LA HUELGA GENERAL

Fuente: El Emboscado
Las huelgas generales, originalmente, han formado parte de las concepciones catastróficas del pensamiento obrero, no habiendo sido su objetivo principal la consecución de determinadas concesiones, reformas parciales y ventajas materiales inmediatas fruto del paro en la producción, sino la entera y radical transformación del conjunto del sistema, iniciando así un proceso revolucionario que supusiese, en definitiva, la emancipación de los trabajadores y la instauración de una nueva humanidad.
La huelga constituye una acción de resistencia organizada con la que se consolida la escisión de la sociedad en clases, a la vez que se manifiesta el carácter antagónico de sus luchas. La huelga, por así decirlo, pone de relieve y agudiza las oposiciones en la sociedad favoreciendo la agrupación de las partes contendientes, marcando una clara línea divisoria en torno a la que se alinean los bandos enfrentados.
Como forma de lucha económica, se ha enmarcado en una perspectiva global por la que su sentido y razón de ser ha sido la creación de una alternativa al capitalismo que, dentro del movimiento obrero, se ha identificado con el mito de la sociedad socialista. De esta manera, las conquistas parciales siempre reciben un sentido revolucionario al inscribirse en un proyecto mayor y de carácter general para la sustitución del sistema.
Por todo esto, la huelga general ha tenido dentro del pensamiento revolucionario un carácter eminentemente político, pues su fin último es propiciar el cambio del régimen y la transformación del poder. Así, tal y como lo expresaron pensadores de la talla de Georges Sorel o Hubert Lagardelle y Eduard Berth, la huelga constituye un instrumento de la clase obrera por el que son los propios trabajadores, sin intermediarios de ningún tipo, quienes, a través de su esfuerzo, logran instaurar su propio modelo de sociedad emancipándose de las viejas estructuras económicas.
La huelga constituye la máxima expresión de la lucha de clases en la sociedad, pues es donde la clase obrera afirma su existencia y toma conciencia de sí misma y de sus propios intereses. Se ahonda la división interna de la sociedad al mismo tiempo que se agudiza su naturaleza antagónica. Se desenvuelve en el ámbito económico, pero con vistas a que sus consecuencias lejanas se manifiesten en relación con la revolución social futura.
Frente a aquellas posiciones reformistas que pretenden asegurar la paz social apaciguando los conflictos, la huelga marca la escisión de las clases, ya que hace uso de la violencia como instrumento para la destrucción del orden social vigente, y de esta manera posibilitar la conquista de derechos y la eclosión de un nuevo orden.
Se diferencian dos términos que, a modo de cómo lo clarificó Georges Sorel, se identifican respectivamente con la violencia y la fuerza. Mientras la fuerza es empleada por el Estado y su clase dominante, teniendo por finalidad imponer la organización de un determinado orden social en el que una minoría gobierna por y para sí misma, la violencia tiende a la destrucción de ese orden y se identifica como forma de lucha para la instauración de un nuevo sistema.
El peligro de las huelgas estriba en la ausencia de una visión global, lo cual conduce al reformismo y al tradeunionismo, deteniéndose la clase trabajadora a recoger los frutos inmediatos de sus luchas, evitando de este modo que se produzca un movimiento revolucionario que conlleve la transformación irreversible de la sociedad. La huelga deviene en un instrumento de presión para obtener mejoras materiales y soluciones parciales. Por esta razón cobra una importancia capital el mito, en la medida en que desarrolla una aplicación escatológica en las luchas obreras, confiriéndoles así su sentido revolucionario.
El mito, entendido como ricorso o, más bien, como mito social por cuanto es capaz de orientar y poner en movimiento determinadas fuerzas sociales, provee de la adecuada y precisa dimensión con la que la lucha de clases adopta una carga escatológica. Esto se expresa en el destino catastrófico que se le atribuye al capitalismo, quedando representada la acción de las masas bajo la forma de imágenes de batallas que garanticen el triunfo final de su causa. El mito no sólo induce a la acción, sino que vuelca sobre esta las esperanzas de la clase obrera, al mismo tiempo que desarrolla sus tendencias más fuertes.
El valor del mito reside en su operatividad, y esta viene determinada por las convicciones del grupo, de las cuales debe ser su expresión para ponerlas al servicio de la acción, despertando en el hombre los sentimientos que lleva dentro y orientarlos en un claro sentido. Así, los mitos resultan ser ideas motrices, expresiones de voluntades, más que descripciones de cosas.
