Blogia
ANTAGONISTAS

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (VI)

PROYECTO M–20 "NUESTRAS BASES" (VI)

CUESTIONES ESTRATÉGICAS

l fracaso del trIiansversalism

I

(a) El fracaso de los precedentes: «frentes amplios» o «vinculaciones sociales»

 

Constatamos que todos los intentos encaminados a crear «frentes amplios» ob­viando la cuestión de la alineación e iden­tifi­cación básica enemigo-amigo, no sólo ante el Sistema, sino ni siquiera an­te el Régimen, han sido inútiles, cuando no con­tra­producentes. La obsesión por sumar, reunir como sea o lograr hipotéticas uni­dades de acción con más elementos, em­pujó a buscar coincidencias hasta con los «residuos» reac­ti­vos del Sistema. No sólo se aceptó la alianza con «in­con­for­mis­tas» con el poder público de turno que lo eran por mo­tivos secundarios, rivalidades o disgustos perso­nales, sino, in­cluso, con quienes critican a los dirigentes políticos del mo­mento por su «debilidad» o «buenismo» ante los enemigos del «Mundo Libre». La situación era un disparate ¿Cómo se puede pre­ten­der formar un frente común o buscar la unidad de acción entre disidentes o revo­lucionarios de un lado, y de­man­dantes de un poder más reaccionario, más duro o pro­sisté­mico del otro?

  

 

Pero la obsesión por buscar «unidades» llevó a un disparate aún mayor que inten­tar sumar posi­cionamientos e ideas radi­cal­mente contrapuestas: se buscaron com­promisos con sec­tores que ca­recían siquiera de criterios políticos. Y es que, en la sociedad española, existen especies cuyo gran objetivo en la vida social es lo lúdi­co-político, o lo festival-religioso, que dedican su tiempo libre a mantener mitemas o «memorias», a ondear banderas con unos colores u otros o a recordar sím­bolos, fechas o agravios pasados. Que la principal de­manda de bastantes simpatizantes o «afines» fuera que una militancia perdiera el tiempo en estas tareas, lo dice todo.

 

Otra vía propuesta para romper el muro de silencio fue la «vinculación social». Constatamos que ésta tampoco llevó a nada positivo. La propuesta pecaba de una sobre­valoración del elemento afectivo. Estaba dirigida a atraer gente «co­rriente», sin definición política, a través del «roce» per­sonal con militantes en actividades so­ciales con bajo perfil político o sin perspectiva política alguna. Los militantes debían vincular­se a ONGs, asociaciones vecinales, gabinetes lite­rarios, clu­bes, de­portivos, sindicatos... y una vez demos­trada su «nor­ma­lidad», podían invitar a sus conocidos a pro­seguir la «ca­rrera asociacionista» o «participativa» en el movimiento polí­tico. No se buscaba atraer con propuestas y perspectivas polí­ticas, sino a través del afecto generado por la participación co­mún en asociaciones de diverso tipo. Se olvi­daba algo básico: la lucha política es mucho más que «par­ti­cipar» en grupos que responden a circunstancias parti­cu­la­res y sectoriales: es ac­tuar com­prendiendo que todo tiene re­lación con el todo, con la política. Esos intentos inútiles se pro­­ducían por culpa de la idealización de los cauces socio­lógicos o de los elementos sociales «naturales».

 

Claro es que esas ideas partían de responder afirmativa­mente a una pregunta de praxis política: ¿Es posible actuar den­tro del Régimen? Pero el fallo no residía tanto en la res­puesta afirmativa, sino en la formulación del cómo se debía o podía actuar dentro del Régimen. Pues ni los criterios adop­ta­dos para una praxis política dentro del Régimen eran realis­tas (o por lo menos sinceros), ni el análisis de las condi­cio­nes ob­jetivas generales resistía la prueba más sencilla de rigor, ni se tenía nada claro, ante todo, cuales eran las con­diciones sub­je­tivas mínimas para reunirse o «romper el muro», tanto por par­te de los activistas, como por parte del tipo de per­so­nas a quie­nes habría que atraer o formar un fren­te co­mún.

 

 (b) La opción de moda: el «transversalismo»

 

De un tiempo a esta parte, se viene presentando como op­ción el «trans­ver­sa­lismo»: la búsqueda de causas y metas co­yunturales donde puedan coincidir gente de espacios o «tra­di­ciones» políticas diversas. Lo que se propone es el lanza­mien­to de propuestas concretas sobre problemas muy de­ter­mi­na­dos, de una forma que puedan «atravesar» pre­juicios so­cioló­gicos, barreras ideológicas o inercias his­­ricas, y que lle­guen satisfactoriamente a sectores de población con inquie­tudes, incli­naciones o pasiones diferentes e, incluso, opues­tas.

