PROYECTO M20 "NUESTRAS BASES" (V)
ANÁLISIS ÁMBITO ESTATAL
(c) La Ultraderecha: del franquismo al eurosionismo
Cuando se habla de ultraderecha en España, se suele caer en un error de apreciación sobre la función específica que desempeñan las llamadas «fuerzas nacionales». Sólo durante los años de la Transición, cuando la derecha «convencional» estaba recomponiéndose tras la muerte de Franco, la ultraderecha tuvo cierta capacidad y ganas de «dar un susto» a las fuerzas políticas protagonistas de la instauración de la Monarquía de Partidos y Estado de Autonomías. Esa ultraderecha postfranquista, tardointegrista o neofascista, no se adaptaba al nuevo Régimen, y llamaba «traidora» y «mema» a la derecha convencional que pactaba con los «social-comunistas», pues éstos (decía la ultra) iban a «suprimir la propiedad privada», «acabar con la familia» y «perseguir a la religión».
Obviamente, no ocurrió nada de eso. La derecha empresarial y la banca estuvieron jaleando durante bastante tiempo a Felipe González; la crisis de la familia no estaba causada realmente por medidas políticas, sino por la dinámica propia de la sociedad burguesa; y la Iglesia Católica sostuvo una «entente cordial» con el PSOE hasta el punto de que un arzobispo emérito (Ramón Torrella) llegó, en 1993, a descalificar públicamente el que se dieran noticias sobre la corrupción del PSOE.
Hoy, la ultraderecha, como fuerza social e histórica, está mayoritariamente integrada en el PP y en su «Cinturón Mediático». Hay otra ultraderecha, solidaria de los neofeudalistas, que ha hecho del chantaje su principal negocio «político-económico». Pero lo que los medios e investigadores sociales denominan «extrema derecha» no es más que un pozo de residuos, un apéndice de la derecha política que, reorganizada como alternativa de poder tras 1982 (cuando finaliza la «Primera Transición» con el triunfo del PSOE), estuvo en el gobierno nacional entre 1996 y 2004. La «Experiencia Aznar» lo fue de toda la derecha. Entonces, la etiqueta de «centro reformista» fue utilizada como táctica y arma electoral (Aznar, incluso,llegó a reivindicar a Azaña) en la fase previa de acceso al poder (refundación congresual de AP-PP) y como parte de su acción de gobierno en su primera legislatura. Era una etiqueta políticamente necesaria, dadas las condiciones sociológicas del país y de la época. Después, libre ya de las «cargas» y «peajes», el gobierno del PP -y toda la derecha- arrojó la careta «centro reformista» y elaboró un programa neoliberal-derechista que empezó a asumir, más o menos «sin complejos», los principales mitemas de la ultraderecha postfranquista, incluso los de las ultraderechas tardointegrista, neofascista y, ahora especialmente, «anti-inmigrante».
La ultraderecha es un apéndice para la derecha liberal. Esto puede parecer extraño para la mente convencional, también para los escasos afiliados y simpatizantes de grupos y corrientes ultras que compiten por un hipotético porcentaje electoral que sólo existe en su imaginación. Por ello la existencia virtual, supletoria, subalterna y «amenazante» de los «patriotas» es tanto más necesaria para el PP cuanto más reaccionario, ultraliberal, xenófobo y criminal-imperialista es el rumbo político del PP. Si esta supuesta derecha «radical» no existiera habría que inventarla. Y de hecho, desde Génova y el «Brunete Mediático» se reinventa periódicamente, supurando ideologías y estrategias de «recambio» como el «identitarismo», el antiinmigracionismo o el odio al moro, y desplazando agentes para controlar internamente el franquismo residual.
No existe, pues, ninguna «derecha radical» ni «derecha nacional» por oposición a una «derecha liberal». Existe una «derecha exaltada subsidiaria», que depende de los poderes dominantes y que, política y sentimentalmente, forma una piña con el entramado sociológico que sostiene al PP.
Habiendo sido siempre el «bajo fondo» de la derecha convencional, desde que existe el PP la inmensa mayoría vota PP, pues los extremistas de derecha, como además se conocen a sí mismos, no se votan ni entre ellos. Si toda la ultra no se agrupa aún junto al PP es por simples intereses personales, por querencias y parafernalias simbólicas, o porque desean un PP aún más duro y visceralmente más xenófobo y reaccionario. Pero debido a la ofensiva «neocons», el PP va anulando incluso los últimos «hechos diferenciales» con la ultraderecha. El discurso clásico de ésta, el de una «patria» como patrimonio exclusivo de una etnia, de los adeptos de unas costumbres o hábitos religiosos, o de un sector detentador de privilegios que los preserva o los acrecienta a costa de la nación y del mundo, secundada por una guardia de la porra (la ultra espera ser ella) les ha sido arrebatado por FAES y PP. Todos saben que los que nutren sus grupúsculos ultras son descerebrados que hacen gala de su irracionalidad, y en la práctica ningún exaltado de derechas «serio» vota listas de ultraderecha, pues percibe que la razón de existir de tales grupos es servir de «válvulas de escape». La ultraderecha es como el puticlub: uno va y vuelve, no se queda a vivir allí.
