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PROYECTO M –20 "NUESTRAS BASES" (III)

PROYECTO M –20 "NUESTRAS BASES" (III)


ANÁLISIS ÁMBITO ESTATAL


 El Régimen constitucional

 

(a) La función del Rey

 

Solemos escuchar la queja que el Rey «no sirve para nada», y que recibe de las arcas públicas un dinero que no se gana. Esta protesta vulgar indica ceguera o pereza mental. Para nosotros, el Rey ha demostrado, en momentos oportunos, que la Monarquía sí sirve, y lo que cobra de los presu­puestos del Estado no es mucho para los beneficios que ocasiona a los intereses que debe cuidar.

 

El Rey garantizó de forma ejemplar el tránsito de los españoles de la dictadura despolitizadoraa la democracia desnacionalizadora. Gracias a su intervención se evitó una ruptura peligrosa para los intereses de la oligarquía económica española. Gracias a su habilidad se logró conjurar la amenaza de un movimiento desestabilizador, del signo que fuera, que diera al traste el mon­taje del nuevo Ré­gimen político asentado en la casta de los partidos y «autonomías» regionales.

 

Fue gracias al Rey como se pudo entregar un territorio español, y unos españoles, al despotismo cleptocrático y asesino del Régimen alauita. Gracias al Rey la «joven democracia» española aceptó que algunos hasta entonces ciudadanos del Reino fueran secuestrados, torturados y desapareci­dos en «guantánamos» de su «hermano mayor» Hassan II. La «modélica transición» pudo asumir la carga de dejar abandonados antiguos ciudadanos del Reino gracias al Rey Juan Carlos I.

 

Fue también gracias al Rey, como el Ejército y las F.O.P. aceptaron, aún a regañadientes, el papel momentáneo de «poco fiables», a quienes el propio poder político hizo sospechosas de «ruido de sables» para asustar a las fuerzas que aún planteaban la ruptura con lo heredado del franquismo. Uno de los «poderes fácticos» del Régimen anterior debía ser despreciado ysemisacrificado en la transición para servir de pararrayos y dejar intacto el prestigio y los intereses de los demás, Y qué mejor para tal sacrificio que el signo del poder más visible de la dictadura (Franco era un militar) y más a causa de la historia reciente de la nación, donde el Ejército y las F.O.P. fueron, junto a cierto sector político, los más comprometidos con la represión comportándose como tropas de ocupación. Cuando ciertos militares se hartaron de cumplir ese papel, sintiéndose patos de feria que tiraban al vertedero cuando eran abatidos (en los años de más asesinatos etarras y funerales vergonzantes) y trataron de torcer ese camino con la doble intentona del 23-F de 1981 («Golpe duro» del General Rojas o «Golpe de Timón» del General Armada) el Rey manejó las opciones. Al final, tras estropear el «loco» de Tejero la maniobra «salvadora» de Armada, fue el Rey quien decidió asegurar el rum­bo más conveniente para los intereses de la cupulocracia política y los poderes económicos.

 

Gracias a su papel de «figura histórica» y «mejor embajador de España», el Rey ha logrado que gentes de antiguas colonias se alisten hoy en sus ejércitos profesionales y mueran defendiendo los intereses del Reino. Las leyes de extranjería que él firma han facilitado esta tarea.

 

Si el Rey ha amasado una gran fortuna gracias a los manejos de varios amigos reales, y también a cierto préstamo de las monarquías árabes nunca pagado, es porque un monarca parlamentario no puede ser un monarca pobre si debe ejercer su papel con eficacia. Por ello no podemos decir que el Rey no sirve para nada o que cobra mucho.

 

(b) La Monarquía del Gran Partido de la Burguesía

 

Formal y jurídicamente, el Régimen que tenemos no es ninguna expresión política de estamentos vasallos del Rey, ni tiene que ver con un despotismo ilustrado. Las supuestas críticas que preten­den desacreditar esta Monarquía acudiendo a imágenes anacrónicas son una estafa. Quien ataca formas del pasado ha de ser descalificado por «combatir» con fantasmas, en lugar de hacerlo con­tra el poder real actual. Este Régimen es un estado moderno de derecho y es oficialmente una Mo­narquía Constitucional y Parlamentaria. Y basta un vistazo para comprobar que tenemos una Mo­narquía de Partidos, pues son las cúpulas de éstos quienes determinan, en listas cerradas, los miembros de los Parlamentos nacional y regionales, debido tanto a la ley electoral (aprobada antes de las primeras elecciones) como al funcionamiento interno de los partidos, pero, sobre todo, por causa del poderoso cinturón mediático que los respalda y encubre.

