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"EL TIGRE BLANCO"

http://alfonsobeltran.blogspot.com/

LLEGÓ LA HORA: ESTAMOS EN "PROYECTO 20 DE MAYO"

LLEGÓ LA HORA: ESTAMOS EN "PROYECTO 20 DE MAYO"

Terminada  su etapa de agitación político-cultural responsable y permanente, el Blog "Antagonistas" concluye a fecha de hoy su labor específica e independiente, tras más de cuatro años de presencia efectiva en la Red y fuera de ella.

Agradecemos a nuestros redactores, colaboradores, seguidores, críticos, amigos y enemigos, camaradas y contrincantes, su empeño y su dedicación, su oposición y su antagonismo durante estos últimos años.

La brecha está abierta y el combate continúa. 

Es el momento de pasar a la Acción y economizar esfuerzos.

Es el momento del Proyecto M-20

Y como siempre:

"¡Con los Oprimidos; Contra los Opresores!"

LIBERTAD-DIGNIDAD-INDEPENDENCIA

Os esperamos

http://www.proyectom20.es/

MAÑANA SÁBADO TODOS EN LA PUERTA DEL SOL: ¡RESISTIR ES VENCER!

MAÑANA SÁBADO TODOS EN LA PUERTA DEL SOL: ¡RESISTIR ES VENCER!

La Junta Electoral Central, instrumento represivo del Régimen Juancarlista, ha decretado el desalojo de los manifestantes acampados en la Puerta del Sol.

Hacemos un Llamamiento General a todos los Ciudadanos, Antagonistas y Resistentes de la Comunidad de Madrid para que acudan mañana en masa  -jornada perdida de (ir)reflexión y atontamiento de la Democracia de mercado española- al centro de Madrid en defensa de la Libertad, de la Dignidad y de la Justicia de esta Comunidad Popular espontánea en Lucha y en Marcha por un Destino mejor y por una sociedad mas Justa.

Estamos con ellos.

Somos una Milicia No-Violenta, crítica, creativa y revolucionaria.

Somos Soldados-Políticos antagonistas de la democracia liberal-capitalista y del Régimen estatal juancarlista.

Hay que defender las posiciones conquistadas.

Si la Verdad debe escribirse con sangre ¡Que sea la nuestra!

 

¡TODOS CONTRA EL RÉGIMEN; NADA CON EL RÉGIMEN!

Vincenzo VINCIGUERRA: "EN LA MUERTE DE UN VOLUNTARIO"

Vincenzo VINCIGUERRA: "EN LA MUERTE DE UN VOLUNTARIO"

 

Fuente: www.marilenagrill.org

Trad: A.B.A

El júbilo con el que se ha recibido en Israel la noticia de la muerte de Vittorio Arrigoni en Gaza, nos hace sospechar que lo que ha armado la mano de sus asesinos no ha sido la locura o el integrismo islámico, como con total mala fe sugieren políticos y periodistas italianos, sino una refinada operación de “intoxicación” por parte de los servicios secretos israelíes, que entre  la población de Gaza cuentan sin duda con confidentes y colaboradores insospechados.

En clima en el que se vive en Gaza no es difícil inducir dudas en las mentes más débiles y suspicaces de que un extranjero, residente estable en la zona, capaz de ganarse la confianza de la gente sea, en realidad, un agente de los servicios secretos italianos que son, notoriamente, subalternos de los servicios americanos e israelíes.

Hacer eliminar un enemigo por parte de aquellos mismos a los que ayuda, a los que apoya y por cuya causa lucha, no supone novedad alguna porque con igual método los franceses, durante la guerra de Argelia, consiguieron hacer fusilar por sus mismos compañeros a los dirigentes del Frente de liberación nacional considerados más peligrosos que el resto.

Por lo demás, Arrigoni fue secuestrado para ser interrogado y asesinado, como confirmación de que sobre el pesaban sospechas que su conducta y su actividad no podían haber levantado, si éstas no hubieran inducidas por otros en sus asesinos.

No es el primer italiano que muere en gaza y en Palestina, otros han  muerto a manos directas, en aquellas ocasiones, de los israelíes que desde el primer momento lo negaron y que, después, ante las evidencias han expresado sus rituales disculpas.

Estos italianos, políticos y periodistas, lo han olvidado ya, porque sólo publican titulares y noticias de los que mueren a manos de los “integristas” islámicos a fin de complacer a la propaganda israelí.

Esta vez, sin embargo, les ha salido mal porque la familia del voluntario ha expresado su desprecio por Israel hasta el punto de exigir que el cadáver del joven no cruzara por su territorio.

En suma, los especialistas de la explotación de la muerte no han tenido, en este caso, posibilidad de especular y harán cualquier cosa para hacer olvidar lo más pronto posible la muerte de Vittorio Arrigoni, y su compromiso por la causa palestina.

Para nosotros, en cambio, la muerte de Arrigoni se añade a las de millares de palestinos a los que nadie ha dedicado jamás una línea o un programa de televisión.

Una muerte, la del voluntario italiano, que coloca en primer plano la tragedia de un pueblo recluido en un enorme campo de concentración, sometido a todas las vejaciones, sujeto a cualquier represalia militar israelí, ante la indiferencia mundial y de esa Italia política que, sin excepciones, no tiene el coraje ni la dignidad de alinearse de parte de la sangre contra el oro, de lo justo contra lo injusto.

Lo hizo Vittorio Arrigoni, y ha pagado el precio más alto, el de su joven vida.

No será olvidado.

Otros hay desde siempre comprometidos a favor de los palestinos, de su causa, de sus niños, de sus mujeres.

Otros más se unirán porque todavía existen que saben ponerse de parte de los oprimidos y de los justos, como Vittorio Arrigoni y por uno que sea asesinado otros miles seguirán adelante, no en nombre de una paz que en Palestina ha sido negada desde hace casi tres siglos sino de la justicia, a cuya causa quien se considere hombre no podrá renunciar jamás.

 

 

Vincenzo Vinciguerra, Opera 5 de mayo  2011

 

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PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (y XIII)

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (y XIII)

III Apoyo crítico a los movimientos de Liberación Nacional

 

 

(a) Nada en Europa por hoy

 

Constatamos lo que es evidente: la actual Europa es un erial polí­tico y social. Por ahora sólo he­mos visto bullicios oca­sio­nales en Grecia, y protestas sectoriales en Rumanía, Francia o Gran Bre­taña. Al día de hoy, no existe en el horizonte europeo ningún movimiento en marcha de liberación nacional. Ni existe ni se le espera. Por lo tanto, quedan automáticamente des­califi­cados todos aquellos grupos que hablan de una «Lucha por Euro­pa», de un «Movimiento Anticapitalista global», de una «Re­vo­lu­ción Nacional» europea o de una «Red antisistema inter­na­cionalista», como si todo ello estuviera en marcha o en curso. Y como si todos fuéramos unos necios, idiotas o nos gustara jugar con fan­ta­sías. Si el panorama europeo no fuera ya los suficien­te­­mente triste y políticamente devastador, quizás nos movería a risa. Pero encima hay que aguantar pregoneros de «fantasías in­capacitantes».