Por otro lado, si a algunos les había parecido imposible o improbable que la ultraderecha española (sobre todo la tardointegrista y la neo-fascista) pudiera convertirse en eurosionistadebido al odio secular que había profesado hacia los «judíos» (un odio religioso, de sangre o histórico, o un odio mixturado) ya pueden ver su error. La ultraderecha española, al igual que las ultraderechas ultrapirenaicas, y demostrando su solidaridad con el entramado que sostiene al PP, se ha descubierto también eurosionista. Y es lógico: a nadie debe extrañar este apoyo final (abierto o «asionista») de las ultraderechas españolas (europeísta, españolista oneofeudalista) al sionismo. Al fin y al cabo el sionismo es una ideología ultra que habla en los mismos términos que la ultra de toda Europa: un estado exclusivo para un grupo particular(raza, religión, lengua...) que debe desarrollarse en base a los hábitos ancestrales que, se supone, les caracterizaron en el pasado. Un modelo mesiánico y exclusivista. Aunque la ultraderecha europea no apoyara antes del todo al sionismo por ser de raíz «judía», las ideas-fuerza del sionismo son las mismas que la mayor parte de las posiciones ultras.
Por supuesto, todos los mitemas de la ultraderecha (nacional-católica, tradicionalista, nacional-populista, social-identitaria...) no son otra cosa que una superestructura mítico-pasional para encubrir los intereses y preferencias de unas minorías de poder, y amparar una realidad social lesiva incluso para las masas que se identifican con esos mitemas.
En conclusión: si es cuestionable que en el pasado próximo existiera alguna «derecha radical» o «tradicional» por oposición a una «derecha liberal» o moderna, hoy no cabe duda: es un apéndice de la última. La ultra no pretende cambiar las estructuras del Régimen, ni mucho menos subvertir el modelo sistémico dominante. La ultra está dentro, y se define por lo que defiende: el individualismo burgués y su corolario (la propiedad privada de los medios de producción); el Occidente realmente existente (no el que míticamente tiene cada uno en su cabeza); el liberalismo político; la cultura de masas norteamericana; la hegemonía tecnológica-militar de la OTAN para aplastar los «desafíos a Occidente»; los abusos institucionalizados a cuenta de la «seguridad nacional»; la «Economía de Libre Mercado» (la que «crea riqueza» y demás falacias); y ciertos valores de la tradición europea desvirtuados (cristianismo, patria, monarquía, familia, etc.). Sin embargo, no perdamos la perspectiva: los ultras españoles ni hacen ni quieren hacer política. El cometido de sus grupos es dejar suelto al cabestro que muchos pequeño-burgueses llevan dentro, como los hinchas de los equipos no juegan al fútbol, sino que dejan ese deporte para los profesionales que se mueven en el césped. Por tanto, es falso que al Régimen le inquiete un «ascenso» de la Extrema Derecha.
Pero si la combatimos es porque las energías ultras sintonizan con los intereses ocultos (y no tan ocultos) del Capitalismo globalitario y porque suelen actuar como perros de presa del Sistema. La ultra causa poco daño cuando fomenta causas en solitario. Pero cuando se incorpora como auxiliar del Poder establecido y expresa una versión «más dura» (o «políticamente incorrecta», como dicen) del propio discurso del Poder, el daño que provoca es considerable. Cuando la infraizquierda «antifascista» se suma a las campañas represivas político-policiacas orquestadas por las instituciones y medios del Sistema, cumple esa misma función de perros del capitalismo. Vivimos en el «tinglado» montado por la derecha: tanto la ultra como el otro extremo son perros de presa del mismo.
Y hay, además, otro motivo para combatirla: cierta ultraderecha se vende como «inconformista» o «patriota» siendo tan ultraconformista y antipatriota como el resto. Y no sólo hemos de atacarla por su farsa de presentarse como adversarios del poder establecido (igual que hace la infraizquierda), sino porque lo hacen pervirtiendo figuras, consignas y referencias valiosas, habiendo confundido a elementos que podrían haber sido válidos, y los han abocado al limbo, la impotencia y el basurero, convirtiéndolos en residuos del Sistema con etiquetas de «inconformistas» o «patriotas».
(d) Falangistas, nacional-revolucionarios y anarquistas
Muchos de sus militantes han considerado que estos movimientos no eran parte ni de la derecha ni de la izquierda totalitaria. Pero la alternativa tampoco puede seguir leyendas ni ser tibia en esto.
(º1) Falangistas: una incongruencia y esquizofrenia permanente
La primera realidad contradictoria del falangismo es que, mientras unos falangistas pensaban (o se auto engañaban con ello) que eran parte de un partido revolucionario enemigo de un Sistema totalitario, otros falangistas han estado sirviendo (o han querido servir) durante décadas como centinelas del mismo Sistema. Las protestas de muchos falangistas dirigidas al Poder no estaban motivadas por las injusticias o abusos que cometía el mismo, sino porque el Poder les parecía blando y por no mantener una represión más fuerte y tomar represalias más duras contra los enemigos del modelo político-social que identifican con la «Patria». Mientras unos creían (o decían) que eran oposición frontal a un Sistema corrupto, otros falangistas servían de encubridores de la corrupción como «mal menor» o llegaban, incluso, a exigir el silencio de quienes denunciaban la corrupción por poner en peligro la paz social o la seguridad. Mientras unos hablaban de un movimiento contra un Sistema injusto y decadente, y pregonaban valores como la integridad y la dignidad de las personas, otros falangistas aparecían como apologistas del subjetivismo eurocéntrico, fanáticos de la supremacía occidental, y propagandistas de la decadencia como signo del desarrollo e «identidad» de los pueblos occidentales, exigiendo cometer más atropellos contra los «incivilizados pueblos» del «Tercer Mundo». Tal ha sido la esquizofrenia falangista vivida durante décadas.
