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ANTAGONISTAS

UN DIOS MENOR

Vincenzo VINCIGUERRA

 

7 de julio de 2007, Benedicto XVI, a instancia de los fieles, ha autorizado la misa en latín, en la cual se halla presente la plegaria por la conversión de los judíos, aun habiéndose eliminado la expresión sobre los “pérfidos judíos”.

Inmediata y furiosa ha sido la reacción de las comunidades hebreas que han visto, justamente, en la restauración de la misa en latín el intento desde dentro del Vaticano de frenar el proceso de judaización de la Iglesia católica activado desde hace casi treinta años.

El 18 de julio de 2007, el secretario de Estado vaticano cardenal Tarciso Bertone, tras haber conferenciado con Benedicto XVI, en Pieve di Cadore, anuncia la supresión de la plegaría por la conversión de los judíos de la misa en latín.

La excepcional gravedad de tal decisión no es, aparentemente, captada por nadie ya sea político, historiador o religioso. La noticia, publicada en la prensa con cierto énfasis, no es comentada fuera de un tono positivo.

Y sin embargo, el significado de la abolición de la plegaria por la conversión de los judíos al cristianismo ratifica el acatamiento del Dios cristiano frente el hebreo.

Si una iglesia renuncia a convertir a los hebreos es porque reconoce, no sólo implícitamente, la existencia de una religión y de un Dios superiores a ella.

El Dios de Israel, el Dios del Viejo Testamento, el Dios de los ejércitos y de la venganza resulta exaltado por la decisión de Benedicto XVI, representante de un Dios menor, de un Cristo subordinado ante el cual los hebreos no son reconducidos, sino al contrario es Cristo y con él los católicos los que son llevados a adorar al Dios de Israel.

El mensaje papal es la señal de la rendición final de la Iglesia ya no católica, apostólica y romana, sino apéndice del judaísmo mundial no solamente en el plano religioso sino también en el político.

Después de dos mil años, la Iglesia católica se extingue en la ignominia sin ni siquiera tratar de ocultar su deshonroso final, aceptando su papel subordinado al judaísmo, su destino de Iglesia para los pueblos inferiores, de un Cristo humilde, sometido, humillado ante el Dios orgulloso y triunfal del “pueblo elegido” de Israel.

Una sumisión, la del Vaticano, que avergüenza incluso a quien no es católico. El 8 de agosto de 2007, el Congreso Judío Mundial condena la audiencia concedida por Benedicto XVI al padre Rydzyk, un cura polaco, director de una emisora radiofónica, “Radio Marya”, acusado por los hebreos de antisemitismo.

El día siguiente, 9 de agosto, la humillante precisión del Papa alemán que, declara en nota de la sala prensa vaticana, que no ha concedido audiencia alguna al sacerdote polaco sino que sólo le ha permitido besarle la mano.

El jefe de una comunidad de fieles de más de mil millones de personas obligado a justificarse ante el Congreso mundial judío por haber recibido a un cura polaco, un sacerdote católico ante el cual toma distancias balbuciendo que no, que jamás ha hablado con él sino que sólo le ha permitido besarle la mano.

Es solo la última prueba, en orden temporal, del fin de la Iglesia católica reducida a un aparato burocrático al servicio de los Estados Unidos y de Israel, no religión del Imperio americano sino lobby religioso, poderoso en el plano financiero y político, destinado a servir los intereses del “pueblo elegido” y de su Dios.

Preguntarse cómo ha podido la Iglesia católica, apostólica, romana reducirse a mero apéndice del judaísmo mundial, al extremo de afirmar la creencia en un Dios menor, en un Dios inferior al de Israel,  es una historia que principia con la llegada al solio pontificio del cardenal Albino Luciani, patriarca de Venecia, que adopta el nombre de Juan Pablo I, elección que señala su desmedida ambición de refundar la Iglesia católica, de rescribir su historia, de llevarla hasta los pies del judaísmo.

