Blogia
ANTAGONISTAS

EcoAntagonismo

Ruralizar la economía

Ruralizar la economía

 

 

Gustavo Duch

 

Dice Susan George en su último libro, Sus crisis, nuestras soluciones, que “todas estas crisis proceden de las mismas políticas neoliberales establecidas por los mismos actores (…). Podríamos gozar de un mundo limpio, verde, rico y justo, donde todos y todas pudiéramos vivir dignamente. A su lógica, debemos oponer la nuestra. No es tan complicado si comenzamos por invertir los términos”. Por ejemplo, y ya se ha presentado en estas páginas, frente al paradigma del crecimiento permanente como supuesto motor de desarrollo, hagamos de esta crisis la oportunidad para retroceder unos pasos del camino andado y reprogramar un decrecimiento (no forzado, como el actual) saludable para un planeta caliente.

Bajo esa misma lógica nuestra, ¿qué pasaría si volteáramos –al menos en parte– el esquema dominante que ha llevado al sector primario de la economía de encabezar hasta los años sesenta y setenta las cifras del empleo y de contribución al Producto Interior Bruto a un papel casi residual en las llamadas economías modernas? ¿Qué pasaría si se promoviera ruralizar la economía? O, tomando una propuesta concreta, ¿qué sucedería con el empleo si cuestionáramos las políticas clásicas a favor de la agricultura intensiva en petróleo, por una agricultura ecológica intensiva en mano de obra?

Para ofrecer un pequeño análisis de lo que esta propuesta significaría, tengamos en cuenta unas cifras y unos indicadores.

Cifras. Como sabemos, la población en paro está ascendiendo hasta superar el temido 20%. Mientras, la población activa agraria está en sus niveles más bajos, sin llegar al 5% en el Estado, lo que genera un vacío de pueblos y territorio muy visible por todos nosotros. En los últimos 40 años la población de los municipios de menos de 10.000 habitantes ha pasado de ser el 57% de la población española a sólo un 23%.

Indicadores. Según datos de la organización Amigos de la Tierra, el Gobierno nos demuestra qué modelo de agricultura está diseñando para el futuro: en el año 2008, en España, se dedicaron 54,3 millones de euros a la investigación en biotecnología agraria y alimentaria (por ejemplo, la de cultivos transgénicos) y 60 veces menos a la investigación en agricultura ecológica, con sólo 0,9 millones.

Más allá de los demostrados inconvenientes que tiene el modelo de agricultura tecnológica e industrializada (contaminación ambiental, riesgos sanitarios, competencia desleal con los países empobrecidos del Sur, etc.) veamos bajo la lógica –como dice Susan George– de generación de puestos de trabajo y de producción de alimentos los resultados de cada una de estas agriculturas. Si la comparación la hacemos entre la agricultura ecológica y la convencional (industrializada pero no transgénica) la primera demuestra –según diversos estudios internacionales– un 32% más de capacidad para generar empleo. Por ejemplo, algunos estudios han estimado que la transformación de la producción agraria de Inglaterra y Gales a ecológica supondría un 70% más de empleo en el medio rural. Los datos demuestran que la agricultura campesina y ecológica todavía genera más empleo y tejido económico si se compara con la transgénica. Mientras la agricultura transgénica en España –después de 12 años de fuertes inversiones en el único país europeo donde se permite el cultivo de transgénicos a gran escala– ha generado en torno a 1.950 puestos de trabajo (sumando los generados en las empresas biotecnológicas más los de los agricultores que utilizan maíz transgénico), la agricultura estrictamente ecológica ha generado 14.310 empleos en las empresas del sector más 35.407 productores que nos proveen de alimentos bajo este modelo respetuoso con el medio ambiente.

Es decir, el Gobierno invierte 60 veces más en un modelo de agricultura que genera 25 veces menos empleo que el que demuestra generar la agricultura a pequeña escala y ecológica. Como sabemos, además, el modelo ecológico atrae a gente emprendedora y joven hacia un medio rural despoblado, envejecido y masculinizado.

Considerar otro modelo agrario favorece también las capacidades de nuestro país de suficiencia alimentaria, disminuyendo las dependencias de alimentos importados (la Unión Europea es importadora neta de productos básicos, importa alimentos por un valor de 173.000 millones de euros, mientras que exporta alimentos por 127.000 millones de euros, según datos de la Organización Mundial del Comercio), pues como ha sido demostrado por muchos investigadores la capacidad productiva de la agricultura ecológica no es inferior a la de la agricultura química.

Añadamos pues a las bondades de la agricultura a pequeña escala y ecológica la enorme capacidad de generar empleo sostenible y necesario.

Se podrá argumentar que propuestas que vuelvan la mirada al campo, al tejido económico rural y agrario, son sólo idealizaciones. Exacto, lo decía John Berger en el epílogo de su novela Puerca Tierra: “Sin embargo, despachar la experiencia campesina como algo que pertenece al pasado y es irrelevante para la vida moderna; imaginar que los miles de años de cultura campesina no dejan una herencia para el futuro…; todo ello es negar el valor de demasiada historia y de demasiadas vidas…”. Y un poco más allá, es despachar la posibilidad de generar una economía ruralizada, más justa, más dinámica.

 

fuente:  http://gustavoduch.wordpress.com/

Cambio climático o la «disidencia inventada»

Cambio climático o la «disidencia inventada»

por Julien Lévesque

 

«Sin embargo, el país de origen de Al Gore, EEUU, no sólo es el mayor contaminador, sino también el más armado y belicoso del planeta. Las bombas de uranio empobrecido que el ejército estadounidense ha hechoexplotar por todas partes son un verdadero desastre ecológico y humanitario. De esto no ha dicho nada Al Gore

Desde hace mucho tiempo, los poderes establecidos utilizan el método de inventar la disidencia para seguir ganando a cualquier precio. La conferencia que se ha celebrado a finales de abril en Montreal, la «Cumbre del Milenio», es un buen ejemplo de ello. La obsesión climática basada en un llamado consenso se manipula a alto nivel, y lo que se nos presenta como disidencia no lo es verdaderamente.

 

EL CAMBIO CLIMÁTICO SE APROPIA DE LA «CUMBRE DEL MILENIO»

 

La jornada de clausura de la Cumbre del Milenio de Montreal que se celebró del 20 al 22 de abril acabó con una conferencia pública en la que se sucedieron unas elites de los medios político, económico, social y artístico, entre ellos el «Honorable» Al Gore. A pesar de la calidad de algunas presentaciones (las ha habido) y que el principal objetivo anunciado de la Cumbre era reducir a la mitad la pobreza extrema entre 2000 y 2015, este objetivo apenas se sometió a discusión y, prácticamente, todas las soluciones propuestas competen a lo que llaman la «acción ciudadana». En este Día de la Tierra se ha preferido insistir en el calentamiento global y/o en los cambios climáticos que según Al Gore están inextricablemente unidos a la pobreza extrema. Una táctica velada para desviar el debate hacia unos fines económicos.