 

Por supuesto que buscar causas, metas o propuestas con­cretas que puedan compartir gentes de tendencias socioló­gicas o políticas diferentes no sólo resulta lícito sino, incluso, necesario para po­der actuar políticamente. Ahora bien, el pro­blema surge por la misma gran causa que provocó el fracaso de «frentes amplios» o «vinculaciones sociales»: la coinci­den­cia en asuntos de coyuntura o parciales no puede esconder mucho tiempo la discrepancia radical en cuestiones funda­men­­tales. Aquellos que perciben claramente la necesidad de generar posturas de opo­sición global al Sistema, pueden utili­zar (mejor sería decir que deben utilizar) tantos argumentos transversales como vean oportunos y sean necesarios con el fin de «remover» y «soliviantar» al mayor número de nuestros contemporáneos, pero no pueden aglutinar o levantar una fuer­za tomando como base esos argu­mentos o las personas que han sido atraídas sólo por esos motivos.

 

Esto sería construir sobre barro. No ha dado resultado con ningún grupo alternativo. Puede ser efectivo para una fuerza política surgida del régimen, aprovechando, entre otras cir­cuns­tancias, las distancias ideológicas mínimas entre sus «Te­na­zas». Éstos sí pueden ser «transversales», pues las lí­neas que escogen para «atravesar» el campo político son cor­tas, ya que van dirigidas a una am­plia masa que no cues­tiona el modelo de sociedad. Para nosotros la «trans­ver­sali­dad» podrá prac­ticarse una vez asentado un movimiento polí­tico, con dirigentes y cuadros mínimamente iden­tifi­cados con las cau­sas rectoras del movimiento, capaces de selec­cio­nar e ins­truir a los elementos atraídos por esas causas «trans­ver­sa­les». Insistimos que tal estra­tegia puede emplearse, pero para des­pués, en una fase avanzada, no en los inicios.

   

II El falso debate de partido histórico «versus» autonomía histórica

 

 (a) La superación de un falso debate

 

Durante años se estuvo agitando, como gran descubrimiento político, la deno­minada «autonomía histórica». Tal fue la carta prin­cipal jugada por varios grupos en contraposición a otros: los llamados «partidos históricos». Como señala uno de sus ideó­logos: la «autonomía histórica» era el principio de razón suficiente de los pri­meros con respecto a los segundos. Por ello, los partidos con autono­mía histó­rica no podían tener com­promiso alguno con los históricos, pues eso sería trai­cio­nar su principal razón de ser: la misma autonomía histórica.

 

Ha pasado el tiempo, y hoy casi nadie debate por esta dis­tinción política. Pero esto no es porque, por fin, se haya asu­mido o se tenga ya clara esta diferencia. Sen­cilla­mente es que ya no importa. ¿Acaso las razones esgrimidas para justificar esta dis­tancia tajante con los «partidos hisricos» han per­dido hoy validez? Si observamos los argumentos y el curso de los hechos, hallamos que los llamados partidos con «auto­no­mía histórica» jamás cuestionaron los fundamentos políticos o na­cionales en los que se basaban los «partidos históricos» con quienes, supuestamente, mar­caban distancias. Nunca dis­cu­tieron, en serio, más que sobre preferencias tácticas: si mantenerse fieles a unas formas y seguir ligados abiertamente a referencias históricas determinadas, o si desprenderse de esas formas para presentarse en pú­blico «limpios de con­no­ta­ciones del pasado». El debate nunca fue otra cosa que una sim­ple disyuntiva táctica: entre la necedad que supone acudir a la escena polí­tica con siglas, signos y figuras identificadas con un pasado públicamente denos­tado, y la necesidad de acu­dir en público con un lavado o abandono completo de tales formas.

 

Por tanto, nunca hubo distinción, examen o revisión seria de contenidos u obje­tivos, sino un deba­te estético. Y si aten­de­mos a los hechos, durante estos años hemos visto a partidos con autonomía histórica utilizar referencias, signos, figuras y acontecimientos abiertamente ligados a partidos his­­­ricos. Por ahí un grupo con auto­nomía histórica se coa­li­gaba con siglas «históricas»; acá el cabeci­lla de otra «auto­historia», pu­blica y vende libros de movimientos y per­so­najes del pa­sa­do histórico, significándose hasta el ex­tremo de sufrir con­de­nas judiciales por ello; por allí el diri­gente de otra autonomía his­­rica se deja filmar en su des­pacho con retratos y ban­de­ras «históricas»; y por allá la tele­visión sor­prende al respon­sa­ble de un partido con auto­no­mía histórica hablando muy bien de figuras históricas mal­ditas y diciendo que muy a su pesar no puede reivin­di­car­las en pú­blico... Es decir, todo esto ha con­sis­tido en una tác­tica vulgar que, en­cima, sus defensores no han man­tenido.