Mucho se ha escrito sobre la muerte de Albino Luciani, fallecido oficialmente a causa de un infarto, tras tan solo 30 días de pontificado. Muchos han hablado abiertamente de homicidio dentro del Vaticano de un Papa bondadoso y débil, falto de personalidad y carisma, que pretendía poner orden en las finanzas vaticanas y expulsar al IOR [Instituto de Obras para la Religión, ndt.] y a su jefe, Monseñor Paul Marcinkus.

Resulta dudoso que un cardenal desconozca las ignominias financieras del Vaticano, experimentada máquina de fabricar dinero, y más improbable resulta aún que haya podido ser asesinado por una conjura palaciega al haber querido sustituir como jefe del organismo financiero de la Santa Sede a un monseñor por muy poderoso que pudiera ser.

No se mata a un pontífice romano por tan poca cosa.

El motivo para un homicidio, al contrario, puede encontrarse en el intento, recurriendo incluso a medios extremos, de borrar dos mil años de historia católica a fin de afirmar la superioridad del judaísmo y de los judíos sobre la doctrina católica y sobre los católicos, llevado adelante desde el interior de la Curia pontificia por aquellos que, lúcidamente, han presentido el final de la Iglesia católica.

El 3 de febrero, en el semanario “Panorama”, dentro de un artículo dedicado a Albino Luciani, Giancarlo Zizola escribe que “su pasión por el diálogo con los hebreos era tal que decidió transformar el viernes santo en un día de paz y de fraternidad, de penitencia y de silencio”.

No hay que decir que la “penitencia” deben de hacerla los cristianos para enmendarse de los “golpes” inferidos a los judíos.

No es imaginable la ausencia de reacciones dentro de la Iglesia romana, de las poderosas ordenes monásticas, de los cardenales tradicionalistas, muchos de los cuales se habían opuesto ferozmente en el curso del Concilio Vaticano II, trece años atrás, a la omisión de la condena contra los hebreos de ser un “pueblo deicida”

En el breve lapsus de quince años, Juan Pablo I pretendía ahora transformar a la comunidad católica en una masa de penitentes empeñados en pedir perdón a los hebreos.

Es una buena razón para morir.

Después de él, elegido por el mismo bloque cardenalicio (americanos y alemanes) se convierte en Papa Karol Wojtylla que asume el nombre de Juan Pablo II, para que les quede claro a todos que proseguirá la obra de judaización de la Iglesia católica iniciada por su predecesor.

Como confirmación de que Juan Pablo I no pretendía en modo alguno moralizar las finanzas vaticanas, Juan Pablo II otorga plena confianza a Paul Marcinkus y al IOR.

Sin embargo, caso único en la historia moderna de la Iglesia católica, un turco de religión musulmana le dispara en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981. Lo hiere de gravedad, pero la intención es la de matar.

¿Quién ha armado la mano de Alí Agca?

La verdad oficial la conocemos: los comunistas búlgaros, por cuenta de la Unión  Soviética que veía en el Papa polaco una amenaza para la estabilidad del imperio soviético.

Nada más improbable porque Karol Wojtylla no se había distinguido nunca por ser un ferviente y militante anticomunista, al contrario era un cardenal fiel al poder comunista polaco, quizás demasiado, tanto como para ser definido como “cardenal rojo”.

La confirmación de la responsabilidad de los servicios secretos de la  Europa del Este y soviéticos en la muerte del Papa polaco habría tenido un efecto boomerang

mucho más devastador  que su política de apertura frente al  mundo comunista y  de apoyo financiero a Polonia.

La motivación resulta frágil, dictada por la exigencia elemental de poner en aprietos al Kremlin y de construir un arma de propaganda excepcional contra el comunismo internacional, no probada procesalmente ni siquiera a nivel de indicios.

