VISIONES Y REVISIONES: INTRODUCCIÓN A JULIANO AUGUSTO

Iniciamos desde ANTAGONISTAS una nueva sección de profundización cultural y doctrinal titulada VISIONES Y REVISIONES con la que queremos aportar concretos elementos de esclaracimiento de nuestra VISIÓN DEL MUNDO en el marco de una comunidad política que sirva tanto para la formación como para el combate.
Y qué mejor texto para desbrozar el camino que esta semblanza de aquel gran emperador, filósofo y profeta que fue Juliano Augusto, mal llamado el "Apóstata", traducido y editado por la Comunidad política de Resistencia.
Buena lectura.
Unus Deus, Unus Julianus
El presente documento es la introducción del profesor Claudio Mutti al libro de Edizioni Mediterranee Flavio Claudio Juliano. UOMINI E DEI. Introduzione, traduzione dal greco e note di Claudio Mutti, donde se recopilan y comentan escritos, himnos, cartas, etc. nacidos de la imaginación creadora del gran Emperador romano en su frustrada tentativa por restaurar, desde el helenismo militante y neoplatónico, la Antigua Religión en un mundo condenado ya a someterse a la perversión seudoreligiosa de los como él los denominaba- "galileos".
A pesar de su breve etapa de gobierno dos años escasos- y de su juventud (murió en combate en el año 363, a los 32 años de edad) su obra causó asombro y estupor en sus contemporáneos y su influencia no ha dejado de sentirse en el transcurso de los siglos alimentando leyendas y fabulaciones de todo tipo.
Flavio Claudio Juliano nació en Constantinopla en 331 de la rama legítima de los segundos Flavios, sobrino del emperador Constantino el Grande, que al fin y al cabo fue el único y verdadero "apóstata" de toda esta historia. Crecido lejos de la corte, sobrevivió a las matanzas familiares instigadas por el emperador Constancio II, su primo, hijo ilegítimo de Constantino, que temía perder el trono a manos de la línea legal de la familia. Sometido desde su más tierna infancia a la doble presión de incurrir en la ira imperial y aparentar un fervoroso cristianismo, Juliano se las ingenió para dotarse de una sólida formación clásica junto a maestros de reconocido prestigio dentro del helenismo. Asociado al imperio por su primo y enviado acto seguido a luchar contra los bárbaros en las Galias, demostró un brillante genio militar y amplias dotes de mando, siendo proclamado César por las legiones. Muerto Constancio, Juliano inició desde el trono imperial una vibrante y fugaz obra de restauración de la antigua religión que su temprana muerte desbarató para siempre.
Las obras (discursos, himnos, cartas, leyes, etc.) de Juliano que han sobrevivido a la persecución y al expolio de los galileos están vertidas íntegramente al castellano en la colección Biblioteca Clásica Gredos, volúmenes 17, 45 y 47. Sobre su vida y obra existen versiones noveladas de sobra conocidas (la más famosa la del escritor norteamericano Gore Vidal). Como curiosidad, apuntemos que existe asimismo una biografía sobre Juliano de un autor español heterodoxo y combativo: Santiago Montero Díaz, Biografía de Juliano el Apóstata, Madrid, Ibereuropea de Ediciones, 1969.
RST
Claudio Mutti
Resulta difícil decir hasta que punto fue para él natural elevarse y vivir en las regiones divinas: ¿acaso no nos habías hecho notar, Basilio, como solamente con esfuerzo ellas descienden, mientras que para los hombres comunes e incluso para los filósofos más destacados el esfuerzo consiste en separarse de lo bajo para poder elevarse? Los bellos sentimientos de amor y de amistad que hemos conocido en él, provienen en verdad de una de las ascensiones de su alma; y han sido llevadas sobre su carro en uno de sus viajes a través de las esferas celestes y las infinitudes supremas. Si algún pensamiento tuvo alas, fue ciertamente el suyo.