 

Esta Monarquía de Partidos ha sostenido e implementado los equilibrios oligárquicos político-eco­nómicos de la Dictadura, haciéndolos converger con nuevas minorías burguesas ascendentes, tan­to de las regiones del interior como de las regiones periféricas, que ejercieron una muy leve y sola­pada opo­sición antifranquista. Otro vistazo, menos simple quizás pero no menos claro, demuestra que los partidos del Régimen (PP, PSOE y neofeudalistas) han representado siempre al bloque oli­gárquico-bur­gués de unas y otras regiones. Por eso la llamamos también Monarquía del Gran Parti­do de la Alta Burguesía. Tras más de siete lustros de despolitización de la Dictadura fran­quista han venido siete lustros de desnacionalización de la Monarquía juancarlista, dos procesos exigidos por la Alta Bur­guesía. El nuevo Régimen es, también en esto, heredero natural del anterior.

 

El bloque oligárquico-burgués que domina España ha logrado mantener su implacable proceso de acumulación ingente de capital durante estos siete lustros de «Democracia» sin mucho sobresalto, no sólo debido a los servicios de su «Partido Único con varias siglas», sino gracias a la figura del Rey y a sus intervenciones. Cierto es que sería lógico que el Rey cobrase de los Consejos de Ad­ministración del Banco Santander, BBVA, Endesa, Telefónica, La Caixa o Acciona, pero ¿Acaso no son los bancos los que financian al Gran Partido de la Burguesía indirectamente, a través de las deudas que los partidos tienen con ellos y cuyos cobros son aplazados indefinidamente?

 

En esta Gran Recesión iniciada en 2007, el bloque oligárquico-burgués pasa por dificultades ma­yores. Ciertos portavoces patronales andan temerosos pues, si bien es cierto que les conviene un alto número de parados, la lista de desempleados es enorme, y prevén algunas revueltas cuando falle la «economía sumergida». Los continuos engaños políticos, los casos de corrupción, así como las disputas entre las tenazas estatales del Gran Partido de la Burguesía, han desacreditado a la clase política. Al igual que ocurre en otros países, el descrédito es mayor para la tenaza «progre» por sus «recortazos» para salir de la deuda soberana. Además, como la mejor forma que encuentra cada tenaza del Gran Partido de la Burguesía (PP y PSOE, tan de acuerdo en lo sustancial), para mantener el afecto de sus acólitos no pagados, es acusar a la otra punta de tenaza de ser aún peor que ella, tal cálculo cortoplacista está perjudicando la imagen y el funcionamiento «normal» de las instituciones. Así pues, el bloque oligárquico-burgués no puede contar tanto con su «Partido Único» estatal para afrontar los sobresaltos de esta crisis estructural del Capitalismo. Por eso el Rey cobra un protagonismo que hubiera sido impropio en otra legislatura de estos «Treinta Años de Democra­cia», convirtiéndose en impulsor de nuevos «Pactos de la Moncloa».

 

Que nadie diga que la Monarquía del Gran Partido de la Burguesía no sirve para nada y cuesta mucho. Cuando empiezan a fallar las cúpulas del Gran Partido, atrapadas en sus querellas propias e intereses inmediatos, el monarca interviene sirviendo a quien tiene que servir. El problema es que la Dinastía sirve a los intereses de los menos, en vez de a las necesidades de la nación, los más. Nuestra tarea es denunciarla por estar al servicio de los intereses antinacionales y antipopulares de la oligarquía altoburguesa, y no del bien común de los españoles. Es imperativo rechazar la crítica fácil, la que, por interés o desidia, esconde el papel fundamental del Rey apelando a la envidia del vulgo necio, el mismo al que, en otras jornadas, se le cae la baba ante la fanfarria monárquica.