Único culpable sigue siendo Alí Agca, musulmán turco, que tras haber guardado silencio durante veinte años, dentro de las cárceles italianas, ha señalado una vez ingresado en las prisiones turcas a personajes ocultos de la Curia romana como los ejecutores de la tentativa de asesinato de Juan Pablo II: “El diablo –ha dicho- está en el Vaticano”.

Ciertamente, una afirmación carente de cualquier elemento probatorio; pero permanece el hecho de que en la base de un homicidio y de una tentativa de homicidio, en el arco de tres años, existe una motivación común, solo una: rechazar dos mil años de historia, rescribir los Evangelios, afirmar la supremacía judaica sobre el cristianismo, la superioridad del Dios de Israel sobre el católico.

La iglesia católica no ha dudado nunca, en el transcurso de su existencia, en recurrir a todos los medios para obtener los fines que se había propuesto, incluyendo exterminios de masas y genocidios ante los cuales el homicidio es en el fondo poca cosa.

Existe algún indicio que puede que puede confirmar la afirmación de Alí Agca, incluso si quien ha comisionado el homicidio, confiando en algún grupo islámico, quería eliminar al “diablo”, al Anticristo encarnado por Juan Pablo I y por Juan Pablo II, salvando a la Iglesia católica, apostólica y romana, y no personificándolo como imagina ingenuamente Alí Agca.

La historia que sigue al fallido atentado contra Juan Pablo II da ciertamente la razón a los que han identificado en este último al destructor del catolicismo.

La visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma, con el pontífice romano arrodillado ante el rabino jefe, implorando el perdón de los judíos por las persecuciones padecidas por ellos a manos de la iglesia católica en el transcurso de los siglos es la representación plástica de un proceso de disgregación de  la Iglesia dirigido desde su vértice.

Disgregación sobre el plano religioso, con Cristo convertido en auxiliar de Jehová, el Evangelio en un subproducto de la Biblia, los cardenales empeñados en subrayar la superioridad de los “hermanos mayores” hebreos y de los hebreos sobre ellos y sobre el cristianismo; disgregación sobre el plano político con los israelíes disparando dentro de la Basílica de la Natividad, Belén, contra un grupo de palestinos que se había refugiado allí, sin que Juan Pablo II condene la acción contra el símbolo más sagrado de la cristiandad; con los hebreos que se reencuentran al secular enemigo como aliado, cómplice y súcubo en su guerra contra los árabes y los palestinos, en Oriente Medio, mientras el imponente aparato de propaganda de la Iglesia se emplea a fondo en sostener sus razones y justificar sus acciones por más horribles que estas sean.

Hasta llegar a nuestros días, con un Papa que mendiga excusas por haber recibido a un sacerdote católico y que renuncia oficial y públicamente, sin vergüenza alguna, a la obra de apostolado y de conversión hacia los judíos, último y definitivo homenaje a la superioridad religiosa del “pueblo elegido” y de su Dios cruel y vengativo.

Aceptar esta realidad es  una exigencia que no puede postergarse más en el tiempo, al menos para aquellos que afirman estar contra el sistema judaico-mundialista pero que, contradiciéndose, se alinean junto a la Iglesia de Roma para la defensa de la civilización cristiana contra el Islam.

No existe ya una civilización cristiana, sino solamente un sistema judaico-cristiano al servicio de los intereses de Israel y de los Estados Unidos.

Nuestra civilización está toda por redescubrir y por reconstruir, y no se podrá hacerlo fingiendo creer que existe todavía una Iglesia católica, apostólica, romana a la que contemplar con confianza en la salvaguarda de nuestras tradiciones y de  nuestras costumbres.

La Iglesia de Roma está muerta, cadáver, enterrada con el deshonor de los mea culpa proferidos ante el pueblo hebreo que representa una civilización distinta y contrapuesta a la nuestra, con su pretensión de ser el “pueblo elegido”, su espíritu racista, su sueño de imponer al mundo el reino de Israel.

