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Vinciguerra

Vincenzo VINCIGUERRA: "AJUSTE DE CUENTAS"

Vincenzo VINCIGUERRA: "AJUSTE DE CUENTAS"

Fuente: MarielenaGrill

Trad: A.B.A. 

No es difícil aventurar la hipótesis de que son los poderosos amos del poder mediático americano y europeo los que están empeñados desde hace tiempo en poner bajo sospecha a Benedicto XVI por el encubrimiento, cierto o presunto, de los curas pedófilos.

Nadie duda del hecho de que la pedofilia  dentro de la Iglesia  católica se ha convertido en el pretexto para un ataque personal contra el papa alemán que, acercándose a la sinagoga de Roma, se había hecho la ilusión de haber aplacado la ira judaica contra él, culpable de querer seguir adelante con el proceso de beatificación de Pío XII.

La felonía no se paga.

La permanente cesión de la jerarquía eclesiástica católica frente a las cada vez mayores exigencias de la comunidad judía y del Estado de Israel, nunca satisfechas ni pos los éxitos conseguidos a golpe de dólares y de chantajes, a causa de las persecuciones sufridas por los judíos durante la Segunda guerra mundial a manos de los dirigentes del III Reich, no ha valido más que para volver cada vez más arrogantes a los que se consideran ya más como “hermanastros mayores” de los católicos del tercer milenio que no como “hermanos mayores”.

Ahora, los judíos, pretenden ser ellos los que decidan quién debe ser santo o beato para la Iglesia católica, quien merece ser Papa o no serlo, qué oraciones deben rezar los católicos y cuales suprimir, mientras que pronto exigirán que el Papa vaya a lavarle los pies al Gran Rabino de Roma en señal de sumisión, y que naturalmente destine el óbolo de San Pedro para las necesidades defensivas del Estado de Israel que no tiene ya bastantes fondos para adquirir caza-bombarderos, carros de combate y piezas de artillería con los que masacrar a la indefensa población de Gaza.

Benedicto XVI ha visitado sinagogas, ha elevado plegarias de perdón a todas las comunidades judías, ha peregrinado a Israel, ha declarado, por voz de su secretario de Estado cardenal Bertone, que la Iglesia se cuida muy mucho de intentar convertir a los hijos del “pueblo elegido”.

Pero no es suficiente.

Los sedicentes “hijos” desean la condena explícita de Pío XII, y el pretexto de la pedofilia les parece un arma adecuada para obligar al papa alemán a una rendición sin condiciones.

Los protagonistas de esta batalla andan, todos, escasos de memoria.

Insólitamente, olvidan todos ellos, judíos y católicos, lo que ocurrió en Jerusalén el 5 de enero de 1964.

Ese día, Pablo VI, penetró en la zona de Jerusalén ocupada por los israelíes, acompañado por el presidente del Estado de Israel, Zalman Shazar y por el Gran Rabino Nissim, que le dieron la bienvenida.

Pablo VI les dio las gracias y en su discurso de salutación, durante el cual no hizo mención alguna a un Estado de Israel, se refirió explícitamente a Pío XII, ya entonces sometido a los embates de la obra teatral “El Vicario” que lo acusaba de haber guardado silencio ante la persecución nazi de los judíos.

Giovanni Battista Montini había sido sustituto secretario de Estado bajo Pío XII, durante los trágicos años de la Segunda guerra mundial. Era pues testigo directo de esos sucesos y del comportamiento de Pío XII.

El, a la sazón, jefe de la Iglesia católica, apostólica, romana, no dudó en afirmar solemnemente, ante los dirigentes políticos y religiosos del Estado de Israel, lo siguiente:

“Mantenemos ante todos los hombres y todos los pueblos, únicamente pensamientos de buena voluntad. De hecho, la Iglesia les ama a todos por igual. Nuestro gran predecesor Pío XII lo afirmó de modo enérgico y con la mayor insistencia durante el último conflicto mundial, y todos conocen lo que hizo para defender y salvar a cuantos sufrían sin hacer distinción alguna.

Sin embargo, lo sabéis bien, contra la memoria de este gran Pontífice se han lanzado sospechas e incluso acusaciones.

Somos felices de tener la ocasión de afirmarlo en este día y en este lugar: nada hay más injusto que este ataque a una memoria tan venerable.

Quien como nosotros ha conocido este alma tan digna de admiración, sabe hasta donde podía llegar su sensibilidad, su compasión por el sufrimiento humano, su valor, la delicadeza de su corazón.

Lo saben bien también aquellos que, al final de la guerra, acudieron a él con lágrimas en los ojos para agradecerle que les hubiera salvado la vida”.

No había podido, Pablo VI, pronunciar palabras tan duras  y rotundas en defensa de la memoria de Pío XII delante de aquellos que, bien lo sabía, eran los inspiradores ocultos de la campaña contra el difunto pontífice.

Los representantes políticos y religiosos del Estado de Israel (que Pablo VI no reconocía como tal) callaron.

Entre las muchas palabras pronunciadas y recordadas en los últimos tiempos sobre la figura de Pío XII, éstas de Pablo VI, del 5 de enero de 1964, en Jerusalén, nadie las ha rememorado.

Lo hacemos nosotros, para que todos sepan, para que todos recuerden, para que todos se pregunten por qué razón quienes han callado ayer delante de un Pontífice romano que había sido testigo directo de la conducta de Pío XII, hoy hablen, difamen y desvaríen.

 

 


Vincenzo Vinciguerra, Opera 10 Abril 2010

 

Vincenzo VINCIGUERRA: "EL HONOR DE ITALIA"

Vincenzo VINCIGUERRA: "EL HONOR DE ITALIA"
Fuente: Marielenagrill.org
Trad: A.Beltrán


