PETARDAS, APOLITICOS Y SÚBDITOS
Autor: Carlos Ramiro
Fuente: http://orientaciones.blogia.com
Si algún fenómeno podemos destacar en España durante el siglo XX, es la notable sucesión de grandes oportunidades perdidas para construir un proyecto sugestivo de vida en común. Sin embargo, el periodo borbónico comprendido entre la Crisis del 98 y la proclamación de la II República, se caracterizó, sobre todo, por un panorama político mediatizado por la actitud de un monarca decidido a mantenerse en el trono al precio que fuera; después, en esa II República que suscitó tantas esperanzas, prevalecieron la demagogia y el sectarismo, y se desembocó en la Guerra Civil del 36; la dictadura de Franco se destacó por la mediocridad, "cualidad" que define a la perfección a las clases medias, estimadas por el dictador como su "obra predilecta" y él su principal promotor; y por último la II Restauración borbónica, la Juancarlista, que podemos resaltar como un compendio de todas las anteriores.
La actualidad española es perfectamente comparable con lo que ocurrió durante la transición. En primer lugar, contamos como jefe de gobierno a un inútil, quien se cree que las palabras, por sí mismas, son capaces de cambiar algo. En segundo lugar, vemos a las distintas facciones del régimen fingiendo debates y que, cuando pelean, la mayoría de las veces lo hacen por insustancialidades o cuestiones accesorias, y las pocas veces que "se pelean en serio", nos revelan su única preocupación: la parte de los presupuestos del Estado que van a llevarse a sus arcas, ya sean de partido o particulares. Y en tercer lugar, tenemos a los trabajadores, desmovilizados y atenazados por el miedo a perder el puesto de trabajo (cada vez más precario y en peores condiciones), mientras la CEOE y el Banco de España siguen pidiendo, y van logrando, que se cercenen los derechos laborales que la clase obrera fue conquistando durante un siglo trágico.
Pero en esta ocasión, la situación es más grave que durante la transición, ya que los españoles han sido colocados en una situación de sumisión y desorientación que les impide ver la realidad más básica, al serles negada, de hecho, la condición de ciudadanos, gracias al mensaje lanzado desde los medios de difusión de masas. Ese mensaje es que la política es algo consustancialmente turbio, intrínsecamente oscuro e inevitablemente corrupto, y, por tanto, eso es lo que provoca que los españoles “pasen de política”. Tal creencia es la piedra fundamental del régimen juancarlista.
Por eso, no sólo no es suficiente criticar los engaños de los partidos establecidos, denunciar los negocietes privados de los administradores públicos o clamar contra la corrupción de los cargos políticos, sino que resulta, incluso, contraproducente si nos quedamos ahí, pues contribuye a sostener la creencia generalizada que, el propio poder, sostiene "oficiosamente": que el engaño, la suciedad y la corrupción que se percibe en el panorama nacional son la esencia de la política. Por eso es urgente centrar los focos de atención en el llamado "cuarto poder": los grandes medios de difusión de masas.
Porque estos medios de difusión son los creadores de un mundo virtual, con matrices de opinión perfectamente estructuradas para desmovilizar a las personas y transformarlas en masas dóciles. Todos los grupos empresariales, atendiendo a sus propios intereses como sociedades económicas, dejan de lado la realidad “real” para acomodarla a sus necesidades financieras, estableciendo, de manera tácita, un pacto donde se designa qué es "lo bueno" y qué es "lo malo". Es decir, desde los diferentes (pero coincidentes en lo fundamental) diarios, emisoras y canales de televisión, día tras día se desarma intelectual y anímicamente al ciudadano para que éste asuma la "realidad presente" como algo inevitable, y de esta forma asista pasivamente a la depredación de sus derechos reales más elementales por parte del mundo financiero y empresarial.
Así, por un lado, un discurso profundamente ideologizado es camuflado o escondido por los medios de difusión bajo una máscara de asepsia científica o contable, presentándonos como ciencia lo que no es más que propaganda pura y dura (o dicho de otra forma: mucho humo repleto de fórmulas matemáticas). Y, por el otro lado, esta industria, que también tiene la función de entretener, ha encontrado la clave para desactivar eficazmente cualquier situación, sectorial, local o general, que pudiera derivar en conflictiva o problemática, mediante la creación, de la nada, de personajes que, en un plató de televisión, pasan horas exponiendo sus miserias, debatiendo sobre las “hazañas” de alcoba de tal o cual individuo o individua, y, en algunas ocasiones, linchando virtualmente la ideología tal o la marca cual. Y todo esto para insertar, en la realidad “real” o en la "vida cotidiana", aquello que ha sido diseñado y planificado en la virtualidad de los consejos de dirección de los variados, que no distintos, "grupos de comunicación".
Todo esto forja un anillo que atenaza la mente, y que, en su implacable tarea represora, resulta más eficaz, más barato y más "higiénico" que poner en marcha un servicio policial y paramilitar que vigile constantemente a las personas para evitar que éstas comiencen a cuestionarse todo y pongan en peligro el andamiaje que, con tanto esmero, han puesto ante nuestros ojos aquellos que, en realidad, lo controlan todo o casi todo.
