Fuente: Marielenagrill.org
Traducción: A.B.A.
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Publicamos un documento escrito por la señora Stefania Limiti, periodista, valiente historiadora, experta en asuntos de Oriente medio, de la cual tuvimos ocasión de apreciar y compartir lo que escribió en los libros dedicados al secuestro en Italia de Mordechai Vanunu ("Mi hanno rapito a Roma" Nie, 2006) y las tramas democristianas y atlánticas en L'Anello della Repubblica" ( Chiarelettere - 2009).
Se trata de un lúcido análisis de los orígenes del sionismo, sus objetivos, los medios que ha utilizado y sigue utilizando para consumar el perverso plan de crear un Estado judío a expensas de los territorios de los Estados árabes limítrofes.
No tan generosos como la señora Limiti, nosotros creemos que Vladimir Jabotinsky, sus secuaces y sus herederos simplemente habían rechazado todo tacticismo a fin de alcanzar, con las armas del terror, el objetivo final que era el de constituir el Estado de Israel y, luego, el de reforzarlo y, ahora, el de ampliarlo.
No creemos que las simpatías que Jabotinsky haya podido tener por el fascismo hubieran pesado sobre la elección de los medios empleados para conseguir la expulsión de 700 mil palestinos de su tierra, porque no vemos la diferencia existente entre esos métodos y las posteriores matanzas cometidas por hombres que jamás expresaron simpatía alguna por el fascismo y por el nacional-socialismo,
La verdad, triste y amarga, es que los judíos han conseguido todo lo que han querido mediante el uso despiadado de la violencia, al margen de sus opiniones personales sobre tal o cual ideología.
Ni fascistas ni comunistas, los sionistas han impuesto al mundo el nacimiento del Estado de Israel, utilizando cualquier pretexto que pudiera favorecer sus planes, al extremo que, en 1948, su gratitud estaba dividida por igual entre la Unión soviética de Joseph Stalin y la Norteamérica de Harry Truman.
No debe, pues, maravillarnos que antes de la Segunda guerra mundial hubiesen buscado el apoyo de la Italia fascista e, incluso, el de la Alemania nazi, interesadas, especialmente la primera, en contrarrestar la supremacía británica en Oriente medio.
También Stalin apoyó, sin reservas, el nacimiento del Estado de Israel en la esperanza de que un estado judío y socialista pudiera desempeñar un papel antagónico frente al imperialismo británico en la zona.
La estrategia del sionismo no debe quedar oscurecida por las muchas tácticas empleadas para alcanzar su meta final, por aquello que el general Charles De Gaulle definió como un pueblo de conquistadores, de dominadores.
Un pueblo que se considera elegido, es decir: el predilecto de Dios, y que se alimenta de miles de años de una visión mesiánica según la cual, un día, se instaurará el Reino de Israel en la Tierra.
El nacimiento del Estado de Israel el primer y más significativo paso hacia la afirmación de esta visión mesiánica que no tiene en ninguna consideración la vida de los hombres y de los pueblos a los que debe sacrificar para triunfar.
El sueño expresado por la señora Limito de la creación en Palestina de uno Estado unitario, espacio laico y democrático fundado sobre la soberanía territorial y no sobre el carácter étnico-religioso de sus componentes se da de bruces con la pesadilla de un sionismo que decidido ya su propio destino y el de los demás.
Todos los pueblos han conocido la integración y la asimilación de la sangre y de la cultura, mas no el judío para el cual rige aún la obligación impuesta a los varones de casarse con mujeres judías, mientras que estas últimas pueden casarse con cualquiera porque, según su ley, la sangre del nasciturus se transmite por la madre y, por tanto, si acepta la religión judía será judío a todos los efectos.
En consecuencia, la mezcla de sangre queda excluida del mismo modo que la religiosa que está reservada únicamente a los judíos, excluyendo al resto como corresponde a una raza que se considera la élite, descartando así también la posibilidad de una integración cultural.