 

Durante mucho tiempo hemos escuchado a quienes se ex­cu­saban en la ausencia de condiciones objetivas para no hacer nada o para seguir jugando en recreos senti­mentales. Conforme avanza la crisis, nadie puede negar que esas condiciones obje­tivas maduran cada vez más. Algunos lo sabía­mos y lo decía­mos: lo que falla­ban no eran las condiciones objetivas, sino las con­diciones subje­tivas de tantos llamados «rebeldes», «incon­for­mistas», «antisistemas» o «disidentes». Ya no hay excusa. Lo que falla estrepitosamente en España, y en el resto de Euro­pa, son las condiciones sub­jetivas para cambiar las cosas por parte de los mismos autollamados disidentes.

 

Porque otro hecho muy significativo descalifica también por completo a estos pre­goneros que ha­blan de luchas, liberaciones y revoluciones completamente ine­xis­tentes: su desprecio por las lu­chas contra los opresores, hacia los movimientos de liberación y revoluciones reales que se producen allen­de los mares y mon­tañas de Europa. Esta postura, además de sus fantasías pueri­les, y su au­sencia de com­promiso serio, es lo que les delata sobre todo.

 

 (b) La Prensa del Régimen ante la esperanza en Oriente Medio e Hispanoamérica

 

La «Perrera mediática» de la derecha y el «Imperio media­pro­gre» españoles coinciden en lan­zar continuas campañas de cri­mi­na­lización contra los gobiernos de dos realidades concretas en el mundo: la República Islámica de Irán, y los movi­mientos emer­gentes y con perspectivas de cambio en Iberoamérica. Ambas rea­lidades destacan actualmente, no sólo por no some­ter­se a los desig­nios del criminal-imperialismo angloamericano, sino por ser ejemplo y base de apoyo para otras na­ciones y mo­vi­mientos que luchan por sacudirse de encima tanto el dominio político-militar de las potencias imperialistas como las relaciones abusivas mundiales del Sistema Global.

 

Para nosotros, esto ilustra a qué intereses sirven los medios de manipulación de masas espa­ñoles, tantos los «liberal-dere­chis­tas» como los «progresistas». Por mucho que algunos de ellos se hayan mostrados ácidos con la administración Bush (más bien la han ridiculizado o descalifica­do, pero sin cuestionar sus­tan­cialmente el papel de los EEUU), o se refieran a los «espe­cu­lado­res financieros» como directos responsables de la crisis que padecemos, o hablen, de vez en cuando, de los «ex­cesos» del ente sionista, lo cierto es que la totalidad de los medios se han apuntado al bombardeo de aquellos gobiernos y fuerzas que, realmente, ofrecen resistencia a los designios hiper hegemóni­cosde EEUU, denuncian con ahínco los estragos del capita­lismo y se oponen, en la teoría y en la práctica, al estado más racista del mundo (que lo es para asegu­rar a los EEUU un porta­aviones permanente en el co­razón del «Viejo Mundo»).

 

Si bien la «Perrera mediática» de la derechona no esconde su de­terminación en lo­grar que Espa­ña sea, cada vez más, acólita del imperialismo usaco, y defiende, cada vez con menos com­ple­jos, más vueltas de tuerca antisociales para asegurar las ga­nan­cias de la clase capitalista, y tampoco es­conde su admi­ración por las prácticas terroristas y genocidas del ente sionista (en las que se re­conoce abier­tamente), los me­dios progresistas mantienen ciertos reparos con respecto a todo esto. ¿Es miedo? ¿es esquizofrenia? En el fondo no. Sencillamente es un reparto de papeles. La «Iz­quierda colabora­cionista» cumple su papel de «conciencia moral» o maquillaje del imperialismo an­gloamericano, del Sistema Capitalista y del racismo auto­mesiá­nicosionista, como lo es en Italia, en Francia, en Alema­nia, en Gran Bretaña y en el resto de Europa.

 

El progresismo confirma ser una izquierda de diseño al servicio de la Alta Burgue­sía. Mantiene el «tic» de escandalizarse o pro­testar, por cuestiones de forma mu­chas veces, o cuando ciertos efec­tos del Sistema son difíciles de ocultar. Pero el pro­gre­sismo está estrechamente incardinado al po­der establecido y junto a la dere­cha conforma el Partido Americano en Europa. Sus porta­voces al­zarán la voz afeando ciertas cosas que hace Occidente; pero siempre se ponen del lado occi­den­tal a la hora de atacar a quienes resisten de verdad y quieren levantar alternativas reales. Y no es sólo el progresismo. Actualmente, casi toda la llamada izquierda es «Izquierda sistémica», y como seña­lábamos, los elementos de la extrema izquierda no se dis­tinguen ya, en su fa­na­tismo pro sistémico de hecho, de los sicarios de la ultra­de­re­cha que representan un refuerzo pasional etno-mítico-reli­gioso del Sistema.

 

 (c) Una lucha imprescindible y un apoyo inexcusable

 

La época del llamado «Estado del Bienestar» fue sólo un esta­dio en la adaptación del Sistema Capitalista tras la Guerra Civil española y la derrota de los fascismos en 1945. Fue una fase de pre­vención, así como de extensión de una masa de consu­mi­dores. Mientras existió la Unión Soviética y partidos comunistas fuertes en Oc­cidente, el Sistema Capitalista fue propenso a re­conocer dere­chos sociales (y no sin lucha) como contrapeso ante el temor del avance del comunismo. Pero al caer el co­mu­nismo, el Sistema, al no encontrar oposición, reinició imparable su programa liberal-mundialista promoviendo la desvertebración de los estados y lanzándose, como excavadoras sio­nistas sobre casas palestinas, al asalto y derribo de las con­quistas sociales, ante unos pueblos y unas clases obreras doblemente alienadas: «desnacionalizadas» y sin referencias patrias (por causa, entre otras, de la izquierda internacionalista); y domesticadas y ador­mecidas por décadas de reformismo, pri­mero post-marxista, y después social-liberal.

 

(º1) La Re-nacionalización y la Recuperación de la conciencia de clase 

 

El progresismo europeo ha realizado un servicio inestimable al capitalismo. Sin referencias na­cionales (se dejó que las dere­chas patrioteras siguieran apropiándose y desvirtuando esas re­fe­rencias), y sin referencias de clase, los trabajadores nos hemos quedado aislados.

 

Hemos señalado que el enemigo inmediato es el Régimen, pero nuestro enemigo mayor es el Estado-Mercado Atlántico. La lucha contra lahiperhegemonía anglo­americana y el mun­dia­lismo capitalista es tarea imprescindible para los militantes so­cialistas españoles. Todos deben com­prender que Partido Úni­co de la Alta Bur­guesía y Partido Americano en España son la misma cosa. Los EEUU son, hoy, la principal base de anclaje del Sistema Capitalista Mundial. El eje es único, el mundo es único y la lucha es única. Y hoy más que nunca se cumple esta verdad.