Por eso es necesario que los españoles vuelvan a la política. Es decir, que los españoles tomen conciencia de cuál es su verdadera situación, qué es lo que el régimen espera de ellos, y cuál es el papel que el sistema les ha asignado: la situación de súbditos comensales destinados a "tragarse" lo que las diferentes industrias ("virtuales, ligeras y pesadas") les "cocinan" o preparan; el propósito deliberado, por parte del régimen, de tener animales "que no entiendan de política"; y el papel de cuero sujeto a explotación laboral resignado a soportar las crisis provocadas por esos "mercados financieros" que desatan los ataques especulativos contra las economías nacionales y encima son quienes deterrminan las condiciones para "ser calmados".
En estos momentos de crisis no es lícito adoptar una pose autista, ni "equidistante", ni mirar para otro lado porque "los políticos" sean repugnantes. No es lícito consentir dar más poder al poder, ya que este sistema totalitario establecido, si parece tan sólido, es precisamente porque esconde su rostro tras la apariencia democrática y se asienta, principalmente, en la apatía o famoso "pasotismo" de la gente. El pueblo español, cautivo y desarmado "apolíticamente" por los medios de manipulación, no es una nación de ciudadanos sino una masa de súbditos "apolíticos" como la propia clase política espera de ellos, y no existe una "fuerza del trabajo" sino consumidores explotables y atomizados sin conciencia de clase que tienen, como ejemplos a imitar, a todas las petardas que salen en televisión.
8 comentarios
Antagonistas -
Cerrando filas, tapando bocas y construyendo una nueva acción política, tal es sustancialmente la razón de participar de Antagonistas en dicho proyecto.
Como dicen los alemanes: "trabaja pero despacio..."
pueblo... -
A. García Calvo
AL -
Es muy difícil luchar contra eso con tan pocos medios.
Hay una mezcla de pereza y cobardía promovida por el sistema.
El que tiene algo,no quiere jugársela,y el que no tiene nada o muy poco,solo quiere luchar para salir adelante.
Al pueblo le importa un carajo la lucha política,la social y la cultural.
En todo eso radica la fortaleza y a la vez la debilidad del sistema.
Si nadie se mueve,unos miles de valientes que lo hagan,pueden revertir la situación cuando tengan fuerza.
Lograr esa fuerza es nuestro deber y nuestra misión.
Leva -
Tampoco me quedan muchas ganas de luchar por una España podrida hasta el tuétano. Sobre todo teniendo que leer comentarios "patriotas" -no lo digo por este blog, aunque algunos asoman por aquí- que son productos del cinismo más rampante, el envilecimiento más abyecto y el cerrilismo más paleto -no me extraña que existan partidos como PxC o E-2000-, o viendo masas de tontolabas con banderitas tú eres roja tú eres gualda si ganan sus "furboleros", o a la mayoría comportándose como náufragos hundiéndose unos a otros.
Pero quizás, como dice el último comentarista, la cosa no es luchar "por este pueblo" o "por este país", sino, sencillamente, luchar en la vida.
Y si este pueblo le parece mal que le den. No hay que buscar sus aplausos -además, te pueden aplaudir hoy y colgarte mañana de una plaza en Milán-. Habiendo un puñado de justos debe valer.
Braunau -
Por eso es necesario que los españoles vuelvan a la política. Es decir, que los españoles tomen conciencia de cuál es su verdadera situación, qué es lo que el régimen espera de ellos, y cuál es el papel que el sistema les ha asignado: la situación de súbditos comensales destinados a "tragarse" lo que las diferentes industrias ("virtuales, ligeras y pesadas") les "cocinan" o preparan; el propósito deliberado, por parte del régimen, de tener animales "que no entiendan de política"; y el papel de cuero sujeto a explotación laboral resignado a soportar las crisis provocadas por esos "mercados financieros" que desatan los ataques especulativos contra las economías nacionales y encima son quienes deterrminan las condiciones para "ser calmados".
Tarea dificil, y lo digo empezando por mí; no como una rendición sino como una nausea que me produce en muchos momentos la sociedad -sobre todo la urbanita-... pero en fin, como decía Baroja: YA QUE NUESTRA LEY ES LA LUCHA, ACEPTEMOSLA, PERO NO CON TRISTEZA, CON ALEGRÍA. LA ACCION ES TODO, LA VIDA, EL PLACER. CONVERTIR LA VIDA ESTATICA EN VIDA DINAMICA; ÉSTE ES EL PROBLEMA. LA LUCHA SIEMPRE, HASTA EL ULTIMO MOMENTO, ¿POR QUÉ?. POR CUALQUIER COSA. (Aurora roja)
Joder con Bernardo -
Y todo para repetir consignas hiperrupturistas sin orden ni concierto que se quedan en NADA.
Xabaril -
La ideologia dominante es hoy a nivel mundial el liberalismo, en su vertiente economica y cultural. Sobre todo despues de la caida del bloque del este. El liberalismo gusta de representarse a sí mismo como el terreno neutral de la libertad, y no como una ideología, y se declara árbitro en el campo del pluralismo religioso y la libertad, más que ideología anti religiosa. El liberalismo es la ideología que niega ser ideología, pregúntale a un liberal, y te dirá que él está en contra de la dominación de cualquier ideología y cualquier religión. Un liberal coloca al liberalismo por encima de las religiones corrientes y las ideologías; incluso en un plano más elevado que cualquier construcción religiosa o ideológica. Los adeptos de cualquier ideología que no sea el liberalismo son totalitarios o fanáticos, a los ojos del liberal. Esta actitud arrogante de los únicos dueños de la verdad nos recuerda la narración judaica del antiguo Testamento, donde se exalta a los devotos del dios Único, situados en un nivel más alto que los paganos.
Bernardo -