 

II El Estado de las Autonomías

 

Más que el sistema de partidos, una de las principales «novedades» del Régimen Político ha sido la reorganización territorial del Estado Monárquico. Novedad relativa pues el «estado de las autono­mías» ya se ensayó anteriormente con poco éxito y muchos problemas. Fue durante la II República, que no fue una Republica Federal ni un modelo confederal.

 

(a) La ligazón entre la Monarquía de Partidos y el Estado (multi) Autonómico

 

Entendemos que estado autonómico y Monarquía del Gran Partido de la Burguesía están íntima­mente ligados pues corresponden al modo y manera en que se realizó el reparto del «pastel» de­mocrático-constitucional, a través del «Consenso» entre tardofranquistas, post-republicanos y na­cionalistas. De la misma forma que se pactó el control del mundo laboral, la sumisión de la clase obrera, la desarticulación de los movimientos sociales, el «pasotismo» de la juventud, las ayudas a la prensa del Régimen y el desmantelamiento de la industria pesada, se pactó el neofeudalismo po­lítico-financiero como instrumento de los «barones» regionales de los «partidos nacionales» y los «para-estados de bolsillo» con «derechos históricos» o «hechos diferenciales».

 

Por ello vemos que no puede separarse el Estado de las Autonomías de la Monarquía Parlamen­taria juancarlista, ni éstos del Partido Único del bloque oligárquico-burgués que domina Espa­ña.

 

 

(b) Las Incompetencias autonómicas

 

Lo más llamativo del Estado de la Autonomías es su carácter abiertamente asimétrico que contra­dice las aspiraciones universales de igualdad que proclama la Democracia. Asimismo es muy lla­mativo que, en siete lustros de juancarlismo, aún no se hayan fijado las competencias que tendrán las administraciones autonómicas y cuáles serán las áreas reservadas a la dirección central del Es­tado. Pero no sólo no se terminan de establecer sino que, encima, los impulsores de cada nueva reestructuración advierten que la última que llevan a cabo es temporal. España va de «Perestroika» a «Perestroika» territorial cada poco tiempo. La constante histórica del Estado de las Autonomías es la misma que la del capitalismo y la del imperialismo: nadie le pide cuentas de resultados por lo que ha hecho, y sólo sabe responder para «seguir en marcha» huyendo siempre hacia adelante.

 

Más que sobre competencias autonómicas hay que hablar de incompetencias. Los partidos y diri­gentes locales tienen por costumbre no responder sobre lo que han hecho, o sobre lo que van a ha­cer con los medios y recursos de que disponen, es decir, con las competencias que tienen, sino que se dedican a reclamar más transferencias del Poder central. En ciertos casos, hemos visto que los poderes locales han instado al Gobierno central a transferir ciertas competencias, advirtiendo, en pleno «Estado de Derecho», que si no eran transferidas las asumirían por su cuenta. Pero en esas ocasiones reclamaban asuntos competenciales que figuraban en los estatutos autonómi­cos, es decir, que habían tenido el visto bueno o habían sido pactados previamente con el gobierno de la nación. Eso indica que los problemas derivados por las disputas de transferencias a los pode­res autonómicos han sido creados principalmente por el gobierno de la nación y las Cortes Generales.

 

Si se considera, por caso, que la cesión de materias como la Seguridad Social supone una quie­bra del sistema de caja única (y efectivamente lo es) y una significativa fractura interterritorial (que, pese a todo, se halla bien lejos de la infame fractura social entre rentas altas y rentas populares), la situación es muy grave, pero no tanto por causa de las instancias regionales, sino por aquellos que cedieron en ese asunto. Por ello, si se pone en evidencia el disparate del modelo autonómico, los máximos culpables del desaguisado no son grupos de poder locales sino los «partidos nacionales», los poderes generales del Estado y los poderes fácticos que los asesoran. En esto se nota que la ensalzada transición tuvo también mucho de chapuza, de huida hacia adelante y de reparto del bo­tín llamado España. El Estado monárquico de las autonomías y del Gran Partido de la Burguesía se asentó gracias a la docilidad de un pueblo adocenado y atemorizado tras una dictadura donde im­peraba el miedo y la despolitización, y una mayoría acostumbrada a ver el mundo sólo a través de la televisión. Pero, sobre todo, se estableció gracias al reparto del «pastel» a través del «Consen­so» entre los grupos oligárquico-burgueses de las regiones del interior y de la periferia.