Los “monaguillos” de la derecha y de la extrema derecha que pretenden ser todos Papas y mamporreros contra los islámicos, los gitanos, los limpiacristales rumanos y los pordioseros albaneses, harían mejor, por una vez, al menos aquellos de buena fe, en detenerse a reflexionar y comprender quién es hoy el enemigo que sometido Roma a Jerusalén, permitiendo a los hebreos del ghetto acercarse cada año al Arco de Tito a reír y bailar para recalcar que Israel ha resurgido y conquistado Roma.

Para aquellos que no han sido jamás de  derecha o de extrema derecha, para aquellos que se consideran únicamente fascistas sin más adjetivos, el problema de comprender no se plantea.

Se plantea solo el de encontrar los medios para combatir, no con la fuerza sino con la razón, el clerical-judaísmo hoy imperante.

 

Vincenzo Vinciguerra;

Opera, 21 septiembre 2007

17 comentarios

un dios menor -

http://antagonistas.blogia.com/2007/101901.php

Cordura -

Mitra, el hecho es que 'El Pis' ofrece información contrastable, y además la ICR (cosa sintomática) no ha salido a desmentirlo.

Ignoro cuál será el destino del torturador en cuestión, eso sólo lo sabe Dios. Pero, dado su grave crimen (tengamos en cuenta que hablamos de unos actos que presuponen una gran dureza de corazón), resulta a todas luces obsceno que alguien así pueda ser encumbrado por nadie, salvo que quien lo encumbre, como quizá es el caso, sea de su misma calaña.

El respeto a los "derechos humanos modernos", como tú los llamas, no son sino la aplicación práctica de los valores del evangelio, así que naturalmente serán tenidos en cuenta a la hora del Juicio Final, basado en el amor (ver, p. ej., Mateo 25: 31ss.).

En este sentido, amigo/a, resulta abominable que puedas decir que pudo estar justificado que ese torturador torturase, de puro obvio que es el que semejante práctica se opone rotundamente al amor.

Eso sí, por supuesto la ICR no es nadie para "beatificar" ni "canonizar" a ninguna persona, ni a determinar quién va al Cielo y quién no. Al actuar de manera tan blasfema, esa "iglesia" demuestra su condición de usurpadora del trono de Dios, pues sólo de Dios es el juicio (ver Deuteronomio 1: 17).

Lo que sí sabemos es que quien se arrepiente accede al perdón de Dios, y tal habrá sido el caso de ese torturador si se arrepentió.

Al margen de ello, sabemos por la Palabra que las obras nada salvan, ni solas ni acompañadas, sino sólo la fe en los méritos de Cristo en nuestro favor (ver, p. ej., Gálatas 2: 16).



Un cordial saludo.

Santo Oficio -

¡¡Torquemadaaaa, Viva, viva Blas!!
¡Restauración de la Santa Inquisición!

Mitra -

De todas maneras estarás de acuerdo conmigo, en que eso de que es un "torturador" habrá que ver si es así, la prensa en general no me merece ningún crédito a priori, como para otorgarle presunción de veracidad a sus publicaciones, más bien todo lo contrario, lo pongo en cuarentena.

Tambien estarás de acuerdo conmigo en que la tortura, en el caso de que existiera, no le cierra la puerta al cielo por si misma, salvo que para entrar a el examinen de derechos humanos modernos. A el se entra por la Fe y las obras hechas por la Fe y el amor a Dios, ambas cosas, es decir, que según la razón por la que torturó, estará justificada o no, y de no estar justificado ese castigo, habrá que tener en cuenta el posible arrepentimiento de ello.

Un saludo.

Cordura -

Yo no critico a la ICR por torturas, amigo/a Mitra. Me limité a contestar al Abate tras ver que hablaba de "500 mártires en defensa de la fe" (al menos uno de los 498, que no 500, resultó ser más bien un torturador).

Mi crítica a la ICR, por supuesto, es de mucho mayor calado. De hecho, es de orden teológico-moral. Considero que es la Gran Impostora de la Historia, título que se le aplica a esa institución sin parangón posible. Y, como bien dices, frecuentemente le dirijo esa crítica radical.