Alfred de Vigny, Dafne
Apremiado a esbozar un "retrato" del Emperador Juliano, el teólogo Sergio Quinzio echó mano de una inusual y provocadora analogía: comparó, de hecho, al "Apóstata" con Juan Pablo II, especificando en el actuar de ambos el intento desesperado de mantener con vida una religión condenada a desaparecer. "Si Juliano me hubiese preguntado acerca de la posibilidad de la restauración de la civilización pagana, -escribía el teólogo- hubiera dado la misma respuesta negativa que daría hoy si el Papa me interpelase sobre la posibilidad de la restauración de la civilización cristiana".(1) Más aún: "precisamente, el impulso restaurador emprendido por el joven emperador contribuyó entonces a derrumbar definitivamente el paganismo. Y el hecho me parece que se repite puntualmente, por aquello de que en la historia se vuelve a repetir regularmente".(2)
Un paralelismo igualmente original ha sido avanzado por Jacques Fontaine, profesor de lengua y literatura latina tardía de La Sorbona, durante una conversación con un periodista que le pedía una comparación entre Juliano y otros protagonistas de la historia "con proyectos bastante similares" (sic!) como Hitler o Stalin. "Yo contestó Fontaine- lo colocaría junto, si así me lo pide, a Jomeini. Por el fanatismo, por el sentirse imbuido de una misión divina, por el hecho de considerarse un dios. Y luego por la cultura. Por la violencia, el sectarismo. De Juliano poseemos descripciones físicas muy precisas. Una, de Ammiano de Antioquia (barba puntiaguda, ojos magnéticos, hierática la figura) lo hace verdaderamente muy semejante, incluso en los rasgos, al ayatolá iraní".(3)
Así, la galería de personajes históricos a los que Juliano ha sido comparado se enriquece. Ignoramos qué hubiera pensado Stalin de esto. Por su parte, Hitler probablemente hubiera agradecido emparejamiento, ya que no pocas veces manifestó su admiración personal por el gran "Apóstata".(4)
En cuanto a Jomeini, dejando a un lado la improcedente frivolidad del "considerarse un dios"(¡!), un discurso un poco menos convencional hubiera sabido tomar en cuenta el común carácter teocrático tanto del proyecto del Augusto como el del Imam, por el cual una reseña a la función restauradora del monoteísmo islámico habría podido renovar, si fuera necesario hacerlo ya, el intento julianeo de instaurar lo que alguno ha denominado "monoteísmo de Estado".(5) Ni semejante argumentación hubiera sido científicamente abusiva, ya que el parentesco ideal entre la teología solar antigua y el Islam ha sido autorizadamente señalado por un estudioso del calibre de Franz Altheim, para el cual "los Neoplatónicos la vanguardia de Muhammad y de su odio apasionado contra toda fe que asocie a Dios un compañero",(6) mientras un célebre estudio de Henry Corbin sobre la doctrina de la unidad divina en el Islam chiíta se abre con una evocación de la literatura surgida en los años veinte del novecientos alrededor del "drama religioso del Emperador Juliano".(7)
Y sin embargo, ha sido precisamente el propio Jacques Fontaine el que ha sugerido, en correspondencia con la religión que Juliano ofició como pontifex maximus,(8) el concepto de "monoteísmo solar", al cual han hecho referencia frecuentemente todos aquellos que han investigado las manifestaciones religiosas de la época imperial.