 

Re-nacionalizar a los trabajadores pasa, ineludiblemente, por comprender la nece­sidad de libe­ración nacional frente al impe­ria­lismo y su «alter ego» el mundialismo capitalista. Si no existe un estado libre, es decir, soberano, no pueden existir ni tra­­bajadores ni ciudadanos libres. Lo hemos dicho: el enemigo inmediato es uno, a la vez social y nacional: Partido Único de la Alta Burguesía / Parti­do Americano en España. Pero esta libe­ración nacional también está estrechamente ligada a la exi­gen­cia nacional contra los neofeudalismos y etnicismos, e impedir más des­ver­te­braciones de los estados. La lucha contra el Esta­do-Mercado exige luchar contra los Estaditos Étnicos, tan que­ridos por ciertas ultraderechas, y contra los neofeuda­lismos aceptados de facto por las extremas izquierdas: neo­feuda­lismos y etni­cis­mos son alimentados por el mundialismo para seguir socavan­do las soberanías y debilitando los estados, así como para mantener la Guerra Social en el interior de las na­ciones. Así pues, re-nacionalizar a los trabajadores y recuperar la conciencia de clase forma parte del mismo proceso. Y tanto como la necesidad de generar movilizaciones sociales para contrarrestar la ofensiva liberal que aspira a extender, aún más, el Reino de la Precariedad, la conciencia de clase incluye tam­bién, ne­ce­sa­riamente, tomar conciencia de la enorme depen­den­cia que sufren las economías reales con respecto a los «Amos del Mundo»: las finanzas trans­nacionales.

 

La lucha contra el Sistema y por la justicia se realizará desde la defensa de las so­beranías na­cionales, buscando la confor­mación de bloques geopolíticos con fuerza suficiente para re­sistir al imperialismo yanqui-sionista y el mundialismo capita­lista. No será posible hacerlo de ninguna otra forma. El «dere­cho de autodeterminación» sólo podrá esgrimirse para lo que siempre ha servido en la historia: para dividir el campo ene­migo. Para que un estado pueda ser soberano es nece­sario que sea ca­paz de disponer y desarrollar sus recursos humanos y materiales, y para lograr tal capa­cidad debe estar unido, no sólo por dentro, sino con otros estados que com­partan la mis­ma meta. Y para que los estados puedan revertir sobre sus pue­blos los beneficios del desarrollo, de­ben defender su sobe­ranía. Cierto es que un estado so­berano no implica en sí mis­mo la sobe­ranía nacional que busque la justicia. Es lo que pasa en las sociedades capitalistas: existe una sobera­nía de clase (la de la Alta Bur­guesía, «nacional» o extranjera) sobre las demás. Pero sin so­bera­nía, ni se puede hacer justicia, ni se puede llevar a cabo política viable alguna para los pue­blos. Y para que un estado o un bloque geopolítico puedan cumplir esos obje­ti­vos, junto a unos tra­baja­dores con conciencia de clase, han de existir unos pueblos con conciencia y dignidad nacional.

 

En resumen: la guerra por el trabajo y la justicia va inexora­ble­mente ligada a la re­construcción nacional y soberana de los estados. El avance liberal capitalista va unido al imperialismo nortea­mericano y su expresión máxima, el capitalismo mun­dial, y se construye sobre la desvertebración y colonización política y económica de los estados nacionales.

 

Por eso cualquier lucha social debe ser, en esencia, nacional y anti-imperialista. Si no es anti-imperialista no es nacional, si no es nacional no es social.

 

(º2) Apoyo crítico a los estados y movimientos de resistencia y liberación nacional 

 

Por tanto, desde España es inexcusable prestar apoyo (aun­que sea crítico) a los que han enten­dido no sólo que la lucha por la Justicia y por una Patria fuerte con­forman facetas de una misma lucha integral, política, social, ideológica y ética, sino que su mayor enemigo es, justamente, nues­tro Enemigo mayor. O entramos a formar parte del Frente común de la Resistencia contra la opre­sión de los pueblos frente a los devoradores del mundo, o estaremos demostrando que no nos en­te­ramos (o no queremos enterarnos) de nada. Como hemos apuntado: el eje es único, el mundo es único y la lucha es también única.

 

Los estados y movimientos que plantan cara al criminal-impe­rialismo también pelean por no­sotros, o, al menos, su lucha nos favorece. Bien lo saben las Tenazas políticas y mediáticas del Ré­gimen (el Partido Único y el Gabinete de Prensa de la Alta Burguesía) y por ese motivo toman partido contra ellos. Este mundo es un todo entrelazado, interdependiente e inte­rrela­cio­nado. Na­die puede alegar que «lucha por su pueblo» o por «la justicia social» en su país, si no reconoce como suya la guerra que libra el Frente de resistencia de los Pueblos, quienes, ade­más, son los que están soportando el mayor peso de esa guerra contra nuestros enemigos. En un mundo glo­balizado hay pocos asuntos que «no nos conciernen a nosotros». Todo de­pende de lo que se en­tienda, claro está, por «nosotros». Cuan­do se elige encerrarse en la fiebre sectaria del asedio, o en mi­te­mas y mundillos virtuales, a uno le afectan pocas cosas ex­te­riores. Pero en el mundo real las cosas se plantean de forma radical­mente diferente. Cualquiera que piensa en tales tér­minos sale de la historia.

 

En ese discurso del «no nos concierne» o «no es nuestro pro­blema», vemos, sobre todo, la marca lamentable, patética, del egocentrismo tribal. El individualismo consiste en no intere­sar­se más que en uno mismo y en desinteresarse por los de­más. Y esto es, precisamente, el caldo de cultivo ideal para las Pluto­cracias. Por eso señalamos al egocentrismo tribal como un mal para los pueblos del mismo calibre que el criminal-imperialismo y el mundialismo capitalista.

 

Pero, por último, hay otra poderosa razón para prestar apoyo al Frente de los Pueblos que lu­chan. Desde nuestra visión del mundo no puede haber dejación en el justo apoyo que debe­mos dar a los que piden justicia, tienen la razón y dan un ejemplo de lucha y sacrificio. Ya quisié­ramos tener muchos españoles sólo una pizca del convencimiento, compromiso y capacidad de sa­cri­ficio que muestran varios pueblos y movimientos en estas luc­has de liberación.

 

En definitiva, se trata, en España, en Europa y en todo el mundo, de favorecer la lucha de los pueblos frente a las pluto­cracias; se trata de subvertir el des-orden inter­nacional al que nos ha conducido el capitalismo; y se trata de favorecer todo aquello que vaya en la dirección de ayu­dar a destruir a nuestros enemigos (EEUU y Partido americano en Europa) hasta con­seguir la liberación de los españoles y del resto de Europa. Por eso es necesario reflejar en nuestros medios, en nuestras ca­lles, los ejemplos y mensajes de quienes luchan de verdad en el mundo, y no sig­nos equívocos y menos aún pendones feudales nacidos al amparo del trono y el altar, representa­ciones del om­bliguismo más abyecto y reaccionario.

