PROYECTO M20 "NUESTRAS BASES" (XI)
CUESTIONES IDEOLÓGICAS (d) República laica supraconfesional La tercera idea-fuerza, la República laica integradora, es otra faceta indisoluble de la Comunidad-Proyecto, del «Imperium». Antes de seguir, recordamos el grave problema que representa no sólo la pérdida del sentido de las palabras, sino la subversión literal de las definiciones en Occidente, debido al proceso constante de «neolenguaje» practicado por sus agentes, que confunden e impiden la comunicación normal a la hora de analizar, explicar y proponer las cosas. Uno de los términos más maleados es «laico» y «laicidad», ya que, tanto por parte de grupos sectarios como de fuerzas antirreligiosas, cuando esgrimen tales términos están abogando por una cruzada contra otra religión o contra cualquier manifestación de sacralidad. Así, para ellos, laicidad no es sinónimo de neutralidad o imparcialidad, sino de beligerancia laicista y sectaria contra unas religiones concretas o bien contra todas ellas. Lo que tenemos, con las reclamaciones de laicidad, es lo que suele ocurrir en el «Mundo Libre»: lo que esconden muchas reclamaciones de defensa de la libertad, no es la libertad para todos, sino la libertad exclusivamente para unos; de igual forma, muchos que hablan de neutralidad del Estado y de laicidad están enmascarando la defensa del laicismo, entendido como herramienta de combate antirreligioso (antirreligioso real) para erradicar cualquier manifestación pública del fenómeno religioso o de otras confesiones. (º1) Clericalismo y laicismo: primos hermanos Ante el enturbiamiento general propiciado por la «Ceremonia de la Confusión» que vivimos, aclaramos que los asuntos del laicismo y del clericalismo, de la laicidad y de la confesionalidad, y de la indiferencia y la religiosidad, son de naturaleza bien distinta, ya que son manifestaciones de tres planos diferentes. - Laicismo y clericalismo se mueven en el orden ideológico con claras implicaciones político-sociales. - Laicidad y confesionalidad guardan un componente ideológico (aunque no tienen porqué identificarse con las ideologías antes citadas), pero se refieren al espacio político-institucional. - Por último, la indiferencia y la religiosidad son hechos pertenecientes a un orden de fenómenos totalmente distintos de los antedichos: el antropológico. Por desgracia, en la vida diaria y la sociedad del espectáculo estos planos se entremezclan. No interesa distinguir las cosas, sino dar rienda suelta a las filias y fobias de cada clientela «laica» o «religiosa». Clericales y laicistas comparten como base de su posición el resentimiento y la fobia por todo lo que no comprenden ni quieren entender, sentimientos que tendrán orígenes ligeramente distintos, pero que en realidad les hace igualmente insoportables y engreídos, quejumbrosos y sectarios, victimistas y patéticos. Clericales y laicistas son presentados como polos antágonicos y así lo creen ellos. En realidad, son primos hermanos. Porque los laicistas son la versión postmoderna y pijo-progre de un clerical, sólo que en lugar de tener un dios y seguir los símbolos con devoción o por interés, buscan circuitos de inserción, enchufe y seguidismo propios de la sociedad ultraliberal del espectáculo donde se reconocen, y a la que quieren «limpiar» de residuos «oscuros». Por su parte, los clericales son, en realidad, los precursores más bien torpes y moralistas de la desacralización y el nihilismo pasivo que hoy completa y consuma la lógica del desarraigo y el universalismo abstracto. No obstante, la desaparición del clericalismo es cosa de tiempo y en pocas décadas su clientela se verá reducida a expresiones anecdóticas. Y no por «la inevitable marcha del progreso» sino por los nuevos modelos de consumo, el triunfo de los lenguajes publicitarios y la abolición de toda pregunta que no pueda ser satisfecha con la tarjeta de crédito (aunque ésta fuera de una «entidad religiosa»). El laicismo es un fenómeno que corre paralelo a la creciente afirmación del egotismo puro en el que ninguna instancia está por encima de las «decisiones» (más bien caprichos, ocurrencias y deseos inducidos) del individuo atomizado al que los medios de manipulación, las agencias publicitarias, el discurso oficial y las campañas electorales convencen que es «libre». El laicismo es uno de los envoltorios con que se presenta el nihilismo pasivo. Es una pseudo-religión de resentidos que, sin embargo, se acomodan en el desorden establecido y desplazan, como los extremistas, las prioridades políticas