Ante este panorama, muchos falangistas han estado durante décadas quejándose de la falta de unidad. Como la unidad entre posturas tan opuestas era imposible, y sólo podría lograrse si «una falange» aniquilara totalmente a «la otra», la conclusión es que muchos de los falangistas no han sido más que mediocres pequeños-burgueses apegados a una memoria y una «identidad» de iconos, mitemas, colores y sentimientos «de club». Igual que una afición futbolística o de «frikis». Es decir, para ellos la Falange no era un movimiento político, sino otro subproducto infrapolítico, otra «tribu urbana» de las sociedades del espectáculo del capitalismo avanzado, con la diferencia que una parte de ella sirvió de «residuo-reserva» en manos del núcleo duro del Sistema, como la ultra.
Otra contradicción es la obsesión por la memoria ¿Por qué promover en el seno de esta sociedad el respeto a «los servicios prestados» o la memoria? ¿Que pretenden con ello los falangistas (y otros grupos que hacen lo mismo, como PSOE o IU)? ¿Que esta sociedad consumista, hedonista e insolidaria, acoja o mantenga iconos, mitos o referencias personales ajenas a ella? Los falangistas, como los otros, confunden lo que son, con lo que soñaron ser o les contaron que fueron.
Otra contradicción enorme del falangismo es criticar el «patriotismo averiado» de las derechas al tiempo que asume acríticamente la historiografía nacional de las mismas. El patriotismo que no es crítico no es patriotismo. Pero el patriotismo crítico que lleva a reconocer la ruina del presente, no puede volverse apologista del pasado. Es bastante contradictorio ser crítico con el presente y adorar un pasado que también dejó mucho que desear. El patriota es crítico tanto con el hoy como con el ayer de su nación. Si el nacionalismo lleva a identificarse con los hábitos más vulgares como características nacionales a preservar, las falanges, en general, si no han sido nacionalistas de la España contemporánea («la Borbónica»), lo han sido de la vieja España («la de los Austrias»).
En general, al liberal-progresista le desagrada la historia española por la oscuridad de un pasado dominado por la Inquisición, la miseria, conquistas y privilegios nobiliarios. Pero el progresista no acomete un juicio crítico del pasado de España, sino sencillamente desprecia esa historia que tan poco tiene que ver con sus ilusiones. Le avergüenza saber que es producto de aquello. Hace lo mismo que la mayoría de consumidores de carne: les desagrada entrar en la cocina de un restaurante o en el matadero, pero en ningún momento renuncian a comer su carne. Por su parte, el derechista convierte la historia de España en un canto a la gloria y grandeza de unos poderes que identifica forzadamente con el «ser» de España, y luego en un lamento, añorando el poder perdido en el pasado, que no le parece oscuro porque se identifica con esos poderes de casta y facción confesional. Lo que le acompleja o apena ver es la desaparición del férreo dominio que tenían sobre España y el mundo. Todos los recursos de España no fueron más que instrumentos al servicio de esos poderes, pero la derecha «borra» este hecho y hace ver que el dominio, la grandeza, eran de España como tal. Por mucho quelanzasen las falanges una retórica revolucionaria e, incluso, mostraran programas económicos de izquierda nacionalizadora o sindicalista, al comulgar con la historia nostálgica y esencialista de la derecha, no se han despegado de ésta. Compartiendo los mitemas y leyendas de la ultra ha sido natural que asumieran tantas veces las mismas posiciones.
(º2) Nacional-revolucionarios: una irrealidad e indefinición permanente
Resulta difícil hablar de un «sector nacional-revolucionario», pues carece de una historia, textos y figuras comunes de referencia, cosa que, al menos, sí poseen el falangismo y el anarquismo. Los nacional-revolucionarios no tienen teórico o manifiesto reconocido por el conjunto de quienes así se llaman. No sería injusto señalar que es indefinible al carecer de una teorización profunda. A lo máximo, dispone de una serie de consignas comunes que les ha dado una sensación de entidad política, algo que no ha llegado a existir realmente. Para unos, lo nacional-revolucionario era otra forma de llamar a los fascismos y reivindicarlos sin nostalgias. Para otros, la actualización política de un tradicionalismo sin los límites del integrismo católico. Para aquellos otros, la radicalización del nacionalismo pero rechazando el capitalismo. Y todo esto en el mejor de los casos, pues para otros, lo nacional-revolucionario no fue más que un logotipo «marchoso» de esa ultraderecha que asocia el vocablo «revolución» con violencia «incontrolada» al servicio del «orden» sin implicar a los aparatos del estado directamente. Y cuando no, la cobertura de una estafa para inadaptados.
Pero al margen de estafadores y matones de la ultra con marca ocasional «NR», podemos reconocer como «nacional-revolucionario» a un sector con impulsos rebeldes, más o menos sentidos como sinceros, que criticaba las falacias del Régimen, advertía la falsedad de la dicotomía de las izquierda/derecha oficiales, oponía las naciones europeas a los poderes fácticos y el imperialismo, y quería trastocar el Sistema Capitalista desde posiciones de «tercera vía». Pero en este sector se advertía el pánico a perder ese «corazón rebelde» inicial para no caer en el pozo de la ultra o en el reformismo. Por tal motivo, muchos se han mantenido en el maximalismo del «todo o nada», lo que les ha llevado, lógicamente, a quedarse en nada. El hecho de que muchos «nacional-revolucionarios» se destaparan como ultras (o derechistas corrientes) cuando han saltado a la «política real», ha podido explicar esa parálisis. El enemigo, pues, para ellos, era intentar hacer política real, ya que sólo en el testimonialismo y la marginalidad podían seguir siendo fieles a sí mismos.