Único estado del mundo que acoge en su interior sólo ciudadanos de una única raza, la judía, de una sola religión, la suya, de una misma cultura, con la exclusión de cualquier otro elemento extraño, Israel pretenderá ampliar sus fronteras no admitiendo a los otros, los diferentes, sino expulsándolos hacia otros territorios hasta alcanzar el sueño de reconstruir el Templo en un Jerusalén capital eterna e indivisible del Gran Israel.
En nuestra opinión, para detener este proceso, del cual la matanza de Gaza ha sido solamente el último ejemplo en el orden temporal, solamente la intervención de la comunidad internacional que obligue al Estado de Israel a respetar el derecho a la vida y a la existencia de los demás pueblos, sigue siendo la garantía de su existencia que, por otra parte, teniendo en cuenta su potencial militar y el mortífero arsenal nuclear, ajeno a todo control internacional, del que está dotado nadie está en condiciones de amenazar.
Dentro de nuestros países la misión de cuantos, más allá de sus ideologías, creen que los palestinos tienen derecho a la vida dentro de un Estado propio, consiste en presionar a sus gobiernos para que exijan a Israel que abandone su inmundo sueño racista y que escoja el camino de la paz y de la coexistencia con pueblos y culturas diferentes, reconstruyendo el Templo que puede existir junto a las iglesias cristianas y a las mezquitas musulmanas.
Hasta hoy mismo, apoyado por las comunidades judaicas internacionales, por el poder financiero y mediático, ha elegido la guerra: no será sencillo empujarlo a aceptar la paz.
Compartimos el sueño expresado por la señora Limiti, así como su análisis, pero constatamos que todavía hoy estamos inmersos en la pesadilla de vivir en un mundo que define como justo la matanza de los niños de Gaza.
Y a esta pesadilla no le vemos fin.
Vincenzo Vinciguerra, Opera 24 febrero 2010
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ESTADO ÚNICO Y NATURALEZA SIONISTA DEL ESTADO DE ISRAEL
Intervención de Stefania Limiti
ROMA, 28-29 de Noviembre de 2009
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El Estado único para judíos y palestinos ¿es una amenaza o una posible solución para la paz en Oriente Medio? ¿Pueden el nacionalismo judío y el surgimiento del pueblo israelí avenirse con el nacionalismo árabe o palestino?
Para poder dar una respuesta a estas preguntas básicas es necesario afrontar algunas cuestiones relativas a la naturaleza sionista del Estado judío. De hecho, se impone urgentemente una reflexión acerca de cómo superar el objetivo no realizado e irrealizable de la construcción de un Estado palestino junto al israelí, para trasladar al centro del debate el espinoso problema de superar la naturaleza sionista de un Estado surgido violentamente a costa de la población indígena que vivía en esas tierras. En definitiva, un examen real y sin fantasías sobre de qué modo es posible un futuro de convivencia pacífica entre los israelíes y los palestinos de Israel, entre los que viven bajo la ocupación en Gaza y en Cisjordania y aquellos que viven en la diáspora, a los que no es imaginable negarles un derecho de retorno si no es borrando la verdad histórica de la ocupación misma.
Es en esta perspectiva y sólo en ésta hay ya una posible solución al problema palestino. Resulta útil insistir sobre una idea poco aceptada todavía: la solución de dos Estados es un eslogan que a día de hoy no ha consentido, a menudo, más que la conservación de un régimen discriminatorio dentro de las fronteras establecidas militarmente en 1967, por lo tanto la ocupación de Cisjordania y la transformación en ghetto de la Franja de Gaza. El que liquida como absurdo, inútil e impracticable el debate sobre posibles modelos políticos alternativos al de los dos Estados se equivoca, y bastante, sobre todo frente al dramático estado de cosas. Israel se ha escudado y lo sigue haciendo en esa proposición para continuar su ininterrumpida política de anexión colonialista y seguir cometiendo crímenes en Palestina negándolos desvergonzadamente y atacando a quien se atreva a condenarlos, tal como ha hecho con el juez antiapartheid y judío, Richard Goldstone, delegado para los derechos humanos de la ONU, acusado de antisemitismo por su condena dela invasión de Gaza.