 

 

 

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (XII)

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (XII)

II  Metodología: adaptación divergente

 

 (a) Frente a la adaptación sistémica la adaptación alternativa

 

Tanto para hacer política como para, sencillamente, comprender la situación en la que vivimos, son necesarios un compromiso y una metodología de análisis realistas. Puesto que el Sistema se ha ido adaptando, sucediéndose por fases y metamorfoseándose a lo largo del siglo XX y principios del XXI, no presentando la misma faz a lo largo de la historia reciente, es perentorio comprender esas fases sucesivas, y las respuestas correspondientes a tales fases y cambios. Por ello urge es­tablecer dinámicas de trabajo y de seguimiento que faciliten la convergencia teórica y práctica de los disidentes. Para lanzar un discurso de alcance, tanto en extensión como en profundidad, que atienda esas metamorfosis del Sistema, y que vaya dando respuestas radicales a los problemas que sufren los pueblos, la única metodología de trabajo posible para el desarrollo de tal discurso y sus res­puestas es lo que llamamos la adaptación divergente. No se puede afrontar la situación ac­tual des­de los parámetros tácticos-ideológicos de movimientos desplegados en si­tuaciones ya pa­sadas. La única manera de hacer frente a un poder que se adapta es el de la adaptación, ofrecien­ndo nuevas respuestas a los problemas que plan­tea. Pero nuestra adaptación a sus cambios debe ser de en­frentamiento radical, lo que da como resultado la adaptación divergente.

 

Asimismo, hay dos formas de ver y analizar la realidad co­ti­diana: la primera es a través de docu­mentos o declara­ciones de principios. Esto lleva a estudiar las insti­tuciones del Sis­tema según sus definiciones de «como deberían ser» o «co­mo de­ben comportarse». En otras palabras, esto lleva a es­tu­diar al Sistema «como se describe a sí mismo», que es lo que suelen hacer la mayoría de sus apologistas, pero también su­puestos detractores del sistema como los «tradicionalistas» y la ma­yoría de «anti-igualitaristas». La segunda forma es estu­diar la realidad del poder y su clase domi­nante teniendo como objetivo la práctica diaria de esa misma rea­lidad y los discur­sos «auxiliares» o extraoficiales para justificar esa práctica dia­ria. Es decir, ver cómo se desenvuelve el poder día a día, y no cómo al poder le gus­taría actuar, o cómo le gustaría fue­ran las cosas, o las normas o va­lores que el poder dice que respeta, defiende y propaga.

 

Pues bien. No sólo hay que recordar y comprender las fases y épocas distintas, sino también mo­mentos puntuales y los fa­mosos «ciclos del capitalismo». Estadios de relativa «norma­lidad» o «es­tabilización» (al menos para la mayoría de la po­blación del «Primer mundo») se alternan con esta­dios de cri­sis o conflictos. Y unas veces son estadios de crisis coyun­tural y otras veces crisis más profundas: sisté­micas. Unas ve­ces son crisis ante todo económicas, y otras veces son crisis pre­fe­rentemente políticas, con conflictos graves, cuando se cues­tionan las propias es­tructuras de po­der y éste se en­cuen­tra (o cree hallarse) en peligro. Hemos re­cor­dado que las fases o estadios de «es­tabilización» no son ni han sido siem­pre los mismos. Varían los paradigmas sociales e ideo­lógicos, incluso los regímenes en el mismo Sistema. La adaptación di­vergente es prestar atención a todos los aspectos y cursos: al cómo se enfrentan a los peligros (reales o supuestos) en su práctica dia­ria, en horas de conflictos graves, así como a los dis­cursos y formas que el Sis­tema adopta para esos mo­mentos de crisis; y entender finalmente en qué fase nos halla­mos y qué paradigma sisté­mico es el dominante para la épo­ca que «re­cam­bia» a la época precedente.

 

(º1) Ejemplo de adaptación política-institucional del Sistema 

 

Expongamos un ejemplo de cambio en el seno del Estado demoliberal. En las primeras déca­das del siglo XX se pen­saba que uno de los males endémicos de este Estado era su debilidad consustancial por «no creer en sí mismo» y por sus fraccionamientos partidistas. Es probable que fuese así has­ta la II Guerra Mundial, pero tal situación cambió comple­ta­mente. En primer lugar, desde entonces, el estado demo­liberal sí cree en sí mismo, o al menos cree, de forma abso­luta, que no puede tolerar algo distinto a él mismo. En se­gundo lugar, desde hace décadas, las leyes electorales evi­tan indeseados fraccionamientos parlamentarios y la apari­ción de partidos minorita­rios de ámbito nacional. En tercer lu­gar, las cúpulas partidarias del subcontinente europeo man­tie­nen férreas «disciplinas» que impiden fracciona­mien­tos o discrepancias internas serias. Así tam­bién, en sus elec­ciones ya no se dirimen modificaciones importantes, pues nin­gún partido cuestio­na las grandes «reglas del jue­go»  (otra cosa es que se las salten con disimulo, hagan tram­pas o sus tribunales prevariquen) ni mucho menos el modelo po­lítico y socio-económico capitalista. Las elecciones son sólo plebiscitos por seguir o cambiar unas figuras por otras u op­tar por unas siglas en vez de otras. El mismo poder demo­li­beral permanece, y permanecen los pueblos a quienes las plutocracias explotan y metódicamente exprimen.

 

Así pues, las elecciones no son más que el mecanismo que las sociedades «mo­dernas» (o ya «post-modernas») crean para dar legitimidad a la acción de las es­tructuras de poder que son los partidos políticos, con siglas y figuras que no van a cambiar nada sustancial, porque en el caso hipotético de que una estructura parti­daria pueda o se proponga cam­biar las cosas, el poder de­moliberal «corrige» la anomalía de forma implacable o toma las «medidas preventivas» para ello.

 

Pues bien. Todavía existen sectores anclados en las crí­ticas al parlamentarismo liberal formu­ladas en las tres prime­ras décadas del siglo XX, una clase de críticas que sirvieron, entre otras co­sas, para justificar otros «recambios» sisté­mi­cos: como las Dictaduras ibéricas (Franco y Salazar) o la de «los Coroneles» de Gre­cia, por un lado, o por otro los regí­menes demoliberales europeos antifascistas-anti­comunistas que «sí creen en sí mismos» de la II posguerra mundial.