El 8 de septiembre de 1943 arrancó a Italia y a los italianos su honor. La reconstitución del Estado nacional republicano, luego República social italiana, lo repuso para cuantos aún –y eran muchos- sentían su imperiosa necesidad como individuos y como comunidad nacional.
El final de la guerra borró de la Tricolor la palabra “Honor” que había sido inscrita idealmente por los fascistas de la República social, desapareciendo oficialmente para siempre, escarnecido como adorno inútil por los antifascistas y traicionado por los “neofascistas” para los que el servilismo hacia los vencedores representaba el único modo de sobrevivir políticamente.
La lectura del libro de autoría colectiva, “Historia de la Federación Nacional de Combatientes de la República Social Italiana”, de próxima publicación, nos demuestra, sin embargo, que en este País el honor ha sido preservado, defendido y afirmado por los veteranos de la República social italiana que no han traicionado, no han renegado, no han reconstruido la historia de la República fascista adaptándola a la necesidad de “integración” en el régimen antifascista, que han permanecido siendo ellos mismos renovando el pasado en el presente y reafirmando la validez de una Idea que 65 años de persecuciones, falsedad, mentiras y traiciones no han conseguido eliminar.
El libro narra la historia de la Federación Nacional de Combatientes de la República Social italiana (1), pero se detiene también sobre ciertos aspectos históricos precedentes y sobre el combate librado, en condiciones extremadamente difíciles, contra el uso instrumental que del pasado fascista ha realizado el Movimiento social [MSI] y, con él, los grupos a él vinculados y de él herederos como los que todavía hoy, desgraciadamente, están en activo.
No es solamente un libro que leer, porque en realidad hay que situarlo en la raíz de una relectura histórica y política de estos 65 años de “neofascismo de servicio(secreto)” puesto que expresa las ideas del Fascismo tal como ha sido en su realidad viva y combatiente.
Leyendo las páginas de esta obra, se descubre (y será para mucho la primera vez) y se redescubre el patrimonio ideal que estos hombres han sabido defender y proteger, afirmar y divulgar durante todo el periodo de posguerra no cediendo ni a los halagos ni a las amenazas.
La lucha librada por la Federación Nacional de Combatientes de la República Social ha sido –y sigue siendo- la continuación histórica, política e ideológica de una guerra contra “el viejo mundo iniciada el 23 de marzo de 1919, en Milán, proseguida, tras distintas vicisitudes, con la entrada en el segundo conflicto mundial, el 10 de junio de 1940, y no concluida el 25 de abril de 1945.
Es la guerra contra los poseedores del monopolio de las riquezas mundiales, los mismos que todavía hoy mantienen al mundo en un estado de guerra permanente necesario para alcanzar el objetivo final de imponer su dominio universal.
Por esta razón, los Estados Unidos que son el brazo armado del capitalismo y del sionismo han utilizado a discreción su inmenso aparato industrial para combatir contra Alemania, Italia y Japón, luego contra la Unión soviética y el “comunismo internacional”, hoy contra el Islam y los países musulmanes todavía no domeñados.
Han acumulado oro al precio de la sangre de millones de seres humanos de todos los Continentes.
Pero, aún no han vencido.
En Italia, el antifascismo, masivo, ha creado la leyenda de la existencia de un “neofascismo” que era, al contrario, el instrumento del poder democristiano y anticomunista.
Durante 50 años ha permitido a los dirigentes del “neofascismo” efectuar el saludo romano, organizar las “peregrinaciones” a Predappio, encargar misas en memoria de Benito Mussolini y de los caídos de la RSI, engañando, así, a millares de italianos que, como fascistas, se han encontrado inconscientemente combatiendo en interés del Estado antifascista.
Después, el antifascismo ha estimado que podía prescindir del engaño y de la mentira, exigiendo a los jefes del “neofascismo” pública abjuración de las ideas que jamás habían tenido como medio para incorporarlos a una mayoría de gobierno, no realmente al poder.
No es preciso comentar el indecente e indecoroso espectáculo de todos los que, de Gianfranco Fini a Ignacio La Russa, se han lanzado a renegar de todo lo renegable, y más aún, a fin de obtener la patente de antifascistas y la bendición de los rabinos italianos e israelíes.
La contraposición entre el llamado “neofascismo” italiano y el fascismo de la Federación Nacional de Combatientes de la RSI es completa, a nivel ideológico, político, humano y moral.
Algunos personajes que el poder mediático ha presentado como “terroristas negros” han llegado incluso a enaltecer a Angelo Izzo, el monstruo del Circeo, (2) como su “camarada”, forjado en las teorías evolianos que lo elevaron por encima de la moral común. Por Izzo, se han empleado a fondo los Tuti, los Concutelli, los Murelli, los Zani, mientras su ideólogo, Franco Freda, declaraba que se hallaba indeciso en considerar al monstruo como un camarada o no.
A estos neofascistas de Comisaría y de servicio secreto, a cuantos todavía hoy les consideran, junto a tantos otros, como “camaradas” les remitimos al juicio que sobre la violación y los violadores han emitido los combatientes de la RSI.
Comentando la violencia a la que sometida Franca Rame por los missinos milaneses al servicio de los carabineros, los camaradas de la Federación Nacional de Combatientes de la RSI, escribieron:
“Con la violación, el hombre destruye el mundo espiritual del ejercicio consciente de la libertad, de la voluntad y de la inteligencia, y retrocede al nivel de la bestia salvaje. Tal sujeto debería encontraren la conciencia ética colectiva y en el Código Penal castigos morales y penales análogos a los previstos en los casos de homicidio”
La distancia entre los fascistas de la RSI y los “neofascistas” de la derecha evoliana y chivata, es sideral.
Constituirá este libro de la Historia de la Federación Nacional de Combatientes de la RSI, el elemento de crítica y reflexión que ofreceremos a cuantos, especialmente los más jóvenes, no saben lo que fue el Fascismo y qué quiere decir ser fascistas.
Un libro para leer y hacer leer, para divulgar y comentar, del que extraer la enseñanza fundamental de que el honor no es una palabra vana y carente de significado, es un valor que hay debe ser afirmado siempre y a toda costa, incluso contra todo y contra todos.
La Federación Nacional de Combatientes de la RSI ha conservado, ella sólo en Italia, las ideas y el honor de la República social.
Hoy, nos ofrece una última arma para combatir por nuestras ideas y por nuestro honor porque, en el futuro, podamos reencontrarlas junto a la justicia social, independencia, soberanía nacional y libertad que el antifascismo ha robado.

Notas del Trad:
(1) FNCRSI: http://fncrsi.altervista.org/
(2) Cf. Vinciguerra,“Los fascistas del antifascismo”: http://antagonistas.blogia.com/2008/121101-vincenzo-vinciguerra.php

Vincenzo Vinciguerra, Opera 24 febrero 2010



"EL PROBLEMA JUDÍO", Vincenzo Vinciguerra

"EL PROBLEMA JUDÍO", Vincenzo Vinciguerra Fuente: Marielenagrill.org
Trad: M. Rubio