No se trata ya, menos aún en esta sede, de lanzar un manifiesto programático sino en realidad de animar y apoyar las hipótesis que muchos intelectuales y activistas adelantan ya en el interior de la sociedad israelí, ya en la palestina, especialmente en ciertos sectores significativos de su diáspora. Por una simple razón no se puede enterrar esta esperanza: en los Territorios Ocupados no existen ni siquiera ya las piedras para construir un Estado autónomo. La cohesión territorial ha sido cercenada radicalmente por la inflexible política de asentamiento de las colonias. A los palestinos les quedaría el 20% del territorio nativo, el hambre y una enorme sed, no sólo de agua y alimentos, sino también de futuro. En resumen, la anexión unilateral de los territorios consumada por Israel desde 1948 en adelante, no sólo por los gobiernos de la derecha llegados al poder en 1977 tras treinta años de casi ininterrumpido dominio laborista, ha hecho imposible la solución de dos Estados.
Del mismo modo que la historia de las negociaciones es historia de una farsa: una afirmación grave que sin embargo la larga lista de fracasos nos autoriza a realizar sin temor de ser superficiales o de hacer propaganda. Las únicas negociaciones que habrían podido llevar a la creación de un Estado palestino independiente debería haber incluido directamente las fases de la retirada total y no, como sucedió en Oslo, un mercadeo de territorios a los cuales, al fin y a la postre, Israel no está dispuesto a renunciar.
Se han escrito páginas muy bellas sobre la perspectiva de un Estado Único o binacional entre judíos y palestinos: pensamos en los trabajos del historiador Illan Pappe o en la tesis de Alì Abunimah, expuestas en su One Country (ed. Metropolitan Books) o en la de Virginia Tilley, profesora de Ciencias políticas en Sudáfrica, y también, en Omar Barghouti, promotor de la Campaña por el boicot, y otros muchos más. Reflexiones todas importantes que sostienen la necesidad de contemplar esta perspectiva ya sea en la óptica israelí o en la palestina, y que implican considerar la naturaleza del sionismo. Se trata de una perspectiva difícil, que obliga a la sociedad israelí o a la palestina, tanto a la laica vinculada a viejos conceptos de poder como a la que se identifica con el Islam, a medirse consigo misma y con su propia voluntad de mirar hacia un futuro nuevo.
El problema está directamente conectado, decíamos, con la naturaleza sionista de Israel. Intentamos conocer por qué la historiografía oficial continua ocultando el origen colonialista, racista y violento del sionismo que todavía hoy, a pesar de todo, sigue recordando los kibbuts y el socialismo de Ben Gurion o el más liberal, pragmático o moderado de Chaim Weitzmann: la naturaleza originaria del sionismo queda relegada a un pequeño ángulo de la historia porque no se quiere asignarle el puesto destacado que ciertamente merece. En el proceso de construcción del estado israelí el sionismo ha sido quien ha suministrado la materia prima, el aparato ideológico sobre el que forjar el futuro de los colonos judíos: en tal naturaleza está la respuesta a la imposibilidad de un futuro Estado independiente de Palestina.
Existe un personaje que ha sido relegado al olvido de los padres de la Patria pero que ha sido uno de los progenitores de Israel, aparte de una figura clave para entender que el sionismo porta en sí la semilla del fascismo [NdT.- Cfr. Supr. , Vinciguerra], a saber Vladimir Jabotinsky (1), un joven ucraniano de Odessa, que fundó en 1925, en París, un movimiento político denominado Unión de sionistas revisionistas. Su papel hay que integrarlo dentro de las disensiones del movimiento sionista tras septiembre de 1922 cuando el gobierno británico dividió en dos Palestina, creando de la nada una nueva entidad territorial al Este del río Jordán, la Transjordania. La recién constituida Sociedad de Naciones ratificó, de hecho, el 24 de julio de 1922 el nuevo mapa geopolítico de Oriente Próximo, aprobando la institución del Mandataria. Francia y Gran Bretaña habría de administrar los territorios asignados al mandato, con objeto de favorecer el autogobierno venidero.
Pero algunos representantes del movimiento sionista se sintieron profundamente desilusionados. La Palestina histórica seguía siendo, según alguno de ellos, la precedente, la división había adulterado el proyecto, y representaba el riesgo de obstaculizar el camino para alcanzar el Gran Israel.