De hecho, según el estudioso francés la forma que la tradición greco-romana asumió en la época de Juliano es "una síntesis de todas las religiones y de todas las teologías paganas, bajo el signo del monoteísmo solar"(9); o, si se prefiere el sinónimo utilizado por otros estudiosos, de un "henoteísmo solar"(10) definible con los siguientes términos: "Juliano quiere demostrar a todos que el dios Helios es el único, verdadero dios y que las numerosas divinidades romanas no son más que hipóstasis, es decir, aspectos particulares, manifestaciones concretas y fragmentarias de la única, suprema divinidad solar".(11)
Monoteísta o henoteísta, la doctrina defendida por Juliano queda resumida en varias inscripciones coetáneas que proclaman la unicidad de Dios, así como la unidad y unicidad del poder imperial(12); epígrafes que según Spengler solo pueden traducirse así: "Hay un solo Dios y Juliano es su Profeta".(13) La reiteración en este punto, que "tiene una importancia central en la concepción política de Juliano",(14) ha llevado a Athanassiadi-Fowden a hablar incluso de "una obsesión por la unidad"(15) y realzar el hecho de que "Juliano no hubiera siquiera concebido la posibilidad de compartir el poder con un asociado, y ser por contra considerado como el único vicario de Dios en la tierra". Tal concepción política encuentra su fórmula más arcaica en Homero, que pone en la boca de Odiseo: "No es bueno una multitud de jefes, que sólo haya un jefe"(16); Séneca expone el mismo principio para el Imperio Romano, diciendo que "ha sido la naturaleza la que ha creado al Rey"(17); y Filón de Alejandría añade un corolario que establece un parangón entre politeísmo y democracia: "Dios es uno sólo, y esto es un argumento contra los defensores de la opinión politeísta, que no se avergüenzan en llevar desde la tierra hasta el cielo la democracia que es la peor entre las malas instituciones".(18)
En cuanto al "monoteísmo solar", Juliano no inventó nada, sino que se limitó a perfeccionar un proceso de esclarecimiento teológico que estaba en marcha hacía tiempo ya y que Franz Altheim resume en los términos siguientes: "La historia del antiguo dios del sol, considerada a grandes rasgos, es la de un gradual refinamiento. El culto, de origen beduino, se establece en una ciudad de Siria. Por su peculiaridad y por su carácter absoluto desata los comentarios del mundo occidental, provocando el rechazo más enconado. Pero su expresión literaria, la filosofía neoplatónica y, no en último lugar, la capacidad asimiladora de la religión romana y de la concepción romana del estado, consiguieron el milagro: de la divinidad de Heliogábalo (218-222 d.C.) infectada por las orgías y por la superstición oriental, nació el más puro de los dioses, destinado a unificar de una vez por todas la religiosidad antigua".(19) En 274 d. C., bajo Aureliano, el monoteísmo solar se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano y el Sol Invictus fue reconocido como la divinidad suprema: en Roma se levantó un espléndido templo dedicado al Sol, en honor al cual se instituyeron fiestas periódicas, mientras que se constituyó un colegio de pontífices del dios Sol, acuñándose numerosas monedas con inscripciones y símbolos solares. De tal modo el "monoteísmo, al cual el sincretismo severiano había orientado el paganismo romano, halló en el culto solar patrocinado por Aureliano su versión más atrevida y eficaz",(20) tan es así que en el muro de la intransigencia cristiana no dejaron de constatarse algunas grietas.(21) En la época de Constantino adquirieron considerable importancia "las imágenes monoteístizantes de la religión de Helios: Apolo solar y el Sol Invictus sobresalían en los relieves del arco del triunfo y en las monedas de la época".(22) Mientras que las figuras de los dioses desaparecían poco a poco de las monedas de Constantino, el dios solar se imponía cada vez más: "Sol Invictus (...) se mantiene también largo tiempo en el territorio dominado por Constantino y en todas sus fábricas de moneda (...) parece que el emperador en persona tuvo una profunda devoción por el dios Sol".(23) Entre la burocracia y el ejército, la religión solar disfrutaba de máxima circulación: "el Sol Invictus y la Victoria eran los dioses militares del ejército de Constantino; de igual prerrogativa gozada la divinidad solar en las legiones de Licinio".(24)
