos a escapar del papel de carne de matadero al cual las dos superpotencias los han destinado. Los viajes propagandísticos de los diferentes papas y las llamadas a la moderación (es decir, a la conservación) de todas las iglesias hacen cada vez menos mella, mientras que cada vez es más claro el cinismo que contienen. "La moderación es otra de esas palabras que gustan usar los agentes del colonialismo, que son moderados como todos los que tienen miedo o que piensan traicionar de alguna forma. El pueblo no es para nada moderado, decía Ernesto "Che" Guevara. Y si ciertos moderados "pastores de almas" en vez de intervenir en defensa de los intereses americanos en Irán hubieran actuado en su propio país de origen con la misma determinación que el Imam Jomeini en el suyo, hoy otro pueblo estaría en condiciones de recoger del fango la bandera nacional de la cruzada contra el ateísmo marxista y la ocupación extranjera.
¿Puede entonces ser exportada la experiencia iraní? La eterna pregunta de la historia se repite, ¿Qué hacer?
Es cierto, no nos hacemos ilusiones sobre el hecho de que un país no musulmán (y ni siquiera...cristiano) como es el nuestro, pueda seguir la enseñanza de Jomeini y el ejemplo de los mártires de la fe. Otras latitudes, otra fe, y sobre todo, ay de nosotros, otros pueblos...! Y sin embargo si se discrimina la enseñanza de esa revolución de sus contingencias y de su propia especificidad, subsiste todo cuanto basta para orientar en la dirección justa los esfuerzos de las vanguardias revolucionarias. Irán ha abierto el tercer frente; el frente de aquellos pueblos que, lanzados al reencuentro de las propias raíces étnicas y culturales, han sabido fundir tradición y revolución, han re-descubierto la sustancial unidad de éstas en una Revolución Tradicional planetaria que tiene escaso parangón en la historia del hombre.
En otro sitio habíamos trazado las líneas esenciales, tácticas y estratégicas, de política interna e internacional que nos proponíamos como modelo. Será suficiente subrayar aquí la importancia que reviste para nosotros la superación de los vacuos ideologismos que los extranjeros del este y del oeste nos han impuesto para dividirnos y someternos mejor. El materialismo, marxista o consumista americano, es una misma moneda con dos caras: si la moneda es falsa, y lo es, una de las dos caras vale tanto como la otra, y las dos sirven para engañar la buena fe de quien la usa en su nombre enriqueciendo a los falsificadores y explotadores de todo el mundo.
Pero primeramente la guerra revolucionaria se combate desde el interior, entre el pueblo, movilizándolo en torno a temas reales y vitales, y no como condescendiente retaguardia sino como vanguardia consciente. Ni detrás ni demasiado adelante a fin de no perder el contacto con las masas populares y la realidad mucho antes aún la Gran Guerra Santa debe librarse, con el ejemplo cotidiano, en nosotros mismos. "El auténtico individualismo significa todo el individualismo al servicio absoluto de una comunidad". Es siempre Ché Guevara quien nos lo recuerda. ¿Y acaso no es éste el ideal del hombre integral alabado ya en Platón por boca de Sócrates? "La más grande lucha, enseña el platónico Jomeini, es aquella que trata de romper las cadenas que nos atan al mundo, matando en nosotros el amor por las cosas terrenales"... Los agentes del imperialismo tienen miedo al Hombre, en la verdadera acepción de la palabra.
Así pues, para combatir al imperialismo es preciso antes de nada convertirse en hombres; hombres totales, esto es hombres que aun luchando en este mundo, estén ya más allá con el deseo y la voluntad. Sólo quien haya sabido matar verdaderamente el mundo en sí mismo podrá conquistar la Tierra entera.