 

(º2) Ejemplo de adaptación política-militar del Sistema 

 

Entremos en otro aspecto de este cambio histórico de «re­afirmación» operado en las democra­cias liberales, un hecho más tenebroso pero no menos importante, sobre todo para los disidentes. La «Red Gladio», por ejemplo, era la estruc­tura clandestina montada «preventivamente» por la OTAN y la República Italiana para causar una campaña de sabotajes y asesinatos en caso de que los euro­comu­nistas ganaran las elecciones en Italia. El poder demoliberal permitía a los euro­co­munistas italianos poder presentarse a las generales (así podían presumir de «Es­caparate Demo­crático»), pero su ac­ceso al gobierno estaba vetado. Si alguna vez hubiera ga­nado el PCI, el po­der demoliberal habría provocado un golpe de estado militar (utilizan­do las «tramas negras») y una re­pre­sión masiva directa desde las ins­tituciones oficiales; y si esta «vía correctiva militar», co­mo la provocada en Brasil («Es­tado Novo»), en Grecia («Dictadura de los Coroneles») en Chile (Pino­chet) o las repúblicas rioplatenses («Juntas Mi­li­tares Antisubversivas» de Uruguay y Argen­tina) no hubie­ra sido factible, la «Gladio» habría desatado el infierno en Ita­lia a través de grupos sicarios clandestinos (como los «neo­fascistas»), em­pleando la «vía correctiva armada pri­va­da», como en Colombia («Paramilitares»), Guatemala («Au­to­defensas»), El Salvador («Escuadrones de la Muerte») o Nica­ragua («Contras»). La «Red Gladio» formaba parte del Ejército Secreto que la OTAN disponía en toda Europa por si la «democracia» daba alguna sorpresa.

 

Otro caso de fases distintas o adaptaciones, es el fenó­meno, estrechamente liga­do al aspecto anterior, de las Gue­rras Sucias ¿Estado liberal de derecho y Terro­rismo de Es­tado son situacio­nes incompatibles? La respuesta es que no. Signi­fican una contra­dicción visible que se debe apro­vechar para cuestionarlos, pero Estado de Ga­rantías y Terrorismo de Es­tado son expresiones pro­pias del mismo Estado pluto­crático, momentos o estadios abiertos desde el seno del Sistema, mé­todos alternos utilizados por el mismo Poder, a ve­ces ejecutados por las mismas fuerzas y los mismos regí­menes e, incluso, en ocasiones, por las mismas figuras. La «Lu­cha Antiguerrillera» en Venezuela en los 60 (con Carlos An­drés Pérez como ministro del interior), los «Años de Plo­mo» en Italia, los «GAL» en España, son buenos ejemplos. La Guerra Sucia aparece en momentos en los que el Estado Li­beral de Derecho (un derecho que es la expresión ju­rídica que con­viene a la Clase dominante) se enfrenta a situa­ciones donde se pone en cuestión su propia exis­tencia. Es­tos casos ilustran que no siempre hace falta, siquiera, que figuras o fuer­zas de «recambio» internas del Siste­ma des­placen y sustituyan a otras para pro­tagonizar la alternancia de ambos métodos. 

 

(º3) Ejemplo de adaptación política-económica del Sistema 

 

Otro caso de fases sucesivas visiblemente contradictorias pero que responden a la misma lógica de intereses ha sido la desregulación de los mercados acentuada por la Reserva Federal y las ad­ministracionesusacas entre 1997 y 2008, y el dis­curso y práctica ultraliberal de condenar cual­quier inter­vencionismo en los nego­cios privados. Hasta fechas tan tar­días como julio de 2008, en Doha, la secretaria de estado nor­teamericana Rice lanzaba amenazas contra los gobiernos que se negaban a la desregulación comercial y financiera que exigía EEUU. Pues bien, a raíz del terre­moto financiero que tuvo como epicentro el Colapso de dos «Torres Gi­gan­tes» yanquis en sep­tiembre de 2008 (el banco inversor Leh­man Brothers y la mayor aseguradora mundial, AIG) la ad­mi­nistración Bush, la predicadora a ultran­za de la «Autorre­gu­lación de los Mercados», que conde­naba como atentados a la Libertad toda medida intervencionista, fue justamente la misma que, a principios de ese mes, nacionalizó las so­cie­dades hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae (ava­lis­tas de la mitad de hi­potecas de EEUU), yendo el gobierno más allá de la com­pra efectuada por parte de la Reserva Federal, me­ses antes, de casi treinta mil millones de dólares de activos del banco inversor Bear Stearns.

 

Pero ya este último precedente de «intervencionismo» semi­público revelaba algo muy signifi­cativo: la Reserva Fe­de­­ral compraba los activos «contaminados» del Bear Stearns, mientras que la banca Morgan adquiría los activos sol­ventes. Es decir, nos encontrábamos con una política de «so­cialización» de las pérdidas simultánea a una política libe­ral ante los beneficios. ¿Contradic­torio? ¿In­compa­ti­ble? Apa­rentemente sí, pero en el fondo no lo era en absoluto. Ambas políticas respondían a la misma lógica de intereses. Se nacionaliza (o se socializa) aquella parte que inte­resa y cuando interesa a unos pocos, y se liberaliza o se deja «en manos de Dios» (es decir, de la «Mano invisible del Mer­ca­do») la parte que inte­resa y cuando interesa a esos mismos pocos. Re­velador también que, al final de una administración republicana más li­beral-derechista que la de Reagan, la Re­serva Federal tomase un acuerdo sin precedentes en toda su historia: nacionalizar la AIG comprando el ochenta por cierto de sus activos.

 

Parecía difícil de justificar que defendieran un modelo sin regulación y de «dejar hacer» a los mer­cados y que per­mi­tíeran que los beneficios fueran repartidos sin trabas entre ac­cionistas y eje­cutivos; pero cuando hubiera peligros de quie­bras y bancarrotas, pidieran a los gobiernos acu­dir a su res­cate con dinero público, siendo los pueblos los que tu­vieran que pagar las pérdi­das genera­das, mientras los cau­santes del desastre escapaban embolsándose autoidem­ni­zaciones multimi­llo­narias por despido. Parecía difícil tanto de justificar como de hacer, pero es lo que han he­cho en ambas orillas del Atlántico gobiernos hasta entonces ultra­li­berales, y lo que defendía sin vergüen­za alguna la CEOE a través de su pre­si­dente, que declaró que «se debe hacer un pa­rén­tesis en la economía de mer­cado». Pues para responder a estas adaptaciones y estos mensa­jes que abren y cierran pa­réntesis cuando a la Clase Dominante le conviene, está la adap­tación divergente. 