 

AL GORE BARRE PARA CASA

Al Gore en su lucha activa contra el “calentamiento global”…

 

«El calentamiento global es de entrada y ante todo una cuestión moral» afirma alto y fuerte Al Gore. Además «para combatir la pobreza extrema hay que atacar necesariamente al calentamiento global». Y, ¿cuál es la primera etapa de este combate «moral», según el célebre defensor del clima?: La «estabilización de la población».

En primer lugar, el hecho de asociar la moralidad a los cambios climáticos se parece extrañamente a la poco sutil técnica retórica que, con frecuencia, emplearon los defensores de las «Leyes Patrióticas»: cualquiera que ponga en duda el «consenso» sobre el clima será acusado de ser inmoral, del mismo modo que las críticas a las «Leyes Patrióticas» eran acusadas de antipatriotas.

A continuación, la estabilización de la población que predica Al Gore, supuestamente para erradicar la pobreza, no es otra cosa que una nueva formulación del plan de control de la población de Henry Kissinger [1], un plan eugenésico cuyo objetivo es reducir el crecimiento de la población mundial, específicamente en los países más pobres, y ello por razones económicas y de seguridad nacional. Por supuesto, para revestir su dudoso plan con un aura de moralidad, Al Gore lo engalana con unos ideales inatacables: «educar a las jóvenes», «darles acceso a los métodos anticonceptivos», etc.

Ahora bien, la pobreza extrema existía mucho antes de que se hablara de cambio climático, y es la causa de la «superpoblación» en los países subdesarrollados, y no a la inversa, como trata de hacernos creer Al Gore. Atacar la superpoblación para contrarrestar la pobreza es atacar el resultado en vez de a la causa.

Sin gran sorpresa, el eminente laureado con el premio Nobel de la Paz NUNCA PONE EN TELA DE JUICIO los sistemas económicos y políticos, ni tampoco las prácticas económicas injustas que están en la base de las desigualdades Norte-Sur. Sin embargo, si se frenaron los progresos de los países subdesarrollados realizados desde la década de 1990, es más debido a políticas económicas provenientes de las instituciones internacionales, principalmente los tristemente célebres planes de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional [2], que sirven ante todo a los intereses económicos de las grandes potencias: abajo la nacionalización, que llegue pronto la privatización y un mercado de libre competencia, es decir, un mercado donde los más desfavorecidos permanecen en lo más bajo de la escala porque no pueden competir con los poderosos, un mercado donde estos últimos son libres de hacer «dumping» social en casa, y «dumping» económico sobre los salarios en sus países de acogida.

Al Gore nunca habla de guerras, a excepción, evidentemente, de las guerras que están vinculadas a la superpoblación: el conferenciante estrella apenas mencionó las guerras para apropiarse de los recursos naturales. Sin embargo, su país de origen, EEUU, no sólo es el mayor contaminador, sino también el más armado y belicoso del planeta. Las bombas de uranio empobrecido que el ejército estadounidense ha hecho explotar por todas partes son un verdadero desastre ecológico y humanitario. De esto no ha dicho nada Al Gore.

Pues bien, pedir a los ciudadanos que compren productos ecológicos y reduzcan su consumo de energía, y solicitar a los gobiernos que participen en el mercado de carbono, es la solución de Gore para salvar el medio ambiente, mientras que en Iraq esas sucias bombas estadounidenses tienen unos efectos catastróficos sobre el medio ambiente y sobre la población, particularmente sobre los nacimientos, es decir, producen incontables malformaciones hasta el punto de que las mujeres iraquíes ya no desean ser madres. ¿Ignora Gore este fenómeno porque contribuye a su plan de despoblación mundial? Vamos a verlo.

Gore tampoco ataca nunca a los grandes contaminadores: las empresas privadas. ¿Acaso no es indecente pedir a los ciudadanos que adopten un nuevo estilo de vida y hagan sacrificios, mientras que a los grandes contaminadores no se les pide que hagan lo mismo? La principal demanda hecha a las grandes empresas responsables, a la vez, de la contaminación y de la pobreza extrema, contaminación y pobreza extrema de las que esas grandes empresas se aprovechan ampliamente, es que participen en el mercado del carbono, el nuevo maná financiero que permitirá a los más ricos contaminar más a costa de los países en desarrollo. Y a Gore, que invierte masivamente en la economía «verde», le permitirá enriquecerse una vez más bajo la cobertura del activismo ecológico [3].

En resumen, la «solución» de Gore, «en vías de convertirse en el primer millonario del carbono» [4], se resume en empujar a los ciudadanos y a las empresas hacia un nuevo mercado «verde» con el fin último de llenarse los bolsillos, y no contribuye en nada a reducir la contaminación ni a erradicar la pobreza. A pesar de todo, las masas reciben con un entusiasmo ciego el discurso de gurú del medio ambiente.

 

 

Notas:

 

[1] http://www.scribd.com/doc/6474391/Henry-Kissinger-Population-Control-Document

[2] http://www.monde-diplomatique.fr/cartes/pauvreteindimdv51

[3] http://www.telegraph.co.uk/earth/environment/climatechange/6496196/Al-Gore-profiting-from-climate-change-agenda.html

[4] http://www.telegraph.co.uk/earth/environment/climatechange/6496196/Al-Gore-profiting-from-climate-change-agenda.html

 

Fuente: Mondialisation y Rebelión

 

"El hombre moderno y postmoderno ha destruido mucha naturaleza y amenaza a lo que queda de ella"

"El hombre moderno y postmoderno ha destruido mucha naturaleza y amenaza a lo que queda de ella"

Entrevistas: Seyyed Hossein Nasr

 “El hombre moderno y postmoderno ha destruido mucha naturaleza y amenaza a lo que queda de ella” 


En 1966, cuando pocos se preocupaban de los problemas ecológicos, el Dr. Nasr, Catedrático de Estudios Islámicos en George Washington University y uno de los más importantes académicos de religiones comparadas y sabiduría islámica, escribió “El hombre y la naturaleza: la crisis espiritual del hombre moderno”, una profunda meditación sobre las raíces filosóficas y espirituales de la crítica situación medioambiental y uno de los primeros libros en predecir la grave crisis que se avecinaba.