Digámoslo rápido: durante muchos años, tras el final de la segunda guerra mundial, el problema judío no ha existido.
En pro o contra de la existencia del Estado de Israel, nadie se ha planteado más la cuestión relativa a la presencia de los judíos en el mundo y del poder que eran capaces de ejercer a través del control de bancos, industrias, periódicos.
Hoy, al contrario, los judíos, sus aliados y sus humildes servidores han vuelto a evidenciar el problema de su existencia y de su presencia en el mundo y en Italia.
Resulta evidente que el poder adquirido en los años de posguerra, largo tiempo disimulado, ejercitado de modo discreto e inadvertidamente para las grandes masas, es ahora exhibido con cada vez más creciente arrogancia, en la certidumbre de nadie podrá ya destruirlo.
El compromiso pro-judío de Juan Pablo I, antes, de Juan Pablo II, después, y de Benedicto XVI, hoy, ha favorecido y estimulado ciertamente el exhibicionismo de los judíos a los cuales parecerá increíble poder mandar sobre pueblos siempre tan despreciados y tan distintos del “pueblo elegido”.
Decisiva, para favorecer la incontrolada explosión del supremacismo judío, ha sido la unificación de Alemania a la que indudablemente Israel y las comunidades judías mundiales han exigido, a cambio de su apoyo, durísimas contrapartidas y garantías absolutas temiendo el resurgimiento del antisemitismo alemán.
Ningún pueblo, en la historia de la humanidad, jamás ha explotado de modo tan cínico a sus propios muertos para lograr cada vez más ventajas políticas, financieras y, por lo que respecta a Israel, territoriales.
De esta forma, a fuer de mandar, imponer, exhibirse, los judíos están recreando las condiciones de intolerancia contra ellos en personas perspicaces que, poco a poco, se preguntan razonablemente, por ejemplo, por qué oscuros y recónditos motivos hay que recordar y honrar a sus muertos y escupir sobre los nuestros o, en el mejor de los casos, olvidarlos.
Por qué razones, los judíos italianos que, respecto a la población general, son apenas cuatro gatos se arrogan el incontestable derecho de decidir a quién debe dedicársele una calle o una plaza, poniendo vetos y obstáculos cuando los personajes que pertenecen a nuestra historia, y no a la suya, no son de su agrado.
Por qué motivos, el estado italiano y los gobiernos locales deben gastar millones de euros al año para enviar niños en edad escolar a Auschwitz, que no forma parte de la historia de Italia, cuando para ver los horrores del presente, y no del pasado, bastaría llevarles hasta Gaza y dejarles hablar con las madres de los niños asesinados por los israelíes.
La reciente visita del procesado Silvio Berlusconi a Israel ha puesto de manifiesto el estado de absoluta sumisión de toda una clase política frente a un estaducho cuyos dirigentes deberían, según la lógica, suplicar nuestra amistad y que, al contrario, pretenden un homenaje forzoso y un sometimiento total por parte de quien representa una Nación de 60 millones de personas con una historia y una fuerza bien distintas de las de Israel.
La Segunda guerra mundial ha sido el acontecimiento bélico más sangriento de la historia de la humanidad. Más de cincuenta millones de hombres, mujeres, niños fueron muertos en un conflicto apocalíptico desencadenado entre el imperialismo germánico, el americano y el ruso.
La grotesca afirmación del procesado Silvio Berlusconi, según la cual la persecución nazi de los judíos representa el más grave suceso de la historia de la humanidad, se comenta por sí sola.
La realidad es que se impone desde arriba, mediante una propaganda obsesiva y cotidiana, el recordar sólo a los muertos de los judíos que, en teoría, suman 6 millones y olvidar los otros cincuenta millones de muertos.
Solamente los pueblos de la Unión soviética habrían sufrido pérdidas estimadas entre los 20 y los 27 millones de muertos; Alemania tuvo más de 7 millones de caídos, haciendo una cálculo a la baja y muy aproximativo.
La historia de la humanidad ha conocido tragedias mucho más graves que las de los judíos: desde el exterminio sistemático de los indios que ha borrado de la faz de la tierra poblaciones enteras, a la trata de esclavos, a la colonización del Congo con la eliminación física de al menos 10 millones de sus habitantes a manos de los belgas.
Y entonces ¿qué representa esta mentira histórica sobre la más grande tragedia de la humanidad sufrida sólo por los judíos, si no la explotación de un hecho doloroso, ciertamente, pero usado como medio para objetivos innobles e inasumibles?
El Estado de Israel es el único en el mundo que no concede ciudadanía ni residencia a los que no pertenecen a la raza judía; los judíos, que han estado siempre a la cabeza de los movimientos antirracistas, son los únicos que imponen a sus hombres la prohibición de casarse con mujeres no judías porque, según su ley, la sangre del hijo pertenece a la madre y, en consecuencia, sólo las mujeres pueden contraer matrimonio con hombres no judíos.
Con este interdicto racista, los judíos perpetúan su raza, pero acusan a los demás de ser racistas, así como el ladrón acusa a la víctima que pide la devolución de su dinero de quererlo a su vez robar.
En nombre del derecho a la existencia que nunca nadie ha estado en condición de amenazar, Israel es una potencia militar y nuclear que, en numerosas ocasiones, ha amenazado a sus vecinos con utilizar armas atómicas, cuyo número y capacidad se desconocen porque no ha firmado nunca el tratado de no-proliferación nuclear y no ha aceptado jamás inspecciones internacionales en sus instalaciones nucleares.
En nombre del derecho a la existencia, Israel es el único Estado moderno que ha legalizado oficialmente la tortura como modo de interrogatorio sistemático.
En nombre del derecho a la existencia, ha lanzado despiadadas y sangrientas represalias contra los pueblos vecinos, totalmente desproporcionadas respecto a los daños sufridos.
Si los alemanes, todavía hoy sometidos a juicio, aplicaban las convenciones internacionales fusilando diez rehenes por dada soldado, vilmente asesinado, Israel por dos soldados apresados ha destruido Líbano, asesinado a más de mil civiles, sembrando el terreno con bombas de racimo prohibidas en los acuerdos internacionales.
¡Mil civiles asesinados por dos soldados secuestrados!
Los cohetes artesanales que los palestinos de Gaza lanzaban contra los israelíes hacían “boom” y sólo muy raramente provocaban heridos y algún muerto.
El ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, ha mostrado su potencia de fuego sobre Gaza, es decir sobre una población desarmada provocando más de 1.400 muertos, mujeres y niños incluidos, contra los cuales ha utilizado, como es habitual, armas prohibidas por las convenciones internacionales como el fósforo blanco.
El procesado Silvio Berlusconi ha declarado que la reacción israelí contra los palestinos de Gaza fue “justa”, sin que ningún político italiano ni siquiera de “oposición” haya protestado por este insulto a los muertos de Gaza, a la inteligencia de los vivos y a la verdad que todos conocemos.
No es un tópico hablar del poder financiero judaico, basta en realidad con ojear la lista de los bancos que controlan la Reserva Federal americana para descubrir que están todos controlados por los judíos.
El dinero permite el control de los medios de comunicación de masas, de la industria cinematográfica y televisiva, de sectores vitales como la industria química, el control del mercado del oro y de los diamantes por los que, durante esta segunda posguerra, millones de negros han muerto, sin que la prensa diera cuenta de ello, señalando realmente como responsables de las guerras y de las matanzas a las multinacionales que monopolizan el sector, los nombres de sus dirigentes que son, simple coincidencia, todos judíos.
Verdad incómoda que es preciso callar para no empañar la imagen del judío victima de la crueldad nazi y aria.
Perolas víctimas de ayer son los verdugos de hoy. Auschwitz está lejos, Gaza próxima.
No será el oro quien nos haga olvidar esta realidad y nos incite a ponernos al lado de quien mata, roba, asesina en nombre de un derecho a la existencia de Israel que nadie amenaza, y pretende obligarnos a sentarnos eternamente en el banquillo de los acusados en nombre y en recuerdo de Auschwitz.
Otras veces ya en la historia los judíos han cometido el error de creer que el oro es el medio para comprar mentes y voluntades, verdad a menudo válida para muchos pero no para todos.
Ellos mismos, los judíos, han provocado frecuentemente su propia ruina pecando de soberbia y de arrogancia.
Pudiera pasar que, hoy, cuando saborean su triunfo y examinan satisfechos su poder, estén sembrando la semilla de sus futuras calamidades.
Pudiera pasar que, en Nuremberg, en un tiempo próximo o lejano los acusados de ayer sean los jueces de mañana.




Vincenzo Vinciguerra, Opera 8 febrero 2010

Vincenzo VINCIGUERRA: "ERASÉ UNA VEZ LA IGLESIA CATÓLICA"

Vincenzo VINCIGUERRA: "ERASÉ UNA VEZ LA IGLESIA CATÓLICA"

Fuente: Marilenagrill.org
Traducción: A.B.A.