El ascenso de Jabotinsky se produce a causa de una radical oposición de método: la moderación de Weizmann y del ejecutivo sionista pretende obtener de los británicos la creación del hogar judío, como promesa de la Declaración Balfour de 1917 (2) mediante la presión diplomática y una discreta colonización de Palestina. Demasiado moderado, en definitiva, para Jabotinsky que por otra parte tenía un lugar de honor entre los sionistas: había fundado la Legión judía, destinada a combatir junto a los ingleses durante la Primera guerra mundial: los dirigentes del movimiento sionista obrero, Ben Gurion y Ben Zvi, le ofrecieron su apoyo. La Legión, disuelta por los ingleses entre 1919 y 1920, constituirá el embrión del futuro ejército clandestino de la Hagana (3).
El movimiento político de este fundamental protagonista de la historia de Israel tuvo el valor de identificar el objetivo inmediato del sionismo y los medios adecuados para realizarlo: la creación de un Estado judío era una consigna que, según él, no puede aplazarse y que para posibilitarla era indispensable llegar a la mayoría judaica en Palestina. Según Jabotinsky, esta misión coincidía con la matriz originaria herzliana del sionismo (resumida en el libro Der Judenstaat) traicionada por el posibilismo y las demoras de Weizmann, Ben Gurion y sus aliados. Sólo en 1942 el Congreso sionista se decidió a reclamar oficialmente un Estado judío: antes de esa fecha, se intentó no molestar en demasía a los británicos, ni el lento pero progresivo traslado de judíos hacia Palestina. Una línea que no era en absoluto compartida por todos: especialmente tras el Primer libro Blanco sobre la política exterior inglesa respecto a Palestina, presentado por Winston Churchill el 30 de julio de 1922 a fin de tranquilizar a los árabes tras los hechos de Jaffa del año anterior. En aquel documento quedó escrito que, contrariamente a los temores manifestados por la delegación del Comité ejecutivo árabe, el gobierno británico no ha contemplado nunca la desaparición o la subordinación de la población, de la lengua o de la cultura árabe en Palestina.
Churchill quería puntualizar con ello un hecho concreto: los términos de la declaración Balfour no prevén que el conjunto de Palestina se convierta en un Hogar nacional judío aunque tal hogar sea fundado en Palestina. Con relación a los judíos el Libro blanco subraya que resulta fundamental que esta comunidad comprenda que se encuentra en Palestina por derecho y no por tolerancia. Añadiendo que la inmigración judía no puede excederla capacidad económica de absorción del País y, frente a la pregunta ¿qué hay que entender por desarrollo del Hogar nacional judío en Palestina?, Winston Churchill respondía: no se trata de la imposición de una nacionalidad judía a los habitantes del conjunto de Palestina sino de conseguir el desarrollo de la comunidad judía existente, con la ayuda de los hebreos de otras partes del mundo, a fin de que ésta se convierta en un centro por el que todo el pueblo judío pueda, por lo que respecta a la raza y a la religión, interesarse y sentirse orgulloso.
Frente a tantas vacilaciones, el joven Jabotinsky no tenía dudas: era preciso actuar, acelerar el proceso hacia el establecimiento de un auténtico y propio Estado. Comprendió que la disolución del Imperio otomano había abierto un campo de maniobra inmenso, nuevos escenarios que harían posible el asentamiento de una entidad estatal judía en Palestina.
Se convirtió así en intérprete de la línea dura frente a los árabes: debían ser expulsados. Existían dos derechos contrapuestos en Palestina y la única solución para el líder revisionista era la guerra. Frente al carácter nacional de la revuelta árabe, Jabotinsky dijo claramente, más que cualquier otro líder sionista, ambos queremos Palestina, nosotros somos los agresores, el problema no tendrá en modo alguno una solución diplomática. Inútil perder tiempo con intercambios culturales, con los proyectos de coexistencia pacífica, decidirán las armas.