 

Para concluir: estaremos condenados a no entender el Sis­tema liberal-capitalista si no vemos que éste, siempre, se ha apli­cado dependiendo de ciertos intereses, y que jamás el libe­ralismo político o económico se ha desenvuelto sólo. No ol­videmos que el liberalismo siempre ha instrumentalizado o se ha asociado a elementos no liberales o aparentemente anti­liberales, como el nacionalismo, el proteccionismo, el in­ter­vencionismo, el militarismo o el sectarismo religioso. La cri­sis actual lo ha vuelto a revelar. El liberalismo puro no ha exis­tido jamás porque no puede existir, pues el libera­lismo fue ideado y está destinado, única y exclusivamente, a bene­fi­ciar a la clase capitalista. Sirve para garantizar que los resultados de las socie­dades capitalistas vayan a manos privadas cuan­do se generan ganancias. Pero el mismo Sistema demoliberal hace un paréntesis en el «libre mer­cado» para socia­lizar los resultados de esas sociedades cuando generan pérdidas. Ve­remos una contradicción ostentosa, pero ésta se da sólo en la superficie. En el fondo, no hay contra­dicción: se hace siempre lo que interesa a los detentadores de capital. De­pen­diendo del ciclo, el Estado dejará «hacer» a la iniciativa privada o intervendrá en ella, siempre en beneficio de los mismos. Igual ha pasado con la generación de guerras, las «limpiezas» ét­nicas o en tantos otros campos.

 

 

 

 

 

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (XI)

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (XI)

CUESTIONES IDEOLÓGICAS
  
(d) República laica supraconfesional
 
La tercera idea-fuerza, la República laica integradora, es otra faceta indisoluble de la Comunidad-Proyecto, del «Imperium». Antes de seguir, recordamos el grave problema que representa no sólo la pérdida del sentido de las palabras, sino la subversión literal de las definiciones en Occidente, debido al proceso constante de «neolenguaje» practicado por sus agentes, que confunden e impiden la comunicación normal a la hora de analizar, explicar y proponer las cosas. Uno de los términos más maleados es «laico» y «laicidad», ya que, tanto por parte de grupos sectarios como de fuerzas antirreligiosas, cuando esgrimen tales términos están abogando por una cruzada contra otra religión o contra cualquier manifestación de sacralidad. Así, para ellos, laicidad no es sinónimo de neutralidad o imparcialidad, sino de beligerancia laicista y sectaria contra unas religiones concretas o bien contra todas ellas.
 
Lo que tenemos, con las reclamaciones de laicidad, es lo que suele ocurrir en el «Mundo Libre»: lo que esconden muchas reclamaciones de defensa de la libertad, no es la libertad para todos, sino la libertad exclusivamente para unos; de igual forma, muchos que hablan de neutralidad del Estado y de laicidad están enmascarando la defensa del laicismo, entendido como herramienta de combate antirreligioso (antirreligioso real) para erradicar cualquier manifestación pública del fenómeno religioso o de otras confesiones.
 
(º1) Clericalismo y laicismo: primos hermanos
 
Ante el enturbiamiento general propiciado por la «Ceremonia de la Confusión» que vivimos, aclaramos que los asuntos del laicismo y del clericalismo, de la laicidad y de la confesionalidad, y de la indiferencia y la religiosidad, son de naturaleza bien distinta, ya que son manifestaciones de tres planos diferentes.
 
- Laicismo y clericalismo se mueven en el orden ideológico con claras implicaciones político-sociales.
 
- Laicidad y confesionalidad guardan un componente ideológico (aunque no tienen porqué identificarse con las ideologías antes citadas), pero se refieren al espacio político-institucional.
 
- Por último, la indiferencia y la religiosidad son hechos pertenecientes a un orden de fenómenos totalmente distintos de los antedichos: el antropológico.
 
Por desgracia, en la vida diaria y la sociedad del espectáculo estos planos se entremezclan. No interesa distinguir las cosas, sino dar rienda suelta a las filias y fobias de cada clientela «laica» o «religiosa».
 
Clericales y laicistas comparten como base de su posición el resentimiento y la fobia por todo lo que no comprenden ni quieren entender, sentimientos que tendrán orígenes ligeramente distintos, pero que en realidad les hace igualmente insoportables y engreídos, quejumbrosos y sectarios, victimistas y patéticos. Clericales y laicistas son presentados como polos antágonicos y así lo creen ellos. En realidad, son primos hermanos.
 
Porque los laicistas son la versión postmoderna y pijo-progre de un clerical, sólo que en lugar de tener un dios y seguir los símbolos con devoción o por interés, buscan circuitos de inserción, enchufe y seguidismo propios de la sociedad ultraliberal del espectáculo donde se reconocen, y a la que quieren «limpiar» de residuos «oscuros». Por su parte, los clericales son, en realidad, los precursores más bien torpes y moralistas de la desacralización y el nihilismo pasivo que hoy completa y consuma la lógica del desarraigo y el universalismo abstracto. No obstante, la desaparición del clericalismo es cosa de tiempo y en pocas décadas su clientela se verá reducida a expresiones anecdóticas. Y no por «la inevitable marcha del progreso» sino por los nuevos modelos de consumo, el triunfo de los lenguajes publicitarios y la abolición de toda pregunta que no pueda ser satisfecha con la tarjeta de crédito (aunque ésta fuera de una «entidad religiosa»).
 
El laicismo es un fenómeno que corre paralelo a la creciente afirmación del egotismo puro en el que ninguna instancia está por encima de las «decisiones» (más bien caprichos, ocurrencias y deseos inducidos) del individuo atomizado al que los medios de manipulación, las agencias publicitarias, el discurso oficial y las campañas electorales convencen que es «libre».
 
El laicismo es uno de los envoltorios con que se presenta el nihilismo pasivo. Es una pseudo-religión de resentidos que, sin embargo, se acomodan en el desorden establecido y desplazan, como los extremistas, las prioridades políticas hacia sus obsesiones personales. El laicismo no reconoce sus antecedentes pero el hecho que un hijo no reconozca a su padre (o viceversa) no cambia el vínculo genético existente entre ambos.
 
(º2) El socialismo comunitario ante el hecho religioso
 
Quede claro que nuestra alternativa laica no sólo no es antirreligiosa, sino que se atreve a considerar, con la seriedad que merece, el fenómeno religioso y la dimensión espiritual en el hombre. Y ello por dos motivos de vida o muerte, perentorios para nuestro pueblo y el planeta:
 
- En primer lugar para entender (cosa que el laicismo es incapaz) cómo se viene instrumentalizando y pervirtiendo lo religioso, y cómo su carga imaginaria simbólica sentimental resulta muy útil al Sistema en múltiples ocasiones y sentidos (por ejemplo, para apoyar la tesis del Choque de Civilizaciones, esconder las causas de la miseria provocada por el neocolonialismo, demonizar naciones víctimas del imperialismousaco, o justificar «limpiezas» étnicas como la ejecutada por el sionismo).
 
Sólo reconociendo correctamente los fenómenos religiosos puede combatirse la instrumentalización y contrarrestar la perversión de tales fenómenos por el Sistema. Éste es otro aspecto que nos distingue de los simplistas, como aquellos que han querido acabar con las guerras condenando la violencia y suprimiendo las armas, o impedir las facciones políticas fomentando la despolitización de los pueblos, «soluciones» que han venido a ser como intentar acabar con los accidentes mortales de tráfico prohibiendo la rueda, o apelando al «buen rollo» o al «talante» entre automóviles.
 