La basílica de San Pedro, en Roma, se alza majestuosa como símbolo de la grandeza de una Iglesia católica, apostólica, romana que ha llegado ya al final de su bimilenaria historia.
Cierto que existe aún el Estado del Vaticano, hay un Pontífice, una jerarquía eclesiástica, mil doscientos millones de fieles distribuidos por todo el mundo que secundan a su Santo Padre, que reina hoy bajo el nombre de Benedicto XVI.
Existe el aparato y la apariencia, pero falta ya la substancia de una Iglesia que durante dos mil años se ha creído depositaria de la verdad y representante del único Dios, para finalmente confesar, a partir de 1978 con Juan Pablo I, e inmediatamente después, con Juan Pablo II que no era así, que antes de ella y por encima de ella existía la religión judía y el Dios de los judíos.
De este modo, paso a paso, el Vaticano se ha comprometido solemnemente a no intentar convertir a los judíos, por expresa prohibición de los rabinos, renunciando así a su misión primordial, de fe: la de conducir a los “hermanos separados” al redil de Dios, pues no se puede abandonar a los “infieles” en el pecado condenándoles a vivir eternamente lejos de Dios.
Pero la arrogante advertencia de los rabinos ha sido bastante para obligar a Benedicto XVI a renunciar a la conversión de los judíos cuyo Dios es, evidentemente, superior al Cristo que desde hace dos mil años la Iglesia de Roma presenta como el único Dios verdadero.
Los judíos como “hermanos mayores”, la religión judía como fuente y origen de la cristiana, el Dios de los judíos como superior al cristiano.
Qué queda de la Iglesia católica, apostólica y romana, aparte de una secta judaico-cristiana, muy poderosa todavía a nivel financiero, cuyo jefe, el ex pontífice romano, debe humillarse ante la comunidad judía romana.
Es historia de ayer.
Cuando, en 1963, fue representada la obra teatral “El Vicario” que acusaba a Pío XII de tolerar en silencio, la persecución de los judíos a manos de los alemanes, la reacción de la Iglesia romana fue iracunda.
En mayo de 1964, el Vaticano pide y obtiene del gobierno italiano, representado
a la sazón por el ministro de Exteriores, Giuseppe Saragat, laico y masón, un comunicado oficial en el cual se afirmaba:
“La campaña calumniosa contra la memoria del Sumo Pontífice Pío XII, orquestada desde algunos órganos de prensa italianos, es vigorosamente deplorada por el gobierno italiano, del que forman parte hombres que son testimonio viviente de la paternal solicitud del añorado Pontífice en la defensa de los valores supremos de la humanidad y de la civilización”
Y, el 10 de junio de 1964, en respuesta a una interpelación parlamentaria comunista, el propio Giuseppe Saragat confirmaba que el comunicado del 24 de mayo había sido redactado por invitación del Vaticano “disgustado por la intensificación de la campaña contra la memoria de Pío XII”, y que él estaba convencido personalmente de que Pío XII había sido un gran Papa y que, la campaña dirigida contra él, por fines partidistas y durante varios años después de su muerte, “es inaceptable, no sólo para los católicos, sino para todos los hombres de buena voluntad”.
En los primeros meses de 1965, el gobierno israelí presionaba ante el Teatro nacional judío para que no representara el drama “El Vicario”, para no comprometer las relaciones que mantenía, extra oficialmente, con el Estado del Vaticano.
Parecen haber pasado siglos y, sin embargo, es historia de ayer, han transcurrido sólo 45 años.
Hoy, Benedicto XVI, además de ser recibido en la sinagoga de Roma, consiente en distinguir entre las virtudes humanas y las responsabilidades históricas de Pío XII, es decir que no excluye que las acusaciones vertidas contra este último desde la comunidad judía puedan responder a la verdad.
Tras haber asistido, indiferente, al dolor y al asesinato de palestinos dentro de la Basílica de la Natividad, en Belén, aquel considerado como el lugar más sagrado de la cristiandad, el Vaticano ha superado ampliamente el calvario de la rendición total al gobierno de uno de los más pequeños Estados del mundo, Israel, que hasta la llegada de Juan Pablo II mendigaba la gracia de una audiencia papal: hoy ordena, manda, dispone, impone.
Nadie se ha preguntado todavía qué ha ocurrido en casi medio siglo dentro del Vaticano; a santo de qué la religión católica se ha descubierto como inferior frente a la judía; obligado a implorar una visita a la Sinagoga mientras el rabino mayor de Roma no se digna a solicitar una audiencia al Papa.
Conocemos las fechas que señalan el inicio oficial del proceso de auto-destrucción de la Iglesia católica: el advenimiento de Juan Pablo I y el inmediatamente posterior, de Juan Pablo II.
No es difícil de imaginar que la decisión del Papa Luciani de convertir San Pedro en sinagoga y poner a Cristo de rodillas ante Jehová, hubo de suscitar reacciones muy duras dentro de la Iglesia católica y de la jerarquía eclesiástica.
Es verdad que Juan Pablo I murió por parada cardiocirculatoria al cabo de pocas semanas.
Sin embargo, el lobby de los cardenales americanos, alemanes y franceses, consiguió imponer como su sucesor al polaco Karol Wojtylla que estaba totalmente decidido a llevar a término lo que su predecesor no había podido iniciar a causa de su repentina muerte, siendo así que toma el nombre de Juan Pablo II y da comienzo a su obra pro-judía.
Será casualidad, pero es precisamente a él, el 13 de mayo de 1981, al que un turco -siguiendo de órdenes de jefes todavía desconocidos- disparará en la plaza de San Pedro. Juan Pablo II se salva gracias al chaleco antibalas que lo protege y dejará que la desinformación haga circular la fábula de que el comunismo internacional ha intentado asesinar a un papa polaco y anticomunista.
Sin embargo, el frustrado magnicida, Alí Agca, tras haber sido devuelto a Turquía, y encarcelado todavía, dirá a un periodista que “el diablo está en el Vaticano”.
Palabras sibilinas, quizás, para los oídos que no conocen bien la historia de la Iglesia de Roma de la que mana más sangre que incienso.
La pregunta es ¿cuántos, intuyendo lo que habría de suceder dentro de las jerarquías eclesiásticas, han pensado que la muerte de un papa decidido a destruir la Iglesia de Roma fuera el único remedio final?
No se pueden avanzar hipótesis acerca de los superiores de Alí Agca, pero hay que excluir totalmente el complot comunista que usa a un turco de religión musulmana para eliminar a un Papa que, en Polonia, había coexistido de común acuerdo con el régimen comunista, pero que estaba decidido a convertir a la Iglesia de Roma en apéndice del Templo de Jerusalén.
Precisamente son los musulmanes, junto a los verdaderos católicos, los otros grandes derrotados por el giro filo-israelí de la Iglesia católica, a la cual miraban en rigor, hasta Pablo VI, como aliada y que, hoy, perciben como enemiga.
Sea cual fuere la verdad, un Pontífice romano partido en dos, humillado, vencido irá a la Sinagoga a llevar el homenaje y la devoción de la ex Iglesia católica, apostólica y romana.
Dentro de algunas decenas de años, la población de los Estados Unidos de América será en su gran mayoría católica y con ella sus dirigentes, pero la gran enemiga del judaísmo, la que condenaba al pueblo hebreo como “deicida” y rezaba por la conversión de los “pérfidos judíos” ya no existe; y en Jerusalén como en Wall Street pueden dormir tranquilos: el lobby judío puede seguir haciendo en los Estados Unidos lo que ha hecho siempre: Mandar, con la bendición de la Santa Romana Iglesia.
Amén.


Vincenzo Vinciguerra, Opera 16 enero 2010



Vincenzo VINCIGUERRA: "SIN TREGUA"

Vincenzo VINCIGUERRA: "SIN TREGUA"


FUENTE: Marielenagrill.Org
Trad: M. Rubio

* * *

Nuestro trigésimo año de reclusión, libremente elegida, se ha cerrado con una autorizada confirmación respecto a la derecha evoliana, referente a la subordinación de “Ordine nuovo” como estructura del servicio secreto militar del Estado antifascista. Al cual Pino Rauti, que desde hace un cuarto de siglo consideramos un soplón, y sus camaradas han servido.
Uno de sus antiguos jefes, el general Giandelio Maletti, a la sazón responsable del departamento D del Sid, destinado a la “seguridad interior” (por así decirlo, obviamente), ha roto el muro de silencio y ha confirmado que el “nazi” Pino Rauti era un confidente a sueldo para recoger informaciones, cometer operaciones de desestabilización para estabilizar el régimen, destruir el recuerdo del fascismo, enfangar su honor mediante la acusación de masacres terroristas que, al contrario, son práctica común del Estado antifascista y de sus aliados atlánticos, americanos e israelíes.
No hacía falta un cuarto de siglo y el testimonio de Maletti para confirmar esta realidad, pero con la magistratura que existe en Italia, es un milagro incluso llegar a establecer una certidumbre capaz de permitir la relectura y la reescritura de la historia italiana desde los Sesenta en adelante.
Mas aún.
2009 ha traído también la confirmación de otra verdad, la relativa a la conexión entre la masacre de plaza Fontana del 12 de diciembre de 1969 y la manifestación convocada por los dirigentes del MSI para el 14 de diciembre de 1969, en Roma.
Así pues, no existen ya mas coartadas para los que se han obstinado hasta el día de hoy en considerar que tras la masacre de la Banca de Agricultura de Milán se encontraban solo el “caccola” (Stefano Delle Chiaie) y “mago Zurli” (Franco Freda).
Se puede releer de modo distinto el “informe” con el que el Sid, el 16 de diciembre de 1969, acusa sólo a Delle Chiaie, Merlino y Guerin Serac por aquella masacre, silenciando el papel de los ordinovistas; se puede reconsiderar la detención de Pino Rauti, en marzo de 1972, inducida por el testimonio acusatorio de Marco Pozzan, instigado por Freda, en lo que realmente fue: una advertencia al Sid para que Freda y sus camaradas, angustiados por sufrir cadena perpetua, no cantaran.
Se puede pedir la reapertura de las investigaciones sobre la frustrada masacre del 7 de abril de 1973, rápida y dolosamente limitadas por la judicatura milanesa a sus únicos responsables materiales (Azzi, Rognoni, Mazorati y De Min), ligada a la manifestación nacional convocada por la dirección nacional del MSI, en Milán, para el 12 de abril de 1973 siguiendo el mismo, exacto, esquema de diciembre de 1969.
Uno de los protagonistas del “neofascismo de servicio” milanes, Ignazio La Russa, es actualmente ministro de Defensa y puede contar todo lo que sabe sobre aquel periodo tan tormentoso e infausto.
Cierto que, La Russa, ha llegado a ministro tras haber renegado de todo, pero teniendo en cuenta que ha asistido a los funerales por el masacrador Nico Azzi podría al menos explicar porqué, el frustrado masacrador de viajeros del tren “Turín-Roma”, lo ha considerado siempre como uno de los suyos hasta el punto de presentarle respetos tras su muerte.
En resumen, 2009 ha acabado mal para el Estado masacrador y terrorista. Es cierto que el albañal mediático italiano ha impuesto inmediatamente el silencio sobre esta verdad cumpliendo las directivas emanadas desde la zahúrda política, pero esta verdad permanece, imposible de borrar, ni de suprimir.
Porque Gianadelio Maletti ha confirmado sólo lo que durante veinticinco años la magistratura italiana ha preferido ignorar, por cobardía no por incapacidad, por propia voluntad no por ignorancia.
Es evidente que el Estado antifascista y terrorista ahora intentará cerrar la grieta abierta en el muro del silencio, utilizando viejos y nuevos siervos. Mientras tanto, usa el arma del mutismo para taponarla.
Por lo que a nosotros respecta, el trigésimo primer año de orgulloso y voluntario encarcelamiento será de lucha, como todos los que le han precedido, conducida con la misma determinación y la misma voluntad.
Sin tregua.