Considerada en su contexto histórico, la formulación julianea de la teología solar se sitúa en una fase de madurez del neoplatonismo, en la que los fundamentos doctrinales de este movimiento espiritual se encuentran ya establecidos y consolidados definitivamente. Si el fundador de esta escuela, Plotino (204-270), había reconocido en el Uno el principio del ser y el centro de la posibilidad universal, su sucesor Porfirio de Tiro (233-305) había hecho del neoplatonismo una especie de "religión del Libro"(25); autor de un ensayo Sobre el Sol,(26) Porfirio había consagrado al estudio de la teología solar un tratado del que se conservan reveladores fragmentos en las Saturnales de Macrobio.(27) "En su argumentación Porfirio no hace más que aplicar la metafísica platónica que remite al Uno cualquier aspecto parcial del Cosmos- a las más importantes divinidades del panteón clásico, mostrando como éstas no son otra cosa que atribuciones particulares del Único, que desde la perspectiva teológica es caracterizado como Sol, en cuanto es la esencia espiritual sobre el plano cósmico se "sustenta" en el astro diurno (...) en cuanto Apolo es magnificencia, salud y luminosidad (...) en cuanto Mercurio luego, "preside el lenguaje" (Saturn.,I, XVIII, 70), de este modo toda actividad es reconducida hacia una presencia divina-"solar".(28) Pero fue el heredero de Porfirio, el "divino Jámblico" (250-330), el que mediante su doctrina "convirtió (...) al último emperador pagano a su helioatría trascendente".(29) Después de Juliano, es posible proseguir la tradición "solar" hasta Proclo (410-485), autor entre otros de un Himno a Helios,(30) así como a su contemporáneo Marciano Capella, que con el himno-plegaria de Filología al Sol (De nuptiis, II, 185-193) nos ha dejado un "notable documento de la "teología solar" del tardo neoplatonismo",(31) siendo así "el último testimonio del sincretismo solar en Occidente"(32); de hecho hacia el 531, con la huída a Persia del Escolarca Damascio (470-544) y de otros neoplatónicos, la tradición "solar" abandonará el mundo cristiano y continuará su existencia propia en los mismos lugares desde donde se irradió, difundiéndose por toda Europa, el culto de Mitra.
NOTAS
(1) S. Quinzio, Como el "Apóstata" también Wojtylla combate contra el tiempo en nombre de la antigua religión, en Il Manifesto, 13 agosto 1992, p. 13.
(2) Ibidem.
(3) Imperatore e khomeinista, entrevista con Jacques Fontaine por Sandro Ottolenghi, en Panorama, 7 de junio 1987, p. 143
(4) A. Hitler, Idee sul destino del mondo, Edizioni di Ar, Padova 1980, I, pp. 68, 78, 223
(5) G. Ricciotti, Limperatore Giuliano lApostata, Mondadori, Milano 1962, p. 275.
(6) Franz Altheim, Dallantichità al Medioevo. Il volto della sera e del mattino, Sansoni, Firenze 1961, p. 15. Véase sobre todo, de F. Altheim, Il dio invitto. Cristianesimo e culti solari, Feltrinelli, Milano 1960, donde la relación entre teología solar e Islam es situada en el trasfondo del progresivo avance del monoteísmo solar en la antigüedad tardía. "Recientemente ha sido subrayada la íntima afinidad entre del monofisismo con el Islam. Se ha definido a Eutiquio, uno de los padres de la doctrina monofisista, como uno de los precursores de Muhammad. La predicación de Muhammad está inspirada efectivamente en la idea de unidad, de la idea de que Dios no podía tener ningún compañero colocándose de esta forma en la misma línea de sus predecesores y afines neoplatónicos y monofisistas. Sólo que la pasión religiosa del Profeta supo dar un relieve mucho más vigoroso a lo que otros antes de él había sentido y anhelado" (F. Altheim, Il dio invito, cit., p. 121).
(7) H. Corbin, Il paradosso del monoteismo, Marietti, Casale Monferrato 1986, p. 3.
(8) J. Fontaine, Introduzione a: Giuliano Imperatore, Alla Madre degli dèi e altri discorsi, Fondazione Lorenzo Valla, Mondadori, Milano 1990, p. lv.
(9) J. Fontaine, ibidem.
(10) NdT.- Henoteísmo: Forma de las religiones en que hay una divinidad suprema a la vez que otras inferiores a ellas. (RDAE, 2001)
(11) S. Arcella, I Misteri del Sole. Il culto di Mitra nellItalia antica, Controcorrente, Napoli 2002, p. 183.
(12) "Uno es Dios, uno es Juliano basileus", "Uno es Dios, uno es Juliano Augusto", cfr. E. Peterson, HEIS THEOS. Epigraphische, formgeschichtliche und religionsgeschichtliche Untersuchungen, Vandenhoeck und Ruprecht, Göttingen 1926, pp. 270-273.