hacia sus obsesiones personales. El laicismo no reconoce sus antecedentes pero el hecho que un hijo no reconozca a su padre (o viceversa) no cambia el vínculo genético existente entre ambos. (º2) El socialismo comunitario ante el hecho religioso Quede claro que nuestra alternativa laica no sólo no es antirreligiosa, sino que se atreve a considerar, con la seriedad que merece, el fenómeno religioso y la dimensión espiritual en el hombre. Y ello por dos motivos de vida o muerte, perentorios para nuestro pueblo y el planeta: - En primer lugar para entender (cosa que el laicismo es incapaz) cómo se viene instrumentalizando y pervirtiendo lo religioso, y cómo su carga imaginaria simbólica sentimental resulta muy útil al Sistema en múltiples ocasiones y sentidos (por ejemplo, para apoyar la tesis del Choque de Civilizaciones, esconder las causas de la miseria provocada por el neocolonialismo, demonizar naciones víctimas del imperialismousaco, o justificar «limpiezas» étnicas como la ejecutada por el sionismo). Sólo reconociendo correctamente los fenómenos religiosos puede combatirse la instrumentalización y contrarrestar la perversión de tales fenómenos por el Sistema. Éste es otro aspecto que nos distingue de los simplistas, como aquellos que han querido acabar con las guerras condenando la violencia y suprimiendo las armas, o impedir las facciones políticas fomentando la despolitización de los pueblos, «soluciones» que han venido a ser como intentar acabar con los accidentes mortales de tráfico prohibiendo la rueda, o apelando al «buen rollo» o al «talante» entre automóviles. - Y en segundo lugar, porque reconocemos que el hombre tiene una articulación tripartita: espiritu, alma y cuerpo. Afirmamos asimismo la primacía del Espíritu no sólo sobre lo físico, sino, sobre todo, sobre lo psíquico y anímico. Observamos que las religiones han sido hechos fundamentales en el devenir humano. La función principal y legítima de las mismas ha consistido en ofrecer métodos de realización personal que unifiquen al hombre, que le permitan el dominio sobre sí mismo y puedan liberarlo de las presiones exteriores. Confirmamos que toda visión legítima y no reduccionista del mundo jamás ha considerado la vida como un simple juego de factores materiales. Lo espiritual ha sido resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos. La civilización materialista (no necesariamente atea: pues se puede ser ateo e idealista; de la misma forma que muchos son «creyentes» y profundamente materialistas, como vemos actualmente) no ha hecho más que crear sucedáneos para estrangular o desviar este resorte. En la medida en que las religiones han recordado esta dimensión fundamental, han tenido un papel justo y necesario. Vemos absurdo y contrario a la naturaleza constitutiva y auténtica del hecho religioso la imposición a la fuerza o la coacción de las conciencias, por parte de cualquier creencia o práctica religiosa. Pero sobre todo indicamos como totalmente contrario a la República Comunitaria cualquier intento en tal sentido, a corto o largo plazo. Nos da igual que ese objetivo se pretenda desde posiciones dogmáticas («obligación moral de reconocer» que tal fe u otra es «la única y verdadera»); o que tal propósito se anuncie ofreciendo pretextos utilitarios para buscar la paz, la seguridad, o la cohesión nacional (criterios igualitaristas que sostienen que la paz social, la seguridad y la cohesión nacional se consiguen a través de la uniformización y anulando completamente las personalidades e inquietudes de los miembros de una sociedad; es la creencia absurda que «si los átomos fueran exactamente iguales, no habría motivo para conflictos entre ellos»); o que ese fin se justifique con posiciones historicistas («exigencia de fidelidad a una línea unívoca de nuestros antepasa-dos o de anteriores ocupantes de un territorio»); o que se den hipócritas excusas humanitarias (última variante del acoso sectario) porque otras confesiones «van contra los derechos humanos», dadas precisamente para conculcar los tan presumidos derechos fundamentales de las personas. (º3) Ante el pasado y presente de la religión en Europa y de los europeos Sabemos que durante mucho tiempo, en casi todos los Estados europeos, se consideró y se trató a los hombres como súbditos y se voó normal que estuvieran obligados a adoptar la misma religión que la del príncipe (o adoptar el príncipe la religión de la mayoría de sus súbditos). Como todo el edificio político y la unidad del reino descansaba en las lealtades