 

Concluimos que no hay problemas de competencias porque aquí lo que menos ha importado es ser competente en el servicio público. Hay un problema de incompetencias e irresponsabilidades con­tinuas por parte de los dirigentes políticos de entonces y de ahora, tanto a nivel general como regional, encubiertos por una prensa del Régimen «localizada», encargada de distraer y ocultar es­ta realidad a los ciudadanos. Por tanto, si uno de los objetivos anunciados era «acercar la adminis­tración a los problemas» de la población, ese fin ha sido un fracaso, o ha constituido una estafa.

 

(c) El Despilfarro autonómico

 

En España no ha existido una descentralización del Estado, descentralización que, por cierto, no era discutida por nadie. La existencia de duplicidades, redundancias y excesos de gasto de las tres Administraciones (en algunas regiones son cuatro) que interactúan en el territorio español así lo de­muestra. Se suponía que la Administración General del Estado debía suprimir sus órganos perifé­ricos para dejar vía libre a las administraciones regionales, reservándose para sí facultades de su­pervisión. Pero esto no es lo que ha ocurrido aquí.

 

Lo que ha existido es un reparto de poder y una recentralización con una multiplicación del gasto, doblando (o triplicando) las mismas ocupaciones en diecisiete espacios y ocasionando un derroche de recursos, no orientado a prestar mejores servicios a los pueblos de España, sino a mantener o aumentar parcelas de poder y, ante todo, de negocio. Tiene que caer una crisis como la del 29 para que algunas voces del propio Régimen empiecen a reconocer el despilfarro que conlleva el modelo. Pero esas voces no aceptan que las Autonomías van ligadas al Régimen, y que si los grandes par­tidos «nacionales» son responsables de los desmanes autonómicos por no supervisar el cumpli­miento de las normas del Estado, eso ha sido para comprar-mantener la «adhesión inquebrantable al Ré­gimen» de unas cupulocraciasy sus clientelas partidarias. Las normas importan muy poco.

 

 

(d) La Corrupción multiplicada y el «Independencierismo» autonómico

 

Vemos que los particularismos y egoísmos locales van de la mano de los particularismos y egoís­mos de la clase dominante. Y es lógico que clasismo y nacionalismo vayan juntos. El predominio de intereses particulares es consustancial al Sistema. Por tanto, es natural que los administradores de los intereses particulares de la Alta Burguesía agiten los egoísmos de las tierras y pueblos de Es­paña para mantenerse, o para desplazar a la competencia partidista, en las áreas de poder locales. Lo que ha hecho el «Estado de las Autonomías» es consolidar clases políticas locales inmersas en una España donde todas las opciones han acabado defendiendo el mismo modelo socio-económi­co e ideológico. Clases políticas locales cuyas facciones, no moviéndose más que por oportunismo, no tienen otra salida -para explicar su existencia, mantenerse o ganar posiciones- que la de promo­ver pasiones nacionaleras, los egoísmos particularistas y su propia insaciabilidad «competencial».

 

Así pues, las corrupciones autonómicas no se han instalado por la «naturaleza pecadora del hom­bre», o porque el «poder corrompa» u otra sandez dada por los voceros auxiliares del Régimen tra­tando de esconder las causas de la corrupción, sino porque desde el principio los poderes locales han servido a intereses y pasiones particularistas, por encima de sentidos de estado o bien común.

 

Por eso afirmamos que, excepto la «izquierda aberchale» vasca (utilizada durante años como un «sacude árboles» para que otros «recogieran las nueces»), incluso las listas llamadas «soberanis­tas» no son realmente independentistas sino «independencieras», en una España cuya soberanía está anulada por la Alianza Atlántica, Eurolandia y los «mercados de deuda». Agitar el victimismo y buscar pendencias con el poder central u otras regiones, no para afrontar los males y problemas del pueblo, sino para que las gentes y territorios que controlan lascupulocracias locales se sientan enfrentadas o antagónicas con otros pueblos y territorios del mismo estado, es la única salida que les queda a los neofeudalistas para mantener la adhesión de sus «vasallos». El neofeudalismo es independenciero y seguirá siempre siéndolo por una cuestión de pura supervivencia de casta.