(13) Oswald Spengler, Il tramonto dellOccidente, Longanesi, Milano 1957, p. 970
(14) Augusto Guida, Un anonimo panegirico per lImperatore Giuliano, Leo S. Olschki Editore, Firenze 1990, p. 127.
(15) Polymnia Athanassiadi-Fowden, LImperatore Giuliano, Rizzoli, Milano 1984, p. 205.
(16) Homero, Iliada, II, 204
(17) Séneca, De clementia, 1, 19, 2.
(18) Filón, Creación del mundo, 171 (Filón de Alejandría, La creación del mundo. Las alegorías de las leyes, Rusconi, Milano 1978, p. 146).
(19) Franz Altheim, Il dio invitto, cit., pp. 11-12.
(20) Marta Sordi, Il cristianesimo e Roma, Cappelli, Bologna 1965, p. 328.
(21) En el 307, en Alejandría, un cristiano comparece ante el funcionario imperial. Rechaza sacrificar porque, dice, según las Sagradas Escrituras quien sacrifique a los dioses será exterminado, excepto que se trate del Dios Sol. Y el representante del emperador le responde Sacrifica pues al Dios Sol" (Louis Homo, Les empereurs romains et le christianisme, Les Belles Lettres, Paris 1931, p. 112).
(22) Lucio De Giovanni, Constantino e il mondo pagano, Associazione di Studi Tardoantichi, Napoli 1972, p. 19.
(23) Andreas Alföldi, Constantino tra paganesimo e cristianesimo, Laterza, Bari 1976, p. 49.
(24) L. De Giovanni, op. cit., p. 121.
(25) Nuccio DAnna, Il neoplatonismo. Significato e dottrine di un movimento spirituale, Il Cerchio, Rimini 1988, p. 22.
(26) El escrito, perdido, es citado por Servio (Comentario a las Églogas, V, 66) y quizás pueda identificarse con el tratado Sobre los nombres divinos; o, tal vez, formara parte de la Filosofía de los oráculos. Cfr. G. Heuten, Le "Soleil" de Porphyre, in Mélanges F. Cumont, I, Bruxelles 1936, p. 253 ss.
(27) Macrobio, Saturnalia, I, 17-23 (I Saturnali, a cura di Nino Marinane, UTET, Torino 1977, pp. 243-304).
(28) N. DAnna, op. cit., pp. 49-50.
(29) Franz Cumont, La Théologie solaire du paganisme romain, in Mémoires présentés par divers savants à lAcadémie des Inscriptions et Belles-Lettres, XII, 2, 1913, p. 477.
(30) Proclo, Inni, edición a cargo de Davide Giordano, Fussi-Sansoni, Firenze 1957, pp. 21-29.
(31) Martiani Capellae De nuptiis Philologiae et Mercurii liber secundus, Introducción, traducción y notas por Luciano Lenaz, Liviana, Padova 1975, p. 46.
(32) Robert Turcan, Martianus Capella et Jamblique, «Revue des Études Latins », 36, 1958, p. 249.
13 comentarios
Alba Martínez -
Acabo de terminar de leer la novela de 'Juliano el Apóstata' de Gore Vidal, y me he quedado realmente impresionada... Me ha gustado muchísimo, y la verdad, no sabía nada antes, de Juliano.
Personalmente, le admiro en todos los sentidos. (¡hasta he llorado con su muerte!)
ps -
Texto especialmente sugerente para profundizar en la figura de Juliano.
Sobre la personalidad del Emperador Juliano en relación con su visión de la contemplación y de la acción, Santiago Montero decía que «podría muy bien simbolizarse en aquellas inocentes costumbres por las que fue censurado: saber mirar con dignidad, tanto al cielo como a la tierra».
Se pude consultar un artículo de Evola sobre Juliano en http://groups.msn.com/centroevoliano/evolaescritos.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=160&LastModified=4675514087877238440
Antichaparron -
Cordura -
Lo penoso, claro, es la aplicación que hace Mutti del asunto...
(Por cierto, el tal Sergio Quinzio debía de tener los dos ojos de cristal, ¿no?).