En cuanto a mi "humanismo", simplemente no existe. Soy cristiano, y por tanto no considero al ser humano capacitado para resolver por sí mismo sus propios y graves problemas.

Otra cosa es el amor a la humanidad (pecadora). De eso, Dios mediante, jamás me apearé (me lo enseñó el propio Jesús de Nazaret), por más que me vengan ataques tergiversadores con intención de descalificar o desmoralizar.

Un cordial saludo.

Mitra -

Lo de CORDURA es una LOCURA, la obsesión continua y machacona con el humanismo en general y el derecho-humanismo en particular, me hace creer que oigo hablar al mismísimo Esteban Ibarra, o un delegado de la tolerancia profesional. Criticar a la Iglesia por torturas me parece anecdótico con todo lo que puede criticarsele en temas geopolíticos y espirituales, profundos, no sensibles, que es lo que tambien haces frecuentemente.
Por favor cambia de registro o incorporate a una tertulia televisiva, encontrarás más aplausos.

Cordura -

Al menos el abate nos permite comprender qué es el catolicismo romano en su más pura esencia: PURA FE PAPISTA (fe en el Usurpador del trono de Dios), por encima de cualquier otra cosa (y, por supuesto, por encima de la fe en el único Dios verdadero).

Un saludo.

Avizor -

Y yo que creía que el comunismo fue vencido por la superioridad tecnológica y militar del capitalismo atlántico, y por un colapso interno acuciado por unas masas aspirantes al consumismo occidental...
¡Eso es negacionismo histórico! El comunismo soviético fue vencido por la fuerza religiosa del catolicismo. Las masas de Albania, Hungría, Ucrania y Rusía aspiraban a cumplir como católicos. Y quien diga lo contrario es un enemigo de la verdadera fe.
En España el comunismo no fue vencido ni por la necedad y desbarajuste interno del Frente Popular, ni por la combatitividad de las tropas africanas (legionarios, moros...), ni por la ayuda de los nazifascistas teutones y latinos, ni tampoco por el concurso de un nuevo (y efímero) agente interno como el nacional-sindicalismo. No, el comunismo fue vencido por el catolicismo. Los demás factores no existían.
Menudas historias se montan algunos.
Y triste fe es la que necesita sostenerse en tales historias.

Venator -

No, ese no fue un torturador, fue un hijo de la unica fe verdadera que cumplio con su deber como hijo de Dios.

Porque el enemigo sigue siendo el comunismo, el islamofascismo y todo cuanto vaya en contra de Occidente, porque Occidente es la civilización y el resto es barbarismo, herejía y blasfemia.

Desde luego que les sobran obsesiones a estos pseudotradicionalistas de pacotilla.

Cordura -

Por cierto, ¿sabías esto, amigo Abate? Espero que, si no es así, te haga meditar (¿o es que todo lo que hace esa "Santa Madre", aunque sea abominable, a ti te parece bien?).


http://www.20minutos.es/noticia/291892/0/benedicto/beatificacion/torturador/
UNO DE LOS MÁRTIRES DE LA GUERRA CIVIL QUE EL PAPA BEATIFICARÁ FUE UN TORTURADOR

MADRID, 18/10/2007 (20M/ACPress.net)

Gabino Olaso Zabala fue un padre de la orden de los agustinos. Como los otros 497 futuros beatos de la Iglesia Católica, fue asesinado en la Guerra Civil a manos del bando republicano. Pero él, además, también martirizó a otro sacerdote.

Su víctima fue Mariano Dacanay, un sacerdote filipino acusado de simpatizar con un movimiento que pedía la salida de los españoles de la ex colonia asiática.
[...]

Abate Harblay -

Seguid, seguid, con vuestros delirantes y ultracomicos dislates. Vicenguerra, y Cordura establecen el record del ridiculo paroxismo verborreico contra la Santa Madre Iglesia. Mientras 500 martires españoles serán elevados a los altares por su defensa de la Fé. La Iglesía que venció al comunismo poco tiene que temer de los islamonazis.