Vincenzo Vinciguerra, Opera 8 enero 2010

"TERRORISMO DE ESTADO", Vincenzo VINCIGUERRA

"TERRORISMO DE ESTADO", Vincenzo VINCIGUERRA Fuente: www.marilenagrill.org
Traducción: A.Beltrán
Fotografía: F.G. Freda (alias “agente T”)

Poco a poco, con extrema lentitud pero de forma inexorable, el muro de barro erigido por el régimen y por el Estado para evitar que emerja la verdad sobre la guerra civil italiana, se agrieta al punto de permitir ver a través de una brecha todo su interior, confirmando lo que ya se conoce.
Porque, en realidad, son escasas ya las zonas oscuras que iluminar con relación a la historia italiana de los años 60 y 70 y atañen sólo a algún episodio concreto, el nombre de algún “recadero”, algún organizador, poca cosa en el fondo respecto a las certidumbres existentes.
Existe una verdad histórica opuesta absolutamente a la judicial, intencionadamente [ésta]circunscrita a la búsqueda, determinación y condena de los responsables materiales de los sucesos más impactantes y sangrientos, la cual debe imponerse, salvando todos los obstáculos y haciendo, ella sí, justicia, frente a la pretensión que una parte del Estado (el Poder judicial) quiere y puede hacer: y es encontrar las pruebas de la responsabilidad del Estado durante los “años de plomo”.
Medio siglo no ha sido suficiente para obligar a que el régimen y el Estado reconozcan su iniquidad sobre lo que han cometido contra un pueblo al que habrían debido proteger.
Y sin embargo, las pruebas estaban ahí desde siempre, bastaba con no ignorarlas y con no pisotearlas, tal como se ha hecho, a fin de evitar que, hoy, la Nación siga estando en manos de los responsables de esa matanza, de sus cómplices, de sus herederos.
De hecho, no hacía falta esperar que el general Gianadelio Maletti, ex responsable del departamento “D” del Sid [Inteligencia militar], se decidiera a confirmar que Ordine Nuovo era una estructura dependiente del Servicio secreto militar [como, p.ej. durante la Transición lo fue el “Frente de la Juventud” en España, NdT], porque ya existían, públicos y notorios, todos los elementos que lo demostraban.
Las palabras de Maletti confirman lo que desde hace un cuarto de siglo, sin cesar, hemos afirmado: No ha existido en este País un “terrorismo negro” que se haya enfrentado al Estado en concurrencia con el [terrorismo] “rojo”.
Al contrario, ha existido un terrorismo de Estado candorosamente encubierto como “neofascismo”, y un “terrorismo rojo” masivamente infiltrado e ampliamente instrumentalizado por los servicios secretos italianos y extranjeros.
Estamos demostrando, desde estas páginas, que tampoco desde el aspecto ideológico los Evola, los Almirante, los Rauti, los Borghese tenían nada que ver con el fascismo; que, sobre el plano histórico, eran los herederos de ese sector de la clase dirigente del régimen fascista que el 25 de julio asumió el deber de liquidar el régimen para salvar la monarquía; que la derecha es la antítesis del fascismo y que el Movimiento Social Italiano [MSI] y organizaciones análogas (sin excluir ninguna) han utilizado de forma únicamente instrumental los símbolos del pasado régimen [fascista] por razones electorales y oportunistas.
No nos hacemos ilusiones sobre el hecho de que las “revelaciones” del general Maletti puedan ser decisivas para consolidar la verdad, porque la contraofensiva del Estado y del régimen se ha iniciado ya, utilizando como es tradicional esa herramienta de la infamia que es el poder mediático y, no hace falta decirlo, la habitual magistratura siempre presta a encauzar, una vez más, la verdad (que, por lo demás, ha negado siempre) hacia lares más seguros para el Estado y el régimen.
Maletti confirma lo que nosotros hemos afirmado siempre, a saber: que la operación del 12 de diciembre de 1969 no fue obra de un Giorgio Franco Freda o de un Stefano Delle Chiaie, sino una operación conjunta que coimplica a los dirigentes del MSI, a los del “Fronte Nazionale” [manípulo golpista de J.V. Borghese, NdT] y de “Ordine Nuovo” bajo el mando de los servicios de seguridad empeñados en realizar los planes del frente político antifascista y anticomunista representado por el presidente de la República, Giuseppe Saragat.
Verdad que es difícil que triunfe cuando se tienen delante dos Italias que a ésta [verdad] se enfrentan y que, en plaza Fontana, en Milán, el pasado 12 de diciembre se han evidenciado nítidamente: la una, que tiene una sincera ansia de verdad pero que la niega desde el momento en que insiste en el rechazo a asumir que las masacres y el “terrorismo negro” llevan el sello del antifascismo de Estado y del régimen; y la otra, que se exhibe en las conmemoraciones prometiendo de forma ritual que el Estado no cejará nunca en buscar la verdad por respeto a las víctimas del “terrorismo”, obviamente “negro”.
A nuestro modo de entender, podría haber existido una tercera Italia, la de aquellos que han sido víctimas del terrorismo de Estado, pero, así como lo muertos no hablan, sus familiares vivos han elegido formar parte del Estado asesino y masacrador fingiendo creer que gracias a él y a su judicatura podrán ser sacadas a la luz las pequeñas verdades relativas a los ejecutores materiales de los atentados.
Aun cuando se obtuvieran los nombres (y algunos se tienen) y algunas condenas, sería hipócrita clamar el haber logrado justicia y verdad, porque los responsables son los mismos que oficialmente les sostienen y les apoyan: Se sientan en el Parlamento italiano, dirigen los órganos del Estado que comanda a los servicios de seguridad, del Estado mayor de la defensa, de la OTAN, etcétera.
Son los mismos que, todavía hoy, encubren a F.G. Freda, Pino Rauti, Stefano delle Chiaie y a sus amigos y compadres, porque el Estado no puede permitirse abandonar a su destino a los organizadores y ejecutores materiales de los atentados más sangrientos.
El Estado y el régimen, junto al poder mediático y judicial, emprende y libra una sola batalla: la de encubrir la verdad incluso mediante el linchamiento moral y físico de quien dice la verdad sin segundas intenciones.
No es casual que para este linchamiento se hayan prestado incluso los familiares de las víctimas de las masacres.
El actual presidente de la República, Giorgio Napolitano, formaba parte de la dirección nacional del Partido comunista en diciembre de 1969, pero nunca ha dicho nada sobre lo que los líderes comunistas de entonces, vinculados a los servicios secretos soviéticos y por tanto capaces de acceder a informaciones valiosas e trascendentales, han tenido conocimiento.
Giorgio Napolitano pertenecía a la cúpula dirigente del Partido comunista cuando Enrico Berlinguer, GianCarlo Pajetta y Paolo Bufalini fueron informados de que los masacradores vénetos habían preparado un atentado contra Mariano Rumor el 17 de mayo de 1973.
El Partido comunista no hizo nada para impedir aquel atentado. Hizo algo peor: desvió las investigaciones ocultando lo que sabía y garantizando la impunidad a los jefes y superiores de Gianfranco Bertoli [asesino a sueldo, falso anarquista, confidente de Estado, y agente israelí; vinculado a la red Gladio, NdT]
Ciertamente, no existen elementos de prueba que demuestren que Giorgio Napolitano hubiera conocido los arcanos de esa masacre antes de que sucediera y posteriormente, pero no es una coincidencia que él haya evitado encontrarse con los familiares de las víctimas de la masacre.
Cuando en 2008, el 17 de mayo, se reunió en el patio de la Comisaría de Milán con Gemma Calabresi para entregarle la medalla de oro en memoria del marido, el comisario de policía Luigi Calabresi, la ceremonia en recuerdo de las víctimas de la masacre cometida por el confidente del SID Gianfranco Bertoli la hizo posponer a la tarde, demostrando que para él existen muertos de clase “A” y de clase “B”.
No se ha reunido con ellos, no les ha pedido perdón en nombre de sus compañeros de partido que no habían detenido la mano asesina, y que después había ocultado siempre la verdad que conocían perfectamente. ¿Y sería éste el hombre, el político, el presidente de la República que promueve el triunfo de la verdad sobre plaza Fontana? Ha sido ministro de Interior y a los que se habían ilusionado con que un comunista pudiera hacer por la verdad lo que los ministros democristianos no hicieron nunca, Giorgio Napolitano les objeta: “No estoy para abrir aramarios”.
Es natural que le hayan hecho precisamente a él presidente de la República. Así pues, larga será todavía la batalla para alcanzar la verdad sobre el terrorismo de Estado, travestido de “terrorismo negro”, porque está en juego la supervivencia misma del régimen, la solidez de sus alianzas internacionales con los Estados Unidos, la OTAN e Israel.
Hemos afirmado siempre que la auténtica cuestión moral de Italia es justamente la concerniente a los llamados años de plomo y al papel asumido en ellos por el Estado y por el régimen.
Lo reiteramos, de nuevo, una vez más.