Redacta dos artículos incendiarios en 1923 bajo el título significativo y bastante inquietante a la luz de los hechos actuales de H puñetazo de hierro, en los que no duda en enumerar su manifiesto programático. Los puntos fuertes de su pensamiento son básicamente cuatro: 1. la instauración de una mayoría judía en Palestina, necesaria para garantizar un Estado judío en ambas riveras del río Jordán; 2. la primacía de la idea nacional sobre cualquier otro principio, rechazando la división de clase aplicada por los socialistas; 3. la primacía de la política sobre el pragmatismo inventado por Weizman, que quería comprar Palestina dunam por dunam [NdT.- Unidad mínima cultivable de superficie de tierra en el Imperio otomano] primacía de la política significaba obtener de los ingleses un régimen de colonización específico que les permitiera construir sobre la Palestina histórica el Estado de Israel; 4. la necesidad de los judíos de proceder autónomamente a su autodefensa mediante la creación de legiones militares judías (4).
Definió, esencialmente, el corazón del programa sionista, hablando con amable indiferencia respecto al problema de los derechos palestinos, dejando clara la necesidad vital para el futuro de los judíos de obtener la supremacía demográfica mediante la emigración y la instrucción sistemática de los pioneros en el uso de las armas: con la teoría del puño de hierro eligió la opción militar, tanto defensiva como ofensivamente.
Por voluntad propia se creó el Irgun, un nuevo ejército clandestino surgido de la escisión de la Hagana, en manos de los socialistas. El Irgun, entre cuyas filas destaca la militancia del futuro primer ministro Menahem Beghin (5), fue protagonista de numerosos actos de violencia terrorista contra civiles árabes. Entre sus hazañas, se recuerda a menudo la cruel destrucción de la aldea de Deir Yassin y el exterminio de sus 300 habitantes: operación que puso en marcha lo que el historiador israelí ha llamado la limpieza étnica en Palestina. Sus activistas eran filo-fascistas saturados de nihilismo revolucionario y fueron ellos mismos fautores de una nueva escisión, dando origen en 1940 al Grupo Stern (6) o Lehi, acrónimo de Loamei Herut Israel (Combatientes por la libertad de Israel), un movimiento militar, plagado de ideas revolucionarias antiburguesas y simpatías fascistas [NdT.- id. Vinciguerra]. El jefe del movimiento, Abraham Stern, propugnaba peligrosas alianzas con los nazis: el grupo Lehi es recordado también por el asesinato de Lord Moyne, ministro residente en El Cairo, cometido el 6 de noviembre de 1944, y por el del conde Folke von Bernadotte, mediador de las Naciones Unidas en Palestina, culpable, a los ojos del Lehi, de haber propuesto una partición de Palestina desfavorable para los judíos. La junta de mando estaba a la sazón en manos de una especie de triunvirato integrado por Yitzak Yzernitzky, alias Shamir, Israel Sheib y Yellin Mor.
El movimiento revisionista de Jabotinsky abogaba por una concepción corporativa de la sociedad, elemento de importancia no secundaria en la tentativa de buscar un diálogo con el fascismo italiano. Mussolini estuvo abierto al líder sionista generosamente: de hecho se ocupó de la instrucción de sus hombres y a tal objeto les concedió la posibilidad de crear en Civitavecchia una escuela naval orientada a tal fin. El Duce tendió un puente de diálogo con Jabotinsky, dada la imposibilidad de hacerlo con Waizmann, demasiado vinculado a los ingleses, pero su intento se evaporó a causa de la introducción de las leyes raciales (septiembre de 1938). Sin embargo, el primer congreso revisionista había tenido ya lugar precisamente en Milán bajo el lema de un orden italiano para Oriente (7). No se rompieron del todo, aun así, los hilos que unían a figuras del fascismo con sus homólogos del movimiento sionista, asunto escasamente estudiado por la historiografía. Pero las extrañas alianzas que llevaron a los hombres de la X Mas del comandante Valerio Borghese a adiestrar a la marina israelí (8), importantísima arma de combate contra los ingleses y los egipcios, o las que condujeron a personal israelí a entrenarse en Sicilia en 1946 junto a los hombres del bandido Giuliano (9), hasta el papel jugado en Israel en 1971 por el falso anarquista Gianfranco Bertoli, acogido en un kibbutz de frontera, donde se le instruyó en el uso de armas y explosivos, confirma la necesidad de una investigación historiográfica sobre un mundo oscuro y paralelo, tejido de extrañas e improbables, aparentemente, tramas y de impensables convergencias.