El mito tiene un carácter absoluto y prepara al hombre para la lucha, además de sintetizar y simbolizar el conjunto de sus aspiraciones, poniendo a su disposición los medios precisos para actuar sobre el presente con vistas a realizar la revolución. Constituye el marco general en el que se inscriben las luchas obreras, dotándolas de un sentido revolucionario con el que sus resultados inmediatos quedan subordinados al proyecto transformador global hacia el que se orienta la acción. Lo que verdaderamente importa de estas luchas son sus consecuencias lejanas, pues son las que, situándose en un futuro indeterminado, cambiarán completamente la sociedad.
Cada huelga es una manifestación parcial de la idea revolucionaria que encarna la huelga general. A través de las huelgas la clase obrera toma conciencia de sí misma, pero al mismo tiempo, y a través del uso de la violencia, contribuye a generar los lazos de unión, a reforzar el sentimiento de pertenencia en la lucha común, imponiendo su personalidad sobre el medio económico.
El esfuerzo colectivo produce nuevas conquistas con la obtención de nuevos derechos alterando, así, el medio económico en el que se desenvuelve la clase obrera, creando las condiciones materiales y morales para llevar a cabo una transformación irreformable de la organización social. El trabajador deja de ser objeto de la historia para hacerse sujeto, creador y artífice de la misma.
Sin una perspectiva global las huelgas derivarían necesariamente en el reformismo, en el tradeunionismo por el cual cada sindicato únicamente se preocuparía por conseguir mejoras en el trabajo para los obreros de un determinado sector, cayendo de esta forma en un mezquino corporativismo. Se desarrollaría, entonces, una particular forma de capitalismo sindical en el que los trabajadores entrarían en un proceso negociador con sus patronos para obtener concesiones de estos. La huelga sería en este caso un elemento de presión frente a la patronal, teniendo por único objetivo mejoras salariales y un mayor bienestar sin por ello alterar las estructuras socioeconómicas de explotación.
El primigenio sindicalismo revolucionario rechazó categóricamente las revoluciones propiamente políticas, debido a que estas se encontraban mediatizadas por políticos cuyo ámbito de acción es el parlamentarismo, medio en el que se desarrollan las negociaciones que hacen posible las conciliaciones entre las clases y la paz social. La tendencia reformista y pactista de los políticos hace de ellos una clase parasitaria en el seno del movimiento obrero, utilizando su base social para alcanzar una mejor posición dentro del sistema pero sin alterar lo más mínimo sus estructuras y fundamentos. Esta actitud aborta, de entrada, cualquier posibilidad revolucionaria gracias a una política entreguista y embaucadora de determinadas elites políticas e intelectuales.
Esta circunstancia llevó a los principales ideólogos del sindicalismo revolucionario a plantear una nueva estrategia, en la que los sindicatos dejaran de ser la correa de transmisión de los partidos socialistas para convertirse en la vanguardia del movimiento obrero y sus luchas. Los propios trabajadores a través de sus organizaciones y de forma directa, sin intermediarios, emprenderían su propia lucha en el ámbito económico y social a través de las huelgas, las cuales les proveerían del conocimiento necesario para llevar a cabo un proceso revolucionario a través de la huelga general que, como culminación de las huelgas precedentes y máxima expresión de la lucha de clases, conduciría a la ocupación y apropiación de los medios de producción, es decir, a la entera socialización de la economía.
Sin embargo, actualmente, y tras el fin de la era industrial en la que se manifestaron históricamente estas formas de lucha obrera que marcaron la estrategia general del movimiento, los sindicatos no son ni pueden ser la base y el fundamento de una transformación irreformable de la sociedad y la economía, y ello por diferentes razones que expondremos a continuación.
Los sindicatos, a día de hoy, son mutuas laborales que únicamente se ocupan de proteger los empleos de los trabajadores con contratos indefinidos. Asimismo, y juntamente con esto, se tratan de organizaciones obreras que se han institucionalizado en el marco político y económico del capitalismo, habiendo sido totalmente integradas en el seno del sistema hasta el punto de recibir subvenciones de las propias instancias públicas.
Por otra parte, los sindicatos constituyen una elite económica y laboral dentro del movimiento obrero que se ha distanciado de sus propias bases, perdiendo totalmente el carácter representativo de las mismas siendo diferentes los intereses de ambas partes. Esta circunstancia lleva a que, finalmente, los resultados de las negociaciones mantenidas por las cúpulas directivas de los sindicatos no sean satisfactorias para los intereses de los trabajadores, y que la propia patronal salga reforzada después de las mismas.