 


Con esta entrevista nos hemos querido acercar a una visión tradicional que se ha convertido en marginal para los círculos académicos y las organizaciones medioambientales. Las tesis del Dr. Nasr sobre el carácter sagrado de la naturaleza y la vinculación entre la pérdida de la inteligencia espiritual del hombre moderno y la crisis del equilibrio ecológico son temas de primer orden para cualquiera que pretenda tener una perspectiva completa sobre este grave problema.


¿Qué es la naturaleza para usted?



Todo lo que no está hecho por los seres humanos ni es efecto de las actividades humanas es naturaleza (en el contexto empleado aquí), desde las cumbres de las montañas hasta el océano, desde las algas hasta el elefante. En cierto sentido, también el hombre forma parte de la naturaleza en el aspecto de que su cuerpo sigue las mismas leyes naturales y físicas que los demás animales del mundo natural. Pero puesto que el hombre ha recibido la libertad de rebelarse ante Dios y profanar la naturaleza, desde cierto punto de vista el hombre no es técnicamente lo mismo que los otros seres naturales. En todo caso, la naturaleza la defino aquí como aquello que no es humano y no es efecto de la actividad humana. Claro, en las sociedades tradicionales esas actividades solían estar en armonía con la naturaleza, y en el caso de las sociedades industrializadas no está en armonía con la naturaleza ni lo más mínimo. Ni que decir tiene que incluso en nuestro mundo de hoy, la naturaleza y los entornos hechos por el hombre también se interpenetran de muchos modos.

¿Cómo describiría el estado actual en que se encuentra la naturaleza y nuestra relación con ella?


El hombre moderno y postmoderno ha destruido mucha naturaleza, desde los bosques hasta los arrecifes de coral, y amenaza a lo que queda de ella. La situación es crítica y, con la difusión global del paradigma del modernismo, que es inseparable de la idea de poder y dominación sobre la naturaleza para satisfacer las “necesidades” humanas que nunca cesan de crecer (y que en muchos casos son necesidades artificiales, en modo alguno necesidades reales), las cosas están empeorando. Pero durante los decenios más recientes también en Occidente, y recientemente en el mundo no occidental, hay personas en las que ha despertado la consciencia por lo que se refiere a la precariedad del estado en que se encuentra el mundo natural y la necesidad de cultivar la actitud correcta para con la naturaleza, de modo que no se destruya lo que queda de ella. Convendría recordar, de todos modos, que por más que la naturaleza sea explotada y destruida por el hombre, la que tendrá la última palabra será la naturaleza.

 


En uno de sus libros usted hace una correspondencia entre la crisis actual del hombre y la naturaleza por una parte y la crisis espiritual del hombre moderno por otra. ¿Puede desarrollarnos dicha correspondencia?


La crisis en la relación entre los seres humanos y la naturaleza empezó en el Occidente moderno a partir de dos errores: la incomprensión de la naturaleza más profunda del hombre y la incomprensión de la realidad sagrada de la naturaleza. Y como consecuencia de una crisis espiritual durante el Renacimiento y el siglo XVII, el hombre moderno –en la medida en que se convertía en “moderno”–  pasó a concebirse a sí mismo como ser puramente terreno, sin responsabilidad ni con respecto a Dios ni con respecto a su creación. Y además, como resultado de aquella crisis espiritual e intelectual, se desechó la realidad sagrada de la naturaleza y ésta se pasó a ver desde el punto de vista puramente cuantitativo y mecánico, como podemos ver en la física clásica. Y aquella crisis espiritual interior cada vez se fue reflejando más exteriormente a partir de la época de la Revolución industrial.


Dentro del movimiento ecologista se dice que el hombre es el gran enemigo de la naturaleza  y que su existencia es prescindible en este planeta que destruye. ¿Qué piensa usted de esa afirmación?


No es que todo ser humano sea el mayor enemigo de la naturaleza, sino tan sólo el hombre moderno. Los aborígenes australianos han estado viviendo en Australia durante unos 40.000 años y, si no hubieran sido en gran medida destruidos por el hombre blanco y sus modos tradicionales de vida no hubiesen sido alterados de tantos modos, hubieran podido seguir viviendo en Australia en medio de una naturaleza hermosa e inmaculada otros 40.000 años o más. Eso no puede decirse de los habitantes de las zonas urbanas de Sidney o Melbourne o, de hecho, cualquier otra ciudad moderna, desde Seúl a Nueva York. La existencia del hombre moderno no es necesaria para la naturaleza, y de hecho no puede continuar mucho tiempo haciendo lo mismo que hasta ahora.


Pero el hombre es una realidad perenne, es decir, el hombre tradicional era –y sigue siendo, en la medida en que sigue existiendo ese tipo de ser– una fuente de gracia para la naturaleza, y su propia presencia en la Tierra permitía y sigue permitiendo a la naturaleza respirar el aire del mundo espiritual. Hay razones esotéricas, cosmológicas y metafísicas por las que la naturaleza no podría existir sin el hombre. No puedo entrar en ellas aquí, pero las he expuesto en varios libros míos, especialmente “El hombre y la naturaleza”, “La religión y el orden de la naturaleza” y “El conocimiento y lo sagrado”.

¿Por qué dice usted que el cosmos es un libro de múltiples significados?

¿Qué es un libro? Es cierta cantidad de pedazos de papel, o un rollo, donde se han escrito ciertas formas con algún tipo de tinta, formas que poseen significado más allá de su figura externa. Para comprender ese significado debe uno conocer el lenguaje en el que está escrito ese libro. Pues bien, el cosmos es como un libro en el sentido de que cada uno de sus fenómenos tiene significado más allá de –al mismo tiempo que en– su forma exterior y de las características del fenómeno en cuestión. Aunque uno no conozca el lenguaje en el que está escrito un libro, aun así puede pesarlo y medir su altura y su anchura. Las ciencias cuantitativas de la naturaleza han hecho precisamente eso con respecto al libro cósmico. Han estudiado los aspectos cuantitativos de los fenómenos naturales, pero han olvidado la lengua en la que estaba escrito el libro de la naturaleza, o el libro cósmico, y por ello no pueden entender el mensaje contenido en él.


¿Cómo se puede aprender a leer los signos de la naturaleza para comprender su mensaje?


Sí, es posible dominar el lenguaje de modo que se pueda volver a leer el libro cósmico como lo hacía la gente de antaño. Sin embargo, para lograr esta proeza, debe uno comprender antes que nada lo indispensable de metafísica y de cosmología, y ser capaz de vivir de nuevo en el universo tradicional, que es intelectual y espiritual; únicamente en ese universo puede dominarse este lenguaje.

¿Cuáles de las ciencias actuales se aproximan con mayor penetración al conocimiento del hombre y la naturaleza?