Pero su verdadero enemigo ha sido la falta de realismo, de método, de rigor intelectual, de compromiso, de temple para hacer política real en una línea u otra. El enemigo fue la excusa de que había que prepararse para la lucha final (sin señalar qué); en la que tumbaremos al Sistema (no se sabe cuándo); y mientras, era mejor no hacer nada, no «caer tan bajo» de participar en luchas políticas y sociales «del Sistema»; o bien «actuar de otra forma» (sin explicar cómo). La inacción de estos nacional-revolucionarios ha sido un extremo desmovilizador, tan antipolítico como el extremo contrario, el activismo sin rumbo que lleva a la «unidad de quemados». Algo cierto había en tal temor: muchos reproches se dirigían a los nacional-revolucionarios para «bajar a la arena» de la «política real», pero para reforzar la polítíca real de la derecha. Aquí, entonces, la cuestión no es tanto si se hace política real o no, sino señalar qué política u orientación real se quiere hacer.
Si los nacional-revolucionarios se hallan fuera del marco conceptual de la realidad es porque no han resuelto este error teórico: pensar que teniendo la «razón» y la «voluntad» era imparable la revolución. Ésta (cambio profundo de modelo o de estructuras) necesita de condiciones objetivas y subjetivas, y su objeto es cambiar esas estructuras (subvertir un régimen) o el modelo sistémico (cambiar un Sistema). La razón o la voluntad no determinan ninguna condición objetiva y malamente van a determinar las subjetivas (sobre todo si las masas no demandan esa revolución). Lo que ha pasado es que los nacional-revolucionarios nuncaanalizaron las condiciones objetivas y subjetivas, análisis que se reemplazaba con puro subjetivismo. El resultado no podía ser otro que la nada, pues desde 1945, en Europa, no se han dado condiciones ni objetivas ni subjetivas suficientes para poder provocar un proceso revolucionario. La alternativa era hacer política real, pero para eso (sin abandonar la alta perspectiva revolucionaria) había que entrar en discursos para los cuales los nacional-revolucionarios ni estaban preparados ni querían estarlo, pues con ello sentían traicionar el impulso revolucionario. Si se quiere hacer política no queda más remedio que jugar en ciertos parámetros que marca el actual Sistema. ¿Pero que parámetros? Ahí está la cuestión.
Para hacer «política real» hay que participar del marco conceptual «realmente existente», que no es otro que este modelo sistémico capitalista expansivo basado en un economicismo a ultranza. Ante esto sólo hay dos posiciones: aceptar el modelo aunque necesite «reformas»; o ser crítico con él. En la primera posición está el espectro político del Sistema, incluida la ultraderecha, bajo un análisis utilitarista y liberal (en cualquiera de sus formas). Y en el segundo están los que, desde dentro del esquema economicista, diseccionen la esencia de dicho esquema, evidenciando su naturaleza y contradicciones. No habiendo más análisis de carácter economicista para tal disección, con un mínimo de rigor, que el marxista, no quedaba otra opción que asumirlo, pero los nacional-revolucionarios se han negado a ello prefiriendo mantenerse en su Europa mítica-romántica.
(º3) Anarquistas: una disolución individualista y antesala del liberalismo
A diferencia de falangistas y nacional-revolucionarios, el anarquismo español llegó a constituir en el pasado un formidable movimiento de masas que sí combatió por la revolución. No repasaremos su historia, repleta tanto de luchas como también de graves errores. Quizás podamos evaluar que a principios de la II República, con el triunfo de las tesis libertarias frente a las anarcosindicales en el seno de la CNT, se inició la caída de la mayor parte del movimiento en posiciones insostenibles de extrema izquierda, que, si bien sirvieron en los primeros años para entusiasmar con las utopías libertarias, llegado el momento de la verdad (tanto en la revolución como en la guerra), se vieron impracticables o contraproducentes, cosa que sus rivales no desaprovecharon para desautorizarlos. El hecho es que iniciada la guerra civil, la CNT concitaba tanto apoyo popular como la UGT y el PSOE de Largo y Prieto. Tras la guerra, el anarquismo estaba completamente desacreditado y como fuerza jamás llegó a inquietar a la Dictadura. Durante la transición, la CNT era una fuerza aún más socialmente despreciada que la Falange, que ya es decir.
Actualmente el anarquismo se encuentra dividido en dos organizaciones: CNT y CGT. Otros colectivos anarquistas se sostienen como editoriales (podemos destacar la del «Viejo Topo», aunque tal revista rebasa desde luego el área anarquista) pero es significativo que sea un grupo musical (Ska-P) quien parezca mantener la bandera más representativa de estas posiciones. De la misma manera que muchas cosas señaladas de la ultraderecha eran extensibles a las falanges y al «ambiente nacional-revolucionario», muchas cosas que hemos advertido en la extrema izquierda valen para evaluar, en términos generales (pues hay excepciones) al actual movimiento anarquista.
Y es que los anarquistas han sido también arrastrados por la postmodernidad y la contracultura. Insistiendo en sus posiciones clásicas de oposición a la izquierda totalitaria y a cualquier autoritarismo (y en el antifascismo común en la izquierda y la derecha) han caído en un individualismo radical que les acerca, cada vez más, a las posiciones liberales más extremas. Por ello no extraña que anarquistas de ayer despierten ahora como fanáticos ultraliberales, y de inmediato sean, de facto, neoconservadores (pues el liberalismo puro es percibido fácilmente como una quimera). Si nos olvidamos de parafernalias, signos, poses, vestimentas y cortes de pelo, lo único que va distinguiendo realmente un anarquista medio actual de un ultraliberal es que, en los conflictos laborales, el primero se pone de parte de los asalariados, y que, al menos todavía, ningún grupo anarquista ha dejado de pronunciarse en contra de la OTAN y el imperialismo norteamericano (cosa que sí han dejado de hacer falangistas y nacional-revolucionarios, por ejemplo). Pero los proyectos comunales ideados (e incluso realizados) en el pasado han desaparecido, así como las tesis de organización social basadas en el sindicalismo. No se sabe cómo pretenden CNT o CGT tumbar al capitalismo, ni las propuestas que marquen las líneas generales de su alternativa social.