 

Por tanto, concluimos que, si el propósito del «Estado de las Autonomías» era resolver el llamado «problema nacional», éste no sólo no ha sido resuelto sino que, incluso, se ha agravado. Pero no perdamos la perspectiva histórica: después de siete lustros de despolitización acometida por la Dic­tadura franquista, fase necesaria para domesticar al pueblo español, era preciso otro proceso para entregar España a la OTAN, a la Europa de los mercaderes y al capitalismo globalitario: la desna­cionalización del pueblo español. El«Independencierismo» ha sido el gran complemento «interior» para generar una masa sin conciencia nacional ni sentido de las solidaridades sociales, una masa su­mergida en la apatía más inmovilista, cuando no servil, dispuesta a corear «vivan las caenas».

 

Así, aunque pueda verse otra cosa, el Estado de las Autonomías / Monarquía del Gran Partido de la Burguesía no ha perdido un ápice de poder por más banderitas regionales broten a su sombra, multi­plicándose por sí mismo tantas veces como sea posible, dentro de una dinámicapolítica de represión y corrupción bajo la cobertura de los medios de manipulación de masas. Por más que aparezca com­partimentado, segmentado, parcelado y saturado, a causa de tanta atribución y redundancia de po­testades, transfererencias y asunciones arbitrarias administrativas, normativas, impositivas y presu­puesta­rias, con gobiernos y asambleas variopintas, el Estado Monárquico no ha cedido sus funcio­nes bá­sicas ante instancias del interior, ni su monopolio legal de la violencia ni su aparato bu­rocrá­tico-re­presivo, en ningún momento. Dado que no es un estado federal, las Autonomías son un mon­taje que ha propiciado un confederalismo asimétrico, arbitraria e intencionalmente previsto en función de inte­reses espurios y traspaso de corruptelas («competencias»), y un entramado clientelar que ha moder­nizado y legitimado la vieja política caciquil de casino y pucherazo. La retroalimenta­ción finan­ciera de los partidos a través de ayuntamientos y consejerias autonómicas demuestra bien el grado funcional de complicidad entre los neofeudalistas y los grandes partidos «nacionales» del Régimen.

 

El motivo de todos los ramalazos «soberanistas», agravios, pendencias entre regiones, derechos históricos y hechos diferenciales que azuzan y recrean los neofeudalistas, es que a las clases políti­cas regionales, para justificar la existencia de sus diversas siglas dentro del Partido Único de la Bur­guesía, no les queda otro recurso que la agitación de los egoísmos y pasiones particularistas en una masa despolitizada y desmovilizada sin conciencia nacional ni sentido social. Las reivindicaciones, «soberanistas» o regionalistas, son discursos igualmentefuncionales al proyecto «asimétrico-inte­gral» que determina el «diferencialismo» pequeño-burgués del Estado de las Autonomías. Para no­sotros, los nacionalismos representan la «Tenaza Periférica» del Régimen.

 

En conclusión: el Estado de las Autonomías no sólo no resuelve ningún problema, sino que supone un problema estructural que complica los problemas nacionales. Agrava, por ejemplo, la crisis actual.

 

16 comentarios

Explicación -

Cualquier grupo o individuo que no haga constar que sobera­nías, pueblos y culturas se encuentran bajo diversas formas de dominio capital-americano, debe ser automáticamente desautorizado como falso defensor de patrias soberanas o "tradiciones" cualquiera.
Los "sectores nacionales" (y no importa en que nivel quie­ran poner su "patria" o su "nación") que no estén dispuestos a reconocer que, hoy, lo prioritario, lo más importante de todo, es combatir la hegemonía imperialista y la tiranía de los mercados especulativos que niegan toda posibilidad de soberanía real, cualquier autonomía económica y alternativa cultural consistente a cualquier ámbito del planeta, son unos paya­sos y farsantes (unos más en el circo de payasos y farsantes) y más lacayos del "imperio" en esta sociedad vendida o entragada al mejor postor.

zuritum -

Por cierto, que decía Quijote. "cosa veredeis Sancho que hará hablar a los piedras".
Razón que las piedras pueden hablar pues ya hablaron. Ahora callan.
Os advierto que no está lejos el tiempo en que los pedruscos canten y lluevan billetes de 500 euros.