Ninguna ciencia moderna está cerca de lo que es comprender verdaderamente la relación entre hombre y naturaleza, porque todas ellas tienen como base el hacer caso omiso de los estados superiores del ser, incluida la realidad espiritual. Pero puesto que hace usted la pregunta, de modo comparativo yo diría que, desde el punto de vista de la comprensión de la notable armonía de la naturaleza y nuestra relación con ella, la más cercana sería la ecología. En cambio, desde el punto de vista de acercarse a la comprensión de la metafísica, creo que la mecánica cuántica es de la mayor importancia si consigue liberarse de esa prisión que es la bifurcación cartesiana.

¿Qué pueden aportar las ciencias orientales a la comprensión que tiene la ciencia occidental sobre la naturaleza?

Las ciencias orientales tradicionales de la naturaleza, sean chinas, indias, islámicas u otras, están basadas en una cosmología que continúa ligada a la metafísica. Estudian la naturaleza a la luz de los principios espirituales e intelectuales que van más allá de la naturaleza física y que están basados en la correspondencia profunda entre el hombre y la naturaleza, más allá de lo simplemente cuantitativo y material. Eso es lo que se denomina antropomorfismo en el pensamiento del Extremo Oriente. Ahora bien, si estas ciencias orientales tradicionales se estudian en profundidad en Occidente –no como fases rudimentarias de la ciencia occidental moderna, sino como modos independientes de conocer la naturaleza–, pueden revelar aspectos fundamentales de la naturaleza y de la relación del hombre con ella; aspectos que permanecen ocultos para la perspectiva de aquellos cuyos horizontes se limitan a la ciencia moderna. Por lo demás, estas ciencias tradicionales pueden ayudar a resucitar un serio interés por ese tipo de ciencias (como ciencia y no como historia) tal como se las encuentra en Occidente mismo, como por ejemplo las ciencias herméticas.


¿Considera que las religiones tienen algo que aportar al debate medioambiental?


Las religiones pueden aportarlo todo a la crisis medioambiental, y donde más se debate sobre ella es sobre todo en las partes del mundo que todavía son mayoritariamente religiosas en contraste con los europeos occidentales. En primer lugar, fue la religión en su sentido más amplio la que proporcionó un enfoque espiritual de la existencia, incluida la naturaleza, en todas las civilizaciones tradicionales. Como he dicho antes, si no se hubiera secularizado la naturaleza en Occidente, las ciencias modernas seculares y puramente cuantitativas no se habrían desarrollado, ni se habría desarrollado la tecnología, que ha causado tantos daños al entorno. En segundo lugar, tanto las religiones mundiales más importantes como –especialmente– las religiones primitivas, poseen todas una ética religiosa que atañe tanto al mundo de la naturaleza como al de los seres humanos. Eso es cierto incluso del cristianismo, pese a que este aspecto de la tradición cristiana ha quedado eclipsado en los tiempos modernos y únicamente en los últimos decenios los teólogos y eticistas cristianos le han prestado su atención y San Francisco de Asís ha sido declarado santo patrón de la ecología.


Se necesita decididamente lo que ahora llaman el “reverdecimiento” de la religión, es decir, reavivar los aspectos de sus enseñanzas que tienen que ver con el entorno natural y la responsabilidad del hombre para con la creación de Dios. ¿Se imagina usted lo distinta que habría sido la conservación del entorno natural si los predicadores cristianos y musulmanes y los maestros hindúes y budistas, en sus sermones de todos los días, hubieran seguido recordando a cristianos, musulmanes, hindúes y budistas el deber religioso de ser administrador de la creación de Dios en vez de ser su enemigo?

Usted se ha preguntado: ¿quién sabe más sobre el coyote, el zoólogo que es capaz de analizar sus hábitos externos y diseccionar su cadáver o el hombre-medicina indio que se identifica con el «espíritu» del coyote? ¿Cuál es su respuesta?

Mi opinión es que conocer la esencia de un animal, su arquetipo, es una forma más elevada de conocimiento que conocer su peso, su anatomía y sus hábitos de apareamiento. Hay que saber que lo segundo, ciertamente, no es insignificante y es valioso y legítimo en su propio nivel, pero que eso no agota toda la realidad del animal. Conocer al animal en su realidad esencial es sin lugar a dudas tener un conocimiento más profundo. De eso es de lo que estaba hablando cuando escribí sobre el hombre que se identifica con el coyote, tal como lo vemos en las tradiciones de los nativos americanos.

En estos momentos, si en algo se ponen de acuerdo las distintas religiones y los científicos es en anunciar las primeras el fin de los tiempos, y los segundos la extinción de la especie humana a través de terribles catástrofes ambientales. ¿Cuál es la correspondencia?

Las religiones hablan del final de la historia y de los acontecimientos escatológicos, como vemos de forma tan explícita en fuentes hindúes, cristianas e islámicas. También hablan de los “signos de los tiempos”, los signos que caracterizan el fin de la historia tal como la conocemos. Lo que dicen los científicos sobre los desastres medioambientales inminentes corresponde en muchos casos a los “signos de los tiempos” profetizados. No obstante, hablando desde el punto de vista teológico, es un gran pecado continuar destruyendo la naturaleza por las creencias escatológicas que uno tiene. Eso es el mayor de lo insultos, porque uno debería seguir sus enseñanzas mientras a nuestro alrededor siga estando el mundo. ¿Acaso si fuésemos practicantes sinceros de la religión iríamos en contra de las enseñanzas de los fundadores de nuestras religiones, incluido Cristo, y dejaríamos de ayudar a los pobres con el argumento de que la Tierra va a quedar destruida dentro de poco y que por tanto no serviría de nada paliar el sufrimiento de los demás? Nadie más que Dios conoce cuándo llegará lo que los musulmanes llaman “la Hora”. Dijo el Profeta del Islam que es un acto bendito el plantar un árbol incluso si mañana tuviese que acabarse el mundo.

 


¿Hay esperanza aún de que el hombre se reconcilie con la naturaleza y ocupe su auténtico lugar en el mundo?