Vincenzo Vinciguerra, Opera 14 diciembre 2009

Vincenzo VINCIGUERRA: "LA POLÍTICA DE LOS SIERVOS"

Vincenzo VINCIGUERRA: "LA POLÍTICA DE LOS SIERVOS" Nadie pone en duda el nivel cultural de Julius Evola, el valor de algunas de sus obras, pero precisamente su amplísima erudición lo arroja al banquillo de los acusados en el proceso que la historia interpondrá contra todos los que, aun proclamándose herederos del fascismo, incluso con las reservas expresadas por el mismo Evola, en vez de liderar un combate político orientado a restituir a Italia la libertad y la soberanía que se perdieron con la derrota militar y el armisticio del 8 de septiembre de 1943, han hecho un combate de signo contrario, que ha terminado sometiendo cada vez más a Italia a la potencia hegemónica y a sus aliados.

No se puede separar la responsabilidad de Evola de la de los Almirante, de los Michelini, de los Borghese, de los Marsanich, por la sola razón de que estos estaban comprometidos en la vida política activa y él era el intelectual del grupo.
Evola asume las características de un ideólogo, por lo tanto tiene idéntica si no mayor responsabilidad en lo que ha sido la lenta, sistemática, mistificación de la historia y de las ideas del fascismo para uso y consumo del régimen y del Estado antifascistas.

Evola tiene también la culpa de haber creado la ilusión de que el Estado fuera algo distinto y separado del régimen político, hasta el punto de anhelar, incluso, la creación de “fuerzas a disposición” que integrar en las estructuras secretas del Estado con objeto de hacer frente a un peligro del que el tratado de Yalta ha excluido siempre a Italia.

Para el agente del Sifar [Inteligencia militar], después Sid, después Sismi [Inteligencia civil], etc. Giuseppe Rauti, alias “Pino”, para todos los que como él han pensado “combatir” al comunismo ingresando en las estructuras secretas del Estado no EN uniforme de oficiales sino en calidad de confidentes e informantes y de mano de obra para las operaciones sucias, la coartada la ha suministrado también Julius Evola.
El infecto y vulgar ataque de Julius Evola contra Giorgio Pini en la primavera de 1971 está originado y motivado en el hecho de que la Federación nacional de combatientes de la RSI, de la cual Pini era presidente, había sido la única organización en denunciar, antes de que esta se activase la operación de diciembre de 1969 [plaza Fontana] y, posteriormente, la intentona golpista de diciembre de 1970 [“golpe Borghese”].

Evola expresa el odio y el rencor de un ambiente que fingía creer que la instauración de un “Estado fuerte” contra el comunismo podría representar la solución para todos los males de Italia.

En la denuncia de la Federación nacional de combatientes de la RSI, en noviembre de 1969, sobre la preparación de un “golpe de Estado reaccionario” y su llamamiento a no apoyarlo, y en la reiterada petición de Julius Evola de ponerse a disposición del Estado mayor de la Defensa y de las Fuerzas armadas del Estado antifascista, se encuentra la contraposición neta entre dos mundos y dos elecciones que los escritos de Evola no pueden ni deben borrar.
Si Italia ha sufrido episodios sangrientos como la masacre de plaza Fontana se lo debe la antifascismo en el poder y a los “evolianos” como Rauti que, con la bendición del “maestro”, se habían encuadrado en los organismos secretos del Estado.

Hoy que, finalmente, un personaje como el general Gianadelio Maletti, ex responsable del Departamento “D” (seguridad interna) del Sid reconoce que Ordine Nuovo era una estructura dependiente del servicio secreto militar, las exhortaciones de Julius Evola se convierten en pruebas de cargo contra él que sus libros no podrán borrar jamás.

Italia deberá reconocer, algún día, que si en el verano de 1969, quien lanzó la alarma sobre un hipotético golpe de Estado conservador fue el editor Giangiacomo Feltrinelli, pocos meses más tarde lo hicieron los veteranos de la República social italiana, fascistas sin adjetivos o entre comillas.

La culpa es de quien hizo caer en el vacío aquella advertencia, primero, y lo ha ignorado siempre por no querer admitir que contra la estrategia de las masacres se oponían los fascistas, mientras que los otros, los cómplices de los “coroneles” eran solo los siervos del antifascismo, instrumentalmente disfrazados de “nazis” y cosas parecidas.

Y será nuevamente la Federación nacional de combatientes de la RSI quien destape el venidero “golpe”[en español, en el original] del 7/8 de diciembre de 1970, dirigido por Junio Valerio Borghese con la anuencia y la bendición de los Estados Unidos y de Israel.

Sí, precisamente Israel había garantizado el inmediato reconocimiento diplomático del gobierno que habría surgido del “golpe” [sic] de la “noche de la Inmaculada”, confirmando que de fascista aquella intentona no tenia absolutamente nada.

La solicitud hacia el ámbito militar mostrada por Julius Evola es simplemente grotesca. Si fuerza nacional alguna ha traicionado todo deber y a la Patria, éstas han sido precisamente las Fuerzas armadas italianas cuyos mandos, el 8 de septiembre de 1943, tuvieron como única preocupación escapar como conejos y, finalizada la guerra, evitar a toda costa ser extraditados a países como Yugoslavia, Grecia, Albania, Unión soviética, donde les esperaba la corbata de cuerda y, con suerte, un pelotón de ejecución.