Antagonista -

El problema es que se podrá o no estar de acuerdo con el análisis de VV en esta ocasión, pero sin ánimo de molestar comprende el parte de un punto vista más objetivo que el tuyo: no es cristiano, no es romanista ni vagamente católico. Es un analisis concreto de una realidad concreta: el pacto de sangre entre dos enemigos historicos, el Pueblo de Israel y la Madre Iglesia; lo cual tiene algo de apocalíptico si este Pacto es -como lo es- protegido por Imperio globalitario de base supremacista, fundamentalista y depredadora.
Es el eje occidentalista-unipolar (que no moncefálico, para usar tus términos) el trípode de los del mundo.

Cordura -

...o de cómo el amigo Vince Vinci, que no es de suyo un mal analista, yerra hasta el delirio por partir de un doble y garrafal error de base: la sobrevaloración del peso sionista y la total incomprensión de la naturaleza de la entidad romanista.

[Necesitaría confirmar, por cierto (ando investigándolo), lo que dice que acaeció el 18.7.07 y, en su caso, su verdadero alcance.]

Vince pretende construir una “pista judía” para la evolución de la ICR en las últimas décadas, y una “pista antijudía” para hechos como el asesinato de JPI (Luciani) y el atentado a Wojtyla.

Centrándonos en la segunda pista, lo cierto es que la monta sobre una base extraordinariamente endeble, que puede resumirse en muy poco más que pura y simple especulación personal. La atribución a JPI de un afán judaizante simplemente no la documenta. Y que diga “No se mata a un pontífice romano por tan poca cosa”, en referencia a los escándalos de los bancos del Vaticano (IOR, Ambrosiano...), demuestra que Vince está dispuesto a todo con tal de avalar su delirante teoría. Ignorando, por ejemplo, los asesinatos de banqueros y mafiosos (Sindona, Calvi...) relacionados con esos escándalos, o el asilo vaticano concedido por Wojtyla al cardenal Marcinkus en el Vaticano cuando le perseguía la justicia internacional. Por cierto, lo del nombre “Juan Pablo II”, lejos de tener que ver con nada judaico, fue para lavar la cara vaticana tras cargarse a JPI (Wojtyla, sin duda un ateo de cuidado, lo primero que hizo al poner el culo en el solio fue tapar todo aquel escándalo que JPI pretendía destapar, como documenta convincentemente, entre otros, David Yallop en ‘En el nombre de Dios’, y según lo corroboran hechos como esa paternal protección de Marcinkus).

La referencia a Alí Agca como “musulmán” (?), omitiendo que cuando atentó contra el Usurpador era miembro de la neofascista y ultranacionalista organización Lobos Grises, a su vez infiltrada por la red Gladio (y de ésta Vince Vinci sabe mucho), no parece sino un intento de calzar la realidad en la “pista antijudía”, por supuesto con un hipermegacalzador. [Ignoro si Agca era entonces musulmán o si lo ha sido alguna vez, pero resulta evidente que, de haberlo sido, ésa no fue la causa del atentado.]

Además, desde al menos dos años antes del atentado ya era evidente que JPII de “cardenal rojo” no tenía nada, pues ya en junio de 1979 había viajado a Polonia, su país natal, en una misión que empezó a horadar los cimientos del régimen comunista y que fue la base del movimiento sindical “Solidaridad” (nutrido de elementos de la ICR). Y, como se ha sabido después, todo ello en concubinato con la CIA (ver Reagan, Wojtyla y la “Santa Alianza”, en http://javzan.freehostia.com/asuntos/reagan.htm ). Mala base de nuevo, pues, para la “pista antijudía” que pretende montar Vince respecto al atentado contra JPII. [Lo extraño, insisto, es que no cite a la red Gladio y se limite a mencionar, aunque sea para rechazarla, la absolutamente desacreditada “pista búlgara” como si no lo estuviera.]