También es necesario destacar que, tras el establecimiento del denominado Estado de Bienestar, los sindicatos mayoritarios fueron integrados en una dinámica negociadora que era la principal exigencia de dicho modelo sociopolítico de Estado, en la que se desarrollaban negociaciones por intermediación del gobierno entre sindicatos y patronal con el objetivo de alcanzar acuerdos que garantizasen la estabilidad en el plano social.
Además, cobra especial importancia el hecho de que se ha dado una progresiva desideologización de los sindicatos, perdiendo cualquier referente o marco general sobre el que basar su actividad, planteando sus reivindicaciones dentro del sistema como mejora material de las condiciones de los trabajadores, pero no como búsqueda en la sustitución del sistema capitalista por una alternativa mejor. Esto ha hecho que las huelgas sean, generalmente, un esporádico acto de protesta para hacer creer a parte de los trabajadores de que realmente tienen poder para algo, más que una medida de presión sobre agentes económicos y políticos.
Las protestas huelguistas tienen un carácter reformista y reivindicativo, se ha desechado todo el sentido revolucionario que las ha orientado históricamente en beneficio de cambios parciales que no alteran una situación de explotación, ni tampoco el rumbo general de los acontecimientos que marcan las propias estructuras del sistema. También se ha dado simultáneamente un aburguesamiento del conjunto de los trabajadores, quienes han asumido los valores y la cultura consumista impuesta por sus explotadores, adoptando la misma mentalidad que les inspira a aquellos y renunciando con ello a todo espíritu de lucha, conquista y sacrificio a favor de la colectividad.
De la era industrial hemos pasado a la era comercial del tercer sector, las condiciones materiales y económicas son totalmente diferentes a las fases precedentes del capitalismo. El sistema ha logrado readaptarse ante las circunstancias adversas logrando, de esta manera, sobrevivir bajo formas distintas pero conservando su misma naturaleza explotadora. Asimismo, el contexto sociolaboral y la situación de los trabajadores hoy en día es mucho más precaria que hace 40 años, pues además de los retrocesos que se han producido en materia social, las organizaciones obreras ya no son un medio efectivo, válido y fiable para la defensa de sus intereses, sino más bien un instrumento de control por parte de las oligarquías económicas sobre la masa de los trabajadores.
Esta situación ha creado la necesidad de generar diferentes plataformas organizadas por los trabajadores para reivindicar, al margen de los sindicatos del régimen, sus propios intereses y derechos. Sin embargo, esta estrategia, cuyo aspecto positivo reside en la autoorganización de los trabajadores sin intermediarios parásitos, sigue inscribiéndose en un contexto en el que las reivindicaciones tienen un carácter reformista y puntual, siempre determinadas por las circunstancias coyunturales de la economía y no por la existencia de un proyecto general hacia el que las protestas obreras tiendan a converger.
Como consecuencia de lo anterior las huelgas adoptan un carácter sectorial, en el que determinadas ramas del trabajo afectadas por coyunturas poco favorables, emprenden huelgas y protestas cuyo objetivo es impedir un empeoramiento de sus condiciones de vida en el terreno laboral, y en última instancia obtener concesiones por parte de los agentes económicos y del propio gobierno de turno. Así es como se dan huelgas de pescadores, transportistas, taxistas, agricultores, etc., cuyas protestas tienen un carácter particular pese a que las causas que las originan pueden llegar a ser las mismas.
Las huelgas, si son desarrolladas de forma particular e independiente por diferentes sectores laborales, centrándose únicamente en lo que de particular tienen estas protestas y reivindicaciones, únicamente pueden servir para generar entre los trabajadores cierta conciencia de pertenencia a un determinado grupo, y con ello que con su propio esfuerzo pueden lograr determinadas conquistas sociales. Pero dichas protestas no deben encerrarse en el terreno de lo particular, necesitan ser dotadas de su correspondiente dimensión universal, conectándolas con la problemática que ofrece una realidad económica injusta que afecta a todos por igual aunque bajo formas diferentes. Sólo así la huelga crea los lazos de solidaridad y unión a través de la lucha común que se establece entre todos los sectores laborales de la sociedad, creando la correspondiente conciencia de clase y plasmando la división existente entre clases a través del conflicto.
Sin un universal que conduzca hacia la destrucción del orden económico vigente y que, a su vez, sea el fermento para su sustitución por un nuevo orden, toda huelga queda encerrada en el particularismo corporativo de un sector laboral, agotándose en sí misma al tener como único objetivo mejoras inmediatas.