Braunau -

era una comparación "salvando las distancias", claro. jejeje. De la enajenación mental a la que llegan... por su puesto nada que ver con el Caballero del rocín y galgo corredor...

Nietzsche dixit -

El reino del "ultimo hombre" será el más largo de todos. La raza del pulgón o de la cucaracha humana es la más longeva....

Orientaciones al fantasma de Leónidas -


«Certificamos que la Civilización moderna Occidental HA MUERTO, aunque quien ocupa su lugar es una «criatura» suya: el Sistema Capitalista, ahora financiarista y globalitario.

Pero los mitos degra­dados en mitemas, las fórmulas vaciadas y los valores adulterados también cumplen una función y esto se comprueba cuando las instituciones de un Sistema tan economicista como éste utilizan, en su provecho, los residuos de la Civilización Occidental, incluyendo los vestigios religiosos.

En este sentido, actualmente, cumple un papel importante el paradigma «neocon», sustituto del paradigma «progre» (con el que comparte mucho más de lo que suelen reconocen unos y otros). El «neocon­servadurecimiento» resulta más apropiado para la actual fase de «solidificación» totalitaria del Sis­tema, solidificación incluso de la confusión, donde hasta el materialismo y utilitarismo im­perantes pre­sumen de unas «raíces» religiosas.

Pues para sostener el impulso del Globalitarismo y controlar unas sociedades instaladas en el escepticismo «confortable» y la resignación timorata, donde las instituciones son aceptadas socialmente únicamente por el miedo general al vacío o al «coco» de la propaganda, se sabe que el liberalismo puro no sirve, y que las propuestas imagina­das por el mun­dialismo socialdemócrata son irrealizables.




De la misma forma que el gran éxito del progresismo fue conformar decisivamente, durante una época, hasta la mentalidad de los sectores en un principio no identificados como progresistas, y del mismo modo que el gran triunfo de los nacionalismos fue que fuerzas, inicialmente no naciona­listas, hicieran suyos los parámetros nacionalistas, el pensamiento neoconservador está consi­guiendo que, incluso, sus supuestos enemigos asuman, de forma creciente, sus posiciones.

La apelación a valores tradi­cionales o supuestamente tradicionales cuando lo que se persigue son objetivos o ape­titos espu­rios ha sido siempre una característica dominante en las derechas. Era lógico esperar que tanto la derecha más liberal como la más conservadora e, incluso, la más reaccionaria, asumie­ran la visión del mundo neocon, pues esa mezcolanza de mesianismo y escepticismo cínico, de evolu­cionismo y conservadurismo, de ultraliberalismo y tradicionalismo, de populismo reactivo y de brutal voluntad de poder para oligarquías, era una oferta bastante oportuna para servir como marco co­mún de la «Alianza antiprogre» en unas sociedades del capitalismo avanzado tan desnaturalizadas.

Orientaciones a Aspartamo q no Spartano -

A ver si los «ninfocrísicos» dejan de consumir Aspartamo que les achicharra las neuronas y leen.

«Consideramos que vivimos en las sociedades llamadas «posmodernas», «he­rederas» del mundo «deconstruído» por la Civilización moderna Occi­den­tal.

Esta renombrada civilización, si hablamos con propiedad, NO EXISTE, aunque haya mucho «centinela de Occidente» «defendiéndola».

Existen sus criaturas, abandonadas en manos de unas oligarquías depredadoras, y existe el Sistema eco­nomi­cista que conviene a estas últimas: el Capitalista, también criatura de la misma civilización agotada.

Por ello, lo que se vive en estas so­ciedades posmodernas no es tanto una decadencia o crisis de va­lores y pun­tos de referencia, sino una situación de evasión-frenesí-supervivencia donde un cú­mulo de residuos de todo tipo (mitemas, fobias, rituales, frases, pro­ce­dimientos...) sobreviven co­mo inercias, formalismos o «cáscaras» de valores de una civilización QUE SE ACABÓ.