Por supuesto que siempre hay esperanza, que es una virtud teológica, como decía San Agustín. Pero al cabo de casi medio siglo de preocuparme por la crisis ambiental y de estudiarla, he llegado a la conclusión de que, si no media una intervención divina, la única esperanza que hay para la presente humanidad sería una gran catástrofe que fuese lo bastante amplia como para cambiar el paradigma que domina el pensamiento y el modo de acción del hombre moderno, lo que rompería sus hábitos corrientes de necesitar y consumir cada vez más sin ninguna consideración para con los derechos del mundo no humano. No me gusta nada decir una cosa así, pero, para ser realista, puesto que la humanidad moderna se niega a cambiar su línea de conducta de modo significativo mediante la educación en la escala de tiempo que tenemos y en el marco de oportunidad de que disponemos, el que ocurra una calamidad significativa que haga que todos nosotros nos enteremos sería mejor que no que todos los hombres y muchas otras criaturas experimenten una muerte lenta o un cataclismo natural devastador. Ojalá me equivoque en mi evaluación. En todo caso, deseo que entremos en razón por propia iniciativa antes de que nos obliguen a hacerlo los cataclismos naturales.


Pero estemos seguros de que, le hagamos lo que le hagamos a la naturaleza y por convencidos que estemos –debido a nuestro orgullo desmesurado– de que tenemos completo dominio sobre ella, es la naturaleza, como he dicho antes, la que dirá la última palabra. Por último, recordemos que en última instancia las cosas están en las manos de Dios. Nosotros debemos hacer lo que podamos y confiar en Dios con todo nuestro ser. Y Dios lo sabe mejor.



Bibliografía del Dr. Nasr en español:

  • Ciencia y civilización en el Islam, 1968
  • Sufismo vivo. Ensayos sobre la dimensión esotérica del Islam. Ed. Herder, 1985.
  • Vida y Pensamiento en el Islam. Ed. Herder, 1985
  • El hombre y la naturaleza, Ed Kier.
  • La Naturaleza y el Espíritu. Nasr y otros autores. Ed. Olañeta, 2006.

 

Fuente: Agenda Viva. Invierno 2006

 

"DECRECIMIENTO: VAYAMOS A MENOS"

"DECRECIMIENTO: VAYAMOS A MENOS"

Autor: Isidro López - Fuente: Ladinamo.org

Uno de los efectos políticos más indeseables de las crisis ha sido generar un enorme consenso social en torno a la necesidad del crecimiento económico y a la validez de cualquier medio para alcanzarlo. En cuanto el crecimiento del PIB se ralentiza vuelven los viejos lugares comunes desarrollistas y cualquier aspiración social o ambiental debe subordinarse, ahora más que nunca, a la reanudación del ritmo de crecimiento. Lo cierto es que todas las pruebas empíricas apuntan a lo contrario: cuanto más crecimiento económico más destrucción ambiental y mayores desigualdades sociales. El decrecimiento es un nuevo movimiento social que reclama nuestro derecho a menguar económicamente, y a crecer políticamente, a partir de una nueva lectura de los puntos fundamentales del programa social del ecologismo clásico. Para descubrir más acerca de este fenómeno hemos hablado con su representante más visible, Serge Latouche (Universidad de Paris XI), y con dos veteranos del ecologismo que, además de haber influido con sus trabajos en su formulación, apoyan plenamente el nuevo movimiento por el decrecimiento: Joan Martínez Alier (Universidad Autónoma de Barcelona) y Herman Daly (Universidad de Maryland).

¿Por que hay que decrecer?

Serge Latouche: El crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito. El desarrollo y el crecimiento del consumo descansan siempre en una extracción cada vez más destructiva de recursos naturales no renovables y de una tasa de explotación de recursos renovables que excede la capacidad de regeneración de la biosfera. Además, el crecimiento por el crecimiento se apoya en una adicción al consumo que ya no tiene ningún vínculo con la satisfacción de las necesidades "reales". Hay que dejar de crecer para que la humanidad sobreviva, pero también para recuperar el buen uso de las cosas, renunciar a la ideología del "siempre más" y volver a encontrar el sentido de los límites.

Herman Daly: Cuanto más se acerque el tamaño de la economía a la escala de toda la Tierra, más tendrá que ajustarse al comportamiento físico de ésta. Cuando se produzca ese ajuste estaremos en un estado estacionario, un sistema que permite el desarrollo cualitativo pero no el crecimiento cuantitativo agregado. El crecimiento es "más de lo mismo"; el desarrollo es la misma cantidad de algo mejor o, por lo menos, diferente. Lo que queda del mundo natural ya no puede proveer ni absorber el flujo material necesario para sostener una economía que ya es demasiado grande, y mucho menos una economía en crecimiento. La economía debe ajustarse a las reglas del estado estacionario, buscar el desarrollo cualitativo y detener el crecimiento cuantitativo.

Independientemente de que sea fácil o difícil, tenemos que dirigirnos hacia una economía de estado estacionario porque no podemos seguir creciendo. Lo cierto es que el llamado crecimiento económico se ha convertido en crecimiento deseconómico. La expansión cuantitativa de la economía incrementa los costes ambientales y sociales más rápidamente que la producción de beneficios, haciéndonos más pobres y no más ricos, al menos en los países con altos niveles de consumo. Puesto que los economistas neoclásicos son incapaces de demostrarnos que el crecimiento de los flujos de materiales (consumo de recursos y producción de residuos) o del PIB está haciéndonos más ricos y no más pobres, seguir predicando que el crecimiento agregado es la solución para nuestros problemas no es más que arrogancia ciega.

En los países pobres la cuestión es diferente, el crecimiento del PIB puede incrementar el bienestar si está razonablemente bien distribuido. La pregunta es, ¿qué es lo mejor que pueden hacer los países ricos para ayudar a los países pobres? La respuesta del Banco Mundial es que los ricos deben de crecer tan rápido como sea posible para generar mercados para los países pobres y acumular capital para invertir en ellos. Desde el punto de vista de la economía de estado estacionario, la respuesta es que los ricos deben de reducir sus flujos de materiales para liberar recursos y espacio ecológico para que lo utilicen los pobres y concentrarse en el desarrollo y las mejoras técnicas y sociales que puedan ser libremente compartidas con los países pobres.

¿Quién quiere el decrecimiento?

Joan Martínez Alier: Hay varios grupos de activistas que ya están luchando por el decrecimiento. Por ejemplo, los conservacionistas o ambientalistas preocupados por la pérdida de biodiversidad y el aumento de la población humana, gente preocupada por las amenazas del cambio climático e interesada en proponer nuevos sistemas energéticos renovables, socialistas y sindicalistas que quieren más justicia económica y que entienden que el crecimiento económico no puede aplazar ya las demandas de redistribución, los ecolocalistas y autonomistas neorrurales y urbanos como los okupas, los pesimistas (o realistas) acerca de los riesgos e incertidumbres del cambio tecnológico y los movimientos del ecologismo de los pobres que piden la conservación del ambiente por las perentorias necesidades de su propia subsistencia.