- Y en segundo lugar, porque reconocemos que el hombre tiene una articulación tripartita: espiritu, alma y cuerpo. Afirmamos asimismo la primacía del Espíritu no sólo sobre lo físico, sino, sobre todo, sobre lo psíquico y anímico. Observamos que las religiones han sido hechos fundamentales en el devenir humano. La función principal y legítima de las mismas ha consistido en ofrecer métodos de realización personal que unifiquen al hombre, que le permitan el dominio sobre sí mismo y puedan liberarlo de las presiones exteriores.
 
Confirmamos que toda visión legítima y no reduccionista del mundo jamás ha considerado la vida como un simple juego de factores materiales. Lo espiritual ha sido resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos. La civilización materialista (no necesariamente atea: pues se puede ser ateo e idealista; de la misma forma que muchos son «creyentes» y profundamente materialistas, como vemos actualmente) no ha hecho más que crear sucedáneos para estrangular o desviar este resorte. En la medida en que las religiones han recordado esta dimensión fundamental, han tenido un papel justo y necesario.
 
Vemos absurdo y contrario a la naturaleza constitutiva y auténtica del hecho religioso la imposición a la fuerza o la coacción de las conciencias, por parte de cualquier creencia o práctica religiosa. Pero sobre todo indicamos como totalmente contrario a la República Comunitaria cualquier intento en tal sentido, a corto o largo plazo. Nos da igual que ese objetivo se pretenda desde posiciones dogmáticas («obligación moral de reconocer» que tal fe u otra es «la única y verdadera»); o que tal propósito se anuncie ofreciendo pretextos utilitarios para buscar la paz, la seguridad, o la cohesión nacional (criterios igualitaristas que sostienen que la paz social, la seguridad y la cohesión nacional se consiguen a través de la uniformización y anulando completamente las personalidades e inquietudes de los miembros de una sociedad; es la creencia absurda que «si los átomos fueran exactamente iguales, no habría motivo para conflictos entre ellos»); o que ese fin se justifique con posiciones historicistas («exigencia de fidelidad a una línea unívoca de nuestros antepasa-dos o de anteriores ocupantes de un territorio»); o que se den hipócritas excusas humanitarias (última variante del acoso sectario) porque otras confesiones «van contra los derechos humanos», dadas precisamente para conculcar los tan presumidos derechos fundamentales de las personas.
 
(º3) Ante el pasado y presente de la religión en Europa y de los europeos
 
Sabemos que durante mucho tiempo, en casi todos los Estados europeos, se consideró y se trató a los hombres como súbditos y se voó normal que estuvieran obligados a adoptar la misma religión que la del príncipe (o adoptar el príncipe la religión de la mayoría de sus súbditos). Como todo el edificio político y la unidad del reino descansaba en las lealtades personales, se estimaba que las diferencias de creencias, ritos y códigos morales rompían esos lazos de unión basados en tales lealtades.
 
Recordamos que, para el Patriotismo crítico, que algo se hiciera en el pasado (y fue tan sólo un pasado entre otros pasados) no ha supuesto jamás punto alguno para aceptar que se deba repetir o defender. Para nosotros «el pasado no es peso ni traba», sino, en todo caso, acicate para «emular lo mejor». Como cantaban algunos combatienetes en la Guerra Civil reflejando la absurda posición de los tradicionalistas: «si mi padre se tirara de lo alto de un balcón, yo también me tiraría por seguir la tradición».
 
Con el triunfo de las Revoluciones Atlánticas el hombre se convirtió en ciudadano y sujeto individual de unos derechos y deberes establecidos por una misteriosa «Voluntad General», con sus contratos y convenciones sociales. Al menos en apariencia, al ciudadano no se le obligaba ni se le impedía ninguna aceptación religiosa: se le pedían unas obligaciones «contractuales» privadas y unas obligaciones públicas seculares. Pero aquel ciudadano era un ser reducido a la condición de «socio», un «átomo agregado» con derechos y deberes privados y con derechos y deberes impuestos, presuntamente, por la «Voluntad General» (en el fondo, por la soberanía de la clase capitalista) y a la búsqueda supuesta del bienestar (en realidad, a la búsqueda de mayor beneficio para la oligarquía).
 
Frente a las concepciones de súbdito y de ciudadano-agregado, nosotros afirmamos el concepto de miembro de la Comunidad o ciudadano comunitario. En tanto y cuanto que la Comunidad que ofrecemos afirma la primacía del resorte espiritual sobre las simples condiciones materiales, la necesidad de recuperar el sentido espiritual en la existencia, restaurar la unidad en el hombre y lograr el equilibrio con la naturaleza y lo Sagrado, nuestra República trasciende los límites (sin anularlos) de cada adscripción religiosa: no busca la cohabitación social y estatal entre hombres y pueblos de distinta religión o sin religión negando la dimensión de lo Sagrado, como hace el laicismo, sino la unidad y la plena cooperación de los mismos afirmando esa dimensión y remitiendo a cada esfera «celular» la resolución de las relaciones entre esa persona y lo Sagrado. Nuestra República resuelve el problema trascendiendo los límites de cada ads-cripción religiosa: todo dentro de la Comunidad-Proyecto, nada, excepto los que niegan sectariamente a los demás (con excusas profanas o dogmáticas) fuera de la Comunidad-Proyecto.
 
(º4) Nuestra propuesta de Estado Laico
 
Creemos que proponiendo una estricta separación del Estado de las distintas confesiones religiosas existentes en España, es posible avanzar en el Socialismo Patriótico, al igual que la resistencia al Sistema debe constituirse aparte y conducirse independientemente respecto de las diferentes confesiones. La separación debe establecerse desde el plano de igualdad. Esto significa que para el Socialismo Patriótico, aún reconociendo que unas tienen mayor presencia social que otras, esto no se traduce en preferencias. El Socialismo Patriótico se dirige a todos los españoles por igual, creyentes, agnósticos o ateos, de la fe mayoritaria o de las minoritarias. Si no fuera así, ni sería socialismo ni sería patriótico.
 
Dentro de los parámetros ideológicos de la Comunidad-Proyecto, creemos que la educación compete eminentemente al Estado Político. Esto significa que impulsaremos, dentro de un proceso lógico y coherente con otras propuestas, que la República asuma de forma progresiva la tarea de formar a las futuras generaciones en los valores de Justicia, Libertad, Solidaridad y Complementariedad. Referente a la formación religiosa creemos que eso es competencia de las distintas confesiones y no materia docente. En consecuencia serán las distintas confesiones quienes se doten de los mecanismos oportunos para cubrir la demanda de sus feligreses.
 
Vemos necesario el establecimiento de políticas que permitan la normal convivencia de las confesiones religiosas presentes en España y en Europa, y de normas que diseñen el marco de actuación de las instituciones religiosas y sus clérigos, estableciendo claramente la diferencia entre su labor de apostolado, y una labor ideológica político social. Aquí sí que debemos entrar nosotros, sin titubeos, cuando las declaraciones o acciones de los representantes religiosos atenten contra nuestros valores y las necesidades comunitarias.