Calificar de fascista a Jabotinsky, a este padre de la patria, resulta demasiado sencillo: lo hizo ya con gruesas palabras Ben Gurion, y con él todos aquellos que han buscado, con excelentes resultados, la purificación del impulso racista y colonialista del sionismo ocultando, empero, que los dirigentes del movimiento revisionista, tras la muerte de su líder en 1941, no desaparecieron sin dejar rastros de sí mismos. Han sido, también, protagonistas de la historia de Israel: su símbolo ha sido seguramente Menahem Beghin, el viejo comandante del Irgun, que en octubre de 1948 fundó el partido Herut (libertad), donde confluirán todas las almas del revisionismo, incluidas las más radicales. Entre los representantes del maximalismo es preciso señalar a los dos ucranios Abba Ahimer y el poeta Uri Zvi Greenberg, que tras las primera guerra mundial habían creado un pequeño grupo maximalista, llamado Birionim (bandoleros), de orientación marcadamente fascista, en el que militó taimen Ben Zion Netanyahu, padre del futuro [y actual] primer ministro. Ahimeir mismo era un gran admirador de Mussolini y en 1928 publicó en el periódico Doar Hayom las Crónicas de un fascista.
En cualquier caso el abandono en 1931 del Congreso sionista a causa del rechazo de una moción que definía como objetivo del sionismo la constitución de un estado de Israel en ambas orillas del Jordán, dio luz a una derecha que suministro valiosos instrumentos para la realización del programa sionista. Ningún líder del sionismo, ni siquiera los representantes socialistas, presto oídos a Martín Buber que había advertido de que no se creara un estado étnico religioso reservado a los judíos: quien fuera a Palestina debía sentirse como un semita entre semitas. (10) El sionismo colonialista y racista de Jabotinsky, tan semejante a aquellos nacionalismos europeos de los cuales los hebreos estuvieron entre las víctimas principales, representa la síntesis final y fundamental de todo el movimiento sionista, el alma más auténtica de la ideología de Menachem Beghin, Chaim Weizman y Ben Gurion los cuales sostenían que la tarea de os judíos consistía en reconstruir desde los cimientos y modernizar un territorio semi-desértico y atrasado. El estado judío debería de excluir cualquier relación, que no fuera de carácter subordinado y servil, con la población autóctona. Y es en nombre de esta lógica colonial que en 1948 se inició el éxodo forzado de enormes masas de palestinos no menos de 700 mil- gracias sobre todo al terrorismo practicado por organizaciones sionistas como la Banda Stern y la Irgun Zwai Leumi.
En definitiva, los orígenes del problema palestino coinciden no con la presencia de los hebreos en Palestina sino con la formación de un movimiento colonial apoyado por una élite intelectual y económica judía que tenía como objetivo la realización de un proyecto económico con profundas raíces religiosas. El pecado original del sionismo fue desde el principio su comportamiento tergiversador y elusivo respecto a los derechos de una comunidad considerada como inferior, jurídica y culturalmente Los padres fundadores del estado de Israel han sido todos defensores, ideadores y activistas de la política de Puño de hierro y de la lucha armada contra los árabes y las bases del conflicto se colocaron bastantes antes de la tragedia del Holocausto.
Si el proyecto de un Estado palestino es solamente una ilusión, cuando no una brutal mistificación, no queda más que una perspectiva que supere el sionismo y que permita un Estado Único, espacio laico y democrático basado en la soberanía territorial y no sobre el carácter étnico-religioso de sus componentes.