Venator -
Espero y deseo que Mutti nos siga deleitando con su particular sentido de la Tradición.
Salud.
LíneAntagonista -
Advertimos nuevamente que NO es este el lugar para ventilar trapos sucios ni para hacer acusaciones sin fundamento.
La línea política, la coherencia ideológica y la catadura ética de cada cual quedará de manifiesto en el momento y en el lugar -aquí no- correspondientes.
LA-IN
Lector -
Iskander -
...Asi que el ideologo principal de los Faye & Vial Boys pertenece a la aristocracia sefardí del "pueblo elegido"; y luego dirán que no pongamos "etiquetas" eurosionistas a los identitontos...Ohlalalala
Antagonistas -
Drieu -
Paseante -
Lo sospeché en un principio, pero este artículo y otros comentarios vienen a confirmarlo.
Antagonistas -
Alexandre -
Alexandre Del Valle, La Turquie dans l'Europe. Un cheval de Troie islamiste
Éditions des Syrtes, Paris 2004, pp. 460, 23,00
Alexandre Del Valle ama presentarsi come discendente di
ebrei sefarditi e come marito di una donna la cui famiglia è
miracolosamente scampata alla "Shoah".
Da anni Alexandre Del Valle è uno dei più influenti maîtres à
penser dell'estrema destra francese, in particolare di quella che
agita tematiche "identitarie" declinandole in senso antislamico. A
lui si deve la clamorosa conversione occidentalista di alcuni
intellettuali d'Oltralpe (come ad esempio Guillaume Faye), che in
passato avevano sostenuto le tesi europeiste e antiamericane di De
Benoist. L'evoluzione di Del Valle (e, di riflesso, dei suoi
allievi) è stata sinteticamente spiegata dallo scrittore
eurasiatista Christian Bouchet, che in una recente intervista ha
dichiarato: "Alexandre Del Valle ha scelto in maniera chiara e
netta, coerentemente col suo antislamismo idrofobo, di attestarsi su
posizioni di filosionismo militante. Non invento nulla: ci si può
riferire ai testi che egli ha pubblicato sul `Figaro' dell'11 aprile
2001, nel quindicinale `Le Lien Israel-Diaspora', pubblicato dagli
elementi più estremisti della comunità ebraica in Francia, o sul
sito internet vicino al Likud `Les Amis d'Israel'
(www.amisraelhai.org)".
Alcuni mesi or sono, Del Valle ha pubblicato presso le parigine
Editions des Syrtes un libro, La Turquie dans l'Europe. Un cheval de
Troie islamiste, il cui titolo sarebbe sufficiente per confermare
l'idrofobia antislamica diagnosticata da Christian Bouchet.
Ma vale la pena di dare un'occhiata al libro, perché vi troveremo
alcune tesi che sono circolate anche in Italia, in alcuni ambienti
dell'estrema destra.
Del Valle esordisce dunque enunciando la formuletta levinasiana "la
Bible plus les Grecs", con la quale vorrebbe risolvere la questione
dell'identità europea, indicandone come componente fondamentale
l'apporto greco-romano accanto alla matrice spirituale giudeo-
cristiana. Ci si aspetterebbe dunque da lui una adeguata conoscenza
del patrimonio culturale antico, quanto meno dell'epica omerica. E
invece, fin dalle prime righe di questo volume ponderoso (ponderoso,
non poderoso), ci rendiamo conto che l'autore non conosce neppure
l'Iliade. O forse confonde il poema di Omero con la recente
pellicola americana. Altrimenti non esordirebbe affermando
testualmente: "L'Iliade racconta che i re micenei avevano
abbandonato davanti a Troia ( ) un gigantesco cavallo di legno" (p.
15). Ed è probabilmente una qualche produzione hollywoodiana la
fonte della notizia secondo cui "Europa è il nome di una dea di
Tiro" (p. 16 nota); se Del Valle avesse letto l'Iliade (XIV, 321) o
le Metamorfosi ovidiane (II, 858), saprebbe che Europa era una
fanciulla mortale.