Los movimientos de justicia ambiental y del ecologismo de los pobres del Sur son los mejores aliados del decrecimiento sostenible del Norte. Estos movimientos luchan contra la contaminación desproporcionada de los ricos tanto local como globalmente, reclaman la deuda ecológica desde el Sur, especialmente la deuda por emisiones de dióxido de carbono, están en contra de la exportación de residuos líquidos o sólidos del Norte hacia el Sur, protestan contra la biopiratería; desarrollan acciones contra el comercio ecológicamente desigual; se oponen a la destrucción de la naturaleza y la subsistencia humana en las fronteras de la extracción, y reclaman el pago de deudas socioambientales de compañías transnacionales como la Oxy en Perú, Chevron-Texaco en Ecuador, Freeport McMoRan en Papúa Occidental, Unocal o Total en Birmania...

¿Estamos lejos de decrecer racionalmente?

Serge Latouche: En los niveles internacionales y nacionales las perspectivas políticas inmediatas son muy débiles, sin embargo, a escala local tienen más importancia. Serán cada vez más fuertes bajo la presión de la necesidad, la toma de conciencia de la escala de las amenazas y las aspiraciones a una vida más sana y equilibrada. Hay que tener también en cuenta que algunas medidas muy sencillas y casi anodinas pueden desencadenar círculos virtuosos de decrecimiento.

El cambio profundo requerido para la construcción de una sociedad autónoma en decrecimiento se puede representar por la articulación sistemática y ambiciosa de cambios interdependientes que se refuerzan los unos a los otros. Podemos sintetizar el conjunto en un círculo virtuoso de ocho erres: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, reducir, reutilizar y reciclar. Estos ocho objetivos interdependientes pueden desencadenar procesos de decrecimiento tranquilo, convivencial y sostenible.

¿Decrecimiento o sostenibilidad?

Serge Latouche: El adjetivo "sostenible" se suele utilizar para calificar el decrecimiento. La sostenibilidad es una necesidad de cualquier sociedad humana que quiera perpetuarse, pero no constituye un proyecto social y político movilizador. El decrecimiento es un eslogan provocador que marca la necesidad de ruptura con el delirio consumista y reintroduce el ideal de una sociedad autónoma.

Herman Daly: Puesto que hemos sobrepasado el límite de lo sostenible necesitamos una etapa de decrecimiento. Pero ni el crecimiento ni el decrecimiento (las tasas de crecimiento positivas o negativas) pueden durar en el largo plazo. Ambos deben de ser procesos coyunturales encaminados a alcanzar una escala óptima o sostenible de la economía en relación con el ecosistema. Esa escala óptima debería de mantenerse en estado estacionario durante mucho tiempo.

Joan Martínez Alier: Sabemos que decrecimiento sostenible significa un decrecimiento económico que sea socialmente sostenible. En estos momentos, en 2008, en Europa, estas ideas no son ya nuevas aunque su formulación va mejorando. Lo que es nuevo es el movimiento social por el decrecimiento sostenible, un slogan o "palabra-bomba" inventada en Francia y en Italia, que tiene raíces explícitas en la obra de Georgescu-Roegen. En 1979 Jacques Grine-vald e Ivo Rens, de la Universidad de Ginebra, publicaron una introducción y selección de textos de Georgescu-Roegen con el título Demain la Décroissance [Mañana el decrecimiento] que va ahora por la cuarta o quinta edición y se llama ya simplemente La Décroissance [El decrecimiento]. Este es el origen del uso actual de esta palabra.

Georgescu-Roegen había criticado en los años setenta la idea de Herman Daly (que se remonta a John Stuart Mill) del "estado estacionario", argumentando que no era suficiente para una economía como la de Estados Unidos, que ya consumía en exceso. Era preciso, pues, un retroceso del consumo. Georgescu-Roegen tenía razón. Pero no se puede negar que Herman Daly ha sido un abierto partidario del decrecimiento, aunque el término inglés sea de uso muy reciente. Daly dijo claramente que el crecimiento sostenible era una contradicción, un oxímoron, muy poco tiempo después de la publicación del Informe Brundtland de 1987, y dijo que aceptaría la expresión "desarrollo sostenible" solamente si la palabra "desarrollo" se redefinía (de manera muy extraña) como "no-crecimiento".

 

Cinco puntos para un programa de decrecimiento

Herman Daly

1. Reforma fiscal ecológica. Cambiar la base de los impuestos desde el valor añadido hasta aquello sobre lo que se añade valor, es decir, sobre el flujo material que parte de la extracción de recursos, atraviesa la economía y vuelve a la naturaleza en forma de polución y vertido. De esta manera se internalizarían los costes externos, es decir, se pondría un precio más realista al uso de recursos naturales, y se recaudaría de una manera más equitativa. Los posibles efectos regresivos de esta medida se deberían de corregir con criterios progresivos de gasto público.

2. Limitar los niveles de desigualdad de la distribución de ingresos instaurando un ingreso máximo y un ingreso mínimo. Cuando no existe crecimiento agregado, la reducción de la pobreza requiere una redistribución.

3. Disminuir el tiempo de la jornada de trabajo. Dejar más opción para el ocio o el trabajo personal. Sin crecimiento es difícil proporcionar empleo a tiempo completo para todos.

4. Volver a regular el comercio internacional. Abandonar el libre comercio, la libre movilidad del capital y la globalización y adoptar tarifas compensatorias que beneficien a las políticas nacionales que incorporen la protección de la naturaleza frente a los precios de la competencia "a la baja" de otros países. Tal y como postulaba Keynes, habría que degradar al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial al papel de instituciones encargadas de vigilar el cumplimiento de los pagos internacionales que carguen tasas de penalización para el déficit y el superávit en los balances internacionales. Evitar las grandes transferencias de capital y la deuda externa.

5. Cercar los bienes comunes naturales rivales (escasos) mediante fundaciones públicas que les pongan un precio, mientras se liberan de los cercamientos privados y de los precios a los bienes comunes no rivales (no escasos) de la información y el conocimiento. Dejemos de tratar lo escaso como si no fuera escaso y lo no escaso como si fuera escaso.

Joan Martínez Alier

1. La economía debe decrecer físicamente en términos de toneladas de los flujos de materiales, de consumo de energía, de la Apropiación Humana de la Producción Primaria Neta (indicador que traduce a biomasa todos los consumos humanos) y también del uso de agua. En principio, existe ya un acuerdo social en Europa para que las emisiones de dióxido de carbono decrezcan un cincuenta por ciento en las próximas décadas con respecto a las de 1990. Pero también deben hacerlo otros indicadores físicos de presión sobre el ambiente.