Lo de Spartano y Quijano -

No me compare usted, don Braunau, a un ser mezquino y alienado con el ingenioso hidalgo. Éste algo de alienado tenía también, pero de puro altruista e idealista, nada que ver con la mediocre identitontez que aquí nos ocupa...

Braunau -

Cuanta "cultura" la de Spartano... acaban peor que Don Alonso Quijano con tanta lectura de infokrisis, historias del fascismo, perezrevertianas, new-wave white power druiticas y artúricas...
Como está el patio, que dicen los castizos..
Salud y RST.

Explicación -

Esto es típico de los nacionaleros de todas las latitudes y de los identitarios en particular: no sólo te mezclan los planos (o más bien los reducen a uno) sino que te asocian, como semejantes, movimientos distintos e, incluso, contrapuestos entre sí.
Y lo asemejan por hechos tan simplones y pueriles como ser promovidos por gentes del mismo territorio, de la misma «raza», de la misma lengua o porque así le da la gana al que los relaciona.
Entre otras cosas, el mal llamado «Renacimiento» (tan falso como la pretendida «Reconquista») fue una reacción ante el tomismo, considerado una escuela propia de la Edad gótica de la que renegaban y querían enterrar. O eres tomista o eres renacentista. O con Toro Sentado o con el Séptimo de Cabellería. Son opuestos. Si los asocias, o no tienes ni puta idea, o estás vendiendo «souvenirs» para turistas o para una cuadrilla de tarados identitarios (valga la redundancia) tan empastillados que no son capaces de distinguir una O de un canuto.

La «Identidad» es un monstruo de Frankestein donde se injerta, en el engendro, cualquier cosa que les salga de los mondongos, y se le amputa todo lo que les salga de los mismos, según filias y fobias del «doktor» identitario. Por eso el potaje identitario apesta, en sí mismo, y porque, además, sirve para lo que sirve: otra coartada para ponerse del lado de los opresores y en contra de los oprimidos que luchan contra la opresión.

Lo semejante (II) -

Y por supuesto ignora la importancia de los eruditos arabomusulmanes en la Escuela de Traductores de Toledo. Sin ellos, o sin los comentarios a Aristóteles de Averroes, o sin la influencia de Avicena, no habría sido posible la “síntesis tomista” (aristotélica).

Lo semejante -

“lo semejante se reconoce en lo semejante” dice Spartano.

No obstante lo cual mete en el mismo saco la síntesis tomista y el Renacimiento, que fue en gran medida una reacción contra aquella.

La leche -

Que tendrá que ver la Suma Teológica con la NASA o el Mito de la Caverna con el Airbus. Es la hostia. O como diría Marinetti, que tendrá que ver la Victoria de Samotracia con un coche de carreras. O como diría mi padre, el culo con las témporas y la velocidad con el tocino. O como digo yo, la Batalla de las Termópilas con el consolador de fresa.

Síndrome de Diógenes. Se llama al impulso de los que acumulan basura en su casa porque no quieren desprenderse de todo lo que han tocado o probado. Las escorias de la historia las acumulan en su casa y a ese cúmulo de escoria les llama "IDENTIDAD".

Y defiende el Imperio Yanqui porque, a la postre, el Capitolio y la Casa Blanca tienen una arquitectura "greco-latina" y por eso los yanquis son de los "nuestros". Diarreas mentales y paridas verbales para justificar lo que siempre han sido: el brazo tonto de GLADIO.

Lo de Spartano -

El colmo de la alienación: es el típico producto del Imperio Yanki y no lo sabe, incluso piensa que es un europeo independiente... ¡pero ante todo defiende al Imperio Yanki! Esto es peor que el síndrome de Estocolmo, es el síndrome de Esto-es-el-colmo, a saber: a mí que me violen blanquitos (lo de Obama es accidente) no me parece mal, los blanquitos te violan pero no contaminan tu identidad, ¡eso es un buen polvo que acepto libremente!

Y se corre de gusto...

Va a ser verdad que la palabra correcta es identitontos.

Amaya -

Aqui el problema que hay son los moros,que son delincuentes,Como el que en Ibiza ha apuñalado a 12 personas que iban por la calle.Ese es el problema.La religion que les dice que van a ir al paraiso.5000 moros han llegado a Lampedusa,procedentes de Tunez,buen regalo para Berlusconi.