El anarquismo se halla asimismo atenazado por el antifascismo alucinado de la extremaizquierda y el instrumental de la progresía capitalista. Por convicción o por miedo, tienen mucho cuidado de no incurrir en los «desvíos extraños» o «violentos» que les marcan los comisarios políticos de la progresía. Resulta muy llamativo que, proclamando su rechazo frontal al maquillaje progre y denunciándolos como reformistas vendidos al capital, los anarquistas permitan, sin embargo, que los progres les marquen los límites que no pueden traspasar bajo pena de estigmatización inmediata. Que el enemigo sea la máxima autoridad moral para aprobar o condenar lo que haga o diga el movimiento anarquista, lo dice todo sobre la descomposición a la que ha llegado éste.
(e) La lección para cualquier alternativa antagónica
La lección está clara. La extrema izquierda se ha dejado arrastrar por la contracultura que política y sindicalmente la ha anulado e incorporado al capitalismo globalitario, convirtiéndola en correa de transmisión de la impostura progresista, y su obsesión antifascista es la gran vía para acabar siendo otro frente parapolicial del capitalismo. Por su parte, las «derechas radicales» o áreas «patriotas» significan un refuerzo subalterno pasional de la única derecha real y el capitalismo globalitario (puro cálculo de intereses que desprecian a los pueblos y a las personas). Ni hay más derecha que la liberal-capitalista, cipaya de EEUU, eurosionista e imperialista globalizadora, ni existe otro camino a la derecha que la de Rajoy y Aznar, bendecida por el Vaticano y los neo-druidas «identitarios». Los mitemas supremacistas,etnicistas y confesionales sirven para dos cosas: primero, para que una masa de descerebrados se identifique con la minoría que se mueve por puro cálculo de intereses; y segundo, para facilitar sentimentalmente las brutales operaciones de la única derecha real a la hora de imponer sus intereses, sin que les asalte la mala conciencia, pues sólo con el desprecio supremacista por sus víctimas, la derecha real puede realizar tranquilamente sus operaciones.
Pero si estas observaciones no fueran suficientes, tenemos además la vivencia de estos siete lustros de Monarquía Parlamentaria. Tal experiencia nos indica que todos los intentos de colaboración con los extremos políticos, confiando en cierta sinceridad de su retórica antisistema y en una aparente disposición abierta de algunos sectores de la ultraderecha o la extrema izquierda (incluimos ya al falangismo, el anarquismo o el entorno nacional-revolucionario) no han servido para absolutamente nada, puesto que todos ellos, conscientemente o por estupidez, son en definitiva los colaboradores más fanatizados del Sistema. La ultraderecha lo es por la obsesión enfermiza de combatir al comunismo cuando éste ha desaparecido de la escena, y, ahora, por culpar al inmigrante de todos los males reales o imaginados que padece la nación, actualizando el miserable «patriotismo averiado» de las derechas, que no es sólo un nacionalismo chauvinista promotor de los prejuicios más miserables hacia otros pueblos, sino que, en relación con su propia nación, es un nacionalismo abyecto y servil de los poderes fácticos. Y la extrema izquierda porque prefiere batirse con el cadáver del fascismo vencido en 1945, antes de enfrentarse a la realidad, y porque se ha empapado de la contracultura antisocial y estético-lúdica de la «Bohemia burguesa» que ha tirado por la borda todo su arsenal ideológico revolucionario y su legado histórico y cultural transformador.
Nosotros hemos llegado al convencimiento de que es la hora de levantar la alternativa que rompa con los valores que han informado eso que han llamado «Civilización Occidental», y para ello es necesario liberarse de los prejuicios y tópicos de la cultura burguesa y de sus secreciones más purulentas. Es hora de enfrentar la realidad con herramientas nuevas y con realismo. Es hora de señalar que los parámetros oficiales de la izquierda / derecha actuales ya nada tienen que ver con los parámetros de la realidad que separa efectivamente el mundo, entre los intereses de los menos y las necesidades de los más, entre los opresores y los oprimidos, entre explotadores y explotados: la izquierda y la derecha actuales están en la «misma orilla», al lado del Sistema, cuyo núcleo duro es la derecha (y por eso es nuestro principal enemigo) y su contorno, la izquierda progresista o social-liberal. Y es hora de confirmar, de una vez por todas, que los respectivos extremos de izquierda /derecha son subproductos del Sistema y que en éstos se encuentran los elementos más descerebrados, alucinados, obsesivos y fanatizados del propio sistema (aunque se vistan de antisistema): en uno y otro extremo no hay nada más que esterilidad, necedad y pérdida de tiempo y energía.