2. Dada la estrecha relación entre el uso de materiales y energía y el crecimiento económico, de hecho, en bastantes países ha aumentado la intensidad material y energética del PIB. Entonces, puede suponerse que reducir las magnitudes de los indicadores físicos llevará también en muchos casos a un decrecimiento del PIB, es decir, de la economía medida crematísticamente.

3. Medir correctamente los aumentos de la productividad. Por ejemplo, si hay una sustitución de energía humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía que se calculan tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalidades negativas? Sabemos que en estos momentos no es así.

4. Hay que separar el derecho a recibir una remuneración del trabajo asalariado. Hay que redefinir el significado de "empleo" (teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados, y todo el sector del voluntariado) y hay que introducir la cobertura de la Renta Básica de Ciudadanía.

5. ¿Quién pagará la montaña de créditos, las hipotecas y la deuda pública, si la economía no crece? La respuesta debe ser: nadie. No podemos forzar indefinidamente a la economía a crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas.

Serge Latouche

1. Retornar a una huella ecológica igual o inferior a la de la Tierra, es decir, manteniendo el resto de factores igual, volver a una producción material equivalente a la de los años sesenta y setenta.

2. Relocalizar las actividades limitando el volumen de desplazamientos de hombres y mercancías a escala planetaria y su impacto negativo sobre el medio ambiente.

3. Restaurar la agricultura campesina tradicional, incentivar al máximo la producción local, de temporada, natural y tradicional. Suprimir progresivamente el uso de pesticidas químicos alergénicos, neurotóxicos, inmunodepresores, mutágenos, cancerigenos, disruptores endocrinos y reprotóxicos que pueden provocar la esterilidad.

4. Penalizar fuertemente los gastos en publicidad.

5. Decretar una moratoria en la innovación tecnocientífica, hacer un balance serio y reorientar la investigación en función de nuevas aspiraciones. Se tratará de desarrollar, por ejemplo, la química verde antes que las moléculas tóxicas y la medicina ambiental antes que el determinismo genético o favorecer la investigación en agroecología y agrobiología en lugar de la agricultura industrial y sus quimeras, como los transgénicos. La moratoria debería de extenderse a todos los grandes proyectos de infraestructuras como las autopistas, el tren de alta velocidad o las incineradoras de residuos.

"MÁS ALIMENTOS. MÁS HAMBRE"

"MÁS ALIMENTOS. MÁS HAMBRE"

por Gustavo Duch

 

Les ofrezco una fórmula infrecuente para analizar el hambre en el mundo, revisar las estadísticas de producción de alimentos. En la década de los 90 la producción de alimentos mundial creció un 25%.  En cuestión de alimentos de origen animal en 1980 se producía en el mundo un total de 465 millones de toneladas de leche, ascendiendo en el 2007 a 671 millones, lo que equivale, más o menos, a un vaso de leche al día para cada persona de este planeta. En esos mismos años la producción de carne se duplicó hasta alcanzar 285 millones de toneladas, unos 100 gramos de carne por persona y día. Llamativamente el 60% de toda esta carne se produce en los países llamados ‘en vías de desarrollo’. La producción de huevos ha aumentado 2.5 veces obteniéndose el 70%  también en dichos países.
Con estos datos parciales podríamos deducir que disponemos de suficientes alimentos para todas y todos, y especialmente en los países empobrecidos. Pero  la realidad es que mientras la producción de alimentos ha ido aumentando, el hambre también. Si en 1990, 842 millones de personas padecían hambre, la cifra ascendió a 873 millones en el 2004 para situarnos a finales del año pasado en 1.020 millones. Como dijo el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, al presentar estos datos el pasado 16 de marzo a la Asamblea General, “nunca antes se había alcanzado esta cifra”.  También explicó que este aumento se ha dado  tanto en números absolutos como en la proporción que las personas con hambre representan de la población mundial.


Así pues, me atrevo a teorizar -por irracional que parezca- que no es cierto que el hambre en el mundo obliga a más producción de alimentos, bien al contrario, cuanto más se produce, más hambre y desigualdad se genera. Porque este sistema alimentario global capitalista que tenemos en funcionamiento se basa, al menos, en tres mecanismos perversos. Por un lado se intensifica tanto la producción que  apenas se requiere mano de obra y así  millones de personas son expulsadas de su medio de vida. Segundo, la mano de obra que el sistema se ve obligado a utilizar es remunerada con salarios insuficientes para proveerse de su alimento. Y tercero, la búsqueda de beneficios de las corporaciones que están en este sector es tan ávida que esquilman la tierra y vacían los mares agotando los recursos y las posibilidades de alimentación de las poblaciones rurales, mayoritariamente en el Sur.

 

 

http://gustavoduch.wordpress.com/

 

 

Contra la “economización” de las vidas: crear discurso, trabajar alternativas.

Contra la “economización” de las vidas: crear discurso, trabajar alternativas.

Por M.A.M. para ANTAGONISTAS



Tras el discurso de posesión de Truman (1949) comenzó la era del desarrollo, instaurándose la hegemonía global de una genealogía de la historia puramente occidentalista, que ha sustraído a los pueblos la oportunidad de definir las formas de su vida social, obligándolos a recorrer una senda transfigurada en ley necesaria, inevitable y universal hacia una meta “deseable”. Esta utopía planetaria del “desarrollo” -basada en la indemostrable unidad, homogeneidad y evolución lineal del mundo- evolucionó desde el “crecimiento económico” al ‘desarrollo sostenible’, pasando por el reconocimiento de los “obstáculos” sociales (y el paradigma de la integración), el “Enfoque de Necesidades Básicas”, el concepto de ‘desarrollo endógeno’, la llamada “década perdida” de los 80, y los conceptos de ‘redesarrollo’ en el Norte y en el Sur, hasta llegar al “Informe sobre el desarrollo humano” del PNUD (1990), el cual presenta éste como un proceso cuya meta más ambiciosa es generar un “Índice de Desarrollo Humano” combinando la privación de esperanza de vida, de alfabetismo de adultos y del PNB real Per capita (en dólares…).



Todo este proceso no ha sido sino el triunfo de la “economización” de las vidas mediante la desvalorización de todos los demás elementos de la existencia social, metamorfoseando las actividades, deseos, interacciones, etc. de la gente en “necesidades” cuya satisfacción requiere la intermediación del mercado. Si el lenguaje crea la realidad, en el caso del “desarrollo” esta realidad es la de la homogeneización de las vidas, su vaciamiento y uniformización a partir de la muerte de la diversidad, contemplada a su vez como una simple versión del proyecto economizador.