Toma ya -

Jo jo jo. Se ha retratado solo el Quinto Penoso. El pobre diablo no puede ni meterse en el baño porque le asalta la visión de bigotes otomanos saliendo de la ducha.
¡Mamá, que me violan los turcos!

Ni nosotros hubiéramos definido mejor a los residuos ultras, payasos de los caporales európidos del criminal-imperialismo y el sistema capitalista.

Ni hubiéramos evidenciado mejor la patética catatata de memeces identitontas (los viajes a la Luna, la filosofía platónica, la síntesis tomista, el Renacimiento y las cruzadas, la Reconquista y el sitio de Viena, la desintegración del átomo en Hiroshima, los chupa-chups de colores y la paella valenciana) y los enormes complejos de vieja asustada porque la violen "gentes extrañas" que no "tienen nuestra identidad lunática-platónica-tomista-renacentista-integrista-atómica".
O mejor dicho, de viejo decrépito que no puede dormir asaltado por la recurrente pesadilla de un bigote con turbante que le persigue con intenciones libidinosas.

Vamos, que ni queriendo. Jo jo jo

Spartano -

Está bien eso de ser antiamericano… solo que, de tanto en tanto, la cuerda del anti-americanismo está demasiado tensa y se vive en plena paranoya anti-americana. Cualquier cosa que no sea un explícito “yankis no, ayer, hoy y siempre” y aquel otro de -allí donde exista un antiyanki, allí habrá un aliado-, y finalmente “todo antiyanki tibio es pro-yanki”, son opiniones subyacentes en el artículo y que no compartimos. Sería difícil encontrar un esquematismo tan simple y superficial.

La obsesión antiamericana parece razonable en Iberoamérica. Pero está hoy fuera de lugar en Europa. Baste simplemente reconocer que los intereses de Europa y de
los EEUU son distintos. Baste reconocer que la política de los neo-con no es la misma que la de Europa, ni siquiera la de la Unión Europea. Los tiempos de la guerra de Vietnam ya han pasado. El “antiimperialismo” del sesenta yocho, es hoy un arcaísmo para vejestorios. La guerra de Irak ha sido la última aventura exterior de los EEUU, el imperio ha entrado en decadencia justo en el momento más álgido de su poder. Ahora solo les queda reconocer el fracaso y atravesar la próxima ola
de aislacionismo.

No estamos en la Guerra Fría, cuando “occidente” simbolizaba la alianza atlantica y el eje euroamericano.

El artículo en esta parte destila ideología tercermundista mucho más que “tercerista”: culpabilizar a Europa de todo lo que ocurre en cualquier parte del mundo,
especialmente en los países árabes y andinos. En realidad, se intenta criminalizar y denigrar a Europa, se trata de presentarla como un burdel degenerado y vicioso que
practica la exclusión contra los “pobres del Tercer Mundo”. La realidad es que “lo semejante se reconoce en lo semejante”. Dime con quien te reconoces y te diré quien eres: si te reconoces con movimientos tercermundistas,
con la última originalidad surgida en el culo del mundo… no hace falta definir más las pautas del debate. Estás en otro “rollo”, colega. No vale la pena seguir
discutiendo.


Miren ustedes, yo amo mi identidad… que un saharahui ame la suya, que yo bastante tengo con la mía. Pero, sobre todo, que no vengan a mi país a dar por el culo. Amo mi identidad. No me interesa valorar la de la morería. La llegada del hombre a la Luna, la filosofía platónica, la síntesis tomista, el Renacimiento y las cruzadas, la Reconquista y la defensa de Bizancio y de Viena frente a los turcos, la desintegración del átono, el Hubble, el Airbus… todo esto y miles de episodios como estos, me hacen sentir orgulloso de pertenecer a la comunidad racial europea a la que pertenezco.

Es muy fácil de entender, lo semejante se reconoce en lo semejante, si vosotros no os reconoceis en los valores de Europa, es vuestro problema, pero lo que yo no quiero es que la inmigración masiva desfigure mi identidad, ni que los santos ilustres que ponen el culo ante el turco, no sacrifiquen mi identidad ni enseñen supersticiones del desierto en nuestras escuelas.