 
 
 

PROYECTO M–20: "NUESTRAS BASES" (X)

PROYECTO M–20: "NUESTRAS BASES" (X)

 CUESTIONES IDEOLÓGICAS
  
(c) Redefinición de España
 
Es urgente exponer una idea de Patria para los españoles no sólo distinta sino antagónica tanto al «Patriotismo Constitucional», como al «País Progresista» o lúdico-festivo, como ante cualquier formato «nuevo» de los conceptos típicos de España usados por las variantes de «Derecha nacional».
 
 
(º1) Proyecto de comunidad frente a Proyecto de sociedad
 
El Socialismo Patriótico defiende una Comunidad-Proyecto, y eso implica, ya se ha escrito, un «Imperium». Esto no indica que estemos cerca de la «España Constitucional». Ésta, en teoría, implica también un Estado-Proyecto, pero basado en una «sociedad» como agregación de individuos, no en una comunidad. Sabemos que el «Patriotismo Constitucional» se presentó como presunta alternativa al nacionalismo y al españolismo esencialista (aunque éste se está mixturando ya con el primero bajo la recreación neocons: ahora existe un esencialismo neotradicionalista liberal-exaltado). Puesto que rechazamos también estos esencialismos, podría verse que hay otro motivo de convergencia con el «Patriotismo Constitucional». Conviene recordar que este «patriotismo», en la práctica, es algo en lo que casi nadie cree. Aunque reconozcamos algunas coincidencias, por ejemplo, con el «Patriotismo Jacobino» (el «eje del mal» para los nacionalismos reaccionarios), vemos que muy poco tiene que ver con la «España constitucional».
 
Sin embargo, la diferencia principal es que el Socialismo Patriótico enarbola un patriotismo de resistencia popular y anticapitalista, cuya meta sea una Comunidad basada en la Justicia y una Patria asociada a la atención de las necesidades del conjunto de la nación (es decir: de los más, de los españoles reales) frente a los intereses de la oligarquía (de los menos).
 
 
(º2) Patriotismo crítico con la España real y antagónico a la España oficial
 
El Socialismo Patriótico es también ajeno al triunfalismo «nacionalero» progresista que celebra esta España «sacada de su aislamiento», «país de tolerancia», «modelo de leyes avanzadas» o escenario de acontecimientos célebres. En efecto, España no se halla aislada pues está incardinada en una Europa políticamente incapaz y subalterna, porque mantiene desde hace décadas una posición servil hacia el imperialismo usaco, y porque el pueblo español en general es «angloamérica-dependiente». Las leyes de las que presume la propaganda oficial no son otra cosa que signos de decadencia, mudanzas de imagen para «ser más modernos», golpes de distracción, confusión social, y medidas que reflejan el creciente endurecimiento del Régimen por la convergencia entre el conformismo de la impostura progresista y «sesentayochista» y la ofensiva ultraliberal y represiva del capitalismo globalitario, todo inmerso en una enorme hipocresía. Y casi todos los «acontecimientos» en suelo español con repercusión externa son de naturaleza circense o lúdica-festiva: la España que tanto se «expone» fuera es la «España de la Fiesta».
 
Afirmamos que si el patriotismo no es crítico con las situaciones miserables de la España real, no es patriotismo. Y si no es antagónico con el circo envilecedor y falsificador de la España oficial nada tendrá que ver con él.
 
 
(º3) Patriotismo enemigo de los esencialismos nacionalistas
 
El Socialismo Patriótico no es otra reedición de esa escuela ambigua que declaraba que «en lo social nos acercamos a la izquierda, y en lo nacional nos posicionamos en la derecha». Esto era imposible, y fue un engendro que, por mucha sensibilidad y orientación social que anunciara tener, aunque tal fuera plasmada en puntos programáticos, y también por mucha dimensión «espiritual» que dijeran defender, irremediablemente se revelaron siempre en la derecha. Nuestra concepción de la Patria es radicalmente contraria a las mismas ideas «nacionales» de cualquier variante de la derecha (tardointegristaetnicista o liberal; sea apareciendo como españolista o antiespañola).
 
España no tiene, ni tuvo jamás, una sola identidad distinta de su expresión política y estatal manifestada en el complejo devenir histórico. Si exceptuamos la «identidad» del mundo occidental y globalizado que sumerge todo el planeta, no hay más «identidad» española que la política y jurídica. Advertimos que, históricamente, los enemigos más dañinos del recto concepto de Patria han sido, especialmente, esas ideas nacionalistas sostenidas por las derechas, que han pretendido subordinar el Estado y a los pueblos de España a unos esencialismos, apelando a supuestas identidades fijas (seculares o confesionales) o a una historia lineal y unívoca.
 
Afirmamos que todos los esencialismos y exclusivismos (étnico, nacionalista, racial, religioso, historicista, etc.) que pretenden «Estados-Étnicos» no sólo representan atentados contra la comunidad política, sino también contra la identidad y la diversidad de los pueblos de España, de Europa y del resto del planeta con tanta fuerza (si no más) que la civilización capitalista, mundialista y disolvente propia del Estado-Mercado donde la soberanía reside, por entero, en los bloques oligárquicos burgueses convertidos en plutocracias. Los exclusivismos («naturalistas», historicistas o sectarios) representan perfectamente la otra punta de la tenaza del mismo proceso de disolución, atomización, alienación y homogeneización acelerada promovido por las ideologías «ambientalistas», igualitarias y mundialistas.
 
 
(º4) La importancia práctica de la redefinición y la revisión histórica de España
 
España, como todas las demás naciones del mundo, es fruto de procesos históricos donde han confluido pueblos, identidades, fuerzas, acciones humanas y circunstancias múltiples. Insistimos que España no consiste en una realidad geográfica, étnica, lingüística o racial fija y permanente: España es, esencialmente, una realidad y una realización histórica. Ninguna nación ni grupo de naciones ha sido (ni podría serlo) el resultado de la espontaneidad o expresión de una herencia natural, o de una identidad unívoca o inmutable.
 
Y al igual que afirmamos que las naciones no son unidades principalmente naturales (espontáneas o heredadas) ni realidades distintas o autónomas de la voluntad de los hombres y de la acción histórica de las uniones políticas que las han creado y conformado, también afirmamos que las uniones históricas que han conformado las naciones no han seguido una sola «tradición», ni han mantenido la misma tendencia unívoca a lo largo del tiempo.
  
Sólo un simplista, anticuado y antinacional historicismo puede pretender reducir, o asociar en exclusiva, toda la historia de una nación a un desarrollo lineal. Es completamente absurdo considerar una nación como un bloque único en el tiempo que no admite revisiones. Una visión libre de prejuicios no sólo sabe reconocer, en la historia de cualquier nación o conjunto de pueblos, posibilidades múltiples, e incluso, contrapuestas entre sí (que, en cierto modo, reflejan otras tantas «tradiciones» nacionales) sino que también se da cuenta de la importancia práctica que tal reconocimiento tiene para la acción en el presente y en el futuro.