Nuestra sociedad es una ‘sociedad de mercaderes’ no sólo porque esté basada en el intercambio y el comercio, sino porque en ella opera una suerte de “mentalidad colectiva”, un conjunto de valores que caracterizan todas las otras instituciones más allá de la economía. Los valores del “mercader” determinan el comportamiento de todas las esferas sociales, y para el pensamiento hegemónico la única desigualdad entre los pueblos y entre los seres humanos es la diferencia que tengan con respecto a su poder adquisitivo. Al desplegar mundialmente el modelo del consumo, “cosificando” la personalidad del ser humano absorbida por los bienes que posee o que desea, se alcanza el modelo de “consumidor planetario”, algo así como el “último hombre” de este final de la Historia que pretenden bajo la promesa de esa “actividad pasiva” que es el consumo, a la que todos pueden “y deben” acceder. A cambio de mitos verdaderamente reales, construidos por hombres y mujeres concretos en sus espacios locales, se ofreció al hombre una perspectiva que cada vez con mayor evidencia se antoja ilusoria, alienante y contraproducente.



Luchar para limitar la esfera económica es una exigencia del presente, que debe ser presentada como una forma de reconstruir creativamente las formas básicas de interacción social a fin de liberarse de las cadenas económicas. Hay que abandonar el mito del “desarrollo” y su red semántica (crecimiento, evolución, modernización, etc.), protegiendo, reforzando, alentando la capacidad creativa de individuos y comunidades, trabajando en la búsqueda de modelos que ofrezcan la posibilidad de construir proyectos vitales dentro de una interacción social que confine la economía en el margen, al tiempo que redefina conceptos tales como el de “necesidad”, individuo, comunidad…



Todo esto es un trabajo por hacer, pero los debates ya están en marcha en los siempre difusos márgenes del casi siempre “indefinido” sistema. Toca pues atender a la realidad e incorporarse a dichos debates aportando una cosmovisión propia sobre las nuevas formas post-económicas y sobre la implementación de controles políticos que reinserten las actividades económicas en un tejido social donde la vida de la gente sea gobernada por supuestos no económicos.



EL SISTEMA HACE "AGUAS"

EL SISTEMA HACE "AGUAS"

RICCARDO PETRELLA: “NUESTRO MODELO DE CRECIMIENTO ES UN SUICIDIO”

Crónica de Antonio Muñoz / ANTAGONISTAS:

Esta semana pasó por Madrid Riccardo Petrella inaugurando el ciclo de conferencias “Vida y… agua” organizado por La Casa Encendida y la FFRF.

‘Claro como el agua’, como se suele decir, aunque no sabemos por cuanto tiempo se podrá seguir aplicando el dicho…, abordó temas principales:

Denunció el problema de tratar el agua como mercancía: “Concebir el agua como una mercancía, es lo que dificulta su gestión”. Y no esquivó profundizar en la raíz del problema: “Hay que salir de la concepción mercantil de la vida”. En este sentido abogó por la necesidad de tener una “concepción ‘sagrada’ del agua”.

Como en otras ocasiones, aprovechó el momento para denunciar el dominio del capital: “En este momento, el capital está triunfando gracias principalmente a tres dinámicas operantes en todo el mundo:

1) la mercantilización de toda forma de vida,
2) la liberalización de todos los mercados,
3) la privatización del poder de propiedad sobre la vida.

No ahorro críticas a las medidas de privatización del agua llevadas a cabo por el gobierno Berlusconi y cuando se refirió a la Comunidad Europea denunció su concepción mercantil:

“No hay una historia de la Comunidad Europea sino de un Mercado europeo”.

Fue lapidario al poner de manifiesto las contradicciones del sistema al hablar de la insostenibilidad del consumo: “No es sostenible el consumo de agua con relación a la renovación del ciclo natural”. Sencillamente “no se plantean consumir menos”.

Igualmente dejó clara su posición frente a optimismos basados en avances tecnológicos: “No creo en la tecnología fundada en la metafísica de la dominación”.

Definitivamente, “se debe cambiar mucho nuestra visión sobre el agua…”, dijo Petrella.


********************************************************************

“1.500 MILLONES DE PERSONAS NO TIENEN ACCESO A AGUA POTABLE”

El consejero de la Unión Europea y fundador del Comité Internacional por un Contrato Mundial del Agua, Riccardo Petrella, ha denunciado durante su conferencia “Vida y… Agua”, que en la actualidad existen 1.500 millones de personas sin acceso a agua potable”.
agroinformacion.com

03/02/2010




Riccardo Petrella ha informado que “no se trata de un problema de escasez de recursos naturales, si no de la mala gestión de los países dominantes”.

Sin embargo y pese a ser, según el experto, uno de los problemas que más directamente afectan a la población mundial, “el tema quedó excluido de la agenda de la 15ª Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada el pasado mes de diciembre en Copenhague”.

Petrella ha asegurado que según un análisis científico, unos 200 millones de personas viven sin acceso al agua por las inclemencias de la naturaleza, “pero 200 millones, no son 1.500” . El problema, para Petrella, reside en la concepción del agua como mercancía que se ha establecido en nuestra sociedad y en la privatización de las cuencas fluviales.

“Se ha comparado el agua con el petróleo”, ha añadido el experto, “sin embargo el petróleo, es sustituible, no es indispensable para la supervivencia y el agua sí lo es. No obstante, existen millones de personas en el mundo a las que se les priva del derecho a la vida al privarlas del derecho al acceso al agua”.

“NUESTRO MODELO DE CRECIMIENTO ES UN SUICIDIO”


El consejero de la Unión Europea ha explicado que los países dominantes, (EE.UU., Europa y China), consideran que el problema reside en el aumento de la demanda frente a la misma oferta. “Fijan la problemática en la oferta sin plantearse que pueda estar en la demanda, cuando nuestro modelo de crecimiento es un suicidio”, ha añadido.

Petrella ha informado que estos países apuestan por la tecnología como solución. “Así, desarrollan métodos para aumentar la productividad agrícola empleando la misma cantidad de agua y fomentan su reutilización y la desalación del agua marina”.

Sin embargo, el experto ha estimado que el empleo de las tecnologías “desembocará en una mayor privatización del recurso, ya que estos proyectos son financiados por capital privado”. “La tecnología orientada a la dominación, no puede ser buena”, ha considerado.

Para Petrella la verdadera solución reside en recuperar el concepto de gratuidad de la vida, “hoy en día, toda forma de vida está mercantilizada, nuestro acceso a la vida, se mide por nuestra capacidad de compra”, ha denunciado.

Así, ha defendido que “el agua es un bien equiparable al aire, al sol o al conocimiento y que como tal, debería ser declarado el primer bien común de la humanidad”. “Concebir el agua como una mercancía, es lo que dificulta su gestión”, ha concluido.