De lo que se trata es: en primer lugar, de elaborar un discurso creíble que se pueda presentar a la gente sin que la mayoría «vomite» al escucharlo; y en segundo lugar, reconocer nuestras limitaciones como fuerza para influir en la sociedad, lo que nos debe llevar a dar nuestra exigua ayuda a cuantas luchas sean justas, y ocasional y tácticamente a los grupos que aún siendo parte del sistema y del Régimen, puedan poner de manifiesto puntualmente las contradicciones y la falsedades de éste. Pero nuestros apoyos han de estar canalizados en todo momento por nosotros, no por otros, y esto exige que nos organicemos. No sólo nos debemos acercar al pueblo hablando de cosas que la gente entienda, sino que luchando por lo que es justo se enarbola la mejor bandera de nuestra política, siempre que, al mismo tiempo, pongamos de manifiesto que la causa de esos males es el propio Sistema o el mismo Régimen, teniendo claro cual es la división fundamental en el mundo actual, en el marco conceptual «realmente existente»: una clase socioeconómica dominante, la capitalista, que nos explota; representada por las instituciones políticas que nos mandan; los medios de manipulación de masas que nos mienten; y los cuerpos armados que nos disparan si todo lo anterior falla.
No se puede perder más tiempo, no se puede dar más oportunidades a los cretinos, es hora de posicionarse, es hora de elegir bando.
36 comentarios
La ultraderecha -
armando tanto ruido en sus cansinas perretas
que no escuchan otra cosa que sus pedorretas.
Aunque todos estos patriotas de opereta
ya no tengan años para seguir con chupeta
de la derecha continúan mamando la teta
como ayer, como siempre, masa vil y paleta
«Están»; y no permanecen mudos estos jetas
pero sus banderas, sólo con basura completan,
producto de almas tan podridas que petan
y con menos cerebro que unas maletas
De fachas, las redes de internet están repletas.
No nos equivoquemos: no están majaretas
sino son mezquinas y necias marionetas,
mariconas que no llegan ni a mediaveletas.
No importa si mantienen viejas camisetas,
o ahora se vistan con nuevas chaquetas.
Siempre relleno para ocupar algunas camionetas
perros del capitalista que chupan sus braguetas,
tontos del culo para arrojar en una cubeta
esa es su repulsiva, rastrera y triste papeleta.
Vuestra patria es el cortijo del capitalista
Vuestro hogar, la pocilga del consumista
Vuestra tarea, la del perro extremista
Vuestra vocación, la de lacayo del imperialista
Jilorio -
Y toda la ultra que va de "frente antisistema" (AES, España 2000, AN, PxC, FN, FE-JONS...) hablará del "derecho al trabajo", hará apología del esquirol y criticará al gobierno por no ser más duro contra los piquetes.
Hermanos Musulmanes -
Mohamed Ghanem, líder en el exilio de los Hermanos Musulmanes, dijo en una entrevista a la televisión iraní que si su grupo llegara al poder en Egipto romperán con el tratado de paz con Israel. ¿Secunda esa opinión?
Esta es su opinión personal. Existen tratados internacionales y los vamos a respetar; al igual que respetamos también la Ley y la Constitución. Pero el Gobierno no ha consultado ni al pueblo ni al Parlamento egipcio cuando hizo los tratados, por eso tenemos que reconsiderar esos tratados y consultar al pueblo y al Parlamento. Los israelíes abusan de los palestinos y nosotros, los árabes, respetamos el tratado de paz. Los israelíes no.
ANTAGONISTAS -
Esta es la clave real de todas las revueltas en el mundo árabe. Y Egipto ha sido siempre la piedra maestra de este mundo. De donde, nuestro apoyo a estos procesos sociales y geopolíticos. Que otros busquen tres o tres mil pies al gato árabe. Lo de algunos es cansino....
Hermanos Musulmanes -
Entrevista a Rashad Bayumi, Vicepresidente de los Hermanos Musulmanes
El 'número dos' del movimiento islamista egipcio reitera su compromiso con la democracia y rechaza el modelo teocrático iraní.
AENA -
Braunau -
El sábado hay una manifa de Cibeles a pza España contra el pensionazo y demás medidas liberales del gobierno. Por ahí andaré. Esperemos que se movilice la gente.
Salud y rst.
Levantisco -
zuritum -
Es de suponer que ahora le toque al hermano de Palcios, autor de un reciente y publicitado libro sobre el 23-F, y a su acólito y militante del PP y ex-Cedade Javier "dayan" Esparza, presentador junto al llorica ex-falangista García-Serrano de un infumable telediario de Interfachería....Veremos que hace el "frente antisistema" ante semejante caza de brujas nazis....
Resistencia -
En conclusión: si es cuestionable que en el pasado próximo existiera alguna «derecha radical» o «tradicional» por oposición a una «derecha liberal» o moderna, hoy no cabe duda: es un apéndice de la última.
La ultra no pretende cambiar las estructuras del Régimen, ni mucho menos subvertir el modelo sistémico dominante.
La ultra está dentro, y se define por lo que defiende: el individualismo burgués y su corolario (la propiedad privada de los medios de producción); el Occidente realmente existente (no el que míticamente tiene cada uno en su cabeza); el liberalismo político; la cultura de masas norteamericana; la hegemonía tecnológica-militar de la OTAN para aplastar los «desafíos a Occidente»; los abusos institucionalizados a cuenta de la «seguridad nacional»; la «Economía de Libre Mercado» (la que «crea riqueza» y demás falacias); y ciertos valores de la tradición europea desvirtuados (cristianismo, patria, monarquía, familia, etc.).
Sin embargo, no perdamos la perspectiva: los ultras españoles ni hacen ni quieren hacer política. El cometido de sus grupos es dejar suelto al cabestro que muchos pequeño-burgueses llevan dentro, como los hinchas de los equipos no juegan al fútbol, sino que dejan ese deporte para los profesionales que se mueven en el césped. Por tanto, es falso que al Régimen le inquiete un «ascenso» de la Extrema Derecha.