El futuro no está escrito, y si la situación económica mundial empeora considerablemente tal vez se creen las condiciones propicias para que, dado el caso, se reoriente al movimiento obrero en un claro sentido favorable a sus intereses por medio de plataformas propias, al margen de los sindicatos oficiales. Es la única forma de proyectar socialmente a las masas trabajadoras más allá de los resultados inmediatos de sus luchas, es dotarles de un sentido revolucionario que dé origen a un nuevo orden fundado sobre la justicia y no sobre la explotación.
Pero el contexto poco halagüeño que existe en todos los sentidos, hace presagiar que el movimiento obrero no será ya el protagonista de las luchas futuros en el terreno económico, y que cada vez se manifiesta con mayor claridad la emergencia de nuevos actores, pero en esta ocasión en la esfera del consumo. El tiempo nos dirá si, finalmente, las viejas huelgas de la producción se transmutan en el futuro en huelgas del consumo. Quizá sea esta, al fin y a la postre, una forma más efectiva de generar perjuicios al sistema y, más concretamente, sobre los beneficios de las plutocracias. Se trata aún de un camino inexplorado que, tarde o temprano, puede que se termine andando.
17 comentarios
Jaime Carrerons - Manos Limpias -
atonito -
Luciano -
Resistencia -
"Se diferencian dos términos que, a modo de cómo lo clarificó Georges Sorel, se identifican respectivamente con la violencia y la fuerza. Mientras la fuerza es empleada por el Estado y su clase dominante, teniendo por finalidad imponer la organización de un determinado orden social en el que una minoría gobierna por y para sí misma, la violencia tiende a la destrucción de ese orden y se identifica como forma de lucha para la instauración de un nuevo sistema."
Antagonistas -
Por lo demás, las cosas son así -cabalmente- no porque las queremos así, sino porque así son.
Cambiarlas depende de nosotros en tanto en cuanto se den las condiciones objetivos....
Que acaso estén más cerca de lo que creemos....
Pero de cualquier manera: ¡Viva la Huelga General Revolucionaria!
Orientaciones -
Que siga soltando la injuria de asociarnos a los atentados del corredor de Henares.
Sobre el 11 M el camarada Carlos Ramiro escribió hace tres años lo siguiente:
La «Verdad sobre el 11 M»
«En España se cumplen tres años de los acontecimientos de marzo de 2004. Unos hechos tan vertiginosos como dramáticos que, nadie lo duda, impactaron como pocos al conjunto de la nación española, y supusieron la llegada a la presidencia del gobierno de Rodríguez Zapatero al haber sido relacionados directamente con el ataque iniciado en marzo de 2003 contra Iraq.
Unos acontecimientos que están marcando el curso político actual como hierro candente en la piel, debido no sólo al hecho del cambio de hegemonía gubernamental provocado por el vuelco electoral generado a raíz de los atentados del 11 M, sino a procesos puntuales como las noticias sobre la celebración del juicio contra los implicados en los atentados del «Corredor de Henares» y, sobre todo, a procesos más profundos como la extensión, en el ánimo y en la mente de muchos españoles, de la tremenda idea que los promotores de los atentados no fue un grupo externo como Al Qaeda o los neosalafistas asociados a ésta, sino fuerzas e intereses internos cuya finalidad inmediata fue precisamente la subida al poder de José Luis Rodríguez Zapatero.
Los acontecimientos de marzo de 2004 son de rabiosa actualidad (y nunca mejor dicho lo de rabiosa) porque, ya desde antes de la actual celebración del juicio contra los implicados oficialmente en el 11 de marzo, se viene desatando, imparable, una enorme controversia pública sobre las verdades y mentiras del 11 M. Una controversia nacional que afecta a la tan citada «confianza en el funcionamiento de las instituciones democráticas», como la policía y los tribunales.
...(continúa)»
Orientaciones -
«Por supuesto que la crítica -como análisis- es justa y pertinente.
Pero también ES JUSTO y PERTINENTE APOYAR y SECUNDAR TODA movilización, paro y huelga general en nuestro país en DEFENSA DEL ESTADO SOCIAL y contra el neoliberal-capitalismo que amenaza con devolvernos a la jungla hobbesiana de la guerra social, del mercantilismo, de la explotación patronal y del "todos contra todos"...
Frente a esto: ¡UNIDAD Y RESISTENCIA!»
Totalmente conforme.
No es revolucionario quedarse sentado con la excusa que no nos movemos hasta que veamos pasar el tren de la Revolución Nacional Pendiente.