Es un enorme desafío, ante todo para aquella parte de la sociedad israelí que quiere democráticamente reconocer derechos a hombres y mujeres que viven a su lado y que pretende ajustar cuentas con su propio pasado, construyendo un futuro propio no ya sobre derechos bíblicos de los judíos a la tierra de Palestina sino sobre el derecho natural de todos los pueblos a ser dueños de su destino. En suma, para aquel sector de la sociedad que no quiere ser sacerdote de un dios sino ciudadano de un Estado democrático y que es consciente de que el fin de la ocupación militar es la condición para que los hebreos de Israel obtengan el derecho a pedir a los palestinos y al mundo árabe-islámico el ser aceptados como parte integrante de Oriente Medio.
Es un desafío enorme también para aquel sector de Palestina que se reconoce en una visión religiosa de su porvenir, así como para los aparatos político-militares que no miran más allá de su pequeña parcela de poder.
Pero es también un desafío para todos nosotros, llamados a enfrentarnos en nuestros Países con esa presión asfixiante que el sionismo ahoga nuestra sociedad, para controlar toda mirada de ecuánime y pacífica comprensión de los pueblos del cercano oriente.
NOTAS:
(1) Su biografía está en La Destra Sionista, di Paolo Di Motoli, ed M. & B. Publishing, 2002;
(2) La Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917 es el documento oficial de la política del gobierno inglés tras la desmembración del Imperio Otomano recién acabada la primera guerra mundial: escrito por el entonces ministro de Exteriores británico Arthur Balfour a Lord Rotschild, representante principal de la comunidad judía inglesa y dirigente del movimiento sionista, el gobierno británico declaraba mirar con interés la creación de un hogar judío en Palestina. La Declaración Balfour fue posteriormente añadida al Tratado de Sèvres que establecía el final de las hostilidades con Turquía y asignaba Palestina al Reino Unido (subsiguiente titular del Mandato para Palestina).
(3) Storia del sionismo, Nathan Weinstock, ed. Massari, pagg. 112;
(4) Del «Dossier Palestina, La Destra israeliana», di Paolo Di Motoli en La Rivista del Manifesto, 28 de mayo de 2002;
(5) Cuando Beghin viajó por vez primera a los Estados Unidos, en 1948, algunos intelectuales judío, entre ellos Einstein, Hannah Arendt y Sydney Hook, escribieron una cata abierta al New York Times (4-XII-1948), en la que afirmaban que el partido de Beghin eraun partido político bastante próximo, en cuanto su organización, métodos, filosofía y su doctrina social, a los partidos nazi y fascista;
(6) En nombre de la guerra contra los ingleses para liberar Palestina del dominio colonial, el pequeño pero aguerrido movimiento intentó incluso una improbable alianza con los nazis. El contacto fue hecho a través del Lehi por Naftalí Lubentchik, que en 1941habló con dos elementos del Tercer Reich, Rudolf Rozer y Otto Von Hentig, representantes del departamento para Oriente del ministerio de Asunto exteriores. Se redactó incluso un documento, que enfatizaba la comunidad de intereses entre el movimiento y las potencias totalitarias europeas para la creación de un nuevo orden europeo, y que anunciabala fundación de un Estado histórico judío sobre fundamentos nacionales y totalitarios, vinculado mediante un tratado al Reich alemán, dirigido a reforzar la posición de Alemania en Oriente Próximo. Las negociaciones se interrumpieron cuando los aliados arrestaron, en junio de 1941, a Lubentchik en la sede del servicio secreto en damasco. La muerte de Stern, a manos de la policía británica en febrero de 1942, señaló el ocaso de la fase mesiánica del movimiento, que habría de elaborar de inmediato una línea política influida por el mito de la Unión Soviética, vencedora en la guerra y potencia anticolonial y antiburguesa, del Dossier Palestina, op. Cit;
(7) Storia del sionismo, op. cit. pag. 145
(8) Véase a propósito, La destra e gli ebrei, Gianni Scipione Rossi, ed. Rubettino e Diario di un fascista alla corte di Gerusalemme, Fiorenzo Capriotti,
Altro Editore;
(9) Veáse, Lupara Nera, la guerra segreta alla Democrazia italiana, G. Casarrubea, M.J.Cereghino, ed. Bompiani
(10) Quale Stato palestinese?, Danilo Zolo, // Manifesto, 7 diciembre 2006