Si el "poder" es el objetivo estratégico sine qua non de las fuerzas revolucionarias y todo queda subordinado a esta gran tarea, Guevara añade que "el soldado guerrero debe ser un asceta". Y no es solo una singular coincidencia que lo que uno de los más grandes guerreros-ascetas de la historia moderna ha teorizado y vivido personalmente, la revolución iraní lo viva y lo practique cotidianamente. Esto es válido siempre y bajo todos los cielos. Quien no tiene ya deseos personalistas, ambiciones materiales y mundanas, quien no teme la muerte ni, peor aun, la vida ¿qué puede perder en la lucha si no las cadenas propias y ajenas? ¿Cómo hacerlo? Nos lo dice también Che Guevara. "Nuestra libertad y la acción cotidiana que la sostiene tienen el color de la sangre y están repletas de sacrificio". Nuestro sacrifico es consciente, es la cuota que pagamos por la libertad que construimos. El camino es largo y en parte desconocido; conocemos nuestros límites. Haremos el hombre del siglo XX: nosotros mismos. Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. La personalidad tiene el papel de movilización y dirección, porque encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa del camino correcto. Quien abre la columna es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos, el partido. La arcilla básica de nuestra obra es la juventud; en ella está puesta nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.
Nuestra lucha será ciertamente larga como larga fue la preparación y la espera del Imam Jomeini. Esa venganza que no es más que la Justicia de los pueblos es un plato que se sirve frío: "Oh Señor mío, ¿cuán feliz seré/ viendo la venganza que, amarga,/ vuelve dulce la ira de tu secreto? " (Dante, Purgatorio XXXIII, 43-45). ¡Aunque fuera todo el tiempo que transcurrió hasta que la casa de Francia pagara por el suplicio en la hoguera de los Templarios a manos de Felipe el Hermoso, nosotros realizaremos el juramento de Joaquín Murrieta bajo los azotes de los americanos que torturaban su cuerpo: "Diez de los vuestros por cada latigazo recibido"!
La guerra de los desheredados de la Tierra ha sido declarada; es total y sin remisión. Será continental o no será. A quién nos objete que nada tenemos que compartir como europeos con esas gentes y sus problemas, les podremos responder con U. Martí que "todo verdadero hombre debe sentir sobre su propia mejilla la bofetada dada en la mejilla de otro hombre". Por lo demás, a quien no haya todavía comprendido, después de tanto tiempo, que en la sociedad planetaria de la civilización materialista, del capitalismo cosmopolita , del internacionalismo marxista y del sionismo mundialista no se puede combatir con la óptica miope del pie en casita, que el revolucionario del mañana estará en su patria en cualquier parte donde se luche por su idea del mundo, que nada sucede en el más remoto ángulo de las antípodas de la tierra que no tenga una más o menos inmediata consecuencia para nosotros; a quien no tenga conciencia de esto no vale la pena responderle. La vileza pasotista conoce los más retorcidos razonamientos y autoconvencimientos para permanecer pasotista y vil.
Para nosotros la lucha del pueblo iraní hoy es nuestra misma lucha, Irán es el destacamento avanzado del frente común; del mismo modo que nuestra lucha política deberá ser la suya algún día, hasta fundir nuestras banderas en el símbolo del tulipán de los mártires. ¡Hoy somos todos iraníes!
Los intelectuales mercenarios de la burguesía en el poder, hablando y escribiendo para defender con los intereses de sus amos sus propios intereses (el mendrugo cotidiano y la existencia individual y de "casta"), nos han dicho siempre que aquel que ha querido crear el paraíso en la Tierra terminaba reduciéndola a un infierno. Nosotros, que hemos conocido el infierno de este mundo, el reino de la democracia y el embrutecimiento del materialismo y la persecución en sus distintas formas, podemos finalmente combatir, aquí y ahora, para conquistar nuestro paraíso. Y si conseguimos ser soldados dignos de la Grande como de la Pequeña Guerra Santa, solamente entonces podremos entrar en los "Jardines de Allah". Pero los Jardines de Allah, es notorio, florecen sólo a la sombra de las espadas...
¡Allah Akbar!