De la misma forma que acudimos a pancartadas y manifestaciones contra la salvajadas del Ente Sionista. Aún sabiendo que lo que hace falta son acciones contundentes para castigar a la bestia y no griteríos «pacíficos» ni flotillas humanitarias que sólo pueden oponer cuchillos de cocina, «cutters» y navajas multiusos a comandos con el mejor armamento del mundo, acudimos por ahora a manifestarnos pacíficamente, porque las cosas van paso a paso y éste es el medio donde hay que trabajar, entre la gente que por lo menos se moviliza.
No hay en el horizonte ni la sombra de huelgas revolucionarias con sentido global. Cuando existan, ya podremos despotricar de las huelgas reformistas (en este caso «conservadoras sociales») y sectoriales que sólo aspiran a mantener derechos mínimos laborales.
AJ -
La realidad en las que nos movemos es desgraciadamente mucho mas mezquina y las bases "revolucionarias" en los sindicatos no existen o son meramente anegdóticas.
En este marco es en el que hay que moverse, sin renunciar al deseado, por utópico que este ahora parezca (esto nos convertiría en reformistas o solo alter-capitalistas y no anti)pero evitando caer en estrategias que, bajo un falso sentido de "purismo", nos lleve en la práctica a terminar coincidiendo con los analistas liberales, o lo que es peor, favoreciendo los intereses del liberal-capitalismo.
Las huelgas, de por sí, tal como lo entendieron los sindicalistas revolucionarios (una de las ramas, para mi la mas genuina, del fascismo primigenio) llevan por si mismas una carga revolucionaria innegable independientemente de los objetivos que persigan o incluso consigan.
El sentimiento de lucha social se agudiza, y el comunitario al nivel del trabajo, también.
Mas que el sentimiento de "clase", es este sentimiento comunitario, y de lucha social y anti-liberal lo que buscamos y valoramos algunos.
Las clases terminan sintetizándose en dos, la de los opresores y la de los oprimidos, y los individualistas y colaboradores del poder terminan dando la cara en forma de "esquirol".
Con todos mis respetos a la posición "revolucionaria" de cada cual, si se convoca una huelga general (o no general) yo estaré en el lado de los huelguistas, y no con los esquiroles.
Si alguno piensa que "las razones" de la huelga no son las correctas y cree que en otro lado hace mejor labor "anti-capitalista" o "anti-liberal", allá el.
No hace falta hacerse muchas pajas mentales para saber hacia donde apunta la ofensiva liberal y que lo "revolucionario" ahora es estar en frente.
Las equidistancias son una farsa, y lo peor, cada vez mas evidentes.
Y si tengo que criticar algo, será la falta de mas huelgas generales, mas contundencia y menos negociación.
chotasnogracias -
Recordatorio -
Sólo así la huelga crea los lazos de solidaridad y unión a través de la lucha común que se establece entre todos los sectores laborales de la sociedad, creando la correspondiente conciencia de clase y plasmando la división existente entre clases a través del conflicto"
Recordatorio -
También se ha dado simultáneamente un aburguesamiento del conjunto de los trabajadores, quienes han asumido los valores y la cultura consumista impuesta por sus explotadores, adoptando la misma mentalidad que les inspira a aquellos y renunciando con ello a todo espíritu de lucha, conquista y sacrificio a favor de la colectividad"
Recordatorio -
Diego -
Diego -
Algunos muertos turcos recibieron más de 30 disparos, otros fueron disparados a la cabeza directamente. Algunos heridos siguen desaparecidos, me temo que son los cadáveres que tiraron los soldados por la borda.
En Israel no solo se manifestaron delante de la embajada turca apoyando el asesinato, sino que incluso la agencia de prensa sionista ha difundido un vídeo humorístico mofándose del abordaje y asesinato.
Antagonistas -
Por su puesto que la crítica -como análisis- es justa y pertinente. Pero también es justo y pertinente apoyar y secundar toda movilización, paro y huelga general en nuestro país en DEFENSA DEL ESTADO SOCIAL y contra el neoliberal-capitalismo que amenaza con devolvernos a la jungla hobbesiana de la guerra social, del mercantilismo, de la explotación patronal y del "todos contra todos"....
Frente a esto: ¡UNIDAD Y RESISTENCIA!
AL -
Respecto al artículo,comentar que un sindicato o plataforma obrera alternativa,debe de ser solo una parte de un movimiento socio-político más grande,y que abarque todos los aspectos de la vida de una nación.
Dicho en plata:crear grupos de base antagonistas en cualquier ámbito de nuestras vidas:universidad,instituto,fábrica,asociación de vecinos,etc.
Poquito a poco y en células coordinadas,se va construyendo la contrasociedad:¡manos a la obra!.
Prometeos -
Es la única salida que se me ocurre.
Un fuerte saludo.
Alejandro Martínez Veiga