personales, se estimaba que las diferencias de creencias, ritos y códigos morales rompían esos lazos de unión basados en tales lealtades. Recordamos que, para el Patriotismo crítico, que algo se hiciera en el pasado (y fue tan sólo un pasado entre otros pasados) no ha supuesto jamás punto alguno para aceptar que se deba repetir o defender. Para nosotros «el pasado no es peso ni traba», sino, en todo caso, acicate para «emular lo mejor». Como cantaban algunos combatienetes en la Guerra Civil reflejando la absurda posición de los tradicionalistas: «si mi padre se tirara de lo alto de un balcón, yo también me tiraría por seguir la tradición». Con el triunfo de las Revoluciones Atlánticas el hombre se convirtió en ciudadano y sujeto individual de unos derechos y deberes establecidos por una misteriosa «Voluntad General», con sus contratos y convenciones sociales. Al menos en apariencia, al ciudadano no se le obligaba ni se le impedía ninguna aceptación religiosa: se le pedían unas obligaciones «contractuales» privadas y unas obligaciones públicas seculares. Pero aquel ciudadano era un ser reducido a la condición de «socio», un «átomo agregado» con derechos y deberes privados y con derechos y deberes impuestos, presuntamente, por la «Voluntad General» (en el fondo, por la soberanía de la clase capitalista) y a la búsqueda supuesta del bienestar (en realidad, a la búsqueda de mayor beneficio para la oligarquía). Frente a las concepciones de súbdito y de ciudadano-agregado, nosotros afirmamos el concepto de miembro de la Comunidad o ciudadano comunitario. En tanto y cuanto que la Comunidad que ofrecemos afirma la primacía del resorte espiritual sobre las simples condiciones materiales, la necesidad de recuperar el sentido espiritual en la existencia, restaurar la unidad en el hombre y lograr el equilibrio con la naturaleza y lo Sagrado, nuestra República trasciende los límites (sin anularlos) de cada adscripción religiosa: no busca la cohabitación social y estatal entre hombres y pueblos de distinta religión o sin religión negando la dimensión de lo Sagrado, como hace el laicismo, sino la unidad y la plena cooperación de los mismos afirmando esa dimensión y remitiendo a cada esfera «celular» la resolución de las relaciones entre esa persona y lo Sagrado. Nuestra República resuelve el problema trascendiendo los límites de cada ads-cripción religiosa: todo dentro de la Comunidad-Proyecto, nada, excepto los que niegan sectariamente a los demás (con excusas profanas o dogmáticas) fuera de la Comunidad-Proyecto. (º4) Nuestra propuesta de Estado Laico Creemos que proponiendo una estricta separación del Estado de las distintas confesiones religiosas existentes en España, es posible avanzar en el Socialismo Patriótico, al igual que la resistencia al Sistema debe constituirse aparte y conducirse independientemente respecto de las diferentes confesiones. La separación debe establecerse desde el plano de igualdad. Esto significa que para el Socialismo Patriótico, aún reconociendo que unas tienen mayor presencia social que otras, esto no se traduce en preferencias. El Socialismo Patriótico se dirige a todos los españoles por igual, creyentes, agnósticos o ateos, de la fe mayoritaria o de las minoritarias. Si no fuera así, ni sería socialismo ni sería patriótico. Dentro de los parámetros ideológicos de la Comunidad-Proyecto, creemos que la educación compete eminentemente al Estado Político. Esto significa que impulsaremos, dentro de un proceso lógico y coherente con otras propuestas, que la República asuma de forma progresiva la tarea de formar a las futuras generaciones en los valores de Justicia, Libertad, Solidaridad y Complementariedad. Referente a la formación religiosa creemos que eso es competencia de las distintas confesiones y no materia docente. En consecuencia serán las distintas confesiones quienes se doten de los mecanismos oportunos para cubrir la demanda de sus feligreses. Vemos necesario el establecimiento de políticas que permitan la normal convivencia de las confesiones religiosas presentes en España y en Europa, y de normas que diseñen el marco de actuación de las instituciones religiosas y sus clérigos, estableciendo claramente la diferencia entre su labor de apostolado, y una labor ideológica político social. Aquí sí que debemos entrar nosotros, sin titubeos, cuando las declaraciones o acciones de los representantes religiosos atenten contra nuestros valores y las necesidades comunitarias. |
15 comentarios
Alfredo -
beeeeee.
hroing hroing.
guau guau.