No sabemos aún cuál fue el precio que las jerarquías militares pagaron por salvar su vida, pero sabemos que, en esta País, si existe una fuerza descartable para retornar a la soberanía nacional y la libertad estas son precisamente las Fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad del Estado que sobre la “doble lealtad” a Italia y a la OTAN ponen el énfasis sobre ésta que, solo ella, garantiza sueldos y carrera.

Cuando Julius Evola desvariaba sobre los “paracas”, la Brigada “Folgore” estaba comandada por Alberto Li Gobbi, medalla al valor militar de la Resistencia, miembro de la red de espionaje “Franchi” dirigida por Edgardo Sogno, cuyo hermano Aldo será ejecutado por los alemanes.

¿Debería ser el general Li Gobbi, en nombre y en memoria de su hermano, el que pusiera en el gobierno a los “fascistas” tipo Borghese y tipo Rauti?

Italia es tierra de cultura. Mucho son los italianos que, durante siglos, han brillado por su ingenio pero ¿cuánto de ellos han puesto su inteligencia al servicio de una causa justa y cuántos, al contrario, se han servido de ella para lograr metas personales, adulando al poderoso de turno, por razones en ningún caso nobles?

En efecto, Julius Evola ha sido un hombre un hombre de ingenio que hubiera sido respetable si se hubiese dedicado tan solo a sus estudios.
No lo ha hecho. Ha descendido al terreno político con la misión de convencer a los jóvenes que, acabada la experiencia del fascismo, la estrella polar era el Estado que, sin embargo, es una máquina burocrática que adopta el color de quien la dirige. Y desde el 25 de abril de 1945 en Italia manda el antifascismo en todas sus formas, por consiguiente ha hecho mucho por poner a los jóvenes a disposición del Estado al que no han servido como antifascistas, sino como “fascistas” porque al régimen, del cual el Estado es servidor, le era útil para crear la leyenda de los “extremismos opuestos”: el “nazi” Rauti, por un lado, el “compañero” Sofri [lider de la extrema izquierda], por el otro.

Hoy sabemos que Rauti era un soplón y que el comisario Umberto Federico D´Amato, director del servicio secreto civil, le proponía a Sofri (¿quién sabe por qué precisamente a él?) asesinar a los compañeros de los Nap [Núcleos armados proletarios]

La distinción entre el Estado y el régimen, contrapuesto el primero al segundo, es falsa. ¿Podía ignorarlo un hombre de tan elevada cultura como Julius Evola?

Lo sabía, y ha mentido y engañado conscientemente a cuántos, jóvenes, creían en él, que por lo demás, quede claro, tanto bueno han aprendido de las enseñanzas del “maestro” que el único evoliano que permanecerá en las crónicas italianas es Angelo Izzo (*), ante el cual se han inclinado tantos admiradores del “maestro” reconociendo en él al “espíritu libre” de evoliana inspiración.
Hermann Goering tenía razón.


Vincenzo Vinciguerra, Opera 17 diciembre 2009

(*) Cf. Vinciguerra,“Los fascistas del antifascismo”: http://antagonistas.blogia.com/2008/121101-vincenzo-vinciguerra.php

"FASCISMO Y ANTIFASCISMO", por Vincenzo Vinciguerra

"FASCISMO Y ANTIFASCISMO", por Vincenzo Vinciguerra FUENTE: www.marielenagrill.org
Trad: A.B.A.