Lo que no comprende Vince es que, gracias al CVII, la ICR se reinsertó en el mundo (‘aggiornamiento’) y eso incluía llevarse bien con todos los poderes... para dominarlos (la ICR JAMÁS tiene otra estrategia que la suya propia, y para eso está dispuesta a aparentar que se humilla lo que sea menester).

Cuando Vince dice que “la historia que sigue al fallido atentado contra Juan Pablo II da ciertamente la razón a los que han identificado en este último al destructor del catolicismo” revela desconocer la naturaleza del catolicismo romano, al que confunde con una especie de tradición básicamente religiosa (o cultural-religiosa), en lugar de identificarlo como lo que es: una institución política que instrumentaliza la religión (pseudo)cristiana.

Cuando agrega que “los hebreos [...] se reencuentran al secular enemigo como aliado, cómplice y súcubo en su guerra contra los árabes y los palestinos, en Oriente Medio, mientras el imponente aparato de propaganda de la Iglesia se emplea a fondo en sostener sus razones y justificar sus acciones por más horribles que estas sean”, parece ignorar por completo que en la actual coyuntura internacional nada le conviene más a Roma que estimular el choque de civilizaciones. El Vaticano nunca necesitó subordinarse a “Israel”. Y ahora, cuando tiene cada vez más al Imperio a sus pies gracias a ese choque, lo necesita menos que nunca.

Pero estos errores son normales en quien afirma: “No existe ya una civilización cristiana...” ¡¿Cuándo la hubo, alma de cántaro?! (Pero si recapacitase en que eso a lo que llama “civilización cristiana”, es decir, la civilización romanista, no es más que un entramado de poder imperialista, acaso comprendería por qué hoy la ICR y el Vaticano, lejos de haber muerto, están más vivos y fuertes que nunca).

Concluye diciendo: “Se plantea solo el de encontrar los medios para combatir, no con la fuerza sino con la razón, el clerical-judaísmo hoy imperante.”

Pero, antes de emprender tan inútil tarea, convendría hacer estos deberes: 1. Conocer a la ICR. 2. Comprender la actual coyuntura mundial (de globalitarismo unipolar) como el fruto de una extraordinaria confluencia de los intereses de los más grandes y variados poderes planetarios (Vaticano, Puslandia, magnates, sionistas... e incluso rusos y chinos).

arco y clava -

“Lamentablemente hoy el ejemplo de la claudicación viene incluso desde lo alto, de parte de aquella que según algunos sería la más alta autoridad positiva de Occidente, de la Iglesia católica.”
J. Evola

Tomad nota, camaradas -

"Para aquellos que no han sido jamás de derecha o de extrema derecha, para aquellos que se consideran únicamente fascistas sin más adjetivos, el problema de comprender no se plantea.
Se plantea solo el de encontrar los medios para combatir, no con la fuerza sino con la razón, el clerical-judaísmo hoy imperante"

Martillista -

"Karol Wojtylla no se había distinguido nunca por ser un ferviente y militante anticomunista, al contrario era un cardenal fiel al poder comunista polaco, quizás demasiado, tanto como para ser definido como “cardenal rojo”."

"No existe ya una civilización cristiana, sino solamente un sistema judaico-cristiano al servicio de los intereses de Israel y de los Estados Unidos."

Lo creo incoherente. Pero, al margen de eso, como bien indica en algún momento, hasta los no católicos nos sentimos avergonzados. Todo empezó allá por los años del vaticanosegundo.

ps -

“No existe ya una civilización cristiana, sino solamente un sistema judaico-cristiano al servicio de los intereses de Israel y de los Estados Unidos.
Nuestra civilización está toda por redescubrir y por reconstruir, y no se podrá hacerlo fingiendo creer que existe todavía una Iglesia católica, apostólica, romana a la que contemplar con confianza en la salvaguarda de nuestras tradiciones y de nuestras costumbres.”