Resistencia -
Estos neonazis no se enteran de nada porque no quieren.
A Isidro Juan Palacios no se le persigue por las ideas que expone en sus clases de formación para candidatos del PP -ya se ve que no, pues se le contrataba para eso mismo- sino que se le echa por su pasado "no recomendable".
Como se dijo arriba "La ultra es para el sistema como los residuos radiactivos para las centrales nucleares: no les queda más remedio que tenerlos, aunque no quiera tenerlos cerca".
El caso del neofascismo español:
http://usuarios.multimania.es/resistencia/neofascesp.htm
Entre el cinismo y la hipocresía:
Crónica de un mundillo en descomposición (I)
http://usuarios.multimania.es/resistencia/cronica.htm
Crónica de un mundillo en descomposición (II)
http://usuarios.multimania.es/resistencia/cronica2.htm
La falsificación permanente
Historias (e historietas) de "nacionalistas" españoles (I)
http://usuarios.multimania.es/resistencia/falsificacion.htm
Bajo el signo de la cruz
Historias (e historietas) de "nacionalistas" españoles (II)
http://usuarios.multimania.es/resistencia/signo.htm
No sé qué habrá de cierto en ello -
http://www.iarnoticias.com/2011/secciones/africa/0015_libia_medios_07mar2011.html
Leonida -
Desde el PP nacional se pusieron ayer en contacto con este diario para manifestar su desconocimiento sobre el pasado de Palacios, a quien se vincula con el extinto Círculo Español de Amigos de Europa (Cedade), un grupo neonazi surgido a mediados de los 60 y que planteó una revisión de las tesis del holocausto. Las mismas fuentes recalcaron que se trata de un "colaborador externo" del PP, "no habitual", que ha impartido "cuatro o cinco cursos" de oratoria. Según añadieron, recurrieron a sus servicios porque tenía "un buen currículo" y destacaron que dejarán de colaborar con él.
La responsable del área de formación del PP castellonense, la diputada autonómica Maira Barrieras, también mostró su sorpresa. "Llevo muchos años con temas de formación y me limito a seleccionar los cursos que ofrecen desde la dirección nacional", explicó. Barrieras dijo no haber visto "en mi vida" al profesor Palacios. "Le esperé en la sede y se portó de una forma educadísima. Ningún asistente del curso me ha trasladado ninguna queja y se limitó a hablar de oratoria. Sólo uno me ha dicho que le llamó la atención un ejemplo que puso sobre un discurso desde el púlpito de una iglesia", aseveró.
El Cedade
A Palacios se le considera como uno de los destacados miembros del Cedade, un grupo neonazi surgido a mediados de los 60 en Barcelona. Tuvo su epicentro en la conocida librería Europa de la capital condal, que fue intervenida al considerarse un núcleo de exaltación nazi.
Su propietario, Pedro Varela -exjefe de Cedade-, fue procesado por apología del genocidio e incitación a la discriminación, al odio y la violencia raciales. La librería albergaba un vasto volumen de literatura revisionista y negacionista del Holocausto. Isidro Palacios está catalogado como una de las personas influyentes de aquella organización, que desapareció a principios de los 90.
Palacios (abogado y periodista) ha desempeñado una intensa actividad en los medios de comunicación. Ha fundado o dirigido numerosas revistas, alguna de corte esotérico, y es colaborador de programas de radio y televisión.
También tiene escrito un libro sobre las apariciones de la Virgen, entre otros trabajos. Desde el PP han contado con él en varias ocasiones para impartir oratoria, aunque ahora han anunciado que no volverán a hacerlo.
PD: Lo que vosotros llamais "ultraderecha" es el verdadero frente antisistema, perseguido por los demócratas. Parace que en esta democracia, quien no tiene "pedigrí" de demócrata, acaba pagandolo.
http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2011/03/02/aparta-profesor-oratoria-conocer-pasado-neonazi/787065.html
Jilorio -
Aunque la ultraderecha se vista con distintos disfraces (o nicks) a veces hasta revolucionarios (o antisistema), ultra se queda, y no cambia ni sus fines ni la naturaleza de sus medios.
Estando como estamos los europeos (agobiados, cornudos y mal pagados por este puto sistema que tenemos: el capitalista), los perros de la ultra no tienen empacho en acudir en auxilio de este sistema("nuestro" sistema) agitando los estereotipos del vulgo necio y asustando a la gente con ¡Cuidado que vienen los "rojos"! ¡Cuidado que vienen los "moros"! ¡Cuidado, que nos invade el tercer mundo!
Por muy fantásticos y estrambóticos que suenen, la ultra española son como el perro del hortelano que, aunque su amo lo mate de hambre, nunca escamotea ladridos en guardar la finca y el ganado para su amo.
La ultra es para el sistema como los residuos radiactivos para las centrales nucleares: no les queda más remedio que tenerlos, aunque no quiera tenerlos cerca.
Valores de Occidente -
Esto son los valores que defienden derechistas y progresistas, y los subnormales de la ultra. Así que cuentos como el que suelta Gadafi ("o yo o Al Qaeda") sólo son dilemas idiotas para defender el sistema (sistema que antes decían combatir)
Explicación -
Explicación -
AJ -
Algunos siguen, y seguirán, repitiendo las mismas miserias cretinas propias del discurso derechil occidentalusta y co-partícipe del sistema, no se enteran, o no se quieren enterar, que eso que ellos reclaman "nuestro"y que llaman a defender, es precisamente lo que combatimos y tratamos de abatir.
Partiendo de esa premisa, ciertos argumentos sobran.