Todavía hoy, se tienden en general a establecer una línea de continuidad entre lo que fue el fascismo, como ideología, y el neofascismo postbélico que nunca tuvo ideología alguna.
Nadie ha querido contrastar el fascismo con lo que se ha presentado como su heredero, ese mundo que ha tenido como protagonista al Movimiento social italiano y, de grado en grado, todos los grupos a él vinculados y de él dependientes.
Todos, o casi, se han contentado con los símbolos externos (el saludo romano, la camisa negra, el retrato de Benito Mussolini) y las palabras instrumentales de los dirigentes missinos para afirmar la existencia de una línea de continuidad entre el fascismo y el mundo político agrupado en -y en torno al- Movimiento social italiano.
Ciertamente, una continuidad existe, pero no es ideológica y, mucho menos, ideal y política. El Movimiento social italiano y los grupos afines han encarnado esa clase dirigente del régimen fascista que en el fascismo no han visto nunca una “revolución” sino solamente un instrumento al servicio de la monarquía saboyana, una “facción” cuya utilidad para la causa de los Saboya, de la alta finanza, de la gran industria, de la Iglesia católica disminuye en 1938, cuando Benito Mussolini se alía con la Alemania nacionalsocialista y aprueba las leyes raciales.
Es esa clase dirigente la que, desde ese momento, comienza a trabajar por la destrucción del fascismo a conseguir incluso mediante la derrota militar de Italia durante la guerra y cuya obra maestra se coronará el 25 de julio de 1943, paso previo para la muerte de la Nación verificada con fecha del 8 de septiembre de 1943 [NdT.- Día del armisticio unilateral firmado por el Reino de Italia ante los aliados]
El Movimiento social italiano, cuyo nombre y símbolo son trasuntos de un partido francés homónimo, representa en la posguerra a cuantos pretendieron usar el fascismo como medio utilitario, para sacrificarlo después ignorando que con ello inmolaban en el altar de la historia a todo un País.
Arturo Michelini, Giorgio Almirante, Augusto De Marsanich, fueron los herederos de Dino Grandi, Giuseppe Bottai, Luigi Federzoni, Galeazzo Ciano, de los hombres del 25 de julio de 1943, de aquellos traidores al fascismo, del cual habían sido los primeros y más implacables beneficiarios.
Nace de aquí un equívoco que aun hoy nadie tiene interés en esclarecer, puesto que sacarse de la manga la existencia de fascistas en activo continua siendo rentable a todas las fuerzas políticas y a las comunidades judías que tiene siempre a su disposición el peligro de un resurgimiento antisemita al que denunciar.
El partido que se ha presentado como heredero, nada menos, del fascismo republicano ha contado entre sus parlamentarios a Giovanni De Lorenzo, ex director del Sifar [Inteligencia militar] y medalla de plata al valor militar de la Resistencia y, como presidente también a Alfredo Covelli, jefe de gabinete del ministro liberal De Caro durante el primer gobierno Badoglio.
Los presuntos nazifascistas de Avanguardia nazionale, en 1976, contrataron para su defensa al abogado Alfredo De Marsico, ex ministro de Gracia y Justicia durante el Ventennio fascista, pero protagonista durante el 25 de julio de 1943 cuando votó a favor del orden del día de Grandi y, por esta razón, condenado a muerte en ausencia por el Tribunal especial extraordinario de Verona en junio de 1944.
Son solo algunos ejemplos entre tantos que podrían citarse pero suficientes dada la brevedad de este artículo, que confirman la denuncia, tantas veces verificada en los últimos veinticinco años, de una falsificación y mistificación históricas que pretende que el fascismo sobrevivió al 25 de abril de 1945 como fuerza política.
No es cierto. Lo prueba un ejemplo procedente de la prosa, ciertamente esquelética, de un beneficiario del fascismo y, posteriormente, del antifascismo como Julius Evola que, en 1971, se sentía lo bastante fuerte como para atacar directamente al presidente de la Federación nacional de combatientes de la RSI, Giorgio Pini.
La comparación entre los dos hombres no es de recibo. Frente a un intelectual sin ideales se alza la figura de Giorgio Pini, combatiente, condecorado al Valor militar en la primera guerra mundial, redactor jefe de “Il Popolo d’Italia”, subsecretario de Interior en la Republica social italiana, con un hijo asesinado por los partisanos cuyos restos nunca le reintegrarán, desde siempre uno de los hombres más próximos a Benito Mussolini.
No hay comparación entre el fascista Giorgio Pini que había abandonado el MSI en 1952, cuando comprendió que el partido no había representado más que una copia desvaída y grotesca de una Democracia cristiana pasada de moda, y el no-fascista Julius Evola.
Y sin embargo, el miserable Evola, en la primavera de de 1971, en el “Conciliatore”, bajo el epígrafe “Un mito y una fuerza para la Derecha”, critica en un artículo a Giorgio Pini por haber escrito en el boletín de la FNCRSI que “los combatientes republicanos sociales rechazan el fanático occidentalismo de derecha que llega hasta la exaltación servil de Nixon, los bombardeos de Vietnam, el no-reconocimiento de China por parte de Italia. Condenamos –proseguía Pini- toda identificación con los regímenes militares y liberticidas de los coroneles griegos, de Franco verdugo de la noble Falange de José Antonio Primo de Rivera, del régimen toscamente conservador, clasista y colonialista de Lisboa, de los racistas de Sudáfrica y de Rodhesia. Son absurdas e incívicas las simpatías por los mercenarios de la Legión extranjera, herramientas fallidas contra la independencia indochina y argelina.”
El comentario de Evola está en línea con la ausencia de ideas y de ideales del personaje: “Parece en verdad que leemos la prosa de marca comunista más desaliñada y mistificadora, con sus fórmulas estereotipadas carentes de peso, sin ningún elemento original”.
He aquí el fascismo y el neo-fascismo frente a frente: de un lado aquellos que han optado, en la posguerra, por el deber de continuar su batalla ideal contra el capitalismo y el imperialismo norteamericano y acólitos; por el otro, aquellos que han elegido someterse a los vencedores de la Segunda guerra mundial bajo el cómico pretexto de que el único, verdadero enemigo era el comunismo internacional.
Para los fascistas, la fuerza destructora de la civilización es el capitalismo del cual los Estados Unidos son la expresión política y la fuerza armada, no la Rusia soviética y el comunismo.
Berto Ricci, Niccolò Giani, el mismo Benito Mussolini jamás han visto en los Estados Unidos el ancla de salvación de la civilización europea amenazada por las “hordas bolcheviques”. Antes al contrario, será el propio Mussolini quien declare que los fascistas deberían entrar en el Psiup [Partido socialista italiano de Unidad proletaria], al final de la guerra, para enfrentarse a esa burguesía que había sido “la ruina de Italia”.
Precisamente Berto Ricci muere en Africa, Niccolò Giani en Albania, Mussolini en Giulino di Mezzegra, millares de fascistas caen por doquier, Julius Evola no, él vive y vive bien, alineándose de inmediato con un Estado que no tenía legitimidad pues se había levantado sobre una derrota militar y se había impuesto por los vendedores con las fuerzas de las armas.
Problema que la derecha nunca se planteó, porque había trabajado también ella a favor de la derrota militar de Italia y, por consiguiente, reclamaba el puesto y el galardón que creía haber merecido.
No por casualidad, mientras los hombres de la “Decima Mas” [Unidad de élite de la Marina de Guerra italiana comandada por J.V. Borghese, NdT.] combatieron hasta la última bala en el cuartel “Monte Grappa” de Turín contra el asedio de los partisanos y que, luego, tras agotar su munición, fueron todos pasados por las armas -auxiliares incluidos-, Junio Valerio Borghese escapaba a Roma, bajo uniforme americano, escoltado por James Jesus Angleton y Umberto D´Amato y, mediados los años 50, solicitaba su rehabilitación para poder reingresar en las filas de la Marina.
Opciones que califican a los hombres que las asumen. Evola, en su respuesta a Pini, defiende a la Alianza Atlántica que considera una “necesidad”, cuando al contrario es el instrumento con el cual los Estados Unidos han sometido Europa convertida en destacamento avanzado de su seguridad nacional.
En cuanto a Italia, el miserable Evola ignoraba, quizás, que había había jugado con cartas marcadas para lograr su adhesión, algo que los Estados Unidos rechazaban accediendo, finalmente, a las peticiones de Francia y de la masonería, de la cual el entonces ministro de Exteriores Carlo Sforza era alto dignatario.
“Cosa de risa”, escribe Evola que, ni que decir tiene, está a favor de los bombardeos de Vietnam del norte, que ve en el general Francisco Franco a un seguidor de José Antonio, cuando, viceversa, fue su verdugo. Porque fue Franco el que impidió a los alemanes liberar al fundador de la Falange española de la cárcel de Alicante, y fue siempre el clerical Franco el que persiguió a los falangistas que no veían en él más que la quintaesencia del conservadurismo y la reacción más obtusas.
El miserable Evola utiliza, con la desenvoltura propia de los hombres de derechas, las armas de la mentira y de la calumnia contra Giorgio Pini, culpable a sus ojos de representar al fascismo que creía combatir verdaderamente la guerra de la “sangre contra el oro” y que, finalizada la guerra, no pensaba que debía ponerse al lado de los bancos y las sinagogas en nombre del oportunismo y las conveniencias.
No, Pini y muchos otros, han seguido siendo lo que siempre fueron, y han continuado viendo en los Estados Unidos y en el capitalismo al enemigo a combatir con objeto de impedirle completar su obra de destrucción de Europa iniciada con la Segunda guerra mundial.
Si Italia es hoy una pocilga no se lo debe a las “hordas bolcheviques” consideradas como una amenaza real y concreta por los pánfilos de derecha, sino al trabajo lento e implacable concebido por quien tiene todo el interés en borrar la civilización europea, su cultura, sus costumbres, sus tradiciones.
Demasiado difícil de captar para quienes no tienen ideas ni ideales, sino que plagian los del amo de turno.
En Veneto se dice “stura boton fora macaco” [más o menos: “tira del botón y sale el mono”, NdT], y los tontos útiles de la derecha funcionan igual. El que detenta el control del poder mediático lanza un slogan y los macacos lo repiten: ayer el peligro lo representaban las hordas tártaras y mogólicas, hoy es el Islam, mañana serán los chinos y así hasta que en el mundo se consolide el reino de Israel.
Evola ha sido un “macaco” entre otros tantos, pero no inocuo puesto que detrás del odio que manifiesta contra Giorgio Pini y contra la Federación nacional de combatientes de la RSI, se halla la denuncia que la FNCRSI realizó sobre el “golpe Borghese”, la única entidad política que tuvo el valor de hacerla publica, en enero de 1971, quebrando la conspiración de silencio del Estado y del régimen extendida alrededor de la última “empresa” de Junio Valerio Borghese por cuenta de Estados Unidos y de Israel y de sus amigos italianos, en la noche del 7 al 8 de diciembre de 1970.
Porque Julius Evola ha sido el teórico del alistamiento dentro de las estructuras secretas del Estado antifascista de los sedicentes neofascistas, como veremos en un próximo capítulo, desmintiendo así el argumento de un organismo político que agrupaba combatientes fascistas y no consintiendo [la FNCRSI, NdT] prestarse, ni mediante el silencio, a las sucias maniobras desarrolladas en esa época.
Fue siempre la FNCRSI la que denunció, en el mes de noviembre de 1969, la preparación de un golpe de Estado reaccionario en Italia y la que advirtió a los fascistas de que no tomaran parte.
Hechos imperdonables para quien, como Julius Evola, conspiraba desde hacía años a favor de la instauración en Italia de un régimen abiertamente reaccionario y conservador, sumiso a la voluntad del capitalismo y de la Iglesia católica, totalmente alineado con los Estados Unidos e Israel.
Un régimen como el actual, para entendernos, que ha hecho de Italia la pocilga de Europa y el hazmerreir del mundo, pero siempre presto a acatar las ordenes provenientes de Washington y de Jerusalén, tal como habrían deseado los Evola y los Almirante, cuya herencia ha sido recogida, defendida y propagada por sus discípulos menos cultivados, menos preparados, menos astutos que sus maestros, pero siempre dispuestos a combatir (es un decir) contra los enemigos que quien “aprieta el botón” les señala, como se adiestra a siervos que no son nada diferentes de los Evola, los Borghese y de sus secuaces.


Vincenzo Vinciguerra, Opera 4 diciembre 2009