Evidentemente la specialità di Del Valle non è la cultura
greca (nella trasmissione della quale, secondo la sua personalissima
opinione, l'Islam non avrebbe svolto alcun ruolo, p. 285). Ma il
nostro, proprio lui che alle pp. 20-21 scaglia contro i Turchi
l'accusa di ignoranza della storia nonché le ancor più micidiali
accuse di revisionismo e negazionismo, non ha le carte in regola
neanche per quanto concerne la conoscenza della storia turca; e
saranno sufficienti pochi esempi per dimostrarlo. A p. 21 Mehmed II
Fatih viene collocato nel XVI secolo anziché nel XV; a p. 98 Selim
III (1789-1807) e Mahmud II (1808-1839) passano per essere "due
degli ultimi sultani ottomani", mentre in realtà dopo Mahmud II ce
ne furono altri sette; a p. 290 mostra di ritenere che l'invasione
della Russia da parte dell'Orda d'Oro sia contemporanea alla
battaglia di Lepanto e all'assedio di Vienna del 1629. Per chiarire
l'estensione delle conoscenze turcologiche di Del Valle, d'altra
parte, sarebbe sufficiente far notare che, secondo lui, l'Armenia e
la Georgia sarebbero zone turcofone (p. 22).
Con il turco, e anche con le altre lingue, il nostro non se
la cava molto meglio. A p. 88 l'epiteto tradizionalmente riferito
all'Anticristo (arabo dajjāl, turco daccal, ossia "impostore")
diventa dadjal e viene reso con "apostata", mentre a p. 418 è
tradotto col sintagma "re degli apostati"; a p. 90 troviamo che il
nome personale Kemal ("perfezione") vuol dire "il Perfetto"; a p.
102 leggiamo che "millat o millet significa `nazionale'", quando
invece significa"comunità"; a p. 228 apprendiamo che i Musulmani
bosniaci e del Sangiaccato parlano inglese, dato che, secondo Del
Valle, "tra loro si chiamano turkish [sic]". La scarsa familiarità
con le lingue induce l'autore a ribattezzare il Baath con lo strano
nome di Baa (pp. 109 e 170) e a scambiare un mese islamico per una
casa editrice (p. 97, n.11).
Ma non si tratta solo di incompetenza linguistica. La
dimestichezza di Del Valle con la cultura islamica è ai minimi
termini, poiché è convinto che l'ummah (la comunità dei Credenti)
sia un "califfato di fatto" (p. 111). D'altronde, sembra che egli
non abbia mai sfogliato nemmeno una traduzione del Corano, visto che
a p. 150 riesce a sbagliare perfino nel citare l'incipit della
Fatihah, che nella sua traduzione diventa testualmente: "Lode a Dio,
Signore dei due [sic] mondi"!
Per il resto, Del Valle è persuaso che il taoismo sia un
fenomeno tipicamente giapponese (p. 286), che Nietzsche abbia
elaborato la "teoria dei `nuovi'" [???] (p. 222, n. 3) e che
Giovanni Boccaccio sia un esponente della letteratura turcofila
fiorita in Europa nei secc. XVII e XVIII (p. 182).
Su questi solidi fondamenti di cultura generale e
specialistica, Del Valle costruisce la sua teoria, che può essere
sintetizzata nei termini seguenti: "in base ai quattro principali
criteri che consentono di definire l'appartenenza all'Europa
(geografico, linguistico, etnico e storico-religioso)" (p. 298), la
Turchia non è Europa.
Per quanto riguarda i confini geografici dell'Europa, siccome Del
Valle si richiama ripetutamente ai Greci, gli consigliamo di dare
un'occhiata a Erodoto, IV, 45: scoprirà che il padre della
storiografia greca situava i limiti orientali dell'Europa oltre la
penisola anatolica, sulle coste della Georgia. Ma Erodoto, obietterà
il nostro, era un extraeuropeo anche lui, in quanto nativo della
Caria Rinviamo allora Del Valle al più grande poeta dell'Europa
cristiana, Dante Alighieri, che situava "lo stremo d'Europa" proprio
in Anatolia (Paradiso, VI, 5). O anche Dante era, come Boccaccio, un
letterato turcofilo?