Izquierda -
Al soplapollas multinicks .... -
Venga jodido subnormal, animate.
Laureano -
Explicación -
- Es hora de enfrentar la realidad con herramientas nuevas y con realismo.
- Es hora de señalar que los parámetros oficiales de la izquierda / derecha actuales ya nada tienen que ver con los parámetros de la realidad que separa efectivamente el mundo, entre los intereses de los menos y las necesidades de los más, entre los opresores y los oprimidos, entre explotadores y explotados: la izquierda y la derecha actuales están en la «misma orilla», al lado del Sistema, cuyo núcleo duro es la derecha (y por eso es nuestro principal enemigo) y su contorno, la izquierda progresista o social-liberal.
- Y es hora de confirmar, de una vez por todas, que los respectivos extremos de izquierda /derecha son subproductos del Sistema y que en éstos se encuentran los elementos más descerebrados, alucinados, obsesivos y fanatizados del propio sistema (aunque se vistan de antisistema): en uno y otro extremo no hay nada más que esterilidad, necedad y pérdida de tiempo y energía».
Explicación -
Tal experiencia nos indica que todos los intentos de colaboración con los extremos políticos, confiando en cierta sinceridad de su retórica antisistema y en una aparente disposición abierta de algunos sectores de la ultraderecha o la extrema izquierda (incluimos ya al falangismo, el anarquismo o el entorno nacional-revolucionario) no han servido para absolutamente nada, puesto que todos ellos, conscientemente o por estupidez, son en definitiva los colaboradores más fanatizados del Sistema.
La ultraderecha lo es por la obsesión enfermiza de combatir al comunismo cuando éste ha desaparecido de la escena, y, ahora, por culpar al inmigrante de todos los males reales o imaginados que padece la nación, actualizando el miserable «patriotismo averiado» de las derechas, que no es sólo un nacionalismo chauvinista promotor de los prejuicios más miserables hacia otros pueblos, sino que, en relación con su propia nación, es un nacionalismo abyecto y servil de los poderes fácticos.
Y la extrema izquierda porque prefiere batirse con el cadáver del fascismo vencido en 1945, antes de enfrentarse a la realidad, y porque se ha empapado de la contracultura antisocial y estético-lúdica de la «Bohemia burguesa» que ha tirado por la borda todo su arsenal ideológico revolucionario y su legado histórico y cultural transformador».
Explicación -
«La lección está clara. La extrema izquierda se ha dejado arrastrar por la contracultura que, política y sindicalmente, la ha anulado e incorporado al capitalismo globalitario, convirtiéndola en correa de transmisión de la impostura progresista, y su obsesión antifascista es la gran vía para acabar siendo otro frente parapolicial del capitalismo.
Por su parte, las «derechas radicales» o áreas «patriotas» significan un refuerzo subalterno pasional de la única derecha real y el capitalismo globalitario (puro cálculo de intereses que desprecian a los pueblos y a las personas). Ni hay más derecha que la liberal-capitalista, cipaya de EEUU, eurosionista e imperialista globalizadora, ni existe otro camino a la derecha que la de Rajoy y Aznar, bendecida por el Vaticano y los neo-druidas «identitarios».
Los mitemas supremacistas, etnicistas y confesionales sirven para dos cosas: primero, para que una masa de descerebrados se identifique con la minoría que se mueve por puro cálculo de intereses; y segundo, para facilitar sentimentalmente las brutales operaciones de la única derecha real a la hora de imponer sus intereses, sin que les asalte la mala conciencia, pues sólo con el desprecio supremacista por sus víctimas, la derecha real puede realizar tranquilamente sus operaciones»
A Zuritum -
zuritum para el -
No crees en sueños, pero si en "salvaciones": Te digo lo mismito que tú:¿te las crees o sólo te divierten?
A Zuritum y Toma ya -
Toma ya -
¿Preguntas por preguntar o porque te lo manda mamá?
A Zuritum -
zuritum -
El mediterráneo -nuestro mar- arderá.
La ribera sur ya está en guerra.
La norte somos nosotros.
La guerra, como la risa, va por barrios.
Si tiras arena contra el viento, el viento te la devuelve, te ciega y te caes.
Nos vamos a caer con todo el equipo.
Aquí, en el "apéndice putrefacto de Eurasia", osea la Euralandia feliz de haberse conocido y reconocido como pilar europeo de la Alianza atlántica, los muertos se van a empezar a contar por cientos.
Tal vez quede tiempo sólo para defenderse con todos lo medios a disposición tanto los probables, como posibles como los "imposibles"....
"Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma, nadie regala nada...."
Sobre Irán-Libia -
A título informativo -
http://www.expansion.com/2011/03/02/economia/politica/1299059542.html?a=f851195ddad692757b3675332485f806&t=1299128456
La leche -
Hoy la ultra existe, pero no AL margen del PP, sino EN los márgenes del PP, actuando de "boixos nois" y de amplificadores de Interfachería, la FAES y demás.
Xenofobia, Islamofobia, sindicalista=parásito, inmigrante=maleante, gitano-moro-panchito=delincuente, islamico=terrorista... tales son las consignas de la ultra.
Los mismos mensajes que suelta el PP y sus baterías mediáticas, la ultra los repite en plan más bruto.
Explicación -
Maria -
I Love Interfachería -
No existe, pues, ninguna «derecha radical» ni «derecha nacional» por oposición a una «derecha liberal». Existe una «derecha exaltada subsidiaria», que depende de los poderes dominantes y que, política y sentimentalmente, forma una piña con el entramado sociológico que sostiene al PP.