Alfredo -
El papel de las religiones -
Lo espiritual ha sido resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos.
La civilización materialista (no necesariamente atea: pues se puede ser ateo e idealista; de la misma forma que muchos son «creyentes» y profundamente materialistas, como vemos actualmente) no ha hecho más que crear sucedáneos para estrangular o desviar este resorte.
En la medida en que las religiones han recordado esta dimensión fundamental, han tenido un papel justo y necesario»
Enemigos jurados de la Patria y la Justicia -
«Aquí sí que debemos entrar nosotros, sin TITUBEOS, cuando las DECLARACIONES o ACCIONES de los representantes religiosos ATENTEN contra nuestros valores y las necesidades comunitarias».
Es decir, todos los que encabronen más el ambiente para provocar choques sectarios (una variante de las «Guerras Sociales» que atiza el Sistema) son enemigos jurados de la Patria y la Justicia.
Los mismos perros con distinto collar -
sentimientos que tendrán orígenes ligeramente distintos, pero que en realidad les hace igualmente insoportables y engreídos, quejumbrosos y sectarios, victimistas y patéticos».
Alfredo -
Gora Polla -
Comentario porcino -
Y son cerdos con años. No podemos echarle la culpa a la LOGSE.
Alfredo -
Toma ya -
Les agrada M U Y P O C O -o no les agrada N A D A - esta situación en la que tenemos que "ir tirando" o "escapando" de escondite a escondite para que "no nos pille los cuernos del toro".
A la mayoría le gustaría probar a vivir en "otra casa".
Pero a una mayoría de españoles les da miedo o pereza -o ambas cosas- la mudanza.
Quisieran una mudanza "zapping". Pero eso no puede ser.
Y así estamos como estamos.
pasaba por aqui -
Toma ya -
Es decir:
--- C E R O ---
Alfredo -
ANTAGONISTAS -
- El término "laíco" es de origen griego y viene a significar "perteneciente al pueblo" (laos=pueblo)
-La iglesia, cuerpo de Cristo, es también "pueblo de Dios", compuesta en su mayoria por fieles "laicos", no-ordenados religisiomente
-No existe una "religión" cristiana. Cristo es la Religión de la Iglesia.
- Puede incluso afirmarse lo contrario también: solo hay una Religión y es Cristo porque solo (en Juan) El bajo del Padre y solo El subirá al Padre (religión:de re-ligare , segun el teólogo protestante K.Barth)
-Iglesia solo hay Una, Santa, Católica y Apostólica, como dice el Credo de Nicea-Constantinopla. No se especifica que sea la "romana", aunque nadie duda de su primacía
- Es por eso que se ha dicho "extra eclesiam nulla salus".
- Un Estado verdaderamente laico, es decir del Pueblo y para el Pueblo; no es un Estado "laicista" o antireligioso; sino exclusivamente no-confesional, porque si lo es para todo el pueblo lo es tanto para el de Dios como para el sin Dios
-La Iglesia, por lo demás no dice otra cosa; que -en realidad- quiera otra cosa,es distinto; pues no es competencia de nadie juzgar intenciones y menos aún las presuntamente ocultas.
Explicación -
Al igual que la resistencia al Sistema* debe constituirse aparte y conducirse independientemente respecto de las diferentes confesiones.
La separación debe establecerse desde el plano de igualdad. Esto significa que para el Socialismo Patriótico, aún reconociendo que unas tienen mayor presencia social que otras, esto no se traduce en preferencias.
El Socialismo Patriótico se dirige a todos los españoles por igual*, creyentes, agnósticos o ateos, de la fe mayoritaria o de las minoritarias.
* Resistencia al Sistema, y por consiguiente, resistencia a los «valores occidentales» que son la cobertura falaz del Sistema.
* Con la excepción de los cerdos que tenemos la desgracia de contar como «paisanos», «cerdos del país» que, encima, son tan tontos de remate como seres abyectos y serviles.
El Socialismo Patriótico tiene para ellos una hermosa «solución final» con campos de trabajos forzados.