Venendo al punto di vista linguistico, è fuor di dubbio che "la
lingua turca non appartiene al gruppo degli idiomi `indoeuropei'"
(p. 299). Ma neanche il basco appartiene alla famiglia linguistica
indoeuropea, né lingue come l'ungherese, il finlandese, l'estone, il
lappone e tutti gli altri idiomi ugrofinnici parlati al di qua degli
Urali. E allora? I popoli che parlano queste lingue non sono popoli
europei? Viceversa, dovrebbero essere considerati europei gli
abitanti delle Americhe e dell'Australia, per il semplice fatto che
da qualche secolo parlano lingue d'origine indoeuropea?
Anche l'appartenenza etnica, secondo Del Valle, renderebbe i Turchi
estranei all'Europa, tant'è vero, dice, che "l'ideologia ufficiale
dello Stato kemalista turco rammenta con fierezza l'origine
specifica, asiatica e turano-altaica, dei Turchi" (p. 300). Qui si
potrebbe obiettare che una cosa è l'ideologia kemalista, ma
tutt'altra cosa è la reale etnogenesi dell'attuale popolazione
anatolica, nella quale l'elemento turco rappresenta soltanto lo
strato più recente, venutosi ad aggiungere a una molteplicità di
componenti etniche d'origine ariana. In ogni caso, potremmo
ricordare a Del Valle che c'è in Europa un'altra etnia che rivendica
un'origine turano-altaica: sono i Székely della Romania, che
orgogliosamente si dichiarano discendenti degli Unni. Che ne
facciamo? Li scacciamo dai Carpazi e li rimandiamo in Asia? E
assieme a loro ricacciamo in Asia i Tartari della Romania, della
Polonia e della Finlandia? E delle comunità turche dei Balcani,
della Bessarabia, della Russia, che dobbiamo farne? E delle varie
popolazioni finniche stanziate tra il Golfo di Botnia, il Baltico,
la Volga e gli Urali?
L'ultimo criterio che Del Valle accampa per negare l'appartenenza
dei Turchi all'Europa è quello "storico-religioso". Richiamandosi al
principium auctoritatis, Del Valle cita questa apodittica sentenza
del suo "amico e avvocato" (p. 7) Gilles-William Goldnagel,
vicepresidente dell'Association France-Israël e dedicatario del
libro: "La Turchia non ha nulla a che fare con l'Europa ( ) e il
fatto che essa sia alleata di Israele, dell'Europa o degli Stati
Uniti non implica in alcun modo la sua adesione all'Unione, perché
l'Europa è prima di tutto un insieme di cultura giudeo-cristiana"
(pp. 70-71). La Turchia, in quanto paese musulmano, è stato
dunque, "fino a una data recente, il nemico principale dell'Europa"
(p. 302).
Che l'affermazione di una presunta identità giudaico-cristiana
dell'Europa fosse uno strumento ideologico funzionale alla "difesa
dell'Occidente" e alla strategia atlantista dello scontro di
civiltà, per noi era chiaro da un pezzo. Così come ci era chiaro che
tale strumento ideologico doveva avere, tra l'altro, la funzione di
allontanare la prospettiva dell'ingresso della Turchia nell'Unione,
in quanto ciò costituirebbe un ostacolo a certi disegni americani. E
a confermarcelo sono proprio l'avvocato Goldnagel e il suo
cliente. "La Turchia in Europa scrive Del Valle significherebbe
che l'Unione, diventata la potenza geopolitica eurasiatica tanto
temuta da tutti gli strateghi anglosassoni da Mackinder fino a
Zbigniew Brzezinski, sfuggirebbe al controllo della potenza
marittima americana e poi, successivamente, sarebbe in grado di
rivoltarsi contro Washington" (p. 69).
In altre parole: qualora la Turchia venisse accolta nell'Unione
Europea, la "coerenza geopolitica" (p. 28) dell'Europa egemonizzata
dagli USA risulterebbe gravemente compromessa. È quindi necessario,
se si vuole che la Turchia continui ad essere "un amico e un
incontestabile alleato dell'Occidente" (p. 21), tenerla
rigorosamente separata dal resto dell'Europa.
Claudio Mutti