 

En conclusión: hemos tenido otro falso debate lanzado como globo-sonda para medir las reaccio­nes de unos, las respues­tas de otros y los efectos en más allá. Querían ave­riguar si, manteniendo durante una temporada la táctica de la «auto­no­mía histórica», se lograban los objetivos siguientes: el primero, comprobar si po­dían aparecer bajo el manto de «lo nue­vo» («lo nuevo es bueno») y ser tomados como tal por los ex­traños (aparatos mediáticos, partidos parlamentarios e in­ves­tigadores); el segundo objetivo era ver a cuántos des­pistados conseguían, con esa táctica, atraer a sus posi­ciones; y, cono­ciendo la existencia de muchos burgueses vergon­zan­tes que, en la intimidad, son afectos a la «memoria» y mitemas de los «par­­tidos históricos», pero sin el coraje para participar en estos grupos, temerosos de verse «manchados» e iden­tifi­ca­dos con formas denostadas, el tercer objetivo era des­cubrir a cuántos de esos asustadizos vergonzantes lo­gra­ban «re­cu­pe­rar» con un «nuevo formato».

 

Y todo esto buscando la forma de hacerlo de tal modo que sus miembros iniciales de esos grupos, pro­venientes práctica­mente en su totalidad de los residuos «histó­ricos», no se re­sin­­tieran demasia­do. En definitiva: la «autonomía histórica» fue una patraña para mantener un doble discurso y encu­brir los postulados de siempre: los mismos que tenían los «par­ti­dos históricos». El globo sonda se ha retirado en la práctica (aunque de vez en cuando alguno lo vuelva a sacar) y el falso debate ha sido superado por ausencia o desaparición.

  

 

 

9 comentarios

Explicación -

Un matiz oportuno.
Porque al sentirse propietarios esos pequeños accionistas, piensan y actúan por empatía con los que tienen el control efectivo, cuando poco tienen que ver con éstos.

Medios de producción -

La clave sigue siendo, como decía Marx, la propiedad de los medios de producción. Con algún matiz: control a menudo equivale a propiedad o casi. Y luego está la ilusión de muchos pequeños accionistas actuales que se sienten propietarios...

ANTAGONISTAS -

En realidad, es más un problema conceptual más que sociológico.
Existe una uniformidad social masificada y masificante en la sociedad occidental que a veces se ha denominado "burguesia de masas" y que hace ya practicamente imposible cuando no anécdotico cualquier "análisis de clase". Los sectores dominantes ya no se pueden dividir entre poseedores y desposeídos, sino entre incluidos y excluidos al margen de su status social o poder económico....

barón -

Lo que hace es controlar la venta de vehículos y la circulación en las vías que le importa. Del resto no se hace cargo de nada, como si se lo lleva un tsunami.

Orientaciones -

Hemos dicho «la Alta Burguesía, que no es la que manda, sino la que mangonea».
La Clase Dominante mangonea, domina y se asegura una situación favorable a sus intereses y apetitos, no pierde el tiempo en «mandar» ni gobernar.
Por ejemplo, Berlusconi no gobierna, sino que vende, compra y maniobra para asegurar su posición económica-social.

¿Quién manda? -

Si no es la Alta Burguesía, ¿quién manda? ¿Quién es la Clase Dominante?

Orientaciones -

En Antagonistas y resto de participantes del Proyecto M 20 se constata el hecho siguiente: nos hallamos inmersos en el modo de producción, consumición y destrucción programada capitalista.
Y a este hecho fácilmente constatable se une otro: que apenas queda nada que se resiste a su “lógica”.

Un ejemplo palpable nos lo da la mercantilización del cuerpo humano. Las tetas, los culos y los muslos de las mujeres son reclamos no sólo en carteles publicitarios sino reclamos vivos en consultas de médicos y hasta de compañías de limpieza.
Asimismo, ojos, riñones, hígados... adquieren valor de cambio.

Las clases populares, esplotadas y sometidas, tienen que pasar por las continuas «Horcas Caudinas» impuestas por la Alta Burguesía, que no es la que manda, sino la que mangonea y devora recursos, la que exprime y acapara los bienes, la que domina y humilla a los pueblos, y la que aliena e, incluso, aterroriza a las clases inferiores.

Para mangonear, para devorar, para exprimir, para acaparar, para dominar, para humillar, para alienar y para aterrorizar, la Clase Dominante alienta el individualismo y la cultura-basura en los medios de manipulación.
Pero, junto al individualismo y la mierda que poluciona las mentes y corazones de los pueblos, la Clase Dominante utiliza profusamente una herramienta: la división del pueblo, la mezquindad entre los explotados, la insolidaridad entre los alienados, el odio entre oprimidos... en definitiva: la guerra social, el multirracismo y la xenofobia.

Los que se niegan a partir de esta realidad muy fácil de constatar, y te vienen con memorias histéricas u obsesiones decrépitas de fascistas y rojos, de moros y cristianos, o de blancos y negros, que emigren.
Ya ni son los perros del poder establecido tratando de dividir y desviar la atención sobre donde está el problema y quien es el ENEMIGO, sino que son los chinches, los piojos del sistema.

Explicación -

"La «autonomía histórica» fue una patraña para mantener un doble discurso y encu­brir los postulados de siempre: los mismos que tenían los «par­ti­dos históricos»"
Y punto.

Luciano -

Ya era hora que el proyecto M20,se posicionase claramente contra la inmigracion,sobre todo los moros que son un verdadero problema.Alto a la invasion ,